Hoy es jueves 01 de setiembre del 2011 y me acabo de encontrar con una presentación que “alguien” me envió y que no había leído. Con optimismo espero que ese “alguien” que me haya enviado esa presentación lea esto que ahora escribo y se lo tome para si con toda propiedad. Lo guardé en el archivo de cosas por leer y allí lo deje, anónimo, !!como quisiera saber quien lo envió.!!
La historia que narra el trabajo de marras consiste en la puesta en evidencia de una cadena de agradecimiento que origina una maestra en su clase, al otorgar unas cintas azules que le indican a su receptor que es importante, por tal o cual razón, para quien se la esta otorgando. La presentación, como muchas otras, tiene ese tinte dramático en el cual alguien estaba a punto de suicidarse y por recibir su cinta cambia su vida.
Particularmente, soy poco seguidor de este tipo de cadenas y mensajes pues me parece que tratan de ser muy manipulantes, confundiendo las causas y los porqué en marañas de sentimientos cruzados en los que la mano de Dios solo se mueve para castigar a quien no siga lo que se está proponiendo. Es un viejo cliché de la propaganda que aún tiene seguidores y desborda la internet. Aparte de la cadena siempre hay un mensaje de base que es, casi siempre, maravilloso… y lo digo porque, aun cuando no remitamos la cadena, nos queda en la mente la idea central y entonces el libre albedrio nos lleva a pensar y jugar con la idea y a ubicarnos en otros momentos de nuestra vida, nos lleva a sopesar lo acontecido, a la luz de este pensamiento.
En mi caso especifico he llegado a la conclusión de que, si es el caso el tener que proceder con las cintas, tendría que tener muchísimas cintas, pues he tenido la suerte a lo largo de toda mi vida, de toparme con personas que son absolutamente merecedoras de ese tipo de premiación o reconocimiento, personas a quienes les debo el mayor respeto y consideración, personas que trataron de formarme como un ser útil, humano, pragmático. Personas que me hicieron soñar con horizontes muy lejanos. Personas que confiaron en mis decisiones. Personas que me confiaron su vida. Personas que tuvieron fe en mis procederes y me permitieron juzgar alternativas y buscar caminos correctos. Personas que pusieron a sus hijos en las manos de la organización en la que yo trabajaba buscando que se les brindase una educación de valía. Alumnos que me enseñaron a ver el mundo con el espíritu joven. Personas que me permitieron mirar el futuro junto a ellas, viéndolo con optimismo, con la fe en la buena voluntad, en la sinceridad, en el valor de la palabra empeñada. Personas que trabajaron a mi cargo y de quienes recibí muestras de compañerismo sin limite, que me enseñaron a trabajar, a coordinar y a salir adelante.
Como Rotario, encontré muchas razones para ver la vida desde el punto de vista del trabajar con el fin primordial de ayudar al prójimo y, en ese grupo humano tuve la oportunidad de conocer a verdaderos gigantes del bien social, anónimos, humildes, con el proverbial bajo perfil del que no aspira nada por servir a los demás.
Si, tendrían que ser muchísimas cintas azules, no cabe duda que he sido una persona muy afortunada. La retrospectiva me muestra una larguísima cadena de buenas personas que, gracias a Dios, he tenido la suerte de encontrarme en este vasto camino que hemos recorrido hasta ahora.
Y ahora, después de este largo caminar, me he encontrado con un magnifico grupo de colegas montañistas, a cada uno de ell@s debería entregarles no solo una cinta sino el rollo entero. En cada salida se ponen a prueba las condiciones personales de cada uno y no es por el azar el que cada uno sea un “CAMPEÓN DE MONTAÑA”.
Tendré que poner un anuncio en Internet solicitando muchos metros de cinta azul; no hay suficientes para poder señalar con un pedacito a todos cuantos han sido, son y serán importantes para mi.
Gracias de nuevo a quien me remitió esa presentación, me dio la oportunidad de hacer un reconocimiento publico al 99.99% de las personas con quienes he tenido la dicha de pasar mi vida.