2010/12/26

IN MEMORIAM 26dic10

CARLOS ANDRÉS PÉREZ, IN MEMORIAM

La historia no ha tardado en reivindicarlo, mientras empuja al desprecio a la canalla que cebara sus rencores y ambiciones en su solitaria figura de tribuno. Su encarnizado enemigo no tendrá esa fortuna: morirá arrastrado por el desprecio universal. Como todos los tiranos.

Antonio Sánchez García

Sócrates  : Por tanto, tampoco si se recibe injusticia se debe responder con la injusticia, como cree la mayoría, puesto que de ningún modo se debe cometer injusticia.

Platón, Critón

Venezuela pierde hoy a uno de sus más importantes y trascendentales líderes históricos. Junto a Rómulo Betancourt, a quien acompañara desde su temprana juventud como secretario privado, para servirle luego como su mano derecha en una de las etapas más turbulentas y complejas de la vida nacional –la lucha contra la insurrección castro comunista durante la transición democrática – forma parte de la pléyade de hombres de Estado que construyeran la modernidad venezolana. Y situaran a nuestro país en el primer plano de la lucha internacional contra las tiranías de la región y el avance de la restauración democrática y la modernización socioeconómica y cultural de Venezuela y Latinoamérica en el mundo. Ocupa sitio estelar junto a los herederos de la generación del 28. Es, sin lugar a dudas, la figura política más relevante de la historia de la democracia venezolana tras Rómulo Betancourt. A su obra ambiciosa y pujante se debe el perfil de nuestra modernidad. A su tenacidad y porfía, el fortalecimiento de la democracia en la región. Fue un estadista a toda prueba. Y un demócrata ejemplar.

Si de sus ambiciones y propósitos hubiera dependido, Venezuela sería hoy el país líder de la región. Consciente de que su obra, interrumpida al término de su primer mandato, debía ser readecuada a los nuevos desafíos de la globalización y la modernidad, apostó por su más ambicioso proyecto: destrabar la sociedad venezolana de los atavismos y taras del clientelismo estatista en que la hundiera un falso concepto de estatismo socializante, compartido por todos los partidos como clave del sistema de dominación de su generación. De una osadía propia de grandes estadistas, creyó posible lograrlo con un equipo electo por su capacidad gerencial y su alto nivel profesional y técnico. Sin consideraciones a su juventud y a sus personales preferencias políticas.

Su muerte en el destierro demuestra que ese proyecto no fue caro a las élites ni a los factores de Poder que se le enfrentaran encarnizadamente, insensibles a la grandeza de sus propósitos y a la imperiosa necesidad de la realización de su proyecto histórico. Salvo muy notables y contadas excepciones, se le opuso el cacicazgo político,  el parlamento, la institucionalidad mediática, las academias, el aparato judicial en su conjunto y, desde luego, las fuerzas armadas. Un frente común contra la modernidad y el desmontaje de viejos privilegios, que sirvió la base de lanzamiento para la vasta empresa del golpismo cívico militar que infestó a todo el cuerpo social venezolano terminando por asesinarlo política y destruirlo material y espiritualmente. Su cosecha es esta tiranía, de la que previno con clarividente lucidez en su último mensaje a la Nación.

Fue un hombre admirable al que tuve el honor de conocer y apreciar. Conmovido por la grandeza ejemplar con que enfrentó la conspiración de la Venezuela oscura – hoy omnipotente en su despótica tiranía - y el estoicismo admirable con que supo enfrentar su injusto destino lo visité en varias ocasiones en La Ahumada, su casa convertida en prisión, acompañado de mi entrañable amiga Carolina Pérez, su hija. La última vez que lo visitara le llevé de regalo un libro que sabía expresaba sus más profundos sentimientos: el Critón, de Platón. En él, Sócrates, condenado a muerte, recibe en las vísperas del cumplimiento de su sentencia la visita de su amigo Critón, quien le pide huya y se salve, para bien suyo, de su familia, de sus amigos y de la República. A lo que Sócrates replica que no podría hacerlo y traicionar con ello los principios del acatamiento a la ley y al orden, que él ha predicado durante sus setenta años de vida.

La historia no ha tardado en reivindicarlo, mientras empuja al desprecio a la canalla que cebara sus rencores y ambiciones en su solitaria figura de tribuno. Su encarnizado enemigo no tendrá esa fortuna: morirá arrastrado por el desprecio universal. Como todos los tiranos.

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