Enrique
Tejera París, abogado, economista, diplomático: “Aquí nunca se estuvo mejor que
en democracia”
Escrito
en Entrevistas
Llegar
a su casa en Oripoto, en una sinuosa y leve escarpada de El Hatillo, al sureste
de Caracas, es saludar, en sus particulares Campos Elíseos, una avenida de
bambúes en estricta formación, hirsutos, solemnes, como listos para una
ceremonia. En algún instante nos sorprendió buscar, distraídos, el lugar exacto
en que reposan las aguas mitológicas del río Leté, reservado a las almas
virtuosas.
Después
de un portón que ataja toda vista hacia el interior, una puerta de cristal, con
una pesada aldaba de bronce. Lo que sigue, una vez atravesada la sala, hasta
llegar al punto en que nos aguarda el doctor Enrique Tejera París, es una
biblioteca que parece forrar todas las paredes, muros y cabezas del
mundo.
Un
alucinante homenaje visual al pensamiento. Un túnel de libros, lomos, títulos,
anotaciones en sus rebordes, señal de haber sido leídos, manoseados, cotejados
en los embelesos de la reflexión, en las secretas lumbres de la
sabiduría.
Cuando,
al fin, aparece recortada la imagen de su cuerpo sonriente, calmo, enjuto,
distinguido, sentado bajo una inmensa pintura cuzqueña de San José, se nos
antojaba que ese señor traslúcido acababa de escaparse, para la ocasión, de
aquella fiesta de libros.
De
algún texto de nuestros aconteceres recientes, que se han vuelto repentina parte
de la historia. Porque ese hombre de 96 años que está allí, es un personaje con
escarcha y estirpe de historia, sólo que está vivo.
-Yo
existo de milagro -dice de soslayo, como si adivinara nuestro
asombro.
Narra
que dos tatarabuelos suyos, héroes de la Independencia, tuvieron un final
cruento, cuando habían asegurado descendencia. Vicente Tejera encontró la muerte
en una batalla naval, yendo hacia el Congreso de Angostura. Vicente Guevara fue
fusilado por orden de Morillo, en 1819
-Su
padre, Enrique Tejera Guevara, fue uno de nuestros más grandes sanitaristas,
junto a Arnoldo Gabaldón. Libró batallas contra el paludismo, la malaria.
Descubrió el mal de chagas en el país. Marcel Roche dice de él que estudió
17.000 muestras de tierra y aisló unas 32 variedades de hongos. Fue el primer
ministro de Sanidad y Asistencia Social.
-Creó
el ministerio de Sanidad. Fue profesor de la universidad mucho tiempo. Era muy
joven cuando descubrió el mal de chagas. Estudió los hongos y vivió de eso sus
últimos años. Le permitió amasar una pequeña fortuna, pues le vendía sus hongos
a una de esas grandes compañías de antibióticos. Su casa se llamaba así, Los
Hongos.
-Murió
a los 91 años.
-Él
murió a los 91 años, y yo voy a morir a los 96 -dice, con un cortante hilillo de
voz, como si ensayara, allí mismo, una despedida que no puede aguardar otra
ocasión.
-¿Por
qué dice eso, doctor?
-Bueno,
porque tengo 96, y mi optimismo tiene límites. Tengo un cáncer de próstata que
se vino para acá (se toca la parte baja del abdomen). Yo no sé, no creo que esto
dure mucho.
El
reportero se queda sin preguntas un instante infinito.
-Pero
tú sabes lo que más lástima me da. Yo he estado dando clases 72 años, en la
universidad. Participé en la creación de la Ciudad Universitaria y cuando
regresé del exilio me reincorporé a la universidad que yo había planificado con
Carlos Raúl Villanueva.
-Es
lo que más le duele -retomamos.
-Porque
dejo a la universidad en un estado de gran pobreza, con una serie de héroes, que
son los profesores. La otra cosa que me preocupa es que comunista no entrega el
poder, no entrega gobierno. No se quieren dar cuenta de ese hecho. Ni en la
universidad ni fuera de ella se ha creado un bloque suficiente como para lidiar
contra ellos.
La
dama que nos había abierto la puerta retorna y nos sirve un café. Tejera París
sostendría largo rato su taza, sin sorber, entre sus dedos indecisos. Pero no
acepta ayuda.
-Creo
que el país va camino a sucumbir políticamente. Yo he dicho que el principal
problema no es económico sino administrativo ¡y ético! Nosotros no podemos
aspirar a que se hagan unas elecciones limpias, ni nada de eso. Mire, profesores
de tres universidades muy serias: la Simón Bolívar, la Central y la Católica,
vienen probando estadísticamente que en el censo electoral hay metidos más de
dos millones cuatrocientos mil votos electrónicos falsos. Capriles tuvo votos
para ganarle a Maduro las elecciones, pero le faltaron bolas.
-Usted
dice que comunista no entrega el poder. ¿Qué tipo de comunista puede ser Nicolás
Maduro?
-Maduro
fue adoctrinado en el Partido Comunista cubano. Además, él debe probar su
nacionalidad.
Una
vida complicada
-Usted
es abogado, economista, diplomático, catedrático, político, piloto. ¿Le falta un
título?
-Quizá
un título que falta ahí es el de autobiógrafo. Yo he tratado de llevar a cuatro
tomos, hasta ahora, mis recuerdos. He tenido una vida larga y bastante
complicada. Me tocó vivir tres golpes: El de octubre de 1945, que ganamos; el de
1948, que perdimos; el de 1958, que ganamos. Ya de joven estuve preso. Después,
en tiempos de López Contreras.
Estuve
seis años exiliado, con Pérez Jiménez. Fue cuando tuve la suerte de conocer a la
que sería mi señora. Me enviaron a Brasil, contratado por Naciones Unidas en una
misión para crear la Escuela Superior de Administración Pública. Después me
mandaron a fundarla en Centroamérica. Luego me nombraron jefe de misión de las
Naciones Unidas para hacer un estudio de planificación en toda la
América.
Pero
Rómulo Betancourt me dijo: te vas para Venezuela, y yo no contesté que no,
porque ahí se obedecía como un cadáver. Así eran las cosas en la clandestinidad.
Y cuando llegué al país me encontré con que habían puesto preso a todo el CEN de
Acción Democrática. Tuve que asumir la secretaría general.
-Usted
fue funcionario de cuatro presidentes. En el ’58 estuvo en el gobierno
provisional de Larrazábal. ¿Hay otro venezolano con ese récord?
-Pero
una cosa es gobernar y otra es administrar. Yo sólo goberné cuando ejercí la
gobernación de Sucre. Mi papá fue presidente del estado Carabobo. Hay tantas
cosas que yo hubiera querido hacer, pero he tenido una vida muy feliz, con mi
mujer, con mis hijos, con mis compañeros de partido. Desgraciadamente Acción
Democrática se ha desintegrado.
-Usted
estuvo al lado de hombres notables. Medina Angarita, Gallegos, Larrazábal,
Betancourt, Leoni, Pérez.
-Carlos
Andrés Pérez no tanto. Le guardo afecto, pero no fue un buen Presidente. En su
primer ejercicio robaron y robaron. Sólo se le considera un buen Presidente si
se lo compara con los que han venido después; pero el solo hecho de que se haya
robado en un gobierno de Acción Democrática es una tragedia.
-Con
CAP surge Chávez. ¿No le perdona eso?
-Bueno,
es que estaba buscándose todo eso. La gente ya estaba harta. En el partido
estaban hartos de esas presidencias en que había una corrupción inmanente.
Épocas en que, como dijo Piñerúa, gobernaban las barraganas. Aunque en la vida
privada de esos presidentes hay una cosa muy rara: murieron pobres. También en
el gobierno de Luis Herrera el robo de sus ministros fue terrible, pero él murió
paupérrimo.
Yo
no bailo en cambote
-Usted
creó Cordiplan apenas cayó Pérez Jiménez. ¿Es esa su principal obra?
-En
Cordiplan logré un aparato de planificación y coordinación que hoy es un
desastre. Tú no puedes poner la planificación junto a la hacienda. Nosotros
quisimos evitar la experiencia rusa, con el Gosplan. Pero tú sabes que a
Cordiplan no la acabaron los comunistas, fue Gumersindo Rodríguez. Se la
llevaron de Miraflores a un edificio y eso eran negocios y más
negocios.
Yo
te diría que donde trabajé y logré más cosas fue en la gobernación de Sucre.
Abrimos escuelas para formar 3.000 maestros, en el primer año, y con esos
maestros abrimos 3.000 aulas. Les dimos zapatos gratis a los alumnos de todas
las escuelas para evitar enfermedades que entran por los pies y fueron muy
combatidas por mi papá, y por Gabaldón.
-¿Es
cierto que siendo gobernador puso preso a un hombre por tener muchos
hijos?
-Lo
puse preso una hora, en un barco de la Universidad de Oriente. Era un hombre que
andaba por ahí ufanándose de haber regado 60 hijos.
-Usted
fue presidente del Banco Industrial, senador, canciller de CAP, embajador en
Madrid y en Washington, embajador en la OEA, en la ONU.
-Tú
sabes que eso del Banco Industrial es uno de mis mayores éxitos. Lo dejé
saneado, sin deudas, con un capital multiplicado por ocho. No hay nada más grato
que ver a un banco que funciona como debe ser, porque quebrarlo es tan
fácil.
-A
usted le faltó sólo un cargo: la Presidencia de la República.
-Pues
sí. Yo pudiera haber sido Presidente.
-Por
esta casa desfilaron militares en el año 2002, ofreciéndole llenar el vacío en
caso de que se precipitara una renuncia de Hugo Chávez.
-Aquí
vinieron oficiales del Servicio de Inteligencia y me preguntaron si estaría
dispuesto a ser Presidente de la República. Les dije: sí, eso es lo que yo he
estudiado toda mi vida. Les dije: yo sé lo que hay que hacer, sé cómo se hace, y
estoy dispuesto a hacerlo. Me preguntaron si estaba de acuerdo entonces con un
golpe. Les dije que no, que aquí habían venido colegas de ellos a consultarme y
les había dicho lo mismo: que aspirar a ser Presidente no es ser conspirador,
puesto que va a haber elecciones. A los cuatro días se metieron aquí 20
militares y 100 policías. Chávez me acusó y pidieron 20 años de cárcel para
mí.
-Usted
elaboró un plan de transición y un proyecto de Constitución, para un Consejo
Federal de Gobierno.
-Sí.
Y después de eso lo he ido mejorando.
-¿Siguió
trabajando en ese plan?
-Sí,
y se lo he dado a distintas personas. Esos planes para tumbar gobierno no valen,
sino la fuerza que tengan los que van a tumbar al gobierno.
-¿Pedro
Carmona se le atravesó en el camino? ¿El hombre en abril de 2002 era
usted?
-Ese
12 de abril me buscaron un capitán de navío y dos coroneles, con la misión de
llevarme a hablar con el comandante del Ejército, el general Efraín Velásquez.
Cuando llegamos a la comandancia allí había un gentío. De una vez vi cosas que
no me gustaban. Nos dijeron: Suban, porque están reunidos allá arriba, con el
doctor Brewer Carías, están fulano y zutano. Unos tipejos. Y yo dije: Vámonos
pa’l carajo, a mí no me gusta esta vaina. Yo no bailo en cambote.
El
cardenal Ignacio Velasco y Castillo Lara tenían un pleito porque cada uno tenía
su candidato. El del cardenal Velasco era Carmona, aunque me lo negó en su lecho
de muerte. De manera que nunca nadie dirá la verdad completa.
-¿Está
usted de acuerdo con Cabrujas, en el sentido de que Venezuela es un país por
hacer, un país aún en gestación?
-No,
Venezuela es un país de gente capaz de grandes obras. Lo que pasa es que ha
caído en manos de una banda de gánsteres comunistas.
-Usted
ha dicho que desde 1830 los venezolanos buscan algo que no existe: Un Presidente
que se deje aconsejar.
-Un
Presidente que sepa pedir consejo es importantísimo. Es una joya. Un Betancourt,
un Leoni, un Caldera. Cuando tú le puedes dar una opinión sincera, en una crisis
grave, a un Presidente, ahí el país sí se puede salvar. El propio Churchill
llegó a exclamarle irritado a una colega del parlamento inglés, que él siempre
estaba dispuesto a aprender, pero detestaba que trataran de
enseñarlo.
-Usted
dijo alguna vez que los venezolanos tenemos una gran capacidad para la
autodenigración. ¿Somos una sociedad que se autodestruye?
-Es
que con frecuencia, ante cualquier hecho lamentable, se escucha decir: Bueno,
porque tú sabes cómo son las cosas en este país, estamos en Venezuela. Y cuando
el Metro de Caracas funcionaba a la perfección, la gente decía: Qué maravilla,
no parece que estemos en Venezuela. Esa es una tendencia muy peligrosa. Es un
gran defecto.
-Pero
la democracia falló en algo. La gente ansiaba a un hombre fuerte.
-En
todas partes del mundo las democracias, que son abiertas, libres, atraviesan por
crisis, pero aquí nunca se estuvo mejor que en democracia, aunque se la
desprestigie. Acuérdate de una cosa: toda dictadura gasta mucho real en
propaganda.
-¿Qué
piensa que han hecho con el hombre las nuevas tecnologías?
-Es
la única pregunta que no me atrevo a responder. Yo no sé manejar ni los
telefonitos automáticos. No te olvides que tengo 96 años. Soy un ignorante en
esas cosas.
-Una
frase parecida la dijo Uslar Pietri.
-Ah,
entonces estoy en buena compañía.
-Los
tiempos se han vuelto más acelerados. ¿Se vive más ahora que antes?
-Es
una sensación de aceleración constante. Pero los recuerdos quedan. Yo me acuerdo
de la primera vez que visité Barquisimeto. Fui en 1936, a oír un discurso de
Betancourt, invitado por Raúl Nass, compañero de curso. Qué ciudad tan
agradable. Me recibieron los hermanos de La Salle, donde yo estudiaba en
Caracas. Ya yo era bachiller. Por cierto: los crepúsculos son tan buenos aquí
como allá.
-¿Qué
añora del pasado?
-¡Nada!
-¿Espera
algo del futuro?
-Que
nos devuelva una paz suave, como la que teníamos.
-¿De
qué vale la experiencia acumulada?
-Es
una pregunta que yo me he hecho muchas veces. No la puedo contestar.
-¿Es
la vejez la edad de oro?
-No,
en absoluto. No te la recomiendo.
-¿Es
un castigo llegar lúcido a una edad avanzada, con tantos recuerdos? ¿No alivia
el olvido?
-No,
chico. Lo mejor es tener la mente clara. Hasta el último día.
-Norberto
Bobbio, en De Senectute, escribió que la vejez es un mundo en el que cuentan más
los afectos que los conceptos.
-Sí,
tiene razón. Para mí no hay nada más grande que haberme casado con Pepita y
vivir con ella. Es un ángel con el que yo estoy casado. Ha resultado una mujer
perfecta.
-¿Algo
por hacer? ¿Qué agenda se tiene a los 96 años?
-Yo
quisiera terminar el quinto tomo de mis memorias. Me falta escribir toda la
parte del Congreso. No sé si vale la pena. Pero yo creo que todo lo que dejé
escrito, ahí queda. Fíjate tú la importancia de esto que hacemos hoy. Cuando me
llamaron ustedes y mi hijo Carlos me dijo que venían, yo dije: ¡Qué buena
oportunidad! Porque es una última oportunidad de dar memoria, y yo sé que va a
salir muy bien. Con todo lo que hemos hablado puedes escribir un libro. Muchos
periódicos se han ido deteriorando moralmente, pero EL IMPULSO se mantiene
intacto. Yo tengo un agradecimiento muy especial por ustedes. Siempre me han
tratado bien. Es un periódico que hace su trabajo sin maldad.
-¿Cómo
quisiera ser recordado, doctor?
-Yo
creo que no voy a ser recordado por mis escritos, ni por lo que he hecho. En el
fondo, yo creo que no voy a ser recordado por nada.-
“Solo aprendiendo y trabajando
podremos salir de abajo, porque no conozco otra manera” Renny
Ottolina