Hugo Chávez y su equipo andan a toda máquina en la campaña hacia una nueva reelección que llevaría al comandante-presidente, cuando culmine su tercer período presidencial, a sumar 20 años consecutivos en el poder. En una carrera por alcanzar los 37 años (intermitentes) del General Juan Vicente Gómez.
En esa carrera, montado en carrozas y superautobuses blindados, Chávez recorre algunos estados prometiendo viviendas, seguridad, e incluso, transformar a Venezuela en un país exportador de alimentos. En ese lanzamiento de promesas, que seguramente nunca cumplirá, también está ofreciendo una cercanía con la Iglesia Católica.
Para evidenciar su voluntad, ya realizó dos acercamientos: 1) Mandó como emisario al vicepresidente Elías Jaua a reunirse con el monseñor Diego Padrón, el titular de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), durante la Asamblea Anual de Obispos. 2) Habló telefónicamente con el Prelado, ofreciéndole una pronta visita a la CEV.
Este acercamiento no tendría nada de extrañar en un país donde la mayoría del pueblo venezolano es católica. En un país laico y con libertad religiosa como lo es Venezuela, un gobernante tiene la obligación de llevar buenas relaciones con las diferentes religiones que profesen sus ciudadanos. Y las iglesias tienen el deber, como lo ratificó el titular de la CEV, de tejer con los gobiernos una “relación que sea muy respetuosa y que vaya siempre por los canales institucionales” y unir a todos sus feligreses sin distingo de clases o preferencias políticas.
Lo que llama a suspicacia, y a no creer en estos cantos de sirena de buena voluntad y de respeto a la Iglesia Católica por parte de Chávez, es que durante sus 14 años de su Gobierno castro comunista, el mandatario ha sido reiteradamente insultante, y ofensivo con cardenales, obispos, monseñores y cuanto representante de la Iglesia critique o llame a la reflexión por sus políticas. Incluyendo al Nuncio Apostólico, (representante del Vaticano en Venezuela), a quien por años negó el placet, y al Papa Benedicto XI, a quien insultó cuando éste pidiera respeto para los venezolanos y para su fe.
Para refrescar la memoria de la virulencia verbal de Chávez contra los prelados, sólo basta recordar el enfrentamiento con el monseñor Baltazar Porras, cuando siendo éste presidente de la CEV, criticó el uso del lenguaje bíblico en el discurso presidencial.
Un trato más indignante aún lo recibió, en vida y postmorten, el cardenal José Ignacio Velasco, a quien le deseó que “el diablo lo reciba en su seno”.
Cardenales y obispos han sido tildados vía televisada, en diversas ocasiones y por disímiles motivos, de vagabundos, indignos, ignorantes, trogloditas, demonios y maleantes, llegando incluso a decirles que merecían ser mandados para El Dorado o a limpiar pisos.
¿Quién puede pensar que al pasar los ardores de campaña electoral, y de ser Chávez reelecto, cuando éste se sienta vitalicio y prepotente otra vez, no volverá a arremeter contra la jerarquía Católica?
VenEconomía Opina, 13 de julio de 2012
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