Estos tan extensos, breves párrafos, pretendo estén orientados hacia la magia de la tecnología, maravilla contemporánea producto del talento de muchos que, en sinergia infinita, contribuyen a darnos una vida más “fácil” que la que teníamos antes de que ellos aparecieran.
Un buen amigo, escritor al que sigo con deleite, maneja un Blog donde tres veces a la semana nos permite degustar sus obras, gotas de sabiduría que se dejan colar y calan en las mentes de quienes leemos el Blog consuetudinariamente.
El Blog de mi amigo esta lleno de técnicas, modernísimas, para facilitarle el trabajo de comunicarse en forma un poco más personal con sus lectores quienes conforman una masa humana multitudinaria, multilingüe, librepensadora, proveniente de todos los estratos, en todos los países… en fin, la Torre de Babel de nuestra época.
Uno de los detalles tiene que ver, precisamente, con la característica “poliglota” de esa masa. Aparecen unas banderas en miniatura indicando los idiomas para los cuales hay traducción instantánea y, maravilla Divina, cuando los utilizas cambia hasta tu propio idioma pues, no solo trata de adecuar la escritura de las palabras sino que, también, cambia la estructura de las frases y oraciones…
Si ese traductor fuese el producto de unos “desarrolladores” de baja ralea, no nos extrañaríamos de la situación en que nos coloca. Mas, resulta que es “uno de los Traductores de mayor fama en el mercado” y el usuario, generalmente desprevenido, acostumbrado a que las cosas funcionen a perfección(?) en este medio… le escribe al Escritor y se da un baño de vergüenza ajena, y propia, cuando ve aparecer, ya transmitida, la traducción de lo que intentó fuese un alarde de talento y gloria.
Desdibujada pues la intención de lo escrito, no queda más remedio que colgarse los bártulos en la espalda y hacerse a la mar buscando otros aires, distintos a los ya encontrados, pues un mar de leva de explicaciones superfluas jamás traerá la tranquilidad al puerto de donde no debieron zarpar.
Damos por descontado que todo es fácil porque lo encontramos hecho, y entonces, cuando tratamos de hacerlo con la irreverencia del mozalbete malcriado, nos enfrentamos a la pared de la falta de costumbre en la búsqueda de soluciones a estos problemas lingüísticos, topándonos finalmente con la barrera de la futilidad que, exasperadamente, nos cuestiona el uso indebido del tiempo.
Dichas pues estas tan incompletas y a la vez exhaustivas palabras, dejamos la arena de la controversia para, en alarde maravilloso, tratar de solucionar el problema donde me introduje al enviar esas cuatro palabras al Escritor.
Al igual que se dice montagna para decir montaña, se dice cogno para no decir mañas palabras.