¡Pero qué torpes! Cinco lecciones muy básicas de comunicación de crisis a propósito de los escraches
Llevan diez años atascados en primer curso de
comunicación de crisis. Fue primero esa arrogancia con la que trataban a los
miembros de la plataforma gallega Nunca Mais, que reclamaba más
responsabilidad del Gobierno de Aznar tras el naufragio del
Prestige. Inolvidables Cascos (cazando en Aranjuez),
Trillo (las “playas esplendorosas”) y el propio
Rajoy (y sus “hilitos de plastilina”), y esa suficiencia suya que
tardaría poco en ser marca de la casa. Lo fue con la Guerra de
Irak, por supuesto, cuando Aznar decide ponerse de cara frente al 90
por ciento de los españoles. La arrogancia encontró su máxima expresión entre el
11 y el 14 de marzo de 2004. ¿Recuerda la lectora o el lector qué dijo Rajoy
–entonces candidato a la presidencia del Gobierno– el día de reflexión, en plena
hora del Telediario de la noche? Que la manifestación que se producía ante la
sede del PP en la calle Génova era “ilegal e ilegítima” y que los hechos eran
“gravemente antidemocráticos”. ¿Recuerda o imagina el lector sagaz qué ha dicho
Rajoy desde París justo antes de irse al fútbol? Que las manifestaciones de la
Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) delante de los
domicilios y lugares de trabajo de diputados del PP –los ya famosos escraches–
son resultado de un comportamiento “profundamente antidemocrático”. Una década y
no aprenden. Nos consta que el presidente tiene buenos asesores que las conocen
bien, pero para el resto, aquí dejo estas cinco lecciones muy básicas, en forma
de sumario. En unos días estaremos aplicándolas en un taller de comunicación de
crisis en Madrid, Barcelona, Sevilla, Santo Domingo y Bogotá.
1.
No debes atacar a las víctimas bajo ningún concepto. Y menos si esas
víctimas están clamando por algo tan sencillo como el derecho de cientos de
miles a que no las saquen de sus casas. Menos aún si en los últimos días ha
habido personas que se han suicidado antes de que llegara el oficial del
juzgado. Un poco de sensibilidad. Los espectadores en sus casas ven estas
batallas como verán en la tele el episodio de David y Goliat en la serie La
Biblia. Y el respetable se sentirá siempre más cerca del débil que del fuerte.
Más cerca de la PAH que del Gobierno y del PP que lo sostiene. Así de claro.
Incluso aunque la razón pudiera tenerla eventualmente el fuerte.
2. No llores. En la política –y en realidad en
cualquier plataforma de poder– se viene llorado de casa. No puedes aparecer como
un perdedor asustadizo y blandengue. Creo, de hecho, que ese tono de perdedor
(“Soy Mariano Rajoy, candidato a la presidencia del Gobierno…”) fue precisamente
el que clavó la puntilla al PP en 2004. Esas referencias al “ámbito privado”
como límite para la acción de los manifestantes tiene toda la lógica, pero
nuestros diputados están ahí con prebendas y privilegios. Deberían aguantar con
más estilo que se les planten unos cuantos indignados frente a sus casas. Será
más fácil para ellos explicarles a sus hijos qué hacen esos señores ahí, que a
un desahuciado decirle a los suyos que tienen que empaquetar los juguetes en 24
horas. Ojalá no aprendan la lección, porque deseo todo el éxito a la PAH, pero
lo mejor que podrían hacer es salir de cara y pasar de largo.
3.
Cuidado con las comparaciones. Por lo explicado en el punto 1 y en el
punto 2, lo último que debes hacer es identificar a los manifestantes con ETA
(como la delegada del Gobierno en Madrid) o con los nazis (como Basagoiti). Sí,
es verdad: el entorno de ETA marcaba con pintadas las casas de quienes en su
locura consideraba enemigos. Y los nazis hacían lo mismo con los comercios y los
domicilios de los judíos. Pero hombre, por favor, hasta ahí llega la
coincidencia: ellos, los etarras y los nazis, tenían la pistola en la mano.
Ellos eran los poderosos y los marcados los débiles. Esa relación se invierte
con los escraches. Con estos y con los que dieron origen a la palabra, los que
señalaban el domicilio de quienes habían colaborado con las dictadura argentina
y que habían quedado impunes. El escrache es un recurso de los débiles contra la
impunidad de los poderosos. Y es una estupidez por eso compararlo con otros
señalamientos públicos asquerosos que son exactamente lo contrario: garantizar
la impunidad de los poderosos imponiendo una espiral de miedo y silencio.
4. Apelar a la ley solo vale hasta cierto punto. Están
siendo inteligentes Ada Colau y sus colegas de la PAH. Han pasado instrucciones
para que en los escraches se moleste lo menos posible a los niños y los vecinos
de los señalados. Y su inteligencia se verá del todo si mantienen al cien por
cien el carácter pacífico y tranquilo de las manifestaciones, sin insultar y sin
agredir, claro. Perdón por la frivolidad, pero en un viejo vídeo que recoge
imágenes de un entrenamiento de activistas de Greenpeace, la entrenadora dice:
“si se os acerca la policía, limitaos a repetir la consigna. A la gente le gusta
que la policía nos pegue”. No me extrañaría nada que los torpes del Gobierno
dieran instrucciones de actuar con contundencia para desalojar a los
manifestantes, elevándolos al altar de los mártires. Incluso aunque las
manifestaciones vulneraran la ley, cosa que por el momento no sucede, la mayoría
probablemente lo entendería. Hay una empatía con los afectados con las
preferentes que ilegalmente interrumpen un pleno municipal en Galicia, como la
hay con quienes llenan el carrito de alimentos y pañales en un supermercado y se
van sin pagar, con las mujeres saudíes que conducen su coche vulnerando la
norma, o como la había en los 60 con los negros que en Estados Unidos se
sentaban en los sitios legalmente reservados solo para blancos.
5. Estamos, en definitiva, hablando de emociones. Es la
lección más difícil de aprender, porque si no hay voluntad, no se entiende. La
gente observa y sentencia si sus gobernantes actúan con buena voluntad, del lado
de la gente, o con arrogancia y del lado de los poderosos. Sospecho que visto el
espectáculo de los últimos días, la mayoría de los españoles tiene clara la
respuesta.
Con respecto a la definición de escrache o scracht o scratching hay muchas acepciones, me conformaré, para su beneficio, comunicando una idea básica, que significa: el investigar a los posibles culpables de un hecho ante el cual las autoridades se hacen la vista gorda o fomentan la violencia o no se toman las medidas judiciales que a todas vistas son recomendables; para luego apersonarse en el domicilio de los afectados y expresar sus sentimientos de frustración mediante pintas, volantes, manifestaciones en silencio, acusaciones en lugares públicos comerciales o educacionales, en una palabra hacerles la vida imposible a los causantes de los desaguisados.
Con el fin de ponerles motes, colocar una barda de protección o, en fin, desarmar a estos grupos de acción, se les califica de "fascistas".
En el articulo que publicamos hoy mostramos que pueden ser personas o grupos, afectados por la falta de idoneidad de los poderes públicos, que al sentir la impotencia ante la realidad que los acogota, tratan de poner en evidencia a los causantes de las situaciones.
En nuestro país el caso de los motociclistas vandálicos tiene nombres y apellidos... el caso de los niños de la calle... el caso de.... y el caso de... son muchos los casos... vale la pena preguntarse como se consuela a las madres de los niños y jóvenes asesinados en "aras" de la política? o que pensar cuando sabes que la autoridad es a la vez es cabecilla de algún grupo?