Un hecho que nunca debemos olvidar (47615)
Puerto Cabello, junio 1 (Pausides Rodríguez).- El Porteñazo fue una insurrección armada en la que la Base Naval “Agustín Armario” y prácticamente toda la ciudad porteña fueron tomadas por horas por militares rebeldes apoyados por elementos civiles de extrema izquierda, en una lucha de dos días de duración que dejó centenares de muertos, la mayoría civiles. Así también lo recuerda Óscar Mayentíes, un vecino que estuvo entre los muchos habitantes de esta ciudad que, por el solo hecho de ser sospechosos, sufrieron la represión del aparato de seguridad del Estado hasta años después de aquel acontecimiento de 1962. Los jefes rebeldes planificaron para el sábado 2 de junio el inicio de la asonada; en la Base Naval se tenía conocimiento del levantamiento y por eso la superioridad no durmió allí la noche del viernes; mas como las informaciones del alzamiento no se habían hecho realidad, regresaron a sus dormitorios donde fueron sorprendidos.Todo comenzó a las 5:30 de la mañana cuando entran en escena los militares que apresaron a la oficialidad: entre los rebeldes estaban el capitán de fragata Pedro Medina Silva, segundo comandante de la Base Naval; el capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez, ex jefe de la segunda sección del estado mayor naval; y el capitán de corbeta Víctor Hugo Morales, oficial de la Escuela de Guerra Naval. En el centro de Puerto Cabello los funcionarios civiles buscaban todos los medios para no caer en manos de los infantes de marina insurrectos que también habían liberado a unos 50 guerrilleros de la izquierda que se encontraban presos en el Castillo San Felipe y sumados a las filas de los golpistas. A las 7 de la mañana el aeropuerto fue tomado por fuerzas del gobierno y desde esa hora la ciudad quedó prácticamente sitiada. Dentro estaban los insurrectos; fuera, la gente que buscaba por todos los medios combatirlos en el menor tiempo posible. La población corría a sus casas al ser devuelta de sus trabajos y más aun cuando la ciudad se fue llenando paulatinamente de soldados que ocupaban sus posiciones, listos para la batalla. Masacre en La Alcantarilla. Las acciones terrestres comenzaron el día siguiente cuando las fuerzas leales atacaron la ciudad penetrando por los sectores de La Noria, Playa Blanca y San Millán. Previamente los rebeldes infantes de marina y los guerrilleros habían tomado posiciones desde muy temprano en la mañana para impedir el paso del enemigo. Los efectivos del Batallón Carabobo entraron en la ciudad sin mucha resistencia, hasta que fueron emboscados por una ametralladora .50 en la esquina de La Alcantarilla, es entonces cuando los blindados llegan a apoyar a los soldados que se cubrían desde la parte trasera de los vehículos; pero las ametralladoras emplazadas en sitios estratégicos los barrían por completo. La Alcantarilla se convirtió entonces en un infierno, los rebeldes en las azoteas de los edificios disparaban a todo lo que se movía, mientras los heridos de la emboscada agonizaban tendidos en la calle en medio del fuego cruzado. Es entonces cuando el monseñor Luis María Padilla, párroco de Borburata y capellán de la Base Naval, en actitud arriesgada entra en medio de la balacera para rescatar a los heridos atrapados. “A la distancia vi bultos que se movían en el suelo y pedí una ambulancia e inmediatamente fuimos hasta la estación de gasolina, donde estaba un hombre de uniforme tendido; me bajé, lo auxilié espiritualmente. La ambulancia quedó alzándolo y yo partí por el centro de la calle hacia donde estaba el grueso de los caídos que era justamente la esquina de La Alcantarilla; allí yacían unos nueve soldados tendidos, uno herido mortalmente; procuraba echármelo al hombro, de pronto llegó una ráfaga de ametralladora que hizo blanco en él, me paré y dándole la absolución expiró”, contó después el religioso.Este acto heroico quedó registrado en una foto de Héctor Rondón, reportero gráfico del Diario La República, que ganó el Premio Pulitzer un año después. Los cabecillas del alzamiento instaban a la población a través de la Radio Puerto Cabello a adherirse al movimiento, al que calificaban de nacionalista. Mientras esto ocurría, la gente leal al gobierno, por medio de la Radio Morón, repetía constantemente lo contrario y aseguraba que la insurrección apenas estaba circunscrita a la Base Naval de Puerto Cabello y que las demás guarniciones seguían fieles al sistema democrático. Sin embargo, el gobierno no quería correr el riesgo de que la rebelión se expandiera por medio de los mensajes de los rebeldes; es entonces cuando dos F-86F Sabre de la Fuerza Aérea Venezolana despegan de Palo Negro y armados con cohetes de propósito general de calibre 5” y ametralladoras .50, destruyeron la antena y la planta de transmisión de Radio Puerto Cabello, en un ataque que no produjo víctimas.Así lo recuerda Óscar Mayentíes, vecino de la urbanización La Belisa, tenía 24 años de edad cuando ocurrieron aquellos sangrientos hechos. Él trabajaba en la Petroquímica y su jefe era un primo de Douglas Bravo, Simón Bravo, quien lo comisionó para que ese sábado fuera a La Guaira a llevar uno de sus ingenieros que padecía una penosa enfermedad. “Al siguiente día, bien temprano regresé a Puerto Cabello por Bejuma y desde el aeropuerto Bartolomé Salom, donde nos dejó el autobús, me vine a pie hasta el centro de la ciudad donde vivía mi madre y pude ver atrocidades que aún ocurrían a esa hora”. En investigaciones posteriores las autoridades relacionaron aquel viaje relámpago de Mayentíes con Douglas Bravo, siendo detenido una semana después y durante mucho tiempo objeto de persecuciones. En cuanto a lo sangriento de aquellos sucesos, él, al igual que la mayoría de los venezolanos, califica de criminal y negligente la actuación del coronel Alfredo Monch, designado por el gobierno de Rómulo Betancourt para retomar Puerto Cabello.“Él llevó a los soldados a la emboscada rebelde en la esquina de La Alcantarilla y también es responsable de la represión militar que indistintamente se desató contra la población civil”.
Es interesante leer esta "crónica" ahora, años después.. .Leer la reseña del acto heroico de los soldados que fueron emboscados y de la actuación del Padre Luis María Padilla. Vale la pena pensar en la frase donde se acusa al Coronel Monch de "criminal y negligente" al llevar a la tropa a la emboscada, como si fuese el autor de la emboscada. Vale la pena pensar si esa emboscada fue, o no, similar a la del tristemente celebre Puente Llaguno, donde "aparentemente" actuaron algunos de los mismos personajes. Vale la pena.