2012/07/21

Cinco reglas para tratar a los adolescentes

Los expertos señalan una serie de pautas para una buena convivencia cuando los hijos llegan a esta difícil etapa de desarrollo

Laura Peraita ABC, España

Día 21/07/2012 - 02.00h

Cinco reglas para tratar a los adolescentes

Los padres deben hacerles partícipes a sus hijos adolescentes de las cuestiones familiares

Adolescencia. Esa etapa vital tan temida por los padres y tan ansiada por los hijos como paso previo para sentirse más libres y adultos. Cuando llega el momento, una de las mayores quejas de los padres es la falta de comunicación con los jóvenes y, por tanto, la incapacidad de hacerles entrar en razón, ante una creciente rebeldía.

En un intento de tender la mano a las familias inmersas en esta, casi siempre, complicada etapa natural del desarrollo humano, Sara Pérez-Tomé, directora del Gabinete de Sophya, resume en cinco las claves para tratar a los adolescentes.

En primer lugar apunta que hay que darles la oportunidad de ser responsables y delegar en ellos para que sepan que tienen la confianza de sus progenitores. Para ello, esta experta propone algunos pasos tan sencillos, pero tan eficaces, como que se responsabilicen del cuidado de un hermano pequeño, que le explique una materia en la que necesite ayuda o que realice alguna gestión personal en lugar de que la hagan los padres.

Segunda regla: haga que participe en la vida familiar. El adolescente debe formar parte de las discusiones, alegrías y preocupaciones de la familia. Es muy fácil caer en el error de no comunicarles una adversidad —un problema económico, enfermedad de un pariente...— para que el joven no sufra. Antes o después se enterará por alguien ajeno y se sentirá engañado o fuera del grupo familiar. Las muestras de confianza nunca caen en saco roto.

En tercer lugar hay que comunicarles cómo nos sentimos, tanto las alegrías como las tristezas, dificultades... Es una buena fórmula para establecer un verdadero diálogo.

Otra regla consiste en exigirles en el plano moral y social y ser inflexibles ante la mentira o la incorreción ante otras personas. Si pasamos por alto un incidente lo percibirá como que no nos importa.

Por último, es imprescindible que tanto el padre como la madre formen un frente unido de batalla en la misma línea de exigencia.