2007/03/14

Mi picó de tres patas.-

esperando por el upload de las imagenes

Mi picó de tres patas.- En mi juventud tuve la oportunidad de recibir, tal vez como regalo de cumpleaños, un aparatito electrónico que ayudó en mucho a la bohemia de esos días de entrenamiento para la vida. Se trataba de un fonógrafo a baterías, de reducido tamaño, con tres endebles patas que soportaban los abusos con que a cada rato se enfrentaba. Pero no por pequeño dejaba de proporcionar ratos y ratos de alegría. En el se podían colocar discos de vinilo de 33 ½, 45 y 78 RPM y su sonido, guardando las distancias, nos servía para el más dilecto de los fines: llevábamos serenatas a cuanta niña de ojos grandes se le ocurría mirarnos y dejarnos mirarla. Cumplía sus fines con paciencia y sus pilas daban de si hasta el último de los amperes. Tanto me acostumbré a mi “picocito” que hasta para la montaña lo llevaba. Y es que con el no solo tenía compañía en momentos de soledad social, cuando caminaba en esos montes, sino que podía tener lo que ningún serenatero, por mejor que este fuese: tenía las voces de todos y cada uno de los artistas que, en el momento, hacían arrebolar a tantas muchachitas buenas mozas…- Como todo precursor, adolecía de muchas limitaciones tanto por lo técnico como por lo físico. Ni que hablar de compararlo con los actuales artilugios que en milímetros permiten sonido estereo, el solo tenía una corneta, ¡pero que corneta!, parecía la corneta de los autobuses de tablita que nos llevaban hacia los pueblos aledaños, sonaba que daba gusto, aun con todo lo chirriante y metálico de su tono. Y en cuanto a lo físico, era tan pequeño que los discos con su tamañote, sobresalían, además de ser una polilla el cargarlos y cuidarlos de los elementos de la naturaleza y de los elementos que con sus arteras manos pretendieran apoderarse de ellos. En las fiestas con licor y, claro, en las serenatas de madrugada, cuando el brandicito se servía, sus tres patitas temblaban pues sabían que, tarde o temprano, alguien caería sobre ellas. Incontables fueron las veces en que, desbaratado por la bohemia, podía decir que su ratón era más fuerte que el de los cantantes. Le pasaba lo que a cualquier brazo recién vacunado, todo el mundo tenía que tocarlo. Claro, su popularidad fue muy grande, tanto que todo el mundo hablaba de el, parecía realmente una moneda de oro, por eso había que cuidarlo mucho. Su vida útil no fue muy larga, entre el alcohol y los amigotes fue perdiendo cualidades y llevando golpes se hizo viejo. A fuerza de tener tantos amigos desarrolló unas amistades peligrosas que, finalmente, lo raptaron y desaparecieron de nuestro entorno. Al momento de su perdida mi tristeza fue muy grande, fue un amigo, un compañero, leal, callado, acostumbrado al aguante de las palabrotas que agradecían o exigían sus bondades. Compañero de farras, testigo mudo de mis primeros escarceos, regalo prometido a no se cuantas niñas, medicina contra el guayabo, són de nuestros bailes más tranquilos, alegría de noches de bohemia, sustituto de Rocolas inservibles, propiciador de encuentros. De seguro que quien lo tomó para sí lo disfrutó tanto como yo. Hoy ya disfrutamos de sus descendientes, caminamos, trotamos y corremos con los audífonos del radiecito, o del celular, o del MP3. Algo casi invisible por lo reducido de su tamaño nos acompaña. Y aún siendo tan pequeños estos descendientes tecnológicos, todavía permiten que se comparta su disfrute, no tanto como obligaban los ancestros, claro, pero si mediante audífonos para compartir el sonido, lo que tal vez sea mejor para las parejitas que lo utilizan. Sin embargo, mi “picocito” solo se compara hoy en día con los equipos extraordinarios que les montan a las 4X4 y que cuestan una millonada, en nada comparable su sonido estruendoso y dicharachero, con el sonido que nos permitía brindar las serenatas sin que ningún padre ofendido saliese a darnos pelea, o mejor dicho, a darnos pelea “por el volumen de la música”. Su tapa era plateada, servía de soporte para el disco, lo balanceaba; tenía un brazo con una aguja de las que vendían en la “Casa Parejo” y en el “Palacio de la Música”; peleábamos por creer que la aguja si era de diamante, la mitología cotidiana así lo requería, lo cierto es que tenia varias agujas, algunas mejores que las otras y se notaba cuando se les intercambiaba. Para las serenatas no usaba las mejores, esas eran para ocasiones muy especiales, cuando el sonido se ponía bajito y las cabezas se acercaban y las canciones eran lennnnnntas… Cuando las notas realmente se acercaban al alma y la desbalanceaban. Ese era el momento que se esperaba conseguir… corazones latiendo apresurados, mejillas sonrosadas… Ansias juveniles en una ciudad de montaña que se abría al mundo estrenando un teleférico, más alto, más largo y con mayor distancia entre torres, en todo el orbe, y hasta allá fue a dar mi “picocito”, bailamos con su música en todas las estaciones, y en los refugios de montaña que para la época existían. Retumbó en La Cabaña, en Las Cascadas, en La Cara del Indio, en las lagunas, en el Monte Zerpa, y fue compañero constante en La Llanada. Trato de ahogarse en Timoncitos en caída memorable, nos acompañó por todas las avenidas de la ciudad y aún hoy algunas personas lo recuerdan con cariño por lo que representó en su momento. Hay objetos que se ganan nuestro cariño y nuestro reconocimiento, generalmente es después de los años cuando lo reconocemos y en esto los acercamos a lo animado y les comparamos en acciones y omisiones, tal cual lo hacemos con nuestros amigos y conocidos. Alguien escribió que… a medida que conozco más a los humanos, quiero más a mi perro… es una frase atroz, sin embargo, la imposibilidad para tener segundas intenciones, aceptando que tengan la primera, es la diferencia que marca las distancias. La gente espera de nosotros, y nosotros de ellos, que no existan segundas intenciones en lo que pensamos y hacemos, pero que difícil es lograrlo, es una tarea como la de Diógenes y su lámpara en la busca del hombre justo…

Mi transitar por la meditación Zen.-Trascendencia inevitable.“

.- Temo menos a la oscuridad que a los amigos que no conozco” Nietsche
La vida está llena de momentos de amistad.
Uno de mis amigos, a quien si conocí, observando el estado alterado de mi espíritu, me invitó a una sesión que el llamó vivificadora, donde, sin dudas para él, obtendría herramientas para apaciguar los demonios que pululaban en mi mente.No me hice de rogar y, ataviado según se me informó, de negro en mi mono de ejercicios, acudí a la cita una hermosa mañana de sábado.
José, mi amigo y amigo de mis padres, me fue aleccionando en el trayecto mañanero: tranquilidad, dejarse conducir, pensar en calma; en resumen, acatar las normas, simples y sencillas del sitio, sin crearme falsas expectativas; debía recordar y mantener presente que solo yo sería el actor y que lo que ocurriese tendría un solo ganador, mi espíritu.
Las personas que nos recibieron me indicaron que el ejercicio mental que practicaríamos es la base para toda una religión, para toda religión, pues esta centrado en el “control” de nuestra mente y que es, en realidad, una actividad muy simple: debíamos dejar que los pensamientos fluyesen en nuestra mente y definir si lo que teníamos en ella en ese momento, era, o no, trivial.La simpleza del requerimiento golpeó mi mente y traté de acondicionar mi cuerpo al segundo requerimiento, debía adoptar la posición de loto del yoga, me pareció más difícil lo físico que lo mental pues mis coyunturas jamás me han sido fieles en cuanto a extensiones y contracciones.Me fue explicado que la dificultad en lo físico contribuiría, al menos al principio, a la obtención del objetivo mental.
Colocado en mi puesto, entre una columna de personas, gire a mi izquierda y me enfrenté a lo que sería mi horizonte por los próximos minutos; a unos 60 centímetros de mis ojos la blanca pared parecía invitarme a descansar.
La Voz indicó que tomáramos asiento en los cojines asignados y que adoptásemos la posición del loto. Al cabo de algunos segundos de lucha con mis coyunturas estuve listo para acalambrarme hasta la muerte.
La Voz indicó que deberíamos tener una posición erguida, tal cual mirábamos la vida desde nuestros reinos, que nuestra respiración debía ser consiente, que debíamos racionalizar cada uno de los dolores o molestias que sintiésemos, sabiendo, claro está, que en la medida en que nos fuésemos acostumbrando a la nueva posición, estas molestias desaparecerían.
Fue muy explicita la Voz en cuanto a dormitar, no debíamos hacerlo bajo ninguna circunstancia, debíamos estar plenamente consientes de nuestra respiración, de nuestra postura, de nuestros inconvenientes, de nuestros pensamientos. Debíamos estar despiertos, tal cual estamos en la vida cuando tenemos control de nuestras acciones.
El ambiente se prestaba para nuestra tarea. El frío matutino, acompañado por una brisa suave acariciaba los cuerpos contraídos en esa nueva posición que detenía el flujo normal de la sangre y hacía que nuestras espaldas estuviesen encabritadas.La habitación estaba en silencio, solo muy de vez en cuando se escuchaba una respiración honda o una tos molesta.Las caderas dormidas y los dedos hormigueantes daban clara fe de lo que nos sucedía.
Empezamos, empecé, a pensar en el tiempo. Nunca un segundo había sido tan largo. Sentía mi respiración y trataba de seguir el paso del aire por los pulmones, solo me distraía la molestia en las piernas y la sensación de electricidad en las puntas de mis dedos… parecía que resonarían como platillos chinos.Poco a poco me fui acostumbrando y estuve en condiciones de efectuar la tarea importante del día, pensar en algo que no fuese trivial, cotidiano, obvio.Comencé a estar consiente de cada uno de los pensamientos que afloraban en mi mente, ya no como parte de mi existencia real, sino como si fuesen de otra persona y solo fuese para mi tarea de indexarlos, etiquetarlos, archivarlos en orden.Tan pronto este pensamiento se abrió paso en mi mente, una ventana inmensa soltó el pestillo y se replegó contra las paredes del cerebro: Tienes que ordenar y para eso has de establecer una secuencia y una prioridad.
¿Donde he venido a caer? Estoy buscando reposo y solo vengo a trabajar. Nunca he pensado que tengo que ordenar mi mente de esta manera. ¿Que hay de mi vida normal? ¿Donde la pongo?Está bien, ya estoy aquí y estoy convencido, por la amistad, que esto es valioso y fructífero. Adelante.
El carro tiene problemas eléctricos”… anodino, intrascendente, aunque implique que el carro no se mueva y que me costará un ojo el repararlo…
Tengo hambre”… idiota de mi… la próxima vez te desayunas y preparas, igual que se hace con todo en la vida, planificas, programas, ejecutas.. y a otra cosa…
“¿Que hora será?”… bueno… ¿y a que viniste?... ¿a quererte ir sin tratar de cumplir tus objetivos? ¿A justificarte ante el tiempo, por el tiempo?
“¿Y que es el tiempo?” a vaina… ¿te vas a poner a filosofar? El tiempo es ese espacio entre estar vivo y estar muerto… aprovecha… deja de pensar en tonterías… ya vendrá la hora del café… ya descansaras en algún momento…
“¿Y luego qué?”… Luego… o sea que hay un luego y ese luego debo controlarlo, pero no todo está bajo mi control, entonces… ¿que hacer?... Controlar lo que es propiamente mío y establecer canales para sobrevivir en lo que otros controlan. Ajustarme tratando de sobrevivir.“Sobrevivir es una arte”… y tienes toda una vida tratando de sobrevivir, hasta ahora lo has logrado, Dios te ha ayudado y te ha dejado llegar hasta acá. Algo bueno o de valor debes haber hecho que te ha permitido sobrevivir... a lo mejor no fuiste tu quien remó todo el tiempo, a lo mejor compartiste tu vida y solo estuviste pendiente del clima, pero hay un hecho irrefutable en tu vida, has llegado hasta acá.
Eso vale… por intrascendente que sea tu vida.
Y con sandeces como estas pasé mi primer día de meditación trascendente…
Aprendí que, aunque me cueste aceptarlo, la mayoría de mis pensamientos son intrascendentes y, para mi, esto significa que vivo una vida tan soberanamente trivial que pasará por debajo de todas las mesas, por los siglos de los siglos, amen.
Pero otras cosas aprendí también. Aprendí que puedo hablar conmigo mismo en diversos tonos, sin ser complaciente, o siendo, sin ser profesor, o siendo… sin sentirme culpable, o sintiéndome… en resumen, que aprendí que no debo tener miedo de mis propios pensamientos y que estos puedo tratar de hacerlos más productivos, eficientes, y eficaces.
¿Cuantos años estuve viajando por una autopista todos los días, mañana y tarde, 100km de ida y 100km de vuelta. Tres horas diarias, por años… pensando en pajaritas?.
De pronto entendí, comprendí, acepté, que había perdido demasiadas horas de mi vida pensando en nada útil.
Mi vida es una larga carretera llena de PENSAMIENTOS PERDIDOS.
Arranque a reír a carcajadas al pensar en que si hubiese cerrado los vidrios del carro, hubiese podido apresar esos pensamientos y de algo hubiesen valido estando allí, apresados en el carro.
Alguien me dijo una vez que yo era especial y único, al igual que cada uno de los elementos que componemos la raza humana, es decir entonces, que si sumamos los pensamientos perdidos por cada uno de estos elementos tendremos una pila inconmensurable que, a lo mejor, nos sirva para alcanzar alturas intelectuales aún mayores a las que el ser humano haya llegado en todo su recorrido como raza.
Recordé a los amigos que me acompañaban a pescar y que jamás aceptaban una segunda invitación, descubrí que no se sentían a gusto consigo mismos y les era muy difícil pasar la noche en silencio, viendo las estrellas y pensando en monologo inacabable.
A veces no podemos entendernos porque no buscamos hacerlo.
Somos humanos y tenemos fortalezas y debilidades… pero nos cuesta aceptar que nos equivocamos, que metemos la pata, que no somos tan honrados como intentamos que nos crean y a veces hasta dudamos del Creador, porque nos vemos a nosotros mismos y pensamos que Dios no puede habernos hecho a su imagen y semejanza, porque somos muy poca cosa.No aceptamos que “el libre albedrío”, ese maravilloso regalo que nos diera el Creador, tiene un punto de control que nos limita: “la conciencia”, allí está el punto de equilibrio para nuestra grandiosa mente, lastima que hemos aprendido a dormirla bajo mil disfraces…
Mi viejo maestro decía que no se puede cerrar un capítulo de nada dejándolo en negativo. Un capitulo de un libro, un capitulo en una relación, un capitulo en una vida.Lo positivo de nuestra vida estriba en que somos capaces, siempre, de buscar ese lado bueno de toda situación, por lastimosa que parezca. Aún en las peores condiciones podemos mantener la fe y ella nos permite vislumbrar el brillo de las posibilidades que aparentemente no existen.Le doy cada día gracias al Señor por haberme dado la oportunidad de conocer a José, entrañable amigo que me permitió entrar en contacto con esta actividad.
Pueda yo encontrar la forma de propiciar esta verificación de intrascendencia y sea de apoyo para alguien, en algún momento difícil de su vida, amen.

GRAÑÓN Una noche inolvidable

ESPERANDO HASTA QUE BLOGGER ME PERMITA HACER EL UPLOAD DE LAS FOTOS
(5 y 6 de mayo del 2006)
A veces pasa que, por diversas circunstancias, un rato que pasamos en alguna parte se nos hace imborrable, se queda prendado en las neuronas y nos acompaña marcando distancias con otros sitios y otros momentos, así me pasó un día de mayo en Grañón.
Había estado caminando con unas gemelas con quienes me encariñaba por su extraordinario don de gentes, su bondad, su llanura. Pero, ese día en particular, no se porqué, nos habíamos distanciado en el camino. Mis tobillos, maltrechos por la cuna que mis pies hacían en los viejos zapatos de marcha, me hacían sufrir una tendinitis . La marcha se me hacía pesada y, para cuando arribamos a Grañón caía ya la tarde y la amenaza de lluvia se hacia cada vez más real.
El pueblo, tipico de la zona, no contaba sino con un albergue, adosado a la vieja capilla y lleno del sabor de tradición que se remontaba a los famosos trece frailes que por años hicieron vida clerical en el. Alguna vez se cansaron de pasar trabajos y buscaron otros rumbos, dejando abandonada la capilla y motivando a los parroquianos a buscar un uso productivo del edificio, que a la vez contribuyera a la salud religiosa de los coterráneos.Nada mejor entonces que apegarse al programa del Camino y ubicarse como uno de los albergues naturales.
La vivienda de los frailes fue refaccionada, se mejoraron los servicios, se destinó un área para la eufemística lavandería, se dotó con colchonetas sillas, mesas, etc., y se buscaron Hospitaleros voluntarios para que se encargaran de ofrecer el albergue a los cansados caminantes que por allí aparecieran.
El Hospitalero se llamaba Ernesto y, por la gracia de Dios, nos tocó en suerte. Nada más llegar nos informó de la minucia clásica y trivial de los albergues. Y desde ese momento, milagro, comenzó la diferencia. Ernesto nos sorprendió por su don de gentes, por su capacidad para hacerse entender por personas de diversos idiomas, sin ser políglota, por su manera de fomentar el trabajo en equipo, por sus dotes de líder carismático, por su comprensión de las debilidades de los humanos, por su incansable ánimo y espíritu de colaboración.Lo primero fue decirnos que en ese albergue no se pagaba nada, que quien quisiera contribuyera colocando los denarios en el cofre que se nos mostraba y que, si es que alguien necesitaba, que tomara lo que estimara conveniente.Luego se nos indicó que con las colaboraciones se hacía la comida, se disponía de café y jugos y frutas y galletas y que no teníamos cena prevista pero que él estaba totalmente dispuesto a colaborar si es que queríamos cenar todos juntos…Apareció entonces un caminante que dijo llamarse Saladino y se ofreció para ser el cocinero del festín que pretendiéramos, alguien habló de Paella, alguien dijo ensalada, alguien dijo vino, alguien más con mente muy práctica dijo de lavar los trastos al terminar y en pocos segundos salieron Ernesto, Saladino y muchos otros, a comprar los alimentos.
A todas estas, el cielo inclemente se dejo caer sobre nosotros y un señor palo de agua comenzó a tratar de meterse en nuestro albergue. También motivó a que otros caminantes se acercaran al sitio, huyendo de caminar bajo la lluvia.La música de fondo, música gregoriana, se metía en nuestras mentes y creaba un ambiente magnético y mágico. Quienes hasta ese momento apenas si se cruzaban miradas en el Camino, comenzaron a comunicarse. Todos trataban de ser útiles en la cocina y en cuantas tareas menores se presentaban. La paella comenzó a tomar forma en un recipiente que, por casualidad estrenamos ese día. ¡Que paella! Saladino dijo ser de Valencia y se aplicó como para un concurso culinario. Cerca de 80 comensales nos aprestamos a juzgar esa maravilla.
Quienes salieron a comprar las vituallas trajeron cuanto pudieron de lo que encontraron en la tiendita del pueblo y alguien, a la puerta de la cocina, se dedico a responder a los caminantes que preguntaban cual debía ser su apoyo para la cena: “Vaya usted a la tienda y tráigase unas tres botellas del vino del pueblo…”
Cuando el Párroco arribó, la paella estaba casi lista y los caminantes ya estábamos en la fase de cantar todos en conjunto. La misa en aquella capilla, con todo el pueblo a nuestro lado, con los truenos repicando y las sombras apenas sometidas por la luz de las bombillas y las velas, dio un giro a nuestra velada. Se escuchaba que cada quien contestaba las oraciones de la misa, en su idioma. La Torre de Babel al unísono…Y luego, la cena… cuentos de caminantes, risas alegres en medio de la tormenta, una claraboya que se destapa y cientos de manos que se alzan para cerrarla; las naciones unidas en su forma más democrática, ninguna nota discordante.
Aplausos para los cocineros, palabras de aliento para Ernesto y su trabajo, solidaridad para quienes hacían el Camino en difíciles condiciones físicas. Seres humanos unidos por un objetivo común derivado de las más diversas motivaciones.Stefano cantando y Luciano tocando la guitarra, Wil descansando y haciendo fuerzas para el resto del camino. Franceses, Italianos, Daneses, Españoles, Ingleses, Argentinos, Venezolanos, Singapurenses, Croatas, Checos, Slovenios, Japoneses, Norte americanos, Canadienses, Alemanes, Brasileros, Mexicanos, Australianos, Nueva Zelandeses…
Nunca supieron sus naciones cuan elocuentes fueron sus embajadores…Nunca supieron los embajadores porqué fueron los escogidos para estar esa noche allí…Nunca supieron que tan honda huella dejaron en quienes fueron sus compañeros de esa noche.Por algún secreto designio divino esas personas dieron vida a unos instantes de compañía que serán imborrables de sus mentes. Algo los motivó a mantenerse abiertos hacia los demás e hizo que la luz de las velas que tremolaban en la oscura noche pasara a ser menos que innecesaria, pues sus rostros irradiaban tanta alegría y felicidad que llenaban de luz el escenario de la antigua iglesia y casa parroquial.
Pasaban las horas y, a diferencia de todas las demás noches del camino, no había prisa para dormir ni importaba demasiado la continuación del camino a la mañana siguiente. Ni una sola nota discordante en esa noche. Nada disturbó el agradable momento. No hubo dolores ni malos recuerdos. Ni los ronquidos se sintieron esa noche.
Gracias Ernesto. Fuiste el instrumento que ayudó a poner la magia en el ambiente. Sin quererlo estableciste la diferencia para calificar albergues y hospitaleros.
Lastima que mis amigas, acostumbradas a vida de ciudad, no nos acompañaron esa noche, no les caían muy bien las colchonetas en el piso de madera y decidieron, sin importar la lluvia,seguir a otro pueblo (Redecilla del Camino), ojalá y hayan tenido la oportunidad de encontrar la noche de felicidad que nosotros disfrutamos.

La Importancia De La Puntualidad

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Al Padre Pascual le estaban haciendo su cena de despedida por 25 años de trabajo pastoral ininterrumpido en una Parroquia. Un político de la localidad y miembro de la comunidad fue invitado para la presentación del regalo y un breve discurso. El político se tardó en llegar por lo que el sacerdote decidió dar unas palabras para llenar el tiempo. "Mi primera impresión de la Parroquia la tuve con la primera confesión que me tocó escuchar. Pensé que me había enviado el Obispo a un lugar terrible, ya que la primera persona que se confesó me dijo que se había robado un televisor, que les había robado dinero a sus padres, había robado también en la empresa donde trabajaba, además de tener aventuras sexuales con la esposa de su jefe. También en ocasiones se dedicaba al tráfico y a la venta de drogas. Y para finalizar, confesó que le había trasmitido una enfermedad venérea a su propia hermana". Me quedé asombrado, estupefacto, asustadísimo.. Pero conforme fueron transcurriendo los días fui conociendo a más personas que no eran para nada semejantes a este hombre... Es más, viví la realidad de una Parroquia llena de gente responsable, con valores, comprometida con su Fe y así he vivido los 25 años más maravillosos de mi sacerdocio" Justamente en este momento llegó el político, por lo que se le dio la palabra para la presentación del regalo de la comunidad. Por supuesto que pidió disculpas por llegar tarde y empezó a hablar diciendo: Nunca se me va a olvidar el primer día que llegó el Padre a nuestra Parroquia... De hecho, tuve el honor de ser el primero que se confesó con él...". Moraleja: "Nunca llegues tarde a una reunión".

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Ya estamos en esto. De nuevo el impulso, la chispa de la motivación absoluta, el deseo irrefrenable de iniciar el Camino y de nuevo vencer al cansancio, al desespero, a la tendinitis y a las malas influencias que solo ven en esta gesta un poco de orgullo pueril por tratar hacer algo que no todos se pueden dar el lujo de hacer. Pero como olvidarse de tantos momentos maravillosos? como sacar de la mente las imagenes de esas personas con quienes tuve la gratisima oportunidad de compartir algunos momentos de sus vidas?. Como desterrar de la memoria el sonido del viento en las llanuras y el de la lluvia en las montañas? Como sacar de mi nariz los olores de la tierra recien bañada? Como olvidar el mar de verdes ondulantes que acariciaban nuestro paso, alegrandonos y refrescandonos la vista? He pasado un año evocando esos recuerdos inenarrables y, gracias a Doña edad, ahora puedo tratar de recrear algunos de ellos, en vivo. Voy a comenzar a caminar en Saint Jean Pied do Port, y esto por una muy simple razón: El año pasado mis compañeros de los primeros dias me explicaban que había sido una etapa muy dura, pues había llovido y continuaba lloviendo mientras ellos hacían la travesía. Ese canto de sirena aún lo escucho y quiero vivir la experiencia; quiero, cansado y maltrecho, avizorar el valle de Roncesvalles desde lo alto y desde allí, en oración de acción de gracias, recordar a esas personas que me brindaron su afecto y compañía. De allí en adelante las etapas serán las mismas del año pasado pero, ahora que ya tuve la experiencia, disfrutaré aún más del camino, miraré con más fuerza, me entretendrá más la História, veré con mayor calma. Tendre más tiempo para meditar. Y les juro, por este teclado que todo aguanta, que grabaré con sangre y fuego las direcciones de todas y cada una de las personas con quienes tenga el privilegio de entablar conversación. Me reiré de los chistes de nuestro amigo de Larrasoaña y no discutiré con él... Me tomaré muchas fotos con cada uno de los Hospitaleros... Visitaré, sin falta, a esa Dama a quien por, azar, magia, milagro, se me ocurrió comentarle sobre mi viejo profesor de Historia del Arte y ella, Hospitalera Voluntaria, quien se había pasado largo rato mostrandome las facilidades y bondades del Albergue, me contestó con hermoza sencillez: "Usted habla de mi Tío Luis, que se ha pasado su vida en America..." El mismo que había sido mi profesor de frances en la secundaria, director del Orfeon del Colegio, amigo entrañable de muchos años... Y, entre 40 millones de personas, le comenté, a ella. ¿Como entonces olvidarse del Camino y sus maravillas... alla voy, de nuevo a las andadas... de nuevo a las naranjas de las 9 y 30, al descanso de las 11 y media, a la colada de las 15 y treinta, al almuerzo cena de las 7 y... no todo lo que brilla es oro, a las magdalenas con cafe, a primera hora de la mañana. Quiero tomar de nuevo las fotos del amanecer, alejandome de Castrojeríz... es una de las fotos que más me llenan de las tomadas el año pasado. Quiero sumergirme en Hontanás... Quiero apostar en una carrera contra la tormenta que corre paralela al camino, donde no hay arboles ni refugio de clase aguna.. Quiero emular a los medievales en sus luchas en ese puente de Orbigo... aunque solo sea en la duermevela de la siesta a un lado del camino... Quiero pensar en el Mago de Paulo Coelho... Quiero pensar en las risas que como fantasmas del camino me acompañan noche y día.. Quiero volver a vivir EL CAMINO