2015/04/17

263247.- El Sueño Cap 1 17abril15

Capítulo 1  

El Sueño.

Sentados en la rivera del apacible río, marido y mujer hablaban, Hilda y Tomás comentaban las noticias que el radio difundía que no eran precisamente buenas... los reos que serían ajusticiados el fin de semana, al borde de locura, trataban de suicidarse para evitar la dantesca escena a sus familiares.
La Ley que el país había adoptado para salir de la crisis económica y política era, sin duda, atroz, e implicaba que los reos fuesen inmisericordemente ajusticiados en la plaza central del poblado, con la presencia en primera fila de todos sus familiares en primer y  segundo grado de consanguinidad, sin importar su edad o sexo.
Reconocían que la “Ley Final”, como se le llamaba, estaba trayendo mejoras en el tratamiento de la cosa pública y ya no se escuchaban discursos llenos de mentiras y ofrecimientos vanos... Habiendo sido penado con esta ley el Peculado en cualquiera de sus formas, las calles y avenidas ya no tenían el aspecto de carnaval de épocas pasadas y muy bien se cuidaban los funcionarios de que sus nombres o rostros no apareciesen en nada que no fuese obligatoriamente preciso.
El costo había sido muy grande... no solo por la hambruna producto de los robos y del peculado que obligó a tomar la decisión, la Ley en si misma era Draconiana y no permitía que se escapasen de ella ni a las grandes figuras ni a los acólitos de turno.
En Riosal casi todas las familias ya habían asistido a la plaza central a cumplir con acompañar a por lo menos uno de sus integrantes. Ellos ya lo habían hecho. Acompañaron al Tío José, el tío rico de la familia, que había hecho sus negocios con la pedrera cuando se estaba construyendo el puente y se había en compinchado con los ediles de turno y pusieron un sobreprecio al material que producían. Tanto el Alcalde como los ediles, como el Tío José, como los administradores de la Alcaldía, y los de la pedrera, todos ellos asistieron un sábado de mucho viento, a que les colgaran y les dejaran allí hasta el lunes en la mañana cuando se procedió a bajarlos y enterrarlos en el cementerio, en la fosa publica del pueblo.
La situación no se presentaba fácil ni mucho menos... antes, siempre había quien se prestara para atestiguar a favor o en contra de alguien pero, ahora, con la fulana Ley Final, los abogados y las personas naturales, mucho se cuidaban de esta practica pues, de acuerdo a la Ley, se convertían en reos de lo que se juzgara, en el caso de aparecer como entorpecedores del proceso, o de falsear su testimonio, y esto también involucraba a los profesionales del derecho, desde los magistrados hasta los escribanos. Ya se hacía difícil encontrar quien se prestara a ser Juez...

No eran una pareja de jóvenes, los nietos ya se soñaban en la Iglesia y pensaban en los viajes que antes hacían los recién casados a tierras extrañas, a playas paradisíacas, a ciudades llenas de otras historias, a otros sitios del mundo...  pero, eso era antes... por eso y de allí venían los pensamientos de la pareja en este momento, cavilar en cuanto a que  hacer para que la familia volviese a la calma, a enmendar los sueños de progreso y esperanza, manteniendo la iniciativa y la proactividad, a pesar de la debacle a que se había llegado.

 ¿Que hacer? Mas de 60 años de estudio y trabajo se les resumían en una casa en una montaña, tres lochas devaluadas, una pensión escasa y ganas de vivir, de conocer, de estar presente cuando la humanidad aviste nuevas fronteras... parecía lejano el momento cuando la situación volviese a “una” normalidad... no era gratis la aplicación de la nueva Ley... los reos y sus familias, a pesar de saberse culpables y aceptar la situación de la aplicación de la Ley, en otros, no aceptaban el conocimiento publico mundial de las ejecuciones, ya aplaudido por la mayoría absoluta de los países. Quienes escapaban a otras tierras se encontraban conque allá también eran conocidos y, de ser reconocidos, eran execrados y no podían utilizar los dineros fraudulentos pues de hacerlo, el dinero era repatriado y ellos presos, allá, por fraude al pretender utilizar dinero mal habido. La caída de los posibles reos y su ejecución hacía que sus familiares, todos, llevaran el estigma que les imponía la Ley.
Lo del Tío José había sido el más terrible evento en la vida de la familia. Con las finanzas publicas en el punto mas bajo de la historia,  con el desbalance en el proceso de producción de los insumos alimenticios, con la falta de trabajo de cualquier tipo en todo lo que no sea gobierno, con la espada de Damocles de que al ser funcionario se es virtual reo de la Ley Final, se hace difícil, como cosa de tiempo, obtener un medio de vida que permita producir y consumir en paz.
La nueva Ley, la Ley Final, aportaba respuestas a preguntas que antes algunos se formulaban sobre a quien culpar cuando se producía un deceso por falta de medicinas o material medico de cualquier tipo... la Ley Final aclara que son reos, en ese caso, TODOS los funcionarios que tienen que ver con la carencia, en orden jerárquico. Desde el Ministro Jefe del Consejo de Ministros hasta el expendedor. La Ley Final aclara la pregunta sobre ¿quien es responsable cuando el mono mata al niño con un revolver?... ¿Es el mono? Es el que le dio acceso al revolver? ¿es el dueño del revolver? ¿es el que vendió el revolver? ¿es el que le firmó el permiso para tener el revolver? ¿es el que autorizó para que se vendan revólveres? ¿es el que lo fabricó? ¿son quienes establecieron las Leyes que autorizan ese revolver? Y de allí siguen las preguntas... Es la misma situación con las medicinas... ¿Quienes son en cadena jerárquica los responsables? ¿Hasta donde se puede hablar de Homicidio Culposo? La Ley Final trata de acabar con la Patente de Corso en las Profesiones, que permite que se acabe con la población a la luz de que “Otros son los responsables”. Por esta razón el mundo acepta la Ley y los humanos tratan de apartarse no siendo sujetos de esa Ley, no aceptando postulaciones para ejercer autoridad estatal. Ahora nadie quiere ser gobernador, ni alcalde, ni siquiera jefe civil, mucho menos diputado y claro, ahora nadie quiere ser presidente de nada. Y si hablamos de Administradores y Contables... ¿Quien quiere ahora serlo? Nadie en su sano juicio, hasta que no se alcance un nivel educativo global donde no exista el dolo. 

El pueblo no era muy grande, todo el mundo se conocía y, desde que entró en vigencia La Ley, el sufrimiento era grupal. Muchos habían trabajado en la pedrera; para otros la pedrera había sido la fuente de su educación, su equipo de Football, la fuente de recursos para levantar sus casas, había sido la empresa propulsora del Liceo y por eso habían traído Profesores y equipos, tenían la Biblioteca mas grande de todo el Estado, ayudaban a todo el mundo con lo que tenían a mano, eran buena gente. De pronto, un día, se apareció alguien que venía de la capital y les propuso, en el club de bolas criollas, que apoyaran la idea de levantar un puente para mejorar la carretera.
El Diablo apareció!!



-. Me propusieron un negocio.-  Díjole Tomas a Hilda
-. Y de donde vamos a sacar dinero? Le vas a pedir al alcalde?
-. No, vale... La Alcaldía no tiene dinero  y estamos hablando de plata...plata, no lochas...
-. Y entonces? Aquí no hay entierros... ¿de donde vamos a sacar? Ahhhh... pidele a Tio José... a lo mejor el tiene, es quien “tiene dinero”... y es mucho?
-. Si, es bastante... nadie aquí tiene lo que se puede necesitar...
-. Y entonces? Más vale que se olviden y Tú... no vayas a estar inventando...
-. Voy a hablar con el Tío José, el sabe como hacer negocios con esta gente de la capital y quien quita que hasta nos ganemos algo que valga la pena en la apuesta...

Así había comenzado el tinglado... una vez que se pusieron a discutir el asunto, el Tío José, veterano en esas lides, se buscó a sus compinches de la Alcaldía y con calma fueron armando un plan para que de la operación les quedara a cada uno una buena tajada y aunque eran muchas personas, el negocito prometía darle a cada quien una buena ración y, aparentemente sin riesgos, todo clarito y con la aprobación de  “los de arriba”.
La empresa que aparecería como ejecutante sería la del Tío y los planificadores serían los de la capital y algunos de los “conocedores” del pueblo, entre ellos claro, Tomás.

Todo les fue saliendo como lo tenían previsto y el dinero comenzó a fluir como río en día lluvioso en una vega tranquila... Pero, en la Capital, por razones, de política,  se prendió una discusión entre quienes recibían parte de las tajadas, lo que ocasionó que apareciese una información en los periódicos denunciando lo que estaba pasando...

Como las bombas no explotan en la Capital, cayeron en Riosal y con mucho aspaviento los diarios de la zona dieron cuenta de lo que el Alcalde, el Tío José y los demás lugareños habían estado haciendo... ardió Troya y comenzaron a salir los cuentos de otras francachelas que se habían rumoreado, por años, en el pueblo...

La averiguación inicial puso en claro que la parranda había sido grande... para la aprobación del Proyecto se había requerido la firma de la mayoría de los Concejales quienes, tal vez porque el balón era muy atractivo, firmaron absolutamente todos...

La Procuraduría había estado revisando el proyecto y no presentó oposición ni durante la planificación ni en el tiempo que llevaban ejecutándolo.

Como tal, el Proyecto se veía muy bonito, muy útil, y muy a propósito a los fines electorales.

Pasó todas las instancias de aprobación regional y de igual manera las de aprobación nacional... Con el beneplácito de todos los niveles iniciaron la ejecución.

Todo el mundo feliz!!!

De pronto, alguien preguntó:

¿Existe un programa de control de Calidad para esa Obra?

La respuesta dejó anonadada a la población nacional. NO

Después del primer no, las tejas fueron cayendo una tras otra y se evidenció que la obra no presentaba las prestaciones que se requerían para un puente en esa zona, con esas características y que las especificaciones que se habían aprobado eran algo menos que ridículas dada la tecnología del momento y, lo que realmente le importó a la gente, el sobreprecio de la obra era de casi siete veces lo que se suponía era el costo real. La maraña  de la permisología rayaba en la locura y, a los aspectos legales, dado el número de complotados, se calculaba que transcurrirían años antes de poder llevar ante los tribunales a “todos los gatos del encierro”.

La Ley Final estaba ya vigente.

Los tres primeros gatos que llegaron a su sábado fueron: quien vino de la Capital, el Alcalde y el Tío José

Fin del Capitulo (1864 palabras)

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