Camino de Santiago, 2016. Foto: Instagram/@1000click
El 1 de septiembre sellaba su ‘compostela’ el peregrino número 200.000 en lo que parece va a ser un año récord para el turismo en España y también para el Camino. Hoy repasamos aquí a fondo las luces y sombras de los alrededor de 14.000 kilómetros recuperados que suman las distintas rutas que conducen a Santiago de Compostela. 1.200 años de pujanzas y de olvidos, de aclamaciones y de silencios profundos, que desde hace poco más de tres décadas apunta síntomas de revitalización. Una red de caminos que cruzan la península de Este a Oeste y de Sur a Norte. Pero ¿qué es, qué ofrece, cómo se vive hoy este singular destino que de manera continuada y creciente recorren cada año cerca de 300.000 personas provenientes de los cinco continentes?
Al Camino de Santiago le caben todos los calificativos -y también no pocos de sus antónimos- con los que instancias religiosas y culturales, peregrinos, estudiosos, hermeneutas y otros lo describen: icónico, histórico, cultural, político, religioso, laico, cristiano, aconfesional, taumatúrgico, iniciático, alquímico, fraternal, sanador, turístico, deportivo, purificador, socializador, europeísta, mundialista … Tampoco le caben más títulos: Patrimonio Mundial, Itinerario Cultural Europeo, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, incluso Calle Mayor de Europa… Una ruta que se ha ido haciendo y transformando a lo largo de 12 siglos; que ha pasado por un letargo de centurias con breves repuntes, para renacer hace poco más de 30 años y mantenerse desde entonces en lo que parece un crecimiento sostenido.
Este camino de caminos es hoy una tupida red que se extiende por la Península Ibérica y suma unos 14.000 kilómetros, kilómetro arriba, kilómetro abajo, de los cuales poco más de 2.500 han sido declarados Patrimonio Mundial: el Camino Francés, en 1993, y los Caminos del Norte, en 2015. Para la Unesco esta última incorporación se refiere a “una extensión del bien cultural en serie denominado Camino de Santiago de Compostela, que se inscribió en la Lista del Patrimonio Mundial en 1993. Esta extensión comprende una red de cuatro itinerarios de peregrinación cristiana –el Camino costero, el Camino Interior del País Vasco y La Rioja, el Camino de Liébana y el Camino Primitivo– que suman unos 1.500 kilómetros y atraviesan de lado a lado el norte de la Península Ibérica”.
Begoña Cerro, subdirectora general de Cooperación con las Comunidades Autónomas, del Ministerio de Cultura, y secretaria del Foro Jacobeo, considera que “el Camino de Santiago, desde el punto de vista cultural, no tiene parangón en nuestro país, porque además de elementos tangibles -como la enorme cantidad de sitios monumentales, históricos, a lo largo de su recorrido- cuenta también con una compleja cultura inmaterial que acompaña la historia de las peregrinaciones desde sus inicios, como el arte, la música, la literatura… ”. Un espléndido cajón de sastre que acumula joyas -algunas de las cuales son a su vez Patrimonio Mundial- prerrománicas, mozárabes, románicas, góticas, renacentistas, platerescas…, incluido un yacimiento arqueológico de primera magnitud como es el de Atapuerca.
El usuario @madventurerer etiqueta su foto con #CaminoDeSantiago en Instagram y la geolocaliza con “Finisterre, end of the world”. Finisterre, en el fin del mundo.
No desmerece en absoluto el entorno natural por el que transcurren los caminos que incluye desde los perfiles abruptos de alta montaña, pasando por penillanuras, meseta, valles, campos de cereales, de viñas; bosques de robles, de encinas, pinares, riberas, playas y acantilados, atravesados por puentes, calzadas romanas y todo ello envuelto en aromas de leyendas, órdenes militares, cruzados, cantares de gesta, apariciones, batallas memorables, tumbas de santos y reliquias a las que eran tan afectos en la Edad Media. Y el canto gregoriano como música de fondo.
Son los 1.000 kilómetros del llamado Camino Francés -que se inicia en Somport y en Roncesvalles y que discurren por tierras de Aragón, Navarra, La Rioja, Castilla y León y Galicia- los que reciben la consideración de “camino auténtico” por parte de los más puristas, como José Antonio Ortiz, presidente de la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Madrid, director de la revista Peregrino y miembro de la junta directiva de la Federación Española Asociaciones Amigos Camino de Santiago, además de autor de varias guías y cartografía de las rutas jacobeas… A su juicio, el mal llamado Camino Francés es el auténtico: “De entrada, lo llaman Camino Francés en España y Camino de Santiago en Francia… Con el auge de los caminos estamos viendo que todos quieren ser de Santiago. El camino de Santiago es el Camino Francés; el resto son caminos a Santiago. Son caminos de peregrinación, pero no de Santiago. Se habla, por ejemplo, del Camino Primitivo, porque se dice que fue el rey Alfonso II el Casto el primer peregrino, que salió de Oviedo para llegar a la recién aparecida tumba del apóstol, pero sólo lo suponemos; no hay ninguna prueba documental (…). El Camino de Santiago tiene vida propia y ni siquiera lo vinculo a la galleguidad”.
El Camino Francés debe su nombre al hecho de que a sus dos cabeceras pirenaicas llegan los llamados Chemins de Saint-Jacques-de-Compostelle en France, cuatro largas rutas declaradas también Patrimonio Mundial por la Unesco, que atraviesan Francia y en las que a su vez desemboca una enorme maraña de rutas provenientes de Alemania, Austria, Suiza, Italia, Holanda… Sea o no el auténtico, no fue ni es la única ruta que conduce a Compostela, pero sí la más frecuentada desde el siglo XI hasta hoy, la que ofrece la mayor oferta de infraestructura de alojamiento y servicios y por la que transita más del 65% del total de peregrinos jacobeos. De un incuestionable valor histórico, artístico y cultural, es también la más estudiada y documentada de las rutas. En su difusión fue definitivo el Liber peregrinationis -escrito en torno al año 1140 y recogido en el famoso Codex Calixtinus que se guarda en la catedral de Santiago- y que todavía hoy puede encontrarse -traducido, claro-, en las librerías junto a una ingente bibliografía y cartografía jacobeas. Comienza detallando que “cuatro son los itinerarios que conducen hacia Santiago y que en Puente la Reina, en tierras españolas, confluyen en uno solo”. En sus ocho capítulos se describen 13 etapas, comenzando en Francia, seguidos de consejos, avisos, una pormenorizada descripción de la catedral compostelana y terminando con un capítulo titulado De la acogida que hay que brindar a los peregrinos de Santiago. Razones más que sobradas para ser considerada la primera guía del peregrino, se atribuye a Aymeric Picaud, muy probablemente monje cluniacense y francés, quien amén de repartir improperios -unos más violentos y chovinistas que otros- entre gascones, navarros, vascos, castellanos, gallegos y sarraceno, da una visión muy sugerente e ilustrativa de las peregrinaciones en sus años de expansión.
@maschalikerussia es usuaria de Instagram y peregrina. Como pie a esta foto le puso lo siguiente: ‘No sé muy bien cuál es el trato aquí’
Decía Dante en el canto XL de su Vida Nueva que “en el amplio sentido, es peregrino quien se halla fuera de su patria; en el estrecho, sólo se llama peregrinos a quienes van a Santiago de Compostela o de allí vuelven”. Como Conchi Fresneda, 29 años, que trabaja en una administración de lotería. Experta y apasionada peregrina, ha hecho ya 16 veces el Camino entre rutas completas, etapas y extensiones del mismo. Empezó -siendo menor de edad- con unas amigas y luego repitió con su madre, con su chico, sola y hasta con un grupo de gaiteros con el que cada año recorre el camino de Navidad –desde O’Cebreiro a Santiago-, entre los días 25 y 31 de diciembre, para tomarse las uvas en la plaza del Obradoiro. No tiene dudas: “Para mí el Camino auténtico es el que haces desde la puerta de tu casa”. Y desde la suya, en Madrid, salió el invierno de 2012: “En Cercedilla, en el valle de la Fuenfria, la Guardia Civil me echó para atrás por la nieve. Ha sido el camino más duro que he hecho, pero ha sido el que más me ha llenado. En 400 kilómetros solo me crucé con un chico coreano y una chica de Madrid; y esos 15 días dormí sola en los albergues, que en invierno están cerrados y tienes que llamar al hospitalero para que te espere o te deje la llave en el bar del pueblo; reconozco que me daba yuyu y dormía con los ojos puestos en la puerta”.
Tuvieron que pasar 200 años desde la aparición milagrosa y muy oportuna de los restos mortales del apóstol Santiago el Mayor, más tarde conocido como Santiago Matamoros, a principios del siglo IX, para que comenzara un repunte sin parangón de actividad de una vieja vía que conducía al entonces considerado fin del mundo en la costa gallega. La afluencia de peregrinos iría en ascenso hasta alcanzar su máxima cota a finales del siglo XI, cuando calculan los estudiosos entre 200.000 y 500.000 las almas que recorrían la ruta jacobea. Un auge al que no fueron ajenos ni el empeño del mismísimo emperador Carlomagno, ni la imposibilidad de peregrinar a Jerusalén, en manos del Islam, ni la actividad cristianizadora, dirigida desde la todopoderosa abadía benedictina de Cluny, en la Borgoña francesa, con el apoyo interesado de los reyes asturianos y leoneses, confinados durante siglos en una franja en el norte peninsular y en vecindad belicosa con los musulmanes… Ilustres peregrinos fueron al parecer el Cid, Ramon Llull, Juan Van Eyk y un largo listado de reyes, emperatrices, obispos, monjes a los que añaden los expertos “aventureros, penitentes, reos y goliardos”. Por cierto, he aquí la definición precisa de estos últimos que recoge el Diccionario de la RAE: “En la Edad Media, clérigo o estudiante vagabundo que llevaba vida irregular y solía componer poesías latinas de tema amoroso, báquico y satírico”.
Camino de Santiago, 2016. Foto: Instagram/@meri1709
Peregrino junto a una pintada en el camino. Foto: Instagram/@irahetad
¿Y en siglo XXI, quiénes y cómo son los peregrinos? Según el informe estadístico más completo que se maneja y que realiza la Oficina del Peregrino de la catedral de Santiago de Compostela, de los 262.516 peregrinos llegados a la capital gallega en 2015, el 52,93% eran hombres y el 49,07%, mujeres. La mayor parte llegó a pie (236.773); en bicicleta fueron 25.346; a caballo, 326, y en silla de ruedas, 71. Por edades, el grupo más numeroso se sitúa entre los 30 y los 60 años (54%), seguido por los menores de 30 (28,46%) y los mayores de 60 (16,66%). Los datos también dicen que, del total, 56.501 eran empleados; 50.498 estudiantes; 35.757 profesionales liberales; 32.804 jubilados; 13.107 funcionarios; 5.639 amas de casa; 5.266 parados; 5.639 directivos; 3.558 obreros; 1.419 sacerdotes; 1.053 religiosas.., y añade al final de la lista “13 oikoten”, miembros de un proyecto surgido en 1982 en Bélgica, como explica la Xacopedia, “destinado a colectivos juveniles en riesgo de exclusión social, particularmente delincuentes”. También las estadísticas precisan que los motivos de la peregrinación han sido “religioso y otros”, para el 54,09%; exclusivamente “religioso” para el 37,98% y “no religioso” para el 7,93%. Los datos responden al número de Compostelas entregadas, el diploma que recogen en la oficina del Peregrino todo aquel que culmina una ruta en la capital compostelana y ha cumplido con el requisito de “haber hecho al menos 100 kilómetros a pie o a caballo, o 200 kilómetros en bicicleta, o personas con discapacidad”. La forma de justificarlo es a través de la credencial que a modo de pasaporte llevan los peregrinos y que van sellando a lo largo de la ruta. La coletilla de las condiciones exigidas es que debe haberse hecho el Camino con espíritu cristiano. Hay que tener en cuenta que entre un 15% y un 20% de aquellos que alcanzan Santiago no recoge la Compostela y quedan fuera del recuento…
María R., que prefiere no dar su nombre, tiene 57 años, es madrileña y profesora de Pilates. “Yo, que soy de ciudad, quería encontrarme con la naturaleza, quería ver esa energía que dicen que está ahí, como un reto, como perseguir una meta“. Se puso en camino en agosto de 2009 con el propósito de llegar a Santiago desde Villafranca del Bierzo, en León, pero “me espantó el lujo de la catedral; la opulencia me sacó de quicio y continué hasta Finisterre”. Empezó la ruta con una amiga y la terminó sola. “Fui sin prepararme. Hay que ir con alguien de confianza. El camino te va moviendo las emociones, los bloqueos, las expectativas. Estrené las botas el mismo día que empecé a caminar, cosa que no se debe hacer; y nunca había llevado una mochila a la espalda…”. Lo define como un camino de vida: “Al final te engancha incluso que te sellen la acreditación. Fue un cambio de vida, con el acompañamiento constante de la naturaleza y el silencio. Es estar contigo, una búsqueda. Y lo conseguí. Fue un descubrimiento; me descubrí a mí y me hizo fuerte… Volví muy segura y al regreso cambié muchas cosas de mi vida, incluso rompí mi relación con la pareja que tenía…”.
Bechiri Salec, 29 años, es saharaui y residente en Madrid desde hace 14 años. Ha hecho dos módulos de Formación Profesional y, de momento, busca trabajo. Se define como no creyente. Ha emprendido el camino en dos ocasiones. Se animó porque un amigo lo había hecho antes. En 2014, la segunda vez, recorrió en bicicleta desde Irún a Santiago por el conocido como Camino de la Costa, uno de los Caminos del Norte, haciendo un promedio de 80/90 kilómetros diarios. Lo que más le motivó: “Los paisajes, las playas, el mar y el hacer deporte; la bicicleta”. Lo realizó solo. La primera vez fue de Madrid a León, también en bicicleta, “pero fue más aburrida porque el paisaje cambia poco”. Otra cosa importante para él: “Te permite conocer gente”. En cada ocasión hizo amigos y sigue en contacto con ellos.
Anemiren Echabe, de 52 años, es enfermera y vive y trabaja en Canarias. “Lo bonito del Camino es salir de tu círculo de confort. Para hacer simplemente una marcha no hace falta irse al camino de Santiago; hay rutas maravillosas en muchísimas partes. El Camino de Santiago implica atrevimiento, abrirte a él, dejarte sorprender y escoger entre las posibilidades que te vaya ofreciendo. La primera vez fue en 2010. Empecé en Roncesvalles con miedo, no de que me fuera a pasar nada, sino de que yo no tuviera la capacidad de andar sola. Me producía inquietud e incertidumbre hasta que empecé a caminar y vi que todo estaba muy señalizado. Vas conociendo a gente, haces pandilla. La segunda vez ha sido este año, tampoco me preparé mucho; pensé. si son dos días, son dos días. Comencé donde lo había dejado, en Belorado, y me paré en Carrión de los Condes porque me hice una contractura en las cervicales, no podía mover el brazo derecho, por el peso de la mochila. Para el camino número tres, que no sé cuándo será, he aprendido algo: hacerlo con la mitad de peso. Hay que eliminar los por si acaso”.
Joaquín Morente, 53 años, es granadino y autónomo. Hizo su primer peregrinaje con 45 años y lo ha repetido hasta siete veces, siempre con tres amigos. “Mi primera motivación es espiritual; soy creyente y practicante, pero también hay otros objetivos, como ponerse en forma haciendo 25 o 30 kilómetros diarios, llevando una mochila de 12 kilos; también hay momentos para conocer lugares que con el coche no podrías y un último motivo social: encuentras a gente de todas partes del mundo”.
Conocer gente y compartir una experiencia tan singular es uno de los alicientes que mueve a buena parte de los peregrinos. Los últimos datos son concluyentes: En 2015 el número de españoles (122.420) fue superado por el de extranjeros (140.096), llegados desde los cinco continentes, empezando por los italianos (22.151), alemanes (18.873), estadounidenses (13.670) y portugueses (12.481); seguidos por franceses (9.916), británicos (5.417), irlandeses (5.367), canadienses (4.201), coreanos (4.073), brasileños (3.938), australianos (3.856), argentinos (1.530), chinos (706), neozelandeses (692), y terminando por vietnamitas (9), sirios (9), palestinos (6), nigerianos (5), mongoles (3), groenlandeses (3), haitianos (2), ruandeses (2), un etíope, un congoleño, un ciudadano de las Islas Reunión, otro de Papúa- Nueva Guinea.., así hasta completar 80 nacionalidades. Para redondear este muestrario mundial, el pasado mes de julio se sumó un pequeño contingente llegado desde la Antártida en el buque de investigación oceanográfica Hespérides.
Según el gran y controvertido filósofo Gustavo Bueno, fallecido recientemente y que había nacido en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), uno de los hitos del Camino Francés: “La idea de Camino puede ser determinada a partir de otras tres ideas: la idea de andar, la idea de posada y la idea de viaje…”.
Con flechas amarillas están señalizados 11.000 kilómetros, indicadores que buscan de continuo los ojos de los peregrinos para orientarse. Y son los voluntarios de las asociaciones de Amigos del Camino quienes las pintan y repintan en cruces, cambios de sentido y desviaciones para ayudar a seguir la ruta. “El trabajo lo hemos hecho las asociaciones, y las administraciones se han apropiado de nuestro trabajo. Ahora la publicidad dice que España está atravesada de caminos, pero es un invento. Gracias a nuestro trabajo el país se encuentra con un patrimonio de 14.000 kilómetros de recorrido recuperados y bien cartografiados, que cuentan con lugares de acogida, cosa que lo diferencia de las cañadas y los G-R”, explica Ortiz. Aun así, en determinados tramos es fácil encontrarse con caminantes que buscan indicaciones para retomar la senda. Conchi, que además trabaja con la asociación madrileña, cuenta que estuvo a punto de perderse en el camino aragonés, “a 40 grados, porque no se veía ninguna indicación del sendero alternativo a la carretera. Por suerte mi compañero lo encontró. Entonces cogí un puñado de piedrecitas e hice una flecha para avisar a los que vinieran detrás”. Para Bechiri, el único problema importante al que se enfrentó en “sus dos caminos” fue la señalización en el camino vasco: “Me perdí algunas veces y eso te retrasa mucho y te frustra”.
Sorprende la cantidad de peregrinos que realizan el Camino solos, entre ellos muchas mujeres. Sobre todo después del brutal asesinato el año pasado, en la provincia de León, de Denis Thien, una peregrina estadounidense. María afirma haber pasado miedo solo en una ocasión. “Fue a la entrada de un bosque, cuando todavía no había amanecido. Esperé y al rato llegó un peregrino rumano al que ya conocía y seguí detrás de él”. “Este año pensé en irme sola a Cuba”, cuenta Anemiren, “y me eché para atrás. Sabía que donde mejor me he sentido viajando sola ha sido haciendo el Camino”. La opinión más experimentada de Conchi señala que “para hacerlo sola, el más aconsejable es el Camino Francés, donde siempre vas a encontrar gente”.
Esta preciosa y solitaria imagen de Logroño es de la usuaria de Instagram @Princess_familiar
Algunos de los llamados albergues de donativo o de la Iglesia, regentados por hospitaleros voluntarios, son los que mantiene más vivo el concepto medieval, dando prioridad a los primeros que llegan y a los enfermos y permitiendo a estos últimos pernoctar más de una noche; también hay casos en los que se duerme sobre una fina colchoneta en el suelo y son habituales las cenas comunales. Los olores que en la catedral de Compostela se trataban de ocultar con el botafumeiro hoy se combaten utilizando espacios fuera de los dormitorios para dejar el calzado de ruta. En algún caso son explícitos al respecto advirtiendo que” la ducha es una obligación y no una sugerencia”. Pero para los alberguistas en general no son estas cuestiones, ni siquiera las plagas de chinches que de vez en cuando surgen, lo que más les preocupa, sino la incertidumbre de las noches -sean los albergues públicos, privados o de donativo-, cuando comienza la sesión de ronquidos de todas las cadencias, coloraturas y decibelios pensables. Para Joaquín, las cosas son como son: “El peregrino-peregrino es el que va de albergue en albergue con su mochila a cuestas. Pero las infraestructuras son muy importantes, porque después de horas caminando llegas reventado. Yo voy a todo tipo de albergues. Si son de dar una limosna pues doy una limosna; también a otros de más calidad, de siete u ocho euros; nunca a hoteles; es importante para estar en contacto con la otra gente que hace el Camino. Y, sí, lo más complicado cuando estás cansado es dormir con un tío al lado que ronca. Coincidí con una peregrina siciliana a la que veía siempre tan contenta y que dormía bien. Le pregunté y me enseñó unos tapones. Y me dije: mira que fácil, te pones unos taponcitos y se acabó”.
La duración de la ruta depende de variables como el tiempo y el dinero disponibles. Por ejemplo, hacer el Camino Francés de un tirón lleva entre cuatro y cinco semanas. El promedio diario está en 25 kilómetros a pie, aunque no falten quienes llegan a los 40, eso sí, machacados… Pero, sobre todo, tiene que ver con la dificultad de la etapa, la forma física de cada cual, la edad… Se dice que con 1.000 euros se puede resistir las cinco semanas que se tarda en recorrer el Camino Francés, aunque hay quienes apostillan que sí “pero pasando hambre”. El alojamiento es el gasto más importante del día, que dependiendo del establecimientos se incrementa si se utiliza la lavadora, la secadora, incluso las sábanas y las mantas. El otro capítulo es la manutención. Para presupuesto ajustado el de Bechiri: “Yo iba a lo barato. Gastaba unos 12 euros diarios: 7 para desayuno, fruta y frutos secos, y 5 para dormir; me llevé de casa paquetes de pasta para las cenas… Lo más caro, el billete de Madrid a Irún y de Santiago a Madrid”. Joaquín y sus amigos hacen una comida fuerte al día; “suele ser el menú del peregrino, que cuesta entre 12 y 15 euros; por la noche, algo más frugal, yogur, fruta, y por las mañanas, zumo, una tostadita y café, y hasta la comida fuerte… El albergue te cuesta entre 5 y 10 euros”.
Una especie de Camino de Santiago 2.0 ha hecho su aparición en los últimos años.Anemiren, que el pasado mes de junio ha vuelto al Camino después de seis años, observa un importante cambio. “Ahora el Camino es multinivel; puedes optar por el primer, segundo, tercer y hasta cuarto nivel. Además de albergues también hay casas rurales que valen una
pasta. Hay wifi en todos los albergues y eso antes no existía. Ahora está chupado. Si no quieres desconectar, vas a seguir igual que en tu casa”. Efectivamente, proliferan los equipamientos especializados y de primeras marcas; las tarjetas de crédito, teléfonos móviles de última generación, tabletas, libros electrónicos y, cómo no, fotografías y
selfis que inundan Instagram y Facebook. También, y a su manera, se ha sumado al siglo XXI la catedral de Santiago con novedades como el Certificado de distancias, que acredita el número de kilómetros recorridos sea cual sea el punto de
inicio de la peregrinación; así como las velas virtuales, que se encienden en la
pantalla del ordenador o la instalación de un dispositivo electrónico que cuenta los abrazos que recibe el santo cada día.
El paso del tiempo, sin embargo, no siempre ha beneficiado a la ruta jacobea. Los siglos fueron sumando modificaciones con la creación de nuevos asentamientos, ampliaciones urbanas y nuevas vías. Especialmente agresivos están siendo los últimos años en los que se ha ido sofocando el Camino con construcciones espurias, polígonos industriales, parques eólicos, canteras, basuras y con brutales intervenciones como las llevadas a cabo por la Agencia de Turismo de Galicia y que hacen peligrar la consideración de Patrimonio de la Humanidad de algunos tramos de los caminos del Norte y Primitivo, y que ha denunciado el Foro do Camiño en las últimas semanas.
Sombras de peregrinos durante el camino. Foto: Instagram/Undicii
Aun siendo las más graves no son las únicas amenazas ni sombras en las rutas jacobeas. Ya el amigo Aymeric denunciaba en el capítulo VII de su guía los abusos cometidos a un lado y otro de los Pirineos, como el de los barqueros “que suben tal masa de peregrinos que tras cobrarles el billete la nave vuelca y los peregrinos se ahogan” o el cobro de los impuestos de los mercaderes “que cobran a los peregrinos y viajeros son ilegales”. Hoy aquellos abusos se dan en forma de albergues que no superarían un control sanitario, el cobro abusivo y discrecional de sábanas y mantas, menús del peregrino ramplones y caros, triplicación del precio de artículos básicos como las botellas de agua, la falta de sensibilidad de algunas oficinas de turismo con los peregrinos, la llamativa ausencia de facturas en algunos restaurantes y alojamientos, la falta de fiscalización sobre lo recaudado por la Iglesia por las visitas a monasterios, catedrales y museos… “La competencia en este asunto es de las comunidades autónomas. El Estado sabe de la plaga de chinches; el Consejo Jacobeo lo está al tanto, pero la actuación depende de las comunidades autónomas, nosotros tratamos de ponerlos en contacto para que se armonicen las competencias, pero el Estado no puede superponerse a ellas. Se trata de un bien muy complejo de gestionar, con muchos actores. Con todo, creo que se gestiona bien. El dinero que percibe la Iglesia y las comunidades si son bienes de la Iglesia es de ellos”, afirma Begoña Cerro desde el Ministerio de Cultura.
El aumento del número de peregrinos cada año no significa en sí una buena noticia ni tampoco reporta beneficios; puede por el contrario contribuir a una masificación sin control, a la degradación y la falsificación del importante patrimonio histórico, cultural y turístico que significa el Camino de Santiago. Por su parte, Turespaña, responsable de la marca turística España y encargada “de la estrategia de promoción exterior del destino España y de la promoción y comercialización de los destinos y productos turísticos españoles, en colaboración con las comunidades autónomas, los entes locales y el sector privado”, según se lee en su página web, ha decidido simplemente ignorar el requerimiento de información por parte de El Asombrario. La experiencia nos ha enseñado que las malas políticas han conducido inexorablemente a la banalización y empobrecimiento de algunos destinos en este país. Y ante esa amenaza, no cabe mirar para otro lado.