29.03.2012 02:45 PM El Universal
Varios mitos rodean los procesos electorales desde hace años. Muchos de estos cuentos son alimentados desde el propio chavismo para provocar la abstención, pero no solamente la abstención de los votantes. En Cuba, por ejemplo, organizan religiosamente sus elecciones para todo con la plena seguridad de que el 99,99% irá a votar y que además lo hará por Fidel, Raúl o la parte de la mafia que toque elegir. El que no vote tendrá lo suyo. En Venezuela, por el contrario, el chavismo siempre ha sabido que tiene a la mitad del país, a veces mucho más, en contra. Sabe que a sus chavistas los maneja como quiere. Pero también sabe que la otra parte está fuera de control, pero es maleable. Eso hace que un proceso que debería ser una fiesta democrática se convierta en un drama.
La cúpula chavista y sus cubanos tienen mecanismos para impulsar el voto del chavismo muy sofisticados y muy fascistas, pero funcionan. Tienen listas por zonas bajo duro control. Si a las cuatro de la tarde no han votado, previa prórroga del directorio chavista del CNE, los patrulleros se moverán y sacarán al potencial voto de su casa, de la casa del vecino y hasta de la cancha de bolas. Donde esté. Un chavista que no vote puede perder su beca o su salida de la misión que le haya tocado. Un chavista que no vote está en peligro de que su hija o hijo sea despedido de la Administración Pública donde trabaja. La amenaza es directa. Se sabe de chavistas que votan para proteger la pensión de vejez del padre. Fascismo puro y grosero. Sin pena. Un chavista jefe o director ministerial se encargará de decirle a su tropa que las autoridades saben perfectamente por quién vota cada uno de sus súbditos. Con la capta huella lo sabemos todo. Además tenemos todo el sistema computarizado así que siempre sabremos dónde están los traidores.
Sin duda que gran parte del voto chavista, y especialmente en el interior, en las zonas donde el chavismo es dueño y cacique, viene de la amenaza, no porque esté contento con la gestión o satisfecho con el rancho que le prometieron y no llega, menos por convicción ideológica. Son votos sacados a punta de amedrentamiento. Eso nos lleva a la otra parte de la historia. Otra fracción de las votaciones chavistas viene del regalo, de la nevera china, del ofrecimiento, del apartamento que te debo, de la bequita. No se trata de una oferta seria como debería corresponder a una gente que se autodenomina socialista y salvadores de la patria. Es decir, como ya es harto conocido, el socialismo de Chávez se fundamenta en su billetera, en los dólares del imperio. La repartición de la riqueza no responde a parámetros sociales profesionales sino al estómago de Chávez.
Pero, para completar el cuadro, el chavismo tiene muy claro cuáles son las debilidades de la oposición en esto de votar. Una parte grande, no chavista, es abstencionista y otra parte regular, no tan grande, le da lo mismo si vota o no. De allí que no sea tan complicado para los cubanos generar estrategias provocadoras de ausencias que bien pueden ser en las mesas electorales, como testigos, a la hora del conteo o a la hora de votar. De allí que hasta los mismos chavista dicen que las elecciones se ganan en las mesas donde no hay ni un oposicionista. Esos votos son de Chávez.
El mito del fraude tiene mucho de mito, pero la parte de verdad que tiene se debe a la falta de presencia de la oposición.
Twitter: @ejrl
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