Subiendo la montaña vamos, generalmente, siguiendo el cauce de algún riachuelo que baja desde lo alto de los montes; a veces es un pequeñísimo cauce, un hilo de agua que descubrimos mana del suelo curtido por el frio, otras es un cantarín riachuelo producto del drene de alguna de las muchas lagunas que allí duermen, encantadas entre cantos y frailejones. Nuestro estado, Mérida, gracias a Dios, esta lleno de lagunas, es el que mas lagunas tiene en el territorio nacional, y están ubicadas allá, arriba, lejos de la vida agitada de la ciudad, lejos de las personas que las ensucien y contaminen. Para llegar a ellas y disfrutar de su belleza hay que caminar horas por muy abruptos caminos, escalar riscos, bajar gargantas, acercarse a cuevas, buscarlas, sudar, empaparse de la lluvia y, por sobre todas estas menudencias, disfrutar de la caminata por crestas, valles, mesetas, que poco a poco, en un continuo atravesar de ventanas nos van llevando a ese instante de tiempo y lugar que es el primer avistamiento del embalse de agua. El momento es mágico, el sudor, el cansancio, el dolor de los mallugones, todo se olvida ante la agradable sensación que nos da la belleza que se avista. Sentimos el frescor de la briza o el frio de la llovizna y, embebidos en ese momento maravilloso, sentimos la alegría de vivir, de ser parte de un mundo que alberga tal belleza.
Esa sensación magnifica de logros alcanzados, internalizada, nos lleva a pensar que estamos allí !gracias a las ventanas!.-
Si son las de la montaña, las que tanto hemos buscado durante la subida, siempre al alcanzarlas nos han permitido estar a la vista del alfa y omega inmediato, estar en el punto exacto de ver nuestra ultima trayectoria y la posible nueva trayectoria. Otear hacia quienes nos anteceden y a los que, viniendo tras nosotros, de alguna manera estamos guiando por esa senda. Nada como la ventana de la montaña para demostrarnos que todos somos guías y gregarios, al mismo tiempo.-
En nada se diferencian estas ventanas naturales que encontramos en todas las sendas y caminos, de las ventanas que hemos ido creando para ese mayor camino que se llama vida. Preparamos a nuestros niños para ir aceptando mayores retos y les colocamos ventanas a su paso para que se evalúen, motiven y salten a por mas. Al adolescente le damos oportunidad para que intente formas y maneras, caminos, y consolide su carácter para afrontar las dificultades que, normalmente aparecerán en su vida y, en cada esquina, encontramos ventanas que nos permiten, en perpetua toma de decisiones, orientar nuestro rumbo.
La enseñanza que podemos tomar de nuestra actividad de montaña se traslada a nuestra realidad cotidiana y empezamos a ver las ventanas con otros ojos, valorizamos su aparición, les damos valor real, las esperamos para tomar aires nuevos, aprendemos a utilizarlas para hacernos exámenes de conciencia, control de calidad, sobre nuestra acción pasada… y… empezamos a crearnos ventanas adicionales que nos permitan mejorar en menor tiempo…
Coincidimos con nuestros compañeros de Caminata en que, al regresar traemos la mente con nueva orientación sobre el camino andado y que, a la vista de todo el camino que hemos recorrido, ya estamos en condiciones de mejorar las ventanas, ciertas mejoras, algunas, ninguna… total que ya sabemos que fue lo que nos faltó a la subida.
La caminata hacia la Laguna del Hoyo es una representación perfecta de lo antes expresado, en ese camino los lugareños, montañeses de toda la vida, acostumbrados a los avatares de todo tipo en la montaña, colocaron un Vía Crucis que termina en un pequeño Gólgota de tres cruces en un calvero en la orilla sur de la laguna. La pregunta es obvia: ¿donde colocaron las estaciones? y la respuesta es aun mas obvia: en las ventanas del recorrido, claro. Y es aquí donde toma vida la explicación que colocamos en los anteriores párrafos: En el “vía crucis” las estaciones representan las etapas del camino final de Cristo, cada una signada por rasgos específicos de la personalidad, de la grandeza, de la crueldad, del temor de Dios, de la solidaridad, de la resignación, del triunfo, de la derrota… cada una con lecturas diferentes según sean los actores que se analicen en el momento. Tal cual sucede en nuestras ventanas de montaña, tal cual son nuestros pensamientos en cada una de ellas.
Cada vez que salimos a enfrentarnos a la montaña llevamos diferente talante y esa circunstancia nos lleva a ver las ventanas con actitudes diferentes, encontrándonos siempre conque la naturaleza, de por si muy sabia, nos cambia las condiciones climatológicas del momento y nos premia o nos penaliza con sus variaciones, lo que se traduce en la practica, en que afloren en nosotros esas fortalezas y debilidades que son propias del carácter de cada quien. Por lo regular, las salidas que hacemos van puliendo en nosotros los rasgos que nos permiten adecuarnos a esos cambios que son imposibles de evitar, por lo que, de pronto, nos damos cuenta que ya no nos es tan molesta la lluvia, que ya aguantamos el calor del pasamontañas en la cara, que podemos pasar en duermevela una tarde de descanso bajo la lluvia, que ya podemos bañarnos bajo las gélidas cascadas sin demasiado alboroto, que aguantamos sin pestañear el que se nos empapen las botas al sortear un paso de rio, que sobrellevamos mejor las molestias del agua que se introduce en la carpa, que aceptamos el humo de la fogata en trueque por el calor de las brasas y tantas otras pequeñas y grandes tonterías que al principio de nuestras caminatas eran obstáculos casi insalvables y que, poco a poco, son ahora menudencias normales de ocurrir y de sortear por lo que ahora disfrutamos mucho mas de nuestra actividad.
Un buen deseo para nuestros amigos caminantes es que: “Encontremos innumerables ventanas a nuestro paso y que ellas nos brinden muchas oportunidades de aprender a conocernos y de conocer a los demás”
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