2013/04/28

7962.- Aires Españoles

Escraches y bumeranes

La Plataforma de Afectados por la Hipoteca durante la ocupación de una sede de Catalunya Caixa. | Domènec UmbertLa Plataforma de Afectados por la Hipoteca durante la ocupación de una sede de Catalunya Caixa. | Domènec Umbert
  • La historia está llena de ejemplos de medidas con un efecto opuesto al buscado
  • Si la PAH logra su objetivo la mayor parte de los españoles se verán afectados
La historia está llena de ejemplos de políticas e iniciativas que tuvieron efectos exactamente opuestos a los pretendidos. En las guerras mundiales del siglo XX se cometieron disparates gigantescos, como el envío por el gobierno alemán de Lenin y otros revolucionarios a Rusia en la primavera de 1917 con la esperanza de que los bolcheviques se hicieran con el poder en aquel país y cumplieran su promesa de poner fin a la guerra firmando la paz con Alemania, lo cual permitiría a este país concentrar sus tropas en Francia y ganar así la contienda.
El astuto plan alemán se cumplió, pero con lo que no contaron sus autores fue con que el triunfo de los bolcheviques en Rusia se convirtiera en un ejemplo para los soldados y obreros alemanes, que en 1918 se insubordinaron contra el gobierno y el alto mando, causando un problema de indisciplina de tal calibre que Alemania tuvo que pedir la paz y someterse al humillante dictado de los Aliados. Así, el viaje de Lenin a Rusia retornó como un bumerán a Alemania, causando su derrota cuando ella creía que iba a facilitar su victoria.
Las decisiones de atacar Pearl Harbor en 1941 por parte del gobierno japonés y de invadir Rusia por parte de Hitler en 1942, decisiones unilaterales contra países con los que no estaban en guerra y sin siquiera declaración previa, fueron, además de crímenes monstruosos, errores monumentales que llevaron a Japón y Alemania a sendas catastróficas derrotas en 1945. Dos bumeranes más.

Políticas económicas erróneas

En el terreno económico también se pueden citar errores garrafales. Durante la Gran Depresión, tanto en Estados Unidos como en España se siguieron políticas que produjeron efectos contrarios a los perseguidos. El presidente Herbert Hoover y su secretario del Tesoro Andrew Mellon se enrocaron en una política conservadora de equilibrar el presupuesto pensando que así restaurarían la confianza y contribuirían a paliar la depresión, cuando en realidad lo que consiguieron fue ahondarla y multiplicar el desempleo.
Algo parecido ocurrió en España con el ministro de Hacienda Manuel Argüelles durante la "Dictablanda" del general Berenguer. Argüelles se empeñó en equilibrar el presupuesto en 1930, y sólo logró agravar la crisis. Esta política errónea de estabilizar y "restaurar la confianza" fue continuada por los gobiernos republicanos, que durante varios años se obstinaron en luchar para mantener la cotización de la peseta, lo que les llevó también a políticas deflacionistas en un momento en que se necesitaba justo lo contrario.
Si los contratos hipotecarios pueden ser modificados con efectos retroactivos, la reacción de la banca será endurecer los requisitos
Hay quien piensa que con ello contribuyeron al estallido de la Guerra Civil. Aunque esta opinión pueda parecer exagerada, lo que es indudable es que las medidas procíclicas fomentaron el paro y el malestar social y con ello favorecieron la polarización política que a la larga fue la némesis de la Segunda República.
Con el franquismo los errores económicos se multiplicaron. En los años 40, con objeto de paliar la escasez, se congelaron los precios de los cereales y de la electricidad; las consecuencias fueron el desabastecimiento de pan, que había que comprar "de estraperlo" a precios varias veces por encima de los "de racionamiento", y las restricciones de luz eléctrica que paraban fábricas y ascensores, multiplicaban los apagones y, eso sí, fomentaban el consumo de velas.
El nivel de vida en esa década dio un salto atrás de varios decenios: otro bumerán económico. Pero quizá el más conocido patinazo del franquismo fue el protagonizando por José Antonio Girón de Velasco, demagógico ministro de Trabajo, que en 1956, alarmado por el resurgir de la tensión social y las huelgas, se obstinó en decretar una subida de sueldos del 26%, creyendo así lograr la paz social.
La consecuencia casi inmediata de la subida fue un alza aún mayor de los precios (la inflación se autoalimenta) y un recrudecimiento de las huelgas. Franco le destituyó en 1957, después de dieciséis años en el Ministerio. Aquí el bumerán le dio en la cabeza al mismo que lo lanzó. El sonoro fracaso de Girón dio lugar a un giro histórico en la política económica del franquismo, abriendo paso a un grupo de ministros económicos liberales (Alberto Ullastres, Mariano Navarro Rubio) que prepararon el famoso Plan de Estabilización de 1959.

'Afectados por las hipotecas'

Pues bien, todo hace suponer que si el movimiento de protesta contra los desahucios, la hoy famosa Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) se sale con la suya, el bumerán caerá sobre la cabeza de la mayor parte de los españoles, estén o no "afectados por las hipotecas" (expresión extraña, por cierto, que parece indicar que una hipoteca es una enfermedad, en lugar de un contrato sinalagmático, es decir, firmado voluntariamente por ambas partes).
Emprenderla a mandobles con el Derecho a partir de consideraciones demagógicas puede tener consecuencias muy perjudiciales para la comunidad
En efecto, lo que la PAH pide es que los contratos hipotecarios se suspendan o se modifiquen unilateralmente en ciertos casos, presumiblemente aquellos en que los firmantes están en graves dificultades, y que para ello se promulgue legislación con efectos retroactivos. Ambas cosas, modificaciones unilaterales de contratos y legislación retroactiva, son gravísimas violaciones de las bases fundamentales del Derecho, y producen situaciones de indefensión e inseguridad jurídica, con posibles consecuencias muy serias que quizá los miembros de la PAH no hayan tenido en cuenta.
En efecto, si los contratos hipotecarios pueden ser modificados unilateralmente y/o por medio de legislación con efectos retroactivos, la reacción inmediata de la banca será, muy justificadamente, bien encarecer y endurecer los requisitos de los nuevos contratos hipotecarios que firmen, bien, sencillamente, restringir mucho la concesión de este tipo de crédito, y posiblemente la del crédito de cualquier tipo, para precaverse del riesgo que la nueva situación comporta.
En consecuencia, "afectados por las hipotecas" van a ser todos aquellos que quieran comprar una vivienda o local recurriendo al crédito hipotecario, que son una proporción considerable de la población española; y muy posiblemente se vean "afectados por las hipotecas" muchas más personas e instituciones que, aunque no estuvieran planeando comprar una casa, sí necesitan crédito de otro tipo para llevar a cabo su negocio, o sus planes de inversión o consumo, porque como es natural, los bancos, ante la generalización de la inseguridad jurídica, restringirán su actividad crediticia aún más de lo que ya lo hacen como consecuencia de la crisis que llevamos tantos años padeciendo. Directa o indirectamente, la restricción del crédito nos afecta a todos y prolonga la recesión.
Bien están las medidas paliativas que puedan tomarse para favorecer a aquellas personas que, como consecuencia de la situación actual, se encuentren en situaciones de extrema necesidad (independientemente de que hayan o no firmado un contrato de hipoteca sin considerar bien los riesgos que ello puede entrañar). Bien está también que se modifique una legislación excesivamente rigurosa en materia hipotecaria aunque, por supuesto, sin efectos retroactivos.
Pero emprenderla a mandobles con el Derecho a partir de consideraciones demagógicas y provocadoras puede tener consecuencias muy perjudiciales para la comunidad en su conjunto y contribuir a agravar y prolongar una crisis que sufrimos todos, no solo unos casos aislados, por dramáticos que parezcan. A ver si el bumerán lanzado alegremente por doña Ada Colau nos va a hacer un chichón más a 47 millones de españoles, ya bastante maltratados por la recesión.


* Gabriel Tortella es economista y catedrático de Historia de la Economía de la Universidad de Alcalá de Henares

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