2015/02/13

236166.- In Memorian Pedro León Zapata... Una JOYA...

Zapata y la vida eterna

13 Febrero, 2015

A Mara, su amor
Para Zapata la muerte era cosa seria, tanto como la vida. La vida era algo que le gustaba. No solo la suya; la vida toda: la de la gente esquelética que dibujaba para llamarnos la atención sobre sus carencias pasadas, presentes y futuras, con el anhelo de que sus ranchos parlantes desaparecieran alguna vez del paisaje nacional. Amaba el color que, desde las obras de arte, nos recuerda que la vida es esencialmente buena y el hombre tiene alma, porque el color está dentro de nosotros, es algo que el mirar pone en las cosas, aunque haya personas que –sin siquiera notarlo– solo puedan ver el mundo en blanco y negro. En una conferencia le escuché decir, comentando críticamente el célebre verso de Campoamor: Si en este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, como dice Campoamor, tampoco es verdad el color del cristal con que se mira.

“Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna”. Por tanto creo que Zapata vivirá eternamente en cada obra suya, en cada caricatura, en su contribución invaluable para la construcción de la Venezuela de amor y bondad que practicó cada día.

Creo firmemente en que Zapata resucitará en nuestra carne y en nuestro corazón cada vez que una caricatura suya nos conmueva y nos invite a seguir meditando en esta aventura llena de azares, aciertos y desatinos que somos los venezolanos.

Creo que los artistas no solo no mueren, sino que comienzan su auténtica vida cuando se marchan. Su obra continúa hablando por ellos y nos dice cada día nuevas cosas, porque el soplo divino del Creador habita en ellos. Por eso, como Dios, son infinitos. Zapata nos lega una de las visiones más serias y comprometidas con la Venezuela de paz, justicia y tolerancia tan largamente anhelada. Quiso ser siempre voz de los que no podían hablar ayer y hoy. Fue siempre absolutamente coherente en su compromiso. Por ello, quienes no lo son evaden la grandeza de reconocerlo, porque quedarían demasiado expuestas las inconsistencias de quien llega al poder para reproducir los males contra los cuales alguna vez luchó. No hay nada que el humorismo ponga más en evidencia que las contradicciones del alma humana. De allí su utilidad y también su peligro. Zapata nos demuestra que los mejores hombres no son aquellos que se aferran tercamente a una idea, sino los que son capaces de evolucionar en su pensamiento, de revisar siempre aquellas verdades que otrora nos parecieron definitivas.

“La poderosa obra continúa” y cada uno puede aportar un nuevo verso al poema eterno de la vida. Por eso una existencia eterna es aquella cuyo paso por el mundo hace de él un mejor lugar para vivir, para sentir y amar.

Gracias, querido Zapata, por haber existido, por continuar resucitando cada día en nuestros corazones para recordarnos que, junto con Bolívar, Reverón, Simón Rodríguez, Vargas y Teresa de la Parra, también nosotros somos conductores de un país y que, más allá de nuestras contradicciones presentes y pasadas, podemos seguir creyendo que el alma venezolana es como la tuya, esencialmente buena.

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Presuntos implicados

SOLEDAD MORILLO BELLOSO | EL UNIVERSALviernes 13 de febrero de 2015 12:00 AM

Un delito gravísimo ha sido cometido. No ocurrió en un solo día. Fue un proceso. Largo. Continuado. Por cierto, sin descansos. No fue un juego que sumó cero. La contabilidad da números en rojo. Si los de antes robaban, estos perfeccionaron todas las técnicas.

Que las encuestas den cuenta que a la población no le sorprende, impresiona o importa la corrupción, no quiere decir, en modo alguno, que esa enfermedad no haya penetrado el ADN del cuerpo social. Por el contrario, quiere decir que la gente ve la corrupción como un pecado ya institucionalizado, con el cual se puede vivir. La ausencia de altos índices de rechazo a la corrupción desdice de las instituciones, de las organizaciones sociales, de los gobiernos, del Estado y, también, de los ciudadanos. El país entero sabe de la corrupción, la padece, la paga, y, ¿no le importa? Insólito, por decir lo menos.

La corrupción es un impuesto solapado pero castigador. Que pagamos todos, a partes iguales, pero que afecta de manera atroz a quienes menos tienen. Es un tributo cuya cancelación no genera un comprobante de pago. No pasa por el Seniat pero es el peor impuesto, de pesado monto y efecto sólo comparable con otro gigantesco pechaje como lo es la inflación. Es tal el peso que francamente debería ser declarable en el ejercicio fiscal. En la planilla del organismo tributario debería haber un renglón para descontar lo erogado por cada contribuyente como cuota parte de corrupción. Legalizar la corrupción para así incluirla en los cálculos presupuestarios de operación de la nación. Sincerar la situación y evitar así la doble o triple contabilidad en la que nadamos hoy.

Montañas de dólares entraron. Más de lo que dicen las cifras oficiales. Es una cantidad tan grande, tiene tantos ceros, que ella no cabe en la lógica de los ciudadanos del común. Lo que no se sabe, ni se ve por parte alguna, es a dónde diantres fueron a parar esos gigantescos montos de ingresos. No hay grandes obras públicas, ni tampoco fastuosas mansiones o palacios. Ello hace pensar que lo robado fue exportado. A saber, está depositado en frondosas cuentas en países con esa coartada conocida como el secreto bancario. O está invertido en bienes en el extranjero. Aquí, en suelo venezolano no está.

El tema está en que corren por las vías de información listas de presuntos implicados. Pero, con un sistema de justicia más sumiso que carnerito recién nacido, las posibilidades de aclarar quiénes se llevaron hasta los huesos de los pollos son, por decir poco, muy lejanas. Así, los presuntos implicados en la más pantagruélica corrupción de toda nuestra historia, pasan agachados en este juego mafioso y se sientan a comer y beber, sin angustia alguna de ser obligados a comparecer por ante la justicia. Saquearon las arcas y no dejaron obra. Nunca como ahora aplica aquella famosa frase de "¿dónde están los reales?".

soledadmorillobelloso@gmail.com