Comunismo y bachaqueo
ELIDES J. ROJAS L. | EL UNIVERSAL
miércoles 16 de marzo de 2016 12:00 AM
¿Qué es socialismo? Le preguntaron a Fidel Castro hace algún tiempo. Contestó rápido: es comunismo, ni más ni menos. Es la misma cosa. Así que a los fines de esta nota, y como a toda Venezuela le consta, hablaremos de comunismo. Lo que vivimos. Pues salvo alguno que otro dislate del gobierno, los lineamientos fundamentales están planteados o en ejecución y los ciudadanos poniendo el pellejo. Claro, valga la aclaratoria, comunismo a la venezolana. Es decir, el más completo desorden.
No hay libertad de empresa, no hay libre cambio, hay pleno control del gobierno de todos los rincones de la economía, de las policías, de la inteligencia, de los militares, de la justicia, de la contraloría, del dinero, del presupuesto, de Pdvsa, de las regiones, del comercio. De las divisas. De todo. Si acaso hay algunos espacios, no se pueden utilizar completamente como es el caso de un Poder Legislativo ganado a punta de votos por la oposición, pero que el comunismo, con esa excelencia para la trampa, ha sabido neutralizar al punto de hacer que las acciones, decisiones y hasta decretos de la Asamblea Nacional queden para titulares de prensa. Hasta allí. Todo se reduce a bachaqueo y mercado negro. Como en la extinta por ruina total, la Unión Soviética o en la Cuba que coquetea con el capitalismo de la mano de Obama mientras mantiene a los cubanos bajo dieta de pasta de carne ligada con monte para rendirla.
Quienes han tenido la oportunidad de estar en la Cuba propiedad de los Castro han vivido en carne propia los dos mundos del comunismo. El de los privilegios para la cúpula del poder y sus allegados y el de las cosas buenas para turistas y visitantes del régimen. Fue así y sigue siendo así. Hay de todo, pero en el mercado negro y en poder de los bachaqueros. Y un bachaquero nunca trabaja solo. Tiene una organización fuerte, poderosa y al amparo de diferentes brazos del gobierno: policías, militares, distribuidores de alimentos de cadenas oficialistas. O, para variar, corrupción del sector privado que negocia también con el malandraje que nace, crece y se desarrolla bajo el esquema controlador y centralista de comunismo. En Cuba, por ejemplo, se consigue de todo con los bachaqueros del mercado negro. Desde tabacos finos hasta aguardiente. Todo lo que está negado a la población fluye entre paredes angostas, oscuranas y hasta con entregas a domicilio en los hoteles.
Solo observen cómo funciona en Venezuela. Algunos analistas consideran que más o menos unos cuatro millones de súbditos del comunismo chavista viven del bachaqueo. Luego la gran mayoría de la población compra sus alimentos y productos más caros de lo que valen o dice el gobierno que cuestan. Y otra parte, también muy numerosa no tiene más remedio que someterse a grandes colas bajo el sol porque sencillamente no tiene plata para comprarle a la otra mafia, a la de bachaqueros. Pero ambas mafias trabajan de la mano. Y el gobierno los deja asumiendo que es la clase media la que paga más y tiene con qué y así, de paso, le da trabajo a un montón de gente, aunque en la práctica se conviertan en chupasangres del necesitado. Ni el capitalismo más salvaje, pues.
Pregúntele a un bachaquero dónde compró lo que vende. Si es de confianza le dirá más o menos esto: Mercal, Pdval, a militares, a la policía, a empleados de los abastos privados, a empleados de las cadenas de farmacias. Un país totalmente corrompido. Eso es más que comunismo, mucho más que socialismo.
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