2016/04/10

263651.- LA OCLOCRACIA EN VENEZUELA

LA OCLOCRACIA EN VENEZUELA
Este es el verdadero sistema que vergonzosamente rige en nuestro país: éste sistema de gobierno que hoy tenemos en Venezuela parece Democracia pero no es, parece Dictadura pero no es, parece Socialismo pero tampoco es, parece Comunismo y tampoco es, parece muchas cosas y no lo son. Definitivamente se llama Oclocracia.
Son fuertes los signos que nos anuncian la proximidad de lo que Polibio en el siglo II antes de nuestra era llamó oclocracia al gobierno de los peores. De hecho, advertimos cómo se sitúan en altas filas de la política muchos personeros que ni en el fondo ni en la forma se muestran entrenados y capaces de ejercer ese difícil oficio que es gobernar.
Cuando la democracia se mancha de ilegalidad y de violencia, cuando la corrupción es prácticamente una forma de vida y no un tipo de delito socialmente rechazado, cuando la separación de poderes se vuelve difusa o inexistente, cuando los intereses de la inmensa minoría prevalecen sobre el bien común de todos los ciudadanos, con el pasar del tiempo, la democracia se constituye en oclocracia. Es decir, cuando a pesar de los grandes problemas sociales y económicos se hacen insoportables y los órganos e instituciones se alinean en favor de un sector de la sociedad, la democracia se degenera y se convierte en una oclocracia.
La palabra proviene del griego ochlokratía, de ochlos que significa “turba” o “multitud” y de kratos que significa poder, gobierno o dominación. Es el poder o el gobierno de la plebe, es decir, de la clase social más empobrecida y marginada. Pero la palabra tiene connotaciones de desorden, tumulto, irracionalidad, incompetencia, insipiencia, irresponsabilidad y degradación del ejercicio del mando político.
Polibio (202-120 a. C.), en sus obras "Historias", 3, 5-12; 4, 1-11, llamó oclocracia al fruto de la acción demagógica y la definió como "la tiranía de las mayorías incultas y uso indebido de la fuerza para obligar a los gobernantes a adoptar políticas, decisiones o regulaciones desafortunadas". "Cuando esta (la democracia), a su vez, se mancha de ilegalidad y violencias, con el pasar del tiempo, se constituye la oclocracia"
Asimismo, Juan Jacobo Rousseau, el pensador que con sus ideas estableciera los fundamentos filosóficos de la Revolución Francesa y quien fuera el autor del célebre “Contrato Social”, también alude al vocablo y nos dice: “ La oclocracia es la degeneración de la democracia y el origen de esta degeneración es una desnaturalización de la voluntad general, que deja de ser general tan pronto como comienza a presentar vicio en sí misma, encarnado los intereses de algunos y no de la población en general, pudiendo tratarse ésta , en última instancia, de una voluntad de todos o voluntad de la mayoría, pero no de una voluntad general”.
Para algunos tratadistas la oclocracia, que es una forma degenerativa de la democracia, es el gobierno abusivo del populacho, al margen de toda ley y de toda costumbre. O, para decirlo en términos del pensador anarquista francés Pierre Joseph Proudhon (1809-1865), “es el poder entregado a una multitud harapienta, inculta y con ansia de venganza”.
Aristóteles, en la antigua Grecia, consideraba que la oclocracia era el gobierno de los demagogos en nombre de la muchedumbre y, por tanto, una degradación de la democracia. A lo largo de los siglos, la oclocracia se ha hecho realidad en todas partes del mundo, particularmente en Occidente, desde la vieja Atenas hasta nuestros días, pues así como en las distintas sociedades se han dado otras formas de gobierno como la aristocracia, la democracia, la monarquía, y la tiranía, la oclocracia ha ocupado entre ellas un papel preponderante al constituir una forma degenerativa de la democracia, confirmando la anacyclose o teoría cíclica de la sucesión de los sistemas políticos, desarrollada por el historiador griego Polibio.
Es decir, la democracia se basa en la igualdad de los hombres, mientras que la oclocracia en la desigualdad, incultura, zafiedad e imposición. Es la peor degeneración posible de la democracia, en la que una masa de incultos, inmorales y carentes de principios igualitarios, destrozan al pueblo y sus instituciones no solo en beneficio propio, sino con el claro objetivo de tiranizarlo; es decir, anular e incluso eliminar (mediante cárcel, destierro, etc.) a quien no piense como ellos. Se crea así una desigualdad escandalosa: los míos y los demás. Pero en este caso, los míos son una muchedumbre llena de rencor que lo único que quiere es hacer daño a los demás y arrebatarles cuanto poseen.
Para que la oclocracia funcione, se requieren dos elementos, sin los cuales no es posible: La muchedumbre y el oclócrata. El oclócrata asume el control de los poderes públicos porque la autoridad reposa en él.
En consecuencia la oclocracia es, simplemente, aquel sistema caracterizado por el gobierno de la muchedumbre, es decir, aquel sector de la sociedad sumido en la ignorancia, que se mueve por sentimientos elementales y emociones irracionales, en contraposición al pueblo, aquel cuerpo social que está conformado por los ciudadanos conscientes de su situación y de sus necesidades, con una voluntad formada y preparada para la toma de decisiones y ejercer así su poder de legitimación de forma plena.
La muchedumbre, como grupo social sumido en la ignorancia, produce al oclócrata, un personaje que vuelca todos sus esfuerzos publicitarios y manipuladores hacia la muchedumbre, apelando a los sentimientos más burdos y elementales de ésta para legitimarse en el poder y alcanzar sus propios objetivos, teniendo en cuenta superficialmente los intereses reales de un país pues su único objetivo es la conquista y mantenimiento del poder.
Ante ello, la muchedumbre se rinde y siente que, a través del oclócrata, ejerce el poder y que su propia situación personal mejora aunque esté hundiéndose en la más profunda de las miserias, pero jamás pierde la esperanza. Sus limitaciones culturales, sociales, económicas, raciales y de toda especie le impiden ver la realidad y queda a merced de ese sujeto manipulador que lo controla mientras disfruta de su poder. Es la muchedumbre el sostén del oclócrata.
En este modelo de gobierno los verdaderos problemas de la población, como inseguridad, salud, alimentación adecuada, energía, entre otros, son tomados de manera ligera y superficial, dirigiendo todas sus fuerzas y objetivos a la conquista, dominación y sostenimiento del poder.
En el desarrollo de su política, el oclócrata sólo tiene en cuenta de una forma superficial y burda los reales intereses de su país, dirigiéndose el objetivo de la conquista y al mantenimiento de su poder personal o de un grupo, haciendo uso de la demagogia y apelando a emociones irracionales mediante estrategias como la promoción de discriminaciones, fanatismos y sentimientos nacionalistas exacerbados; el fomento de los miedos e inquietudes irracionales; la creación de deseos injustificados o inalcanzables, frecuentemente mediante el uso de un verbo encendido o vulgar, o una repetida retórica generalmente soez y plena de descalificaciones a sus opositores, con miras a permitirse el control de la muchedumbre.
También, acude el oclócrata a la apropiación de los medios audiovisuales de comunicación así como el control de las instituciones educativas, desde la edad escolar hasta la universitaria, a fin de aplicar un proceso de desinformación y tergiversación de cualquier afirmación que le sea contraria a sus intereses. La expropiación de la propiedad privada es una de sus armas favoritas para asumir el control de lo que se denominan empresas básicas o empresas distribuidoras de bienes de primera necesidad e, incluso, sirve para amenazar a todo aquel que sea propietario. La Reforma Agraria siempre está presente en el léxico del oclócrata y los propietarios de tierras destinadas a la agricultura o la ganadería resultan expropiados por ser considerados terratenientes y acusados de mantener ociosas sus propiedades.
De esta manera, el oclócrata mantiene un dominio sobre la muchedumbre que hace valer sus propias instancias inmediatas e incontroladas, a grito de “ahora el poder es el pueblo”. Dentro de esas instancias pueden mencionarse “Consejos Comunales”, milicias populares, escuadrones para la vigilancia de los comerciantes ante supuestas e imaginarias escaladas ilegales de precios de los productos básicos, constitución de un partido único y, en fin, cualquier tipo de organización que haga creer a la muchedumbre que es depositaria del poder.
En respaldo a esta forma desviada de gobierno absurdo, es como en nuestro país hoy día observamos un desaforado aumento de la criminalidad, los linchamientos y asesinatos pasan a formar el pan de cada día en un pueblo que ve en el horizonte como se evaporan todos sus valores y sus buenas costumbres. Este régimen con este perverso sistema ha logrado convertir a nuestra sociedad en la más peligrosa del mundo. Una hambruna se avecina y los políticos no dejan de pensar en cómo robar mucho más dinero del que ya se han llevado.
Ahora bien, en honor a la verdad, la grave situación que padecemos no es solo culpa del actual mandatario, pues fue el anterior Presidente quien, entre otras cosas, expropió más de 1000 empresas, hizo que PDVSA pasara de ser una empresa exitosa y reconocida internacionalmente a tener un estado similar al de una pulpería, aumentó a niveles deficitarios el gasto público, tomó el control del BCV para que se hicieran continuas emisiones de dinero sin respaldo en reservas internacionales y en consecuencia tengamos hoy día la inflación más alta del mundo, y finalmente, dejó como legado el Plan de la Patria como hoja de ruta para los gobiernos de sus “hijos”, proyecto que ni es Plan, ni garantiza Patria, pues aparte de inconstitucional, contiene todo tipo de objetivos absurdos e inaplicables, que en ningún momento responden a las necesidades de los venezolanos.
Como pueden apreciar, amables lectores el tema es significativo y trascendental y ha sido tratado en todas la épocas de la historia por autores prominentes y calificados. Es entonces que estimo, que ya se ha dicho lo suficiente y es además perfectamente entendible para que nosotros agreguemos más de lo mismo.
Lo que sí es importante, es el despertar en nuestro criterio, la imperiosa necesidad de proteger a la democracia y que prevalezcan los ideales que de ella brotan y que consolidan a la libertad como el bien más excelso y digno de nuestra condición humana. Bendita sea la democracia y bendita sea la libertad.
Una situación es muy segura, la oclocracia al final se establece o en una dictadura producto de su íntimo y propio querer, o en una verdadera democracia. Todo va a conjugar o depender de una situación donde los actores reescriban de nuevo una propia y sana historia. Yo particularmente veo un futuro democrático, realmente, aunque estemos viviendo muy de cerca una absurda oclocracia. La madurez de la sociedad se impone en todo su esplendor. Así lo indica el devenir y el tránsito de las naciones por su historia y su civilización. Hoy más que nunca debemos encararnos en favor de la democracia, y que jamás tengamos que decir: "viva la oclocracia".

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