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La experiencia de los adultos mayores debe ser objeto de mayor interés y atención por parte de la sociedad en general.
No sólo porque por que son cada vez más numerosos, sino también por su sensibilidad ante las situaciones sociales y por que requieren de lo mejor de la condición humana de su entorno, para superar las necesidades que presentan.
La idea de desarrollar este tema surgió durante la entrevista que sostuve con una cliente que me pidió reservara su nombre. Después de analizar y reflexionar sobre lo conversado llego a las siguientes conclusiones: Todos los seres humanos necesitamos sostener una relación afectiva con los demás, y cuando un adulto mayor busca a alguien y descubre que nadie está disponible, que nadie satisface sus necesidades, que nadie se ocupa de el de manera sincera, que a nadie le importa o que nadie lo espera dispuesto a compartir afectos, se inunda de una profunda tristeza y un vacío en el alma, que le duele y lo hace sufrir.
El ser humano es un ser social, que necesita de los demás para poder vivir; y durante la vejez puede experimentar con mayor intensidad la soledad, ya que esta etapa de la vida casi siempre va acompañada de pérdidas, como el trabajo, el cónyuge, el status social, y algunas capacidades físicas. Pero hay que reconocer que no todas las personas mayores se sienten solas. La soledad la acusa apenas un 8% del universo, cifra que no se puede subestimar, si pensamos en la difícil experiencia que cada una tiene que afrontar.
La soledad surge, de la tendencia de todo ser humano a compartir su existencia con otros. Si esto no se logra, surge el sentimiento de estar incompleto. En la soledad, el ser humano añora la fusión otras personas y desea la comunicación para poder subsistir o lograr intimidad. Por eso, la soledad aparece solamente cuando el sujeto no halla “otro” con el cual complementarse.
Por eso, cuando una persona busca a alguien y nadie está disponible para ella, nadie satisface sus necesidades, nadie se ocupa de ella, a nadie le importa, o no hay nadie que la espere, se inunda de pena y vacío. Cuando no puede establecer ese contacto que le permite ser quien es, aparece el convencimiento de estar excluido de ese mundo de interacciones tiernas y profundas, que todos creemos que los demás disfrutan.
Pero gracias a Dios, no todas las personas mayores están solas y abandonadas. Haz tu parte, cuida y atiende los viejos de tu familia para que no formen parte del 8% que sufre, háblales, escúchalos, pregúntales, visítalos, quiérelos y tócalos, ellos lo necesitan y se lo merecen.