2013/04/25

7948.- Escrito en 2005. Viaje al centro de la tierra.

El primer viaje al centro de la Tierra ocurrirá realmente en 2007

Un navío japonés excavará hasta profundidades insólitas la corteza terrestre


El barco "Chikyu", creado por los Japoneses, es el artefacto humano que más a fondo podrá conocer nuestro planeta, al menos hasta ahora. Se trata de navío preparado con tecnología similar a la de la indutria petrolífera que excavará por debajo de la superficie del mar hasta alcanzar los 11.000 metros. Desde allí, artefactos especialmente diseñados controlarán la tectónica de placas de la zona -con el fin de prever terremotos-, e intentarán encontrar formas de vida muy básicas, similares a las que había en la Tierra hace miles de años. Por Yaiza Martínez.




Chikyu
Chikyu
Chikyu
Chikyu
Chikyu significa “Planeta Tierra” en japonés y es el nombre de un navío de la Agencia Japonesa de Ciencias Marinas y Tecnología (JAMSTEC. Dentro de un proyecto de su Centro de Exploración en las Profundidades de la Tierra o CDEX, JAMSTEC ha gestionado esta embarcación que explorará las profundidades terrestres del lecho marino, a más metros que ningún otro artefacto hasta la fecha, lo que supone una proeza tecnológica sin precedentes.

El Chikyu pesa 57.000 toneladas y penetrará nada menos que cuatro kilómetros en el agua y excavará 7.000 metros más en el fondo marino, hasta llegar al manto terrestre, situado debajo de la corteza terrestre. El manto terrestre representa el 80% del total de la masa de nuestro planeta.

Esto significa que Chikyu triplicará la profundidad explorada hasta ahora por el hombre, puesto que, hasta la fecha, sólo habíamos alcanzado los dos kilómetros por debajo del fondo oceánico.

La distancia desde la superficie al centro de la Tierra es de 6.400 kilómetros, así que todavía queda mucho para que podamos llegar a él. Sin embargo, el Chikyu, de 210 metros de longitud, está más preparado que cualquiera de sus predecesores para adentrarse en los secretos que oculta nuestro planeta bajo su superficie.

Características de Chikyu

Según informó recientemente Newsweek, Chikyu cuenta con tuberías de extracción de gran diámetro que lo conectarán con el pozo que se abra en el lecho oceánico. Las tuberías de extracción son similares a las utilizadas por la industria petrolera en yacimientos marinos.

La embarcación va protegida por un escudo de 380 toneladas métricas que servirá para evitar que erupciones inesperadas de gas, petróleo u otros fluidos puedan dañarla. En Chikyu caben 150 personas, que pueden entrar y salir del barco por vía aérea gracias a un helipuerto instalado en la nave. Además, Chikyu cuenta con un laboratorio entre sus instalaciones, en el que se estudiarán los sedimentos que se extraigan de las excavaciones.

La finalidad de esta embarcación es no sólo conocer el interior de la Tierra, de la que aún tenemos muy poca información, sino también mejorar la capacidad de predicción de seísmos. Japón se encuentra en medio de la conjunción de cuatro placas tectónicas: se llegará hasta ellas y allí podrán instalarse aparatos de monitorización de la actividad sísmica, con el fin de al menos anticipar la ocurrencia de los terremotos que afectan al país (Japón sufre el 20% de los seísmos más violentos del mundo). El Chikyu también puede obtener más información sobre hechos ya pasados, como el devastador maremoto que golpeó las costas de Sumatra en diciembre de 2004.

Posibles hallazgos

Asimismo, se espera hallar en el manto de la Tierra pistas sobre la evolución de nuestro planeta, sobre cómo ha sido su pasado a gran escala temporal, lo que permitirá predecir mejor el futuro. También podrán aparecer más datos acerca de cómo se desarrolló la vida biológica en la Tierra.

En la corteza terrestre pueden aparecer formas básicas de la vida, como microbios que se alimentan de hidrógeno y cuya estructura no haya evolucionado en miles de años, ya que estos microbios siguen en un entorno con las mismas condiciones que entonces. Según los especialistas, a esa profundidad es en el único sitio en el que se pueden encontrar formas de vida tan antiguas.

Las excavaciones comenzarán dentro de dos años, a finales de 2007, frente a las costas del sudoeste del archipiélago japonés, en el océano Pacífico. El sondeo inicial será de tres kilómetros y medio, en un fondo marino situado a 2.500 metros bajo la superficie marina. Los expertos esperan alcanzar el manto en el 2012, si todo sale según lo previsto.

Apoyado por el gobierno japonés, este proyecto se inscribe en un programa internacional de exploración oceánica dirigido por Japón y Estados Unidos, en el que participan China y 12 naciones europeas en el marco del Programa ECORD. Más de un siglo después del fabuloso viaje al centro de la Tierra, el sueño de Julio Verne se hará realidad.

7947.- El nuevo maná. parte 2

Nowhere has the interest been more serious than Japan. Unlike Britain and the United States, the Japanese failed to become “the owners, or at any rate, the controllers” of any significant amount of oil. (Not that Tokyo didn’t try: it bombed Pearl Harbor mainly to prevent the U.S. from blocking its attempted conquest of the oil-rich Dutch East Indies.) Today, Churchill’s nightmare has come true for Japan: it is a military and industrial power almost wholly dependent on foreign energy. It is the world’s third-biggest net importer of crude oil, the second-biggest importer of coal, and the biggest importer of liquefied natural gas. Not once has a Japanese politician expressed happiness at this state of affairs.
Japan’s methane-hydrate program began in 1995. Its scientists quickly focused on the Nankai Trough, about 200 miles southwest of Tokyo, an undersea earthquake zone where two pieces of the Earth’s crust jostle each other. Step by step, year by year, a state-owned enterprise now called the Japan Oil, Gas, and Metals National Corporation (JOGMEC) dug test wells, made measurements, and obtained samples of the hydrate deposits: 130-foot layers of sand and silt, loosely held together by methane-rich ice. The work was careful, slow, orderly, painstakingly analytical—the kind of process that seems intended to snuff out excited newspaper headlines. But it progressed with the same remorselessness that in the 1960s and ’70s had transformed offshore oil wells from Waterworld-style exoticisms to mainstays of the world economy.
In January, 18 years after the Japanese program began, the Chikyu left the Port of Shimizu, midway up the main island’s eastern coastline, to begin a “production” test—an attempt to harvest usefully large volumes of gas, rather than laboratory samples. Many questions remained to be answered, the project director, Koji Yamamoto, told me before the launch. JOGMEC hadn’t figured out the best way to mine hydrate, or how to ship the resultant natural gas to shore. Costs needed to be brought down. “It will not be ready for 10 years,” Yamamoto said. “But I believe it will be ready.” What would happen then, he allowed, would be “interesting.”
Already the petroleum industry has been convulsed by hydraulic fracturing, or “fracking”—a technique for shooting water mixed with sand and chemicals into rock, splitting it open, and releasing previously inaccessible oil, referred to as “tight oil.” Still more important, fracking releases natural gas, which, when yielded from shale, is known as shale gas. (Petroleum is a grab-bag term for all nonsolid hydrocarbon resources—oil of various types, natural gas, propane, oil precursors, and so on—that companies draw from beneath the Earth’s surface. The stuff that catches fire around stove burners is known by a more precise term, natural gas, referring to methane, a colorless, odorless gas that has the same chemical makeup no matter what the source—ordinary petroleum wells, shale beds, or methane hydrate.) Fracking has been attacked as an environmental menace to underground water supplies, and may eventually be greatly restricted. But it has also unleashed so much petroleum in North America that the International Energy Agency, a Paris-based consortium of energy-consuming nations, predicted in November that by 2035, the United States will become “all but self-sufficient in net terms.” If the Chikyu researchers are successful, methane hydrate could have similar effects in Japan. And not just in Japan: China, India, Korea, Taiwan, and Norway are looking to unlock these crystal cages, as are Canada and the United States.
Not everyone thinks JOGMEC will succeed. But methane hydrate is being developed in much the same methodical way that shale gas was developed before it, except by a bigger, more international group of researchers. Shale gas, too, was subject to skepticism wide and loud. The egg on naysayers’ faces suggests that it would be foolish to ignore the prospects for methane hydrate—and more foolish still not to consider the potential consequences.
If methane hydrate allows much of the world to switch from oil to gas, the conversion would undermine governments that depend on oil revenues, especially petro-autocracies like Russia, Iran, Venezuela, Iraq, Kuwait, and Saudi Arabia. Unless oil states are exceptionally well run, a gush of petroleum revenues can actually weaken their economies by crowding out other business. Worse, most oil nations are so corrupt that social scientists argue over whether there is an inherent bond—a “resource curse”—between big petroleum deposits and political malfeasance. It seems safe to say that few Americans would be upset if a plunge in demand eliminated these countries’ hold over the U.S. economy. But those same people might not relish the global instability—a belt of financial and political turmoil from Venezuela to Turkmenistan—that their collapse could well unleash.
On a broader level still, cheap, plentiful natural gas throws a wrench into efforts to combat climate change. Avoiding the worst effects of climate change, scientists increasingly believe, will require “a complete phase-out of carbon emissions … over 50 years,” in the words of one widely touted scientific estimate that appeared in January. A big, necessary step toward that goal is moving away from coal, still the second-most-important energy source worldwide. Natural gas burns so much cleaner than coal that converting power plants from coal to gas—a switch promoted by the deluge of gas from fracking—has already reduced U.S. greenhouse-gas emissions to their lowest levels since Newt Gingrich’s heyday.
Yet natural gas isn’t that clean; burning it produces carbon dioxide. Researchers view it as a temporary “bridge fuel,” something that can power nations while they make the transition away from oil and coal. But if societies do not take advantage of that bridge to enact anti-carbon policies, says Michael Levi, the director of the Program on Energy Security and Climate Change at the Council on Foreign Relations, natural gas could be “a bridge from the coal-fired past to the coal-fired future.”
“Methane hydrate could be a new energy revolution,” Christopher Knittel, a professor of energy economics at the Massachusetts Institute of Technology, told me. “It could help the world while we reduce greenhouse gases. Or it could undermine the economic rationale for investing in renewable, carbon-free energy around the world”—just as abundant shale gas from fracking has already begun to undermine it in the United States. “The one path is a boon. The other—I’ve used words like catastrophe.” He paused; I thought I detected a sigh. “I wouldn’t bet on us making the right decisions.”

7946.- El nuevo maná... parte 1

What If We Never Run Out of Oil?
New technology and a little-known energy source suggest that fossil fuels may not be finite. This would be a miracle—and a nightmare.
CHARLES C. MANNAPR 24 2013, 9:58 PM ET
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Ralph Wilson/AP
As the great research ship Chikyu left Shimizu in January to mine the explosive ice beneath the Philippine Sea, chances are good that not one of the scientists aboard realized they might be closing the door on Winston Churchill’s world. Their lack of knowledge is unsurprising; beyond the ranks of petroleum-industry historians, Churchill’s outsize role in the history of energy is insufficiently appreciated.
Winston Leonard Spencer Churchill was appointed First Lord of the Admiralty in 1911. With characteristic vigor and verve, he set about modernizing the Royal Navy, jewel of the empire. The revamped fleet, he proclaimed, should be fueled with oil, rather than coal—a decision that continues to reverberate in the present. Burning a pound of fuel oil produces about twice as much energy as burning a pound of coal. Because of this greater energy density, oil could push ships faster and farther than coal could.
Churchill’s proposal led to emphatic dispute. The United Kingdom had lots of coal but next to no oil. At the time, the United States produced almost two-thirds of the world’s petroleum; Russia produced another fifth. Both were allies of Great Britain. Nonetheless, Whitehall was uneasy about the prospect of the Navy’s falling under the thumb of foreign entities, even if friendly. The solution, Churchill told Parliament in 1913, was for Britons to become “the owners, or at any rate, the controllers at the source of at least a proportion of the supply of natural oil which we require.” Spurred by the Admiralty, the U.K. soon bought 51 percent of what is now British Petroleum, which had rights to oil “at the source”: Iran (then known as Persia). The concessions’ terms were so unpopular in Iran that they helped spark a revolution. London worked to suppress it. Then, to prevent further disruptions, Britain enmeshed itself ever more deeply in the Middle East, working to install new shahs in Iran and carve Iraq out of the collapsing Ottoman Empire.
Churchill fired the starting gun, but all of the Western powers joined the race to control Middle Eastern oil. Britain clawed past France, Germany, and the Netherlands, only to be overtaken by the United States, which secured oil concessions in Turkey, Iraq, Bahrain, Kuwait, and Saudi Arabia. The struggle created a long-lasting intercontinental snarl of need and resentment. Even as oil-consuming nations intervened in the affairs of oil-producing nations, they seethed at their powerlessness; oil producers exacted huge sums from oil consumers but chafed at having to submit to them. Decades of turmoil—oil shocks in 1973 and 1979, failed programs for “energy independence,” two wars in Iraq—have left unchanged this fundamental, Churchillian dynamic, a toxic mash of anger and dependence that often seems as basic to global relations as the rotation of the sun.
All of this was called into question by the voyage of the Chikyu (“Earth”), a $540 million Japanese deep-sea drilling vessel that looks like a billionaire’s yacht with a 30-story oil derrick screwed into its back. The Chikyu, a floating barrage of superlatives, is the biggest, glitziest, most sophisticated research vessel ever constructed, and surely the only one with a landing pad for a 30-person helicopter. The central derrick houses an enormous floating drill with a six-mile “string” that has let the Chikyu delve deeper beneath the ocean floor than any other ship.
The Chikyu, which first set out in 2005, was initially intended to probe earthquake-generating zones in the planet’s mantle, a subject of obvious interest to seismically unstable Japan. Its present undertaking was, if possible, of even greater importance: trying to develop an energy source that could free not just Japan but much of the world from the dependence on Middle Eastern oil that has bedeviled politicians since Churchill’s day.
In the 1970s, geologists discovered crystalline natural gas—methane hydrate, in the jargon—beneath the seafloor. Stored mostly in broad, shallow layers on continental margins, methane hydrate exists in immense quantities; by some estimates, it is twice as abundant as all other fossil fuels combined. Despite its plenitude, gas hydrate was long subject to petroleum-industry skepticism. These deposits—water molecules laced into frigid cages that trap “guest molecules” of natural gas—are strikingly unlike conventional energy reserves. Ice you can set on fire! Who could take it seriously? But as petroleum prices soared, undersea-drilling technology improved, and geological surveys accumulated, interest rose around the world. The U.S. Department of Energy has been funding a methane-hydrate research program since 1982.

7945.- VENECONOMIA ¿Fuera de control?

       24 de abril de 2013   
 Ante la precariedad y cuestionamiento del mandato de Nicolás Maduro, en el oficialismo se soltaron las amarras de un radicalismo a ultranza. Es decir, se están saliendo del control y están reaccionando exactamente al contrario de lo que dictarían la prudencia y la cordura.
El país está viviendo, y la comunidad internacional observa con estupor, la cacería de brujas que el gobierno de Maduro está llevando a cabo no solo contra el sector político opositor, sino contra estudiantes, trabajadores, vecinos y ciudadanos en general.
Tan es así que puede decirse sin temor a exagerar que la persecución que se adelanta en estos días es la más aberrante que se ha registrado en el país, incluyendo la de las épocas de las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez, que ya es mucho decir.
El salvajismo con el que la Guardia Nacional arremetió contra los manifestantes en varias ciudades, especialmente contra los estudiantes de Barquisimeto y Carabobo es inadmisible, más aún cuando éstos sólo reclamaban un derecho democrático básico: ¡Que se contaran sus votos, pues ese es su derecho de elegir consagrado en la Constitución Nacional!
Por estos días se amenaza y se lanzan improperios contra periodistas, artistas y anclas de los medios de comunicación. Incluso el propio Maduro intimida y le da un ultimátum a canales de televisión por informar hechos que acontecen en el país, veraz y oportunamente.
Circulan incluso advertencias de los entes rectores de los medios de comunicación y de las policías políticas del régimen para los usuarios de las redes sociales, conminando a sus adeptos al “sapeo” en contra de familiares, amigos y grupos de seguidores que se atrevan a lanzar cuestionamientos o difundir imágenes y textos adversos al gobierno.
Es también muestra de la peor barbarie dictatorial lo que aconteció en el Parlamento contra representantes del pueblo democrático. O el flagrante desprecio a la ley del trabajo que mostró el Ministro de la Vivienda y la amenaza de otros funcionarios del gobierno y diputados del oficialismo contra los trabajadores que muestren simpatía por el movimiento democrático que lidera Henrique Capriles. O el colmo de la invasión a la privacidad: el registro a los teléfonos, computadoras, correos electrónicos, facebook y twitter de los trabajadores que se adelanta en ministerios, centros de estudio públicos, y otros despachos gubernamentales.
A esto también se agregan las amenazas contra la vida y la libertad de los dirigentes opositores como Henri Falcón y Leopoldo López. O el feroz ataque contra Capriles que hizo este martes 22 de abril la ratificada ministro del sistema penitenciario, Iris Varela. Esta, en vez de dedicarse a resolver el desbordado problema de las prisiones del país, amenazó con un verbo fuera de control al líder democrático con meterlo en una celda, ponerle uniforme, cortarle el pelo, quitarle “el pensamiento fascista” y rescatarlo “como ser humano”.
La buena noticia es que en Capriles, los demócratas han encontrado un líder que no ha caído en la trampa de la violencia, al que no han sacado del control racional, y a quien no han logrado sumergir en las provocaciones, pero que también ejerce un liderazgo firme para reclamar por vías de la no violencia los derechos ciudadanos y políticos que asisten a muchos más de 7,3 millones de venezolanos.

7944.- Política exterior.

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Inquietud en el G2 cubano

ELSON CASTELLANO HERNÁNDEZ |  EL UNIVERSALjueves 25 de abril de 2013  12:00 AM

El G2 Cubano ha dispuesto una campaña internacional destinada a defender los intereses del gobierno castrista en Venezuela.

Días antes de las elecciones las redes sociales se hicieron eco de reuniones del Alto Gobierno en la Embajada de Cuba, durante las cuales hasta se consideró la suspensión de las mismas. Filtrándose la presencia de Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez, José Vicente Rangel y Ernesto Villegas.

Giraron instrucciones desde el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde Maduro, como canciller, permitió que determinadas embajadas, como es el caso de nuestra representación en Francia, mantuviera una diplomacia paralela dirigida por agentes del gobierno cubano.
Por Nelson Castellano-Hernández
Excónsul de Venezuela en París
Presidente de Venezuela-Futura, Francia

Esta situación ya denunciada demostraba cómo Temir Porras, desde su puesto de vicecanciller, se ocupó de promover un extenso lobby francés destinado a defender los intereses de Fidel en Venezuela.

La red ligada a la extrema izquierda francesa, está integrada por anarquistas y militantes que actúan bajo la identidad de periodistas, funcionarios, intelectuales y profesores de izquierda.

A ella se le unen personajes relacionados con el terrorista Carlos, los centros de promoción de las FARC en Europa, Le Monde Diplomatique y lo que queda de una diáspora de revolucionarios tardíos, refugiados en tierra gala, expertos en propaganda y  en manipulación.

En un diario capitalino se publicó una instrucción del 4 de abril 2013, de la funcionaria Ayerim Flores R., encargada de la Dirección General para Europa, en ella reconoce  la existencia de "un plan de acción que articule una estrategia de campaña electoral en Europa", destinada a "reafirmar la continuidad de la Revolución Bolivariana con el triunfo de Nicolás Maduro". Es evidente que lo dispuesto no correspondía a un plan de promoción del candidato, ya que organizar eventos en Madrid y Francia (6 y 9 de abril) a escasos días de las elecciones, influenciaba muy poco el proceso electoral.

La estrategia busca "aceitar" la maquinaria internacional, esa que tienen años financiando con el dinero de los venezolanos. Buscan promover el reconocimiento de los resultados electorales, que la oposición democrática protesta y que la comunidad internacional solicita se verifiquen.

Existen 3.200 irregularidades denunciadas por Capriles y como lo señala el observador internacional de las elecciones, el eurodiputado Agustín Díaz de Mera: "los comicios no se ajustaron a los estándares internacionales democráticos".

A esto se unen las denuncias del general Carlos Peñaloza, quien asegura tener las pruebas suministradas por el ingeniero Christopher Bello Ruiz, sobre las máquinas de Smartmatic y su control central clandestino en Cuba.

En un futuro cercano la red servirá para apoyar actuaciones de fuerza, antidemocráticas e inconstitucionales contra la oposición venezolana. La que intentarán destruir con expedientes y acusaciones forjadas.

La sugerencia hecha por las fuerzas extranjeras presentes en Venezuela, han llevado a la funcionaria, que actuaba desde el despacho del viceministro para Europa, a cometer un delito, las disposiciones legales que rigen los procesos electorales establecen que los funcionarios públicos se encuentran al servicio del Estado, prohibiéndoles expresamente actuar orientados por preferencias políticas y a favor o en detrimento de cualquier organización, razón por la cual debe sancionarse a los responsables de esas instrucciones.

Para nadie es un secreto que el Servicio Exterior se convirtió en un apéndice de la política exterior de los hermanos Castro. Como agentes de un proyecto político, típico de las embajadas que representan países de corte totalitario.

La "cancillería paralela" sustituyó los funcionarios diplomáticos con oficiales de las fuerzas armadas y coordinadores políticos, en algunos casos con mayor poder que los propios embajadores.

Con ella centralizan la política internacional. Los intereses estratégicos de la nación pasan a un segundo plano, pero les sirve para garantizar la permanencia en el poder del pupilo formado en La Habana: ¡Nicolás Maduro!

nelsoncastellano@hotmail.com