Carlos Guillermo Cárdenas D.
Al cumplirse el trigésimo aniversario de su partida, el pasado dos de febrero, invoco in memóriam a un hombre que entregó lo mejor de su aliento, lo más fecundo de sus siembras y lo más prístino de sus actos, por hacer de esta ciudad, tierra de grandeza y prosperidad. Cuando la ciudad más esperaba de esa mente preclara y voluntad de acero, en la plenitud de su madurez juvenil, una inoportuna afección le marchitó la vida. Una vida radiante y esplendorosa, batalladora, de mucho brío para emprender lo sublime.
Don Chucho Avendaño, su pariente cercano y amigo de muchas lides, solía decir, ¡que falta hace César para que represente y luche por Mérida!. Un hombre grande en tamaño e imponente en personalidad.
Su lucha fue incesante, no descansó para lograr un teleférico funcionante, una carretera Mérida El Vigía concluida, un hospital universitario floreciente, un coso taurino colmado de afición, un aeropuerto con aeronaves modernas, un cuerpo de bomberos de respuesta inmediata, en fin, una Mérida vigorosa, siempre más estudiantil y turística, más proyectada en todos los ámbitos del acontecer nacional.
Su mano generosa la extendió a las más inimaginables actividades, desde Las Clarisas del Convento y la casa de aposento para el menesteroso, hasta el viejo Hospital Los Andes y la Casa de Estudios fundada por Fray Juan Ramos de Lora. Con la Diócesis metropolitana también estuvo presente en la actividad evangelizadora de las comunidades de la geografía regional. Como hombre polifacético, empresario y luchador social, dejo una huella perenne.
En las circunstancias penosas y adversas la presencia de don César Guillén era imprescindible. Cuando el poder central menguaba los recursos a la provincia su voluntad nunca flaqueó para emprender y levantar la lucha por Mérida. Un merideño de muchos quilates, un amigo generoso y un ciudadano ejemplar, fue un hombre útil y querido.
Si Mérida fue la patria chica, su familia fue el eje principal que lo impulsó a lo primordial, a lo grande. Con Carmen Elena constituyó un hogar digno de admiración y querencia. A su partida, sus hijos Carmen Cecilia, Luisa Elena, María Isabel, Teresa María y César Augusto, aun en la imberbe adolescencia, constituyeron, junto con su madre, una familia digna de reconocimiento de toda la colectividad.
Mérida recuerda a don César Guillén Calderón como uno de sus hijos de alto y visionario vuelo.
Gracias a Carlos Guillermo, otro Merideño de alto vuelo, con su pluma enaltece el gentilicio…