2015/10/15

263384.- De parte de quien?


El azuzar la guerra civil...
ALEJANDRO ANGULO FONTIVEROS | EL UNIVERSAL
jueves 15 de octubre de 2015 12:00 AM

Einstein, en 1936, preguntó a Freud en una carta: "¿Qué puede hacerse para evitar a los hombres el amargo destino de la guerra y protegerlos de sus estragos?". Y respondióle el genio del psicoanálisis:

"Esta guerra me recuerda dos tesis del psicoanálisis que contribuyeron a su impopularidad. Del estudio de los sueños de personas normales, el psicoanálisis concluyó: Tesis de los impulsos destructivos inconscientes reprimidos, los impulsos primitivos, salvajes y malignos de la humanidad no han desaparecido en ninguno de sus individuos sino que persisten, aunque reprimidos, en el inconsciente, y esperan las ocasiones propicias para desarrollar su actividad. Tesis de la debilidad del Yo. Nuestro intelecto es débil, juguete de nuestras inclinaciones pulsionales y afectos, y que todos nos vemos forzados a actuar inteligente o tontamente según lo ordenan nuestras actitudes emocionales y resistencias internas.
Si repara usted en esta guerra -las crueldades e injusticias causadas por las naciones más civilizadas, el diferente criterio con que juzgan sus propias mentiras e iniquidades y las de sus enemigos, la pérdida generalizada de toda visión clara de las cosas-, tendrá que confesar que el psicoanálisis ha acertado en esas dos tesis".

Los neonazis reaparecen por doquier en el mundo. La intolerancia signó el accionar de los nazis y blasonaron de ser superiores, por lo cual eran y son ellos –y nadie más– quienes deben gobernar en jefe. La intolerancia causa odio y cuando este tósigo infecciona los pueblos llena de horror la mente y el alma de quienes lo padecen. Aparte de estar roídos por esta terrible pasión, el odio enerva su mentalidad e impulsados por la furia sibilina del "Thanatos" o instinto agresivo de muerte, se destrozan entre sí en todas partes del orbe. La iracundia crece en insania y muchos, en la vorágine de la cólera, acarician el ensueño de energúmenos de que la guerra no los afectará.

Por todo eso está ahíta en sangre la siniestra figura de los meneurs o instigadores o sugestionadores o azuzadores o íncubos o demonios. Nada peor que los azuzadores de súcubos o sugestionados y multitudes a la violencia, sea por móviles religiosos o políticos. La ciencia del Derecho penal asigna una gravedad inmensa a los delitos de muchedumbres, por el instantáneo y tenebroso ascendiente del azuzador de unos contra otros: un solo grito causa asesinatos en serie.

Cualesquiera conflictos se dirimían de antiguo al través de la violencia física más terrible. Y pese a que tal compulsión por aniquilar a los antagonistas respondía a instintos muy consolidados en los seres humanos, estos fueron comprendiendo que mejor era disminuir esa enorme agresividad e ir haciendo los conflictos menos enconados y hasta susceptibles de ser solucionados por medio del diálogo. La guerra por la fuerza bruta y las armas cedió campo a la confrontación jurídica, cuya arena entronizó el debate ideológico y posterior arreglo civilizatorio. La actuación ajustada al Derecho sólo implicaba combates en los estrados y con armas legales. Se vino configurando la democracia como el sistema ideal de gobierno que exalta la libertad; pero también la limita con la ley. Cicerón enseñó que "Somos siervos de las leyes para poder ser libres" (Legum servi summus ut liberi ese possumus).

Todo ciudadano cabal debe saber, entender y aceptar que las normas democráticas son obligatorias y únicamente son modificables por los procedimientos establecidos al efecto y que, desde luego, excluyen el uso de la fuerza o la denominada por los griegos jeirocracia o política de los violentos y de la violencia: hasta la objeción de conciencia está condicionada a que no se afecte el bien común o telos o fin último y más importante del Derecho. Hay que obedecer las reglas aceptadas por consenso. Es inicuo el aceptar los beneficios de la democracia y no respetarla, según Rawls y Peces. La guerra civil es entre compatriotas y aun enfrenta padres, hijos y hermanos. El mismo Cicerón aseveraba que "Cualquier género de paz entre los ciudadanos me parecería preferible a una guerra civil". Es deseable un rearme moral que evite el hervor del odio, propiciador por antonomasia del éxito de quienes instigan a masacres fratricidas: son cobardes y tiemblan al ver manar la púrpura de un hombre; pero siembran con cizaña y lágrimas la historia y dejan una estela de luto y dolor en las naciones que, con su perversión hemofílica, hacen sangrar a cuatro arterias.

Si la guerra es de suyo incomprensible en los seres racionales, con mucha mayor razón lo es en el caso de la guerra civil, la más cruel y encarnizada de todas. Los pueblos –y máxime aquellos en los cuales haya una muy peligrosa proclividad a la violencia y guerra– deben elevarse a no caer en provocaciones y a instaurar la paz.

Empero, el consuelo es que a veces la guerra hace madurar a los pueblos: el dolor hace recapacitar. Acaso por ello ha expresado Humberto Eco que la guerra podría producir cultura...

http://aaf.yorga@gmail.com


ANOTACIONES DEL BLOG:
Quienes fomentan las guerras civiles en otros estados?
Es posible estimar las bajas de una guerra civil?
Es posible estimar la duración de un conflicto de este tipo?
Preguntas y respuestas con las que no se debe jugar...
Son parte de un juego de nunca acabar...
Generalmente, quienes las inician no las ven terminar...
Siempre las guerras son de los demás, mas no estas... aquí no hay "demás"...
Los "demás" no fueron quienes las hicieron posibles...
Los "demás" no serán quienes la sufran en carne viva...
El "frente " no tiene lugar geográfico, es omnipresente.
Responsables somos "TODOS", nadie se puede sustraer...
La debacle nos puede alcanzar.