2012/09/25

7739.- Un hombre a una nariz pegado.

Francisco de Quevedo

Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;
Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;
Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.

 

Francisco de QuevedoRecordado tanto por su impecable uso de la lengua como por su fuerte y controversial personalidad, Francisco de Quevedo nació en Madrid en 1580 y falleció en Villanueva de los Infantes en 1645. Este escritor, a quien el sabio humanista Justo Lipsio describió como la "gloria excelsa de los españoles", llevó una vida tan productiva literariamente como turbulenta en el ámbito social y político. Fue de trascendente fama su rivalidad con Luis de Góngora, objeto de muchas de sus obras satíricas, siendo especialmente recordado su "Soneto" y "A un hombre de gran nariz". Estudió varios idiomas, que aprovechó tanto para la traducción de obras extranjeras como para su propia producción.
Su obra abarcó todos los géneros literarios de su época. Así, tenemos sus escritos burlescos, pero también poemas en que vemos reflejadas sus ideas, y otros, de amor, que se ven ensombrecidos por su obsesión con el paso del tiempo y la muerte. Su estilo es complejo pero sin dejar en segundo plano la belleza; "Sermón estoico de censura moral" es un claro ejemplo de la maestría de este poeta. Pero también dejó su huella en la narrativa, donde destacan "La cuna y la sepultura" y su novela picaresca "Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos", publicada en forma clandestina durante mucho tiempo.

 

Soneto

Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;
Apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y en la Corte bufón a lo divino.
¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?
No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.

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