El Sapo apodaban en Barquisimeto a Arturo Iribarren Arrivillaga, hombre de estatura pequeña, inteligente y hábil, quien fabrico un avión de madera y tela en el patio de la casona donde residía, dándose el lujo de practicar lo aprendido durante el año 1918 en la Eagle Aviation Scholl, academia de pilotaje por entonces recién establecida vecina a Nueva York. Cuando regreso al país, no obstante el ambiente poco propicio para sus objetivos como aviador, Iribarren se dedico a construir su propio avión biplano, como constata la fotografía reseñada sin mayor explicaciones tomada hacia 1920.
Documentos conservados por la familia de este larense, revelan que los conocimientos adquiridos en los Estados Unidos fueron de aviación militar e ingeniería astronáutica, fundamentales para elaborar los planos que guían el proyecto que fructifica de tal modo que la aeronave voló para satisfacer el gusto que por la velocidad se apodero de aquel inquieto e ingenioso hombre cuyo gusto por conducir aeronaves lo condujo también a la cárcel pues a los gobernantes de su época le desagradaban ocurrencias como que alguien se elevará en un aparato recelado dada su peligrosidad. Claro, vinieron tiempos mejores cuando nos zafamos de la dictadura y fue alentada la moderna ciencia de la aeronáutica. Arturo colaboro en la fundación del aero club barquisimetano donde militó hasta morir aferrado al deseo de volar y trabajar en mecánica de aviación.
Tomado de www.aviacioncivil.com.ve
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