LEIDA EN LAS HONRAS FUNEBRES A DON CIRO VALERA POR EL COMPAÑERO ROTARIO ALBIO CONTRERAS ZAMBRANO.
Hoy te escribimos, para que en este tránsito al más allá, no te sientas solo, porque ya fueron suficientes los laberintos de tu soledad en esta tierra.
Recordamos, las espinas de tu vida, que te hirieron profundamente: Tus familiares que fallecieron en horas amargas para tu vida. Sin duda alguna, vas al encuentro de ellos, en el cielo, viéndote llegar asomados por la ventana del recuerdo, con la luz rutilante de un sol interior.
Esta ceremonia fúnebre, es la más pura manera para recordarte a ti, Don Ciro Valera Camacho, ante la presencia inolvidable de tus restos, y ante el dolor indescriptible que sentimos ante tu muerte, lo que nos obliga recordar tus excelencias espirituales y tu maravillosa vida de rotario integral y, porque no decirlo, debemos tratar de imitar tus virtudes, tu esfuerzo, tu constancia, tu responsabilidad y tu voluntad, que te convirtió en un insigne hacedor de magníficas realidades.
No puede morir en el recuerdo quien amo la vida como tú, irradiaste bondad y entregaste la alegría en medio del dolor ajeno, alentaste la esperanza de los pobres, ayudaste a los más necesitados, lo que nos compromete a trabajar sin descanso, en el Centro Asistencial que lleva tu nombre, para atender a los más humildes.
Nos convocaste hoy para despedirte, lo hacemos con el dolor del vacío que nos deja tu inesperada partida, que llegó de pronto y abrió en nuestras mentes, las heridas que el tiempo no puede cicatrizar, pues algo se muere en el alma cuando un amigo se va.
Tu ayer, estuvo formado por escombros, salpicado de recuerdos, a veces dulces como el almíbar, a veces amargos como el acíbar, en tu empeño de reconstruir tus sueños rotos. Pero te estaremos recordando, desde el despertar de la aurora, hasta la puesta del ocaso. Y te recordaremos, siempre alegre, reconfortado por la fe católica que te fuera enseñada desde tu niñez.
Don Ciro, tu alma contenía la proyección de un hombre sencillo en el trato, responsable en tus afanes, colaborador al máximo de la sociedad y muy querido por todos los aquí presentes y por los que por cualquier razón no pudieron estar aquí en tu despedida.
Con tu muerte, Don Ciro, hemos perdido a un hombre muy especial, que dentro de tu modestia, supo prodigarnos valiosas enseñanzas rotarias que jamás olvidaremos. Y porque no decirlo, ningún hombre entra vivo en los salones de la inmortalidad. Y tu cuerpo entró antes que esos portales de la luz eterna se abrieran.
Aquél quien hoy despedimos se encuentra desde ahora y para siempre en la galería de los hombres más nobles, invulnerable en todos los sentidos y para siempre.
Te vas a tu viaje eterno, sin una sola sinuosidad mental, sin ninguna torcedura de carácter, sin la menor turbidez en tu conducta, ni complicidades ni culpas que disimular, pues pusiste tu talento al servicio de la verdad y del bien ajeno.
Pese a tus pocas adversidades, tú como aquél naufrago que se aferró a la orilla que lo salva, te dejó invulnerable para siempre, en el campo de tu bondad como hijo, padre, abuelo, esposo, hermano, suegro y amigo. Aquí quedaron las cosechas de tu amor.
¡Que el Dios de las misericordias acepte tus aflicciones como un sacrificio agradable, que te dé un puesto en el seno de Altísimo, para olvidar para siempre tus pocos infortunios, y desde el cielo bendecir a tu familia, hoy en que precisamente, el reloj eterno del tiempo da la hora del último adiós, de tu magna despedida, porque te vas al encuentro del Rey de las Almas, del Señor de los cielos.
Tu figura serena, amable y transparente permanecerá siempre en nuestras retinas y tus palabras y gestos bondadosos, permanecerán hospedados en nuestras mentes, pues seguiremos sintiéndote vivo y presente día a día, desde las sutiles armonías, entretejidas con los más nobles recursos de tu lenguaje, siempre abierto al futuro, como infatigable trabajador, de excelsa iniciativa empresarial.
Fuiste un maestro del mundo rotario, por eso al recordarte lo hacemos el himno a la gratitud, del maestro de Pablo Aníbal Vela, quien expresaba, como escrito para ti:
“Gratitud al maestro que alumbra
nuestra vida y la llena de estrellas
gratitud de la patria, que en ella
ve otros cielos en palabras de luz”.
Le pedimos a Dios, que derrame sobre Don Ciro, su ternura infinita, en la dulzura del amor supremo.
Al hablar con Dios, Don Ciro, lo harás con los versos del poeta Rugeles:
“Mi sangre está madura, padre,
como vino de antigua estirpe,
¡Gloria de tus viñedos!
Vengo de tu pasado, para honrarte.
¡Amo solo por ti!
Mi llanto es tu dolor.
La historia de mi vida está hecha para acrecer tu historia”.
Dentro de breves momentos, Don Ciro, tus familiares y amigos, formaremos un círculo humano alrededor de tu sepultura, en el momento supremo de nuestro último adiós.
Para ti, Don Ciro, las estrofas del himno del maestro:
“Flores del recuerdo sobre tus manos
Y añoranza sin fin sobre tus sienes”.
Mérida, 29 de julio de 2.010.