2015/12/14

236439.- Epónimos de Promociones FAV

12 DE DICIEMBRE DE 1932 : ÚLTIMO VUELO DE VILLEGAS.
Escribe Don Florencio Gómez Nuñez en su libro "MIS APUNTES SOBRE LA AVIACIÓN VENEZOLANA". 1970.
" El Teniente Piloto Antonio María Villegas nació en Ciudad Bolivar en 1898. Ingreso como civil en el primer contingente a curso de pilotaje en la Escuela de Aviación Militar el 22 de noviembre de 1920.
Constituyéndose de esta manera en uno de los Pioneros del grupo de hombres que concurre a esa Casa de Estudios en el mismo momento de comenzar sus actividades.
Venía Villegas de ejercer la docencia en la Escuela "Felipe Guevara Rojas", que entonces funcionaba en la Avenida Bolívar de Maracay, frente a la Plaza Girardot.
Su condición de maestro le ganó entre sus compañeros de estudios militares y toda la colectividad maracayera, el cariñoso apodo de "El Bachiller", como le solían llamar.
De temperamento vivaz y resuelto, Villegas era además inteligente, servicial y humanitario, por lo que en el más cabal sentido de expresión fue un amigo y un camarada.
Estas virtudes las completaba con las de buen piloto, audaz y al mismo tiempo seguro.
Participó en numerosas misiones, algunas de ellas de historica importancia : volo el 13 de agosto de 1929, en la primera acción belica de la Aviación Militar Venezolana, piloteando un Breguet 19 y llevando como observador al Capitán Robert Guerin, ese día, despegaron de Maracay con destino a Cumaná, Estado Sucre, atacarón a los sediciosos reductos del desembarco del vapor Falke y evitarón con su fuego aéreo la toma del Castillo de San Antonio, posición defendida por el General Enrique Tovar. Igualmente, participó en la Escuadrilla de tres Breguet 19, que sobrevolarón por primera vez, en 1930, las "Cinco Aguilas Blancas" de la Sierra Nevada de Merida.
El 12 de diciembre de 1932 despega Villegas a las 2 de la tarde de Tucacas, Edo Falcón, con dirección a Maracay, donde se encontraba desde tres dias antes, en compañía de los mecánicos Charles Guivy, Juan Hurtado y Tulio Valencia y del radiotelegrafista César Muracciole.
El avión Farman 190 piloteado por Villegas, estuvo en Tucacas llevando mecánicos y repuestos para la reparación de un avión, cuyo motor se dáño, por lo que se vió obligado a aterrizar de emergencia allí.
Cumplida su misión. Villegas emprende su regreso a Maracay.
A la altura de El Palito se encuentra con un tiempo lluvioso y de bajo techo, lo que impulsa a Villegas a desechar la entrada por Las Trincheras y proseguir más bien por la costa, con la esperanza de encontrar un claro en la Serranía para alcanzar los Valles de Aragua.
A las tres de la tarde el radiotelegrafista notifica a los hangares que están volando a ciegas dentro de un tiempo infernal y que el piloto ha resuelto tomar altura. Después de esta comunicación, no se tuvieron más noticias.
Transcurrido un tiempo en tales condiciones, la preocupación nos comenzó a embargar a todos. En los hangares anocheció sin informe alguno del avión, disponiéndose iniciar la búsqueda por toda la costa con seis aviones desde tempranas horas del dia siguiente.
Se rastreó minuciosamente la zona ese día sin éxito alguno. Al otro dia, se continuó la labor de búsqueda, esta vez con ayuda de comisiones terrestres. El registro se extendió hasta Cabo Codera por aire y desde Turiamo hasta Choroní por tierra, penetrando la montaña. Tampoco hubo suerte.
Al tercer día de infructosos intentos, dos campesinos de Choroní, cuyas viviendas tenían vista al mar, reportaron haber divisado desde lo alto de sus conucos, como a las 3 y 30 de la tarde del 12 de diciembre, "un avión que cayó al mar dando vueltas entre la lluvia".
A pesar de que tal información nos causó escepticismo, sin embargo, se enviaron comisiones en botes al sitio señalado por los agricultores. Conjuntamente, se intensificaron las incursiones a lo largo y ancho del todo el sector considerado crítico. Ni una ni otras comisiones encontraron rastros del avión o de sus tripulantes.
Diez dias después recibimos informaciones de Chichiriviche, en el Estado Falcón, de que en una playa del Golfo de Cuare habían aparecido un tubo de metal y una lámina de madera unidos a una rueda con su caucho. Inmediatamente, se despachó una comisión de pilotos y mecánicos al lugar con el objeto de verificar el hallazgo y determinar su procedencia. Sometidos los objetos a minuciosa experticia, se comprobó que los restos localizados eran los del Farman 190.
La pista que condujo a esclarecer este extraño accidente, la dió la "pierna" del tren de aterrizaje pegada a su rueda. En esta forma se pudo identificar plenamente la nave siniestrada por el numero del serial inscrito en esa pieza. Otro detalle importante fue el hallazgo de una cadena del reloj perteneciente a César Muracciole, fijada en un gancho de la tabla. Estas piezas del avión fueron arrastradas por el Mar hasta Chichiriviche con dirección Este-Oeste.
Al cumplirse un mes del accidente, realizó una Escuadrilla de tres aviones un vuelo llevando coronas de flores para ser lanzadas al mar frente a las costas de Choroní, como señal de homenaje póstumo a los compañeros desaparecidos.
Ninguna otra señal del avión y sus ocupantes, apareció jamás. Aquella desaparición de Villegas y sus acompañantes, nos causó a todos una profunda pena, pues eran muy apreciados en todas las esferas de nuestra Aviación.
La Fuerza Aérea Venezolana, en recuerdo y honra del Teniente Antonio María Villegas, lo designó Epónimo de la Promoción de Alféreces Pilotos egresada de la Escuela de Aviación Militar, el 5 de Julio de 1950 ".
 Promoción "Teniente Piloto Antonio Maria Villegas" :

Hernandez Urdaneta, Raúl José
Garcia Segura, José de Jesús
Blanco, Francisco Javier
Guerrero Zambrano, César Alberto
Oropeza Hernandez, Juan Antonio
Sucre Poveda, Rafael José
Robayo Quintero, Daniel Enrique
Pernia Arellano, José Inocente
Quintero Gonzalez, Hugo César
Martinez Rodriguez, Domingo Antonio
Ferrer Barrios, Julio Alfonso
Castillo Mendez, Ramón Domingo
Rodriguez Ravelo, Héctor
Paiva Paiva, Carlos Ernesto
Casanova Tapias, Gabriel Arcángel
Prieto Garcia, Antonio Ramón

Promovidos al grado de Alféreces Pilotos el 5 de Julio de 1950, y ascendidos a Subtenientes (Av) el 5 de Julio de 1952.

 Otra foto del Teniente Piloto Antonio María Villegas.
Foto de Jose Luis Ochoa Vargas.
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263438.- Doña Barbara

Enrique Viloria Vera:

 Doña Bárbara y el 6D en venezuela

Mensajepor redaccion » 13 Dic 2015, 13:14
 ND


Algún día será verdad. El progreso penetrará en la llanura y la barbarie retrocederá vencida. Tal vez nosotros no alcanzaremos a verlo; pero sangre nuestra palpitará en la emoción de quien lo veaRómulo Gallegos



Rómulo Gallegos se definía a sí mismo como “un intelectual prestado a la política”. Paradójicamente ese préstamo fue de lo más fructuoso; el escritor desempeñó cargos y posiciones relevantes en el ámbito político, antes de ser elegido Primer Mandatario Nacional. La carrera política del escritor es tributaria de su escritura. Recordemos que fue su novela Doña Bárbara, la génesis de su ingreso a la política nacional. Después de haberla leído, fue tanto el beneplácito de Juan Vicente Gómez que decidió nombrar a Gallegos senador por el Estado Apure - territorio de las andanzas y correrías de Doña Bárbara, la Cacica del Arauca - que muy bien conocía el novelista. Con innato olfato político, Gallegos se sale del entuerto, huyendo al exterior para alejarse de “una comunidad rudimentaria que no puede vivir sino a la sombra del jefe”. 



Doña Bárbara ha sido con toda razón vista como una novela costumbrista donde la civilización y la barbarie están en permanente conflicto y el llano es el escenario ideal para los personajes que encarnan una, Santos Luzardo y otra, Doña Bárbara. En esta oportunidad, empero, queremos poner el énfasis en el carácter idiosincrásico de esta obra en la que se hace palmariamente presente una manera de entender al país – el de principios del siglo XX y el del XXI, hélas - a sus usanzas políticas, a sus prácticas sociales. Excelente es el ojo analítico del novelista para transmitir la triste realidad de pueblos y gentes de la Venezuela recóndita.



En lo concerniente a los olvidados pueblones que ensombrecen el paisaje venezolano, Gallegos describe: “Escombros entre matorrales, vestigios de una antigua población próspera; ranchos de palma y barro esparcidos por la sabana; otros; más allá, alineados a orillas de una calle sin aceras y sembrada de baches; una plaza, campo de yerbajos rastreros a la sombra de tiñosos samanes centenarios; a un costado de ella, la fábrica inconclusa – que más parecía ruina – de un templo que habría sido demasiado grande para la población actual, y finalmente algunas casas de antigua y sólida construcción, las más de las ellas deshabitadas, algunas sin dueño conocido; una población cuyas principales familias habían desaparecido o emigrado (…) esto era el pueblo cabecera del Distrito”. No menos dramática es la situación de los pobladores que van quedando: “…estos del pueblo llanero eran tristes, melancólicos, aniquilados por la leucemia palúdica. Mujiquita, especialmente, era una verdadera lástima: los bigotes, el cabello, las pupilas, la piel, todo parecía tenerlo empolvado, con aquel polvo amarillo que alfombraba las calles del pueblo (…) No era desaseo, propiamente; era pátina, marchitez palúdica y soflama del alcohol”.



El escritor se adentra en la realidad del latifundio, esa abominable institución que ha caracterizado a Venezuela desde sus inicios como nación. Latifundio y terrofagia desvelan un país de terratenientes inmorales que no desperdician ningún artilugio jurídico para incrementar los límites de sus interminables haciendas. Los linderos en el llano se mueven de acuerdo con la voluntad del latifundista, El Miedo de Doña Bárbara crece y crece a expensas de los hatos aledaños, en especial, con las tierras de Altamira, la cada vez más reducida hacienda de Luzardo. Doña Bárbara ironiza: “pero si yo no soy tan ambiciosa como me pintan. Yo me conformo con un pedacito de tierra nada más: el necesario para estar siempre en el centro de mis posesiones, donde quiera que me encuentre”.



Porque es que en el llano impera sólo la “Ley de doña Bárbara”, hecha a su medida de acuerdo con sus pasiones e intereses. Para hacerla cumplir están los matones a sueldo, los sicarios oportunos, los círculos armados que acompañan al poder, los Mondragones, Melquíades El Brujeador. Gallegos recoge esa violenta realidad de sangre y balas, de machetazos y cicatrices, donde los derechos se defienden con la fiera ley de la barbarie: la bravura armada.



Comarcas sin justicia – “porque reclamar derechos no es tan fácil como aparece en los libros” - en las que además, por si no fuera poco, se confunde el poder civil con el militar. Ño Pernalete, es el vivo retrato de esa manera de gobernar que aún debemos soportar los venezolanos, esta perniciosa alianza cívico - militar: “Se parecía a casi todos los de su oficio, como un toro a otro del mismo pelo, pues no poseía ni más ni menos que lo necesario para ser Jefe Civil de pueblos como aquél: una ignorancia absoluta, un temperamento despótico y un grado adquirido de correrías militares”, lo que llevó a Ño Pernalete, el Coronel de utilería, a estallar en cólera:



“¡Esto no se queda así! Alguno va a pagar la altanería del doctorcito ese. ¿Venir a hablarme a mí de leyes!” 



Gallegos denuncia el maridaje perpetuo existente en Venezuela entre el poder político y el económico, entre los enchufados. Doña Bárbara es intocable, a su casa no llegan circulares gubernamentales, ni citaciones judiciales, ni avisos oficiales de ningún cuño. De ser el caso, todo será amañado, negociado, cambiado según el interés de la Doña, a fuerza de dinero, regalos y agasajos, porque ninguna ley es más poderosa que la voluntad del potentado.



El novelista subraya también la ausencia de iniciativa económica del venezolano, la enfermedad holandesa que lo carcome, el rentismo que se anidó para siempre en la conciencia ciudadana: “Duro es decirlo, pero el llanero no ha hecho nada para mejorar su industria. Su ideal es convertir en oro todo el dinero que le caiga en las manos, meterlo en una múcura y esconderlo bajo tierra: Así hicieron mis antepasados y así haré yo también, porque esta tierra es un mollejón que le embota el filo a la voluntad más templada”. 



Sin embargo, el gran tema que plantea Gallegos en Doña Bárbara es el del caciquismo, el del caudillaje permanentemente anclado en nuestra idiosincrasia, en nuestro imaginario: esa imperiosa necesidad de contar con seres indispensables que todo lo saben y todo lo pueden. Santos Luzardo tiene plena conciencia de que su lucha civilizadora es contra las aspiraciones del Hegemón, contra el HíperLíder del llano, contra el Caudillo de turno, contra el Cacique sacrosanto. 



El 6D, las elecciones parlamentarias venezolanas, le acaban de conferir razón y justicia al Maestro Gallegos; el pueblo mayoritariamente votó para que los caudillos, los Comandantes Eternos no sigan viviendo y sean un triste recuerdo de una revolución hablachenta e ineficiente.