Toque de queda
PEDRO BERNARDO CELIS | EL UNIVERSAL viernes 17 de enero de 2014 12:00 AM
El más largo y reciente toque de queda oficial vivido en Venezuela, se extendió por diez días desde el 28 de febrero de 1989. Fue derivado de una conmoción interna. La terapia de choque utilizada por el gabinete del entonces presidente Carlos Andrés Pérez causó desasosiego, desabastecimiento, desempleo e inflación en muy corto tiempo. El aumento de la gasolina y el subsecuente incremento ilegal de las tarifas de transporte fueron el detonante de una revuelta popular, aparentemente espontánea. La situación original de protesta derivó rápidamente en actos delictivos masivos hacia comercios de todo tipo. Las fuerzas policiales fueron desbordadas por los saqueadores. Se declaró una emergencia nacional y un toque de queda que se mantuvieron, en efecto, por apenas diez días.
Hoy en día, los venezolanos vivimos bajo un permanente toque de queda que año a año se hace cada vez más imperativo y obligatorio. Este toque de queda, no declarado y no oficial, es impuesto por el hampa. Ellos se aseguran de que mueran 3 personas por hora, unas 24.000 personas al año. No se trata de un simple estado de conmoción interna. Se trata de una guerra con una mortandad comparable a la de la actual guerra civil en Siria. Pero las muertes violentas son apenas la punta del iceberg. Representan una estadística que es difícil de ocultar debido a que hay cadáveres, deudos, y huérfanos de por medio. Contamos, además, con una cantidad totalmente desconocida de otros tipos de crímenes violentos. Tenemos secuestros en su modalidad tradicional y exprés, violaciones, robos a mano armada, hurtos, y hasta burundanga. El toque de queda lo acatamos los ciudadanos temerosos de que nos maten por unos zapatos o por un celular. Lo acatamos los padres que obligamos a nuestros hijos al encierro en casa para que no se expongan a la violencia en las calles. Lo acatan los policías, que no cuentan con el apoyo gubernamental requerido para cumplir con su deber y su razón de ser. Lo acatan los carceleros, que se mimetizan con los malandros para sobrevivir y ganarse la vida en cada cárcel venezolana. Lo acatan los fiscales, que prefieren perseguir la protesta que perseguir el crimen.
El toque de queda impuesto por el hampa se refleja en cines y centros comerciales vacíos. En tiendas que cierran cada vez más temprano. Se refleja en autopistas y calles anormalmente vacías en la noche. Se refleja en fiestas con horario matiné. Se refleja en personas durmiendo donde los agarre la noche. Se refleja en oficinas vacías donde nadie se atreve a quedarse a trabajar hasta tarde. Los padres nos debatimos entre tratar de ofrecer a nuestros hijos algo parecido a la infancia y juventud que disfrutamos, o imponerles la cárcel que nosotros mismos nos imponemos a diario. La pantalla plana, el DVD, el WiFi, el celular o la tableta nos compran algo de tiempo para mantener a los adolescentes, distraídos, en casa, a salvo. Un kit para quedarse a dormir en las casas donde sea la siguiente fiesta, nos permite que nuestros hijos socialicen en un ambiente seguro. Una maletica de mano con colchón inflable, bolsa de dormir, muda de ropa con cepillo de dientes y todo, evita que nos acribillen en el carro con nuestros hijos en mitad de la noche.
La terrible muerte violenta de la bella Miss Venezuela 2004, Mónica Spear (QEPD), ha hecho que los ciudadanos reevaluemos y concienticemos la muerte violenta de 24.000 venezolanos. Ella fue acribillada junto a su pareja, protegiendo a su hija, mientras estaba de vacaciones, en un carro normal y corriente. Mónica podría haber sido cualquiera de nosotros. Pero es que olvidamos fácilmente que como Mónica, hubo 24.000 más, solo en 2013. El asesinato de Mónica Spear ilustra perfectamente la pérdida de los valores humanos del venezolano. 3 muertes por hora confirman que en Venezuela no hay respeto a la vida. Quince años de régimen chavista han quintuplicado las muertes violentas en el país. Esta sola estadística apunta a una política gubernamental que utiliza al hampa como vehículo político de control social. En un marco de terror, de ausencia de derechos humanos, de irrespeto a la esencia humana, el ciudadano es fácilmente manipulable, perseguible y liquidable impunemente. El régimen castro-comunista logra así mantener su poder sin ensuciarse las manos.
En el marco del pensamiento sistémico, el toque de queda autoimpuesto por el ciudadano para preservar su vida y la de sus seres queridos es la respuesta natural de la sociedad contra un Estado forajido que incumple con su responsabilidad básica. El régimen sistemáticamente dirige su furia hacia quienes lo adversan políticamente y trata con guantes de seda a quienes asesinan a 3 venezolanos por hora. Es así que en Venezuela, mantener el poder es más importante que la vida de un ciudadano, y el policía se dedica a proteger al enchufado chavista únicamente. Al ciudadano de a pie no le queda otra que acatar el toque de queda impuesto por el hampa.
@ProfPBCelis pbcelis@usb.ve