"Este es un momento trágico en la vida de los venezolanos"
"Resulta difícil reconocer la situación planteada con este Gobierno, pero debemos hacerlo" "Actualmente la empresa venezolana no tiene una sola de las condiciones básicas para seguir operando"
Para Víctor Maldonado los venezolanos estamos predeterminados para convalidar los esfuerzos destructivos. "Aplaudimos la destrucción", destaca GUSTAVO BANDRES
ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL domingo 2 de febrero de 2014 12:00 AM
Una negación y una afirmación, ambas rotundas, nos sirven para fijar las referencias de Víctor Maldonado, politólogo, Director Ejecutivo de la Cámara de Comercio de Caracas y profesor universitario: "nunca fui de izquierda" es la primera". Soy liberal y "randiano" (seguidor de las tesis objetivistas de la escritora liberal Ayn Rand), autora de la Rebelión de Atlas, el libro iniciático de sus convicciones. A partir de esas premisas se extiende en el análisis de las relaciones Gobierno-empresarios.
-¿Hay empresarios que se enfrentan al Gobierno y hay otros dispuestos a suavizar sus posiciones siempre y cuando reciban dólares?
-Sí y esas diferencias forman parte de la confusión y perplejidad que vive el país. Ciertamente no hay unanimidad en cuanto al talante y características del adversario que tenemos por delante, aunque se está llegando a la conclusión, muy lentamente y con falta de coherencia, de que este Gobierno, no democrático y de carácter cívico-militar, está movido por un proyecto explícito que va contra la empresa privada. Cuando se plantea qué hacer algunos sostienen que no se puede colaborar con un régimen que atenta contra la prosperidad, aun cuando uno sea ganador en la coyuntura.
-Es decir, que sobreviva.
-Sí. Pero otros argumentan que su prioridad es esa: "sobrevivir" y entonces "colaboro". Uno no deja de sorprenderse ante esa actitud.
-¿Por qué sorprenderse si eso responde a algo tan natural como el instinto de conservación?
-Cuando Hanna Arendt escribió su libro Eichmann en Jerusalén, luego de su encuentro con este hombre, quien había administrado de manera eficiente el exterminio judío, constató que parte de su "éxito" respondía a la colaboración de buena parte de la dirigencia judía. Y cuando indagó sobre las causas de esa actitud, concluyó que lo hacían para sobrevivir, sólo que, al final, ellos también murieron. Eso está vigente en Venezuela. Muchos de quienes creen que se van a salvar ya han sido expropiados, encarcelados o arruinados. De manera que estamos sometidos a la misma calamidad: la indefensión ante la inseguridad ciudadana y la jurídica.
-Cuando el Gobierno acusa a los empresarios de conspirar, ¿no se justifica esa actitud, en caso de ser cierta, considerando que está en juego su vida y su propiedad?
-La conspiración es una actitud explícita para suprimir un determinado orden de cosas y en eso no anda ningún empresario. Lo que sí hacen es defender sus derechos con todas las herramientas (pacíficas y argumentales) a su disposición.
-¿No justificas actitudes como esa?
-Para nada. La tesis de la conspiración forma parte de la trama perversa y mentirosa, desplegada por el aparato propagandístico del Gobierno, que ahora llaman "guerra económica". Esa es una forma que encuentran los regímenes autoritarios para evadir su responsabilidad. Cada vez que Chávez se veía complicado inventaba un magnicidio. Este Gobierno, como no puede evitar las terribles consecuencias de la mala administración de la economía, acude a la tesis de la conspiración. Lo que sí hay es una diferencia crucial en las formas de concebir la economía. El Gobierno aplica los controles, mientras muchos sectores saben que solo una economía abierta, en una sociedad libre, conduce a la prosperidad.
-La expresión de ese enfoque, por parte del Gobierno, ¿no es la liquidación definitiva de la empresa privada?
-En este momento la empresa venezolana no dispone de una sola de las condiciones elementales para operar. Las empresas que siguen abiertas lo hacen por inercia (hasta que el cuerpo aguante) o por un compromiso heroico con el país de aquellos que decidieron quedarse y echar el resto. Pero para que una empresa funcione necesita derechos de propiedad reconocidos por el Gobierno y libre acceso a insumos y materias primas. Eso no existe. El Gobierno controla las divisas, los costos, los precios y esgrime una legislación laboral que no le conviene ni a la empresa ni a los trabajadores. Así es imposible trabajar con el sosiego necesario en un sistema donde estás sometido a la arbitrariedad del funcionario. Debes lidiar con toda clase de obstáculos y, además, no te pagan.
-¿No es esa última la razón, en este momento, de la parálisis económica?
-Vivimos una crisis de pago a la empresa privada que, sobre la base de la buena fe, actuando conforme a las reglas del juego impuestas por el Gobierno, a pesar de estar en desacuerdo, acumuló una deuda, para mantener abastecido al país. Ahora la cifra alcanza, según algunos indicadores, a unos 13 mil millones de dólares que el Gobierno no está en capacidad de pagar.
-¿Si el objetivo es acabar con la empresa privada, no es esa la excusa perfecta para hacerlo? Es decir, si pudiera pagar, ¿lo haría?
-Yo diría que no puede ni quiere pagar. La economía se le fue de las manos. Y si medimos al Gobierno por sus antecedentes, bastaría con observar cómo ha actuado cuando se encuentra con un proveedor privado al cual le debe dinero (el sector petrolero, por ejemplo). Aquí, a contracorriente de lo que sucede en el resto del mundo, el deudor confisca a su acreedor y eso fue lo ocurrido en este caso específico. Y ocurre que el responsable de tales precedentes es el Vicepresidente del Área Económica.
-¿No es ideal esta situación para culminar, luego de 15 años, el trastocamiento del orden imperante y su sustitución por uno nuevo que, en el caso venezolano, no termina de llegar porque aún prevalece el proceso de destrucción institucional?
- (Ludwig) Von Mises (un liberal clásico del siglo XX) decía que no se podía implantar el socialismo sin pasar por la fase destructiva del capitalismo. Y aquí estamos en eso, que es lo único para lo cual resulta bueno el socialismo porque resulta pésimo cuando se trata de construir alternativas y por eso colapsa. La abolición de los derechos de propiedad y del desconocimiento del libre emprendimiento son fáciles cuando se recurre al uso de la fuerza. Pero el Gobierno no ha logrado (ni desde la época de los Saraos y Saraitos y menos en tiempos recientes) proponer una alternativa estable. Las empresas básicas, expuestas a enfoques gerenciales delirantes como los de Carlos Lanz, en los cuales se pone a los trabajadores a gerenciar y a los gerentes a trabajar, simplemente quebraron.
-¿No han podido, ni siquiera, copiar modelos preexistentes en los países donde se estableció el socialismo real?
-Un lema de Chávez era: ""o inventamos o erramos". El resultado está a la vista. Los procesos de innovación son apuestas muy controladas de ensayo y error con una finalidad. Pero una finalidad no puede ser la destrucción y los venezolanos estamos predeterminados culturalmente para convalidar los esfuerzos destructivos. Aplaudimos la destrucción.
-¿Este proceso de destrucción no termina, al final, en dictaduras totalitarias?
-Y vacíos económicos que degeneran en represión. No es lo mismo administrar un Gobierno autoritario, con ideología de izquierda, como el de Chávez, con recursos petroleros excedentarios, que hacer lo mismo sin dinero. Chávez podía parecer simpático porque el uso de la violencia era barato, no necesitaba reprimir, bastaba distribuir. El país era una gran arepera que le metía a cada quien su arepa en la boca para callarlo y domesticarlo. Ahora, esa arepera quebró y no se trata de esperar el colapso del sistema económico para que surja otro, sino de vivir una terrible situación de represión y racionamiento. Se comienza, entonces, excluyendo sectores completos y a jugar cuadro cerrado. Es el enfoque de las tecnocracias autoritarias latinoamericanas.
-¿Qué debe hacer el empresario frente a una situación como esta? En la oposición política hay una tendencia que proclama la protesta social con la salida a la calle.
-En este momento es erróneo considerar política y economía como compartimentos estancos porque este régimen autoritario tiene carácter totalitario. De forma que los empresarios corren la misma suerte y viven las mismas perplejidades que los demás ciudadanos, incluyendo a los políticos.
-¿Y entonces, qué hacer?
-Lo primero es caracterizar el momento. Hemos sufrido equívocos de origen por razones comprensibles. La negación y la evasión forman parte de la condición humana. A uno le cuesta pensar lo trágica que puede ser la vida si la reconoce tal cual es y este es un momento trágico en la vida del venezolano. Es difícil reconocer la situación frente al Gobierno. Pero si lo hacemos hay que considerar tres factores: uno, el largo tiempo que implica transformar esta situación autoritaria en democracia. Otro, el esfuerzo que se debe hacer para lograrlo y tercero, comprender que pasaremos por una época de represión y depresión, digo económica, porque la sicológica implicaría la entrega total.