El cantante sustituto
Sucedió hace muchos años en la Ópera de París (no pude comprobar si es verdad). Las entradas para escuchar a un famoso tenor estaban agotadas, pero justo el día de la actuación, y con la casa ya repleta, se supo que un problema de transporte le impediría al cantante llegar a tiempo.
Desconcertado, el director de la Ópera subió al escenario, explicó lo que estaba ocurriendo, y pidió que un tenor local lo sustituyese.
El público reaccionó como era de esperar: tensión, algunos espectadores levantándose para pedir la devolución del dinero, y otros simplemente aguardando lo que iba a ocurrir, puesto que tenían hora para que los recogiesen sus chóferes y para cenar más tarde, y no sabían a qué dedicar su tiempo hasta entonces.
El tenor sustituto subió al escenario e hizo lo mejor que pudo. Durante dos horas, cantó con toda su alma y todo su corazón. Al final, se hizo un silencio casi perfecto: y es que no era a él a quien esperaban escuchar.
Apenas un espectador aplaudía. Y en un determinado momento, pudo oírse su voz infantil:
-¡Papá! ¡Has estado genial! ¡Genial!
Al momento siguiente, todo el teatro ovacionaba en pie, celebrando el espectáculo. Una simple palabra de amor le había dado la vuelta a todo.
En momentos como los que estamos viviendo, bien vale la pena deleitarse con escritos como este que nos permiten retomar el mundo con mejores ojos...
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