2012/08/10

LA ABNEGACIÓN DE UNA MADRE

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Un joven con un récord académico excelente fue a solicitar un puesto directivo en una gran empresa. Pasó la primera entrevista, y debía presentarse con el director,  quien hacía la última entrevista, y era quien tomaba la decisión final.  El director observó que los logros académicos del joven fueron excelentes en todo momento.  Desde la escuela secundaria hasta el postgrado, siempre había tenido excelentes calificaciones.

El director le preguntó:
-    ¿Obtuviste alguna beca en la escuela?

El joven respondió:
-    Ninguna.

El director le preguntó:
-    ¿Fue tu padre quien pagó los gastos de tu escuela?

El joven respondió:
-    Mi padre falleció cuando tenía un año de edad, era mi madre la que pagaba todo.

El director le preguntó:
-    ¿Dónde trabaja su madre?

El joven respondió:
-    Mi madre trabajaba lavando ropa.

El director le pidió al joven que le mostrara sus manos.  El joven mostró un par de manos lisas y perfectas.

El director le preguntó:
-    ¿Alguna vez ha ayudado a su madre a lavar la ropa?

El joven respondió:
-    No, mi madre siempre quiso que yo estudiara y leyera más libros. Además, mi madre puede lavar la ropa más rápido que yo.

El director le dijo:
-    Tengo una petición. Al volver hoy a su casa, limpie las manos de su madre, y luego venga a verme mañana por la mañana.

El joven sintió que su oportunidad de conseguir el trabajo era muy alta.  Así que cuando regresó a su casa,  le pidió a su madre que le permitiera limpiarle las manos.  Su madre se sintió extraña, y con sentimientos encontrados, pero le mostró finalmente sus manos a su hijo.

El joven comenzó a limpiar las manos de su madre poco a poco.  En la medida que lo iba haciendo, sus lágrimas empezaron a salir de sus ojos.  Era la primera vez que se daba cuenta de que las manos de su madre estaban tan arrugadas, y con tantas callosidades y contusiones.  Algunos eran tan dolorosos, que su madre se estremeció cuando él los limpió solo con agua.

Esta fue la primera vez que el joven se dio cuenta de que ese par de manos que lavaban ropa todos los días, eran los que hacían posible pagar la cuota de la escuela y la universidad. Los moretones en las manos de su madre fueron el precio que pagó por su graduación, por su excelencia académica y su futuro.

Después de terminar la limpieza de las manos de su madre, el joven lavó toda la ropa restante. Esa noche, madre e hijo hablaron durante un largo tiempo.

A la mañana siguiente, el joven fue a la oficina del director.  El director notó lágrimas en los ojos del joven, así que le preguntó:
-    ¿Puede usted decirme qué hizo y que aprendió ayer en su casa?

El joven respondió:
-    Yo limpié las manos de mi madre, y también terminé de lavar toda la ropa que aún faltaba.

El director le preguntó:
-    Por favor, dígame ¿qué sintió?

El joven le dijo:
-    Ahora sé lo que es la apreciación. Sin la abnegación de mi madre, yo no habría tenido éxito.
-    Al ayudar a mi madre a lavar la ropa, me di cuenta de lo difícil y duro que es su labor.
-    He logrado apreciar la importancia y el valor de la relación familiar.

El director le dijo:
-    Esto es lo que estoy buscando en mis gerentes.   Quiero contratar a una persona que aprecie la ayuda de los demás, una persona que conozca el sufrimiento de los demás para hacer las cosas, y una persona que no tenga el dinero como su única meta en la vida.  Usted está contratado.

Con el paso del tiempo, este joven trabajó muy duro, y recibió el respeto de sus subordinados. Cada empleado trabajó con diligencia y en equipo. El desempeño de la empresa mejoró enormemente.

Autor Desconocido

 

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