Estas semanas han sido terribles para Venezuela en término de pérdidas de vidas humanas, en destrucción de activos de la nación y en merma de la calidad de vida de los ciudadanos.
Lo grave, gravísimo e inadmisible, es que en su mayoría todas estas tragedias, así como otras acontecidas en estos 14 años de involución bolivariana, podrían haberse evitado si las personas que dirigen, gerencian y administran al país hubiesen cumplido sus obligaciones y realizado sus trabajos con cabalidad, sin resquebrajamientos institucionales y sin cegueras revolucionarias.
Si quienes conforman el sistema de justicia, las autoridades penitenciarias y los cuerpos que resguardan las cárceles del país estuvieran capacitados para sus cargos, hubiesen actuado apegados a la Ley y a las normas internacionales de respeto a los derechos humanos, ejerciendo su autoridad sin corruptelas, sin permitir el pase de armas, sin promover impunidades y sin sumirse en lealtades automáticas, no se hubiera llegado a los extremos de violencia y derramamiento de sangre del penal de Yare y de la cárcel de Uribana. Esto sin nombrar las sangrientas revueltas casi cotidianas en el resto de los penales venezolanos.
Si el gobernante de turno le hubiera exigido a las autoridades de infraestructura, transporte y vialidad y de interior y justicia resultados concretos y rendición de cuentas de las obras viales construidas, o verificado la planificación y control de cargas de transporte, las lluvias no hubiesen causado los graves estragos registrados en cuanta calle, carretera, autopista y puente existe en el territorio nacional. Menos aún hubiese sido posible que una grúa de de 96 toneladas hubiese derrumbado el puente de Cúpira.
Si el Ejecutivo Nacional no hubiese desmembrado de talentos profesionales y técnicos a PDVSA, si hubiera invertido en mantenimiento y en capacitación del nuevo personal y si hubiese cumplido con las pautas de seguridad industrial y las paradas obligatorias para la supervisión de las instalaciones, la fuga de gas en Amuay, la refinería más grande del país, hubiera sido detectado a tiempo, evitando así las más de 40 víctimas fatales y el dolor de decenas de familias venezolanas por la pérdida de sus integrantes y de sus bienes y propiedades.
Esto por nombrar sólo tres hechos trágicos de los más recientes, sin contar otros como los diarios accidentes fatales de tránsito, la muerte de venezolanos por la carencia de atención médica a tiempo o de medicinas e instrumental, o las víctimas del hampa desatada que no han debido ocurrir si quienes gobiernan no distrajeran su tiempo en la construcción de un comunismo que nadie les ha pedido.
Igual de grave y de inadmisible es que el Gobierno se niega a reconocer el fracaso de su gestión, menos aún a admitir y asumir sus responsabilidades en estos hechos. Lo trágico es que al no hacerlo, no se corrigen los errores, no se castiga a los responsables y las historias vuelven a repetirse una y otra vez, con más muertes de venezolanos y más pérdidas de bienes de la nación.
La esperanza está en que ya a ese pueblo, que ayer creía ciegamente en las mentiras y manipulaciones de la realidad, va viendo el verdadero rostro tras las caretas de la revolución.
VenEconomía Opina, 27 de agosto de 2012
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