2012/09/19

7736.- Taxista en New York

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Un taxista de Nueva York escribió:
Llegué a la dirección y toqué el claxon. Después de esperar unos minutos toqué nuevamente. Como era el último viaje de mi turno pensé irme, pero en su lugar puse el taxi en ‘Park’, caminé hasta la puerta y toqué. “Un momento”, contestó una voz frágil y de edad avanzada. Pude oír que algo era arrastrado por el piso.
Después de una larga pausa se abrió la puerta. Una mujer pequeña en sus 90’s se paró ante mí. Llevaba un vestido estampado y un sombrero con un velo, como alguien salido de una película de los años cuarenta.
A su lado había una pequeña maleta de nylon. Parecía que nadie había vivido hace años en ese departamento. Todos los muebles estaban cubiertos con sábanas.
No había relojes en las paredes, ni chucherías o utensilios en los mostradores. En un rincón había una caja de cartón llena de fotos y cristalería.
“¿Me pudiera llevar mi bolsa al coche?” dijo ella. Llevé la maleta al taxi, y volví para ayudar a la señora.
Ella se agarró de mi brazo y caminamos lentamente hacia el taxi. Ella me agradecía constantemente por mi bondad. “No es nada”, le dije. “Solo intento tratar a mis pasajeros de la manera que quiero que sea tratada mi madre”.
"Ah, usted es un chico tan bueno", me dijo. Cuando entramos al taxi, me dio una dirección, y me preguntó, “¿Puede ir por el centro de la ciudad?”
“No es la ruta más corta”, contesté rápidamente. “Ah, yo no tengo inconveniente en eso”, ella dijo. “No tengo ningún apuro. Voy a un hospicio”.
Miré en el espejo retrovisor. Sus ojos brillaban. “Ya no me queda familia”, me dijo y añadió: “El médico dice que no me queda mucho tiempo”. Discretamente alcancé el taxímetro y lo apagué.
“¿Qué ruta le gustaría que tome?” le pregunté.
Durante las dos horas siguientes recorrimos toda la ciudad. Ella me mostró el edificio donde había trabajado una vez como ascensorista.
Manejamos por el vecindario donde ella y su marido habían vivido cuando eran recién casados. Ella me hizo parar frente a un almacén de muebles, que había sido antes un salón de baile donde ella iba a bailar cuando era joven.
A veces me pedía que fuera despacio por delante de un edificio o esquina en particular, y se sentaba mirando fijamente en la oscuridad, sin decir nada.
Cuando el sol comenzaba a aparecer en el horizonte, de repente ella dijo, “estoy cansada, vámonos ya”. Marchamos en silencio a la dirección que ella me había dado. Era un edificio bajo, como una pequeña clínica de convalecencia, con un camino de entrada para coches debajo a un pórtico.
Dos enfermeros vinieron al taxi a recibirnos tan pronto nos acercamos. Fueron serviciales y atentos, fijándose en cada movimiento que ella hacía. Deben haber estado esperándola.
Abrí la cajuela y llevé la pequeña maleta a la puerta. La señora ya estaba sentada en una silla de ruedas.
“¿Cuánto le debo?” me preguntó, buscando su bolsa.
“Nada”, le objeté.
“Usted tiene que ganarse la vida” me respondió.
“Hay otros pasajeros”, le alegué.
Casi sin pensar, me incliné y le di un abrazo. Ella me apretó fuertemente.
“Usted le dio a una anciana un pequeño momento de la alegría” dijo. “Gracias”.
Le apreté la mano, y entonces caminé hacia la tenue luz de la mañana. Detrás de mí, una puerta se cerró. Fue el sonido del final de una vida.


No recogí a otro pasajero ese día. Manejé sin rumbo absorto en mis pensamientos. Apenas pude hablar el resto del día. ¿Qué hubiera pasado si a esa señora le hubiera tocado un chofer agriado, o uno que estaba impaciente por terminar su turno e irse a casa? ¿Y si yo me hubiera negado a recoger a ese pasaje, o si solo hubiera tocado el claxon una vez y me hubiera ido?
En una revisión rápida, no creo que haya hecho algo más importante en mi vida.
Estamos condicionados a pensar que nuestra vida gira alrededor de grandes momentos.
Pero los grandes momentos a menudo nos agarran desprevenidos, hermosamente envueltos en lo que otros pueden considerar insignificantes.
(Puede que las personas no recuerden exactamente lo que hiciste o lo que dijiste, pero siempre recordarán como los hiciste sentir).

 

Tomado de Abuelos al Rescate , gracias.