2007/03/24
Fuegos Fatuos
Se da el nombre de Fuegos fatuos, o "ignus fatuus", a la luz tenue que a veces puede verse en los pantanos y ciénagas en las noches de calma tras la puesta de sol. Conocidos también como candelillas, luces malas, víbora de fuego (la cobra-do-fogo brasileña). El nombre común en todo Brasil es "toitatá" y equivale a la "ronde des lutins francesa" o ‘luz loca alemana’ o farol de los Andes en Argentina y Uruguay, aparecen como luces mortecinas de color borroso azulado, rojizo, verdoso o amarillento flotando en el aire y su explicación química reside en los gases pantanosos combustibles, sobre todo metano, inflamados por el fosfuro de hidrógeno producido por la descomposición de la materia orgánica.
Una leyenda popular rusa describe los fuegos fatuos como el espíritu de niños que han nacido muertos revoloteando entre el cielo y el infierno; en varios países americanos se habla de las “almas en pena” y el folclore inglés los personifica como diablillos o duendes que atraen a sus víctimas hacia el peligro de los pantanos. De ahí que hayan pasado a significar tanto una luz engañosa como un proyecto utópico o inalcanzable.
Estas personificaciones son lo bastante antiguas como para que Shakespeare las empleara en Enrique IV, cuando Bardolph, a causa de su nariz, es considerado un fuego fatuo errante o un reguero de pólvora.
En nuestros días pareciera como si viviésemos de continuo en presencia de fuegos fatuos de muy diversa índole, y la tradición de nuestro pueblo nos presenta cada cinco años un nutrido grupo de ellos que, como siempre, al dispersarse los gases solo quedan en la memoria, que por lo demás parece ser tan frágil como para permitir que pasados los cinco años tengamos los mismos fuegos pero de distinto color.
Resentimiento
Resentimiento dice el diccionario que es un sentimiento de rabia o enojo hacia alguien o algo, por sentirse perjudicado. Y este resentimiento parece que es una cadena sin fin pues si por sentirnos perjudicados, actuamos en consecuencia, y lo que hagamos perjudica a otras personas, culpables o no, esas personas actuaran en la misma forma y lo que finalmente conseguiremos es un estado general de resentimiento difícil de dominar.
Resentimiento es lo que sentimos cuando a las horas pico del trafico, en los momentos en que tenemos que buscar a los muchachos en el colegio, o cuando necesitamos llegar a tiempo al trabajo, nos encontramos con que hay una sola vía porque a esa hora es cuando están pintando las rayas de la avenida, o los brocales, o están rompiendo el asfalto recién echado para colocar las tapas de visita.
Resentimiento es lo que sentimos cuando no podemos transitar por nuestras calles y avenidas, por alguna de las “tomas” que democráticamente hacemos para dejar ver nuestro resentimiento.
Resentimiento es lo que sentimos cuando algún resentido destruye los bienes de la nación, o de empresas particulares en nombre de su propio resentimiento o del que siente quien lo está manipulando.
Resentimiento el que sentimos cuando el tiempo se pasa y las soluciones a los problemas más nimios se convierten en empresas colosales imposibles de alcanzar.
Resentimiento el que sentimos cuando nos utilizan, cuando nos prometen villas y castillos, y a la final seguimos igual, o peor, que antes.
Resentimiento es el que sentimos cuando quien debe atendernos por ser un servidor publico o por desempeñar esa función en empresas particulares, paga con nosotros su propio resentimiento
Resentidos de los resentidos; no importa que estemos arriba o abajo, no importa lo que creamos ser.
La única realidad es el resentimiento y lo malo es... que lo aceptamos.
Que maravilla de Posaderos
Que maravilla poder alojarnos en un sitio donde la amabilidad, la cortesía y la atención personal no han dado paso a la fría recepción impersonal donde solo somos un fulano mas que debió llegar ayer y que nos está haciendo trabajar mas de la cuenta.
Que maravilla cuando se nos pregunta que queremos para desayunar y nuestra respuesta se hace parte de un milagro gastronómico donde no se escatima pensando en la menudencia sino que se es prodigo en función de pronto y constante regreso.
Que maravilla cuando los anfitriones permanecen con nosotros hasta quien sabe que horas, entretejiendo la conversación, siendo maestros de ceremonias tras bastidores, manteniendo el fuego del momento, estando sin hacerse notar, adivinando sin requerir pedidos.
Que maravilla encontrar personas que hacen de los servicios de hotelería una profesión bonita, llamativa y ciertamente rentable.
Que maravilla que podamos ofrecer en todos los rincones de nuestro país este tipo de servicio y lo más maravilloso es que casi todos conocemos al menos uno de estos lugares, y recordamos con cariño el nombre de sus dueños, y siempre estamos dispuestos a recomendarlos.
Cuantas Adas, Carlos, Luises, Gerardos, Carolinas, Héctor, Rangeles y pare de contar, conocemos que están dedicados de alma vida y corazón a ofrecer un servicio de posadas y hospedajes que no le envidian nada a nadie, sino que por lo contrario son ellos motivo de envidia porque alcanzar sus niveles de eficiencia no es cosa de un día para otro, ni todo el mundo tiene el ángel que se necesita para conjugar lo esfuerzos y mantener el negocio en la cima.
Que maravilla para todos nosotros poder contar con esta gente, con G mayúscula, que animados por un deseo gigantesco de hacer las cosas bien, trabajan día a día y con su trabajo demuestran que país turístico no existe si no existe una infraestructura de servicio en la mente de quienes trabajan en esa área.
Travesía de la Sierra
Gracias a la iniciativa de algunas personas que no pierden las esperanzas y trabajan con tesón, hemos tenido la oportunidad de muchos, oír y soñar, y otros menos, ejecutar, la caminata de travesía de nuestra Sierra Nevada.
Extraordinario reto que nos lleva a pensar en las motivaciones que el hombre ha tenido a través de los tiempos para ejecutar las más grandes hazañas; se escala una montaña simplemente porque está allí, porque al hacerlo disfrutamos de muchas cosas.
En primer lugar porque la travesía es el producto de una planificación y programación que ha puesto a prueba nuestras capacidades organizativas.
Disfrutamos los detalles de la preparación, que nos enseñaron a confiar en el resto de los integrantes del equipo, y si por casualidad nos aventuramos solos, el hecho de acercarnos hasta quienes conocen la zona, para así aprender de ellos, nos da la ocasión de conocer a montañistas que, como nosotros, llevan la montaña dentro y siempre es grato aprender de ellos.
Finalmente, la ejecución; tragar duro y arrancar con paso firme, tomarle metro a metro a la montaña; disfrutar del aire que poco a poco se adelgaza haciéndose cada vez mas frío y del que solo gracias a que nuestros pulmones han sido
entrenados y aclimatados logramos tomar el hálito de vida.
Esforzarse en una marcha ascendente y continuada; luchar con los pensamientos negativos; gratificarnos por alcanzar esa próxima colina, por divisar esa laguna; adivinar la sensación que nos producirá el tocar la nieve, aspirar el frailejón que hemos colocado entre la camisa y carne para darnos calor.
Afirmar la maravilla de nuestras viejas botas que a fuerza de caminatas son unos guantes; sentir a nuestra espalda los hoy 15 mil gramos y, por sobre todas las cosas, la voluntad de no cejar, de demostrarnos que sí podemos llegar, que lo vamos a hacer, que lo estamos haciendo y que así seguiremos mientras mantengamos un hálito de vida.
Siempre agradeceremos a quienes estimulan este tipo de actividad pues incentivan a quienes, en la montaña, encontramos razones para sentirnos vivos, demostrando que todas las metas que nos propongamos son alcanzables si el esfuerzo que les dedicamos es suficiente y mantenido...
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