Algunas veces, Lázaro llegó a pensar que su nombre no había sido una casualidad, ya que aquel lejano día en el que estaba caminando bajo unas condiciones inclementes, estuvo completamente seguro que ese día nació de nuevo, ya que por momentos llegó a percibir esa luz que en ocasiones se afirma que se encuentra al final del túnel.
Se encontraba haciendo su primer camino, aunque estaba en los meses invernales, le habían garantizado buen tiempo y así fue el día que se desplazó hasta donde tenía previsto comenzar esa aventura. También el primer día que estuvo caminando, aunque hacía bastante frío, mucho, para lo que el estaba acostumbrado, el sol se hizo visible durante la mayor parte de la jornada.
Cuando llego al final de esta primera etapa, de repente unas nubes muy oscuras, parecieron cubrirlo todo, él ya se encontraba a resguardo y hasta le resultó muy agradable contemplar como a través de los cristales podía ver como las nubes descargaban toda la humedad que contenían en su interior.
Pensó que el camino se haría impracticable y estuvo pensando en abandonar si a la mañana siguiente el tiempo no había cambiado o si veía los caminos en muy malas condiciones se quedaría un día más en el albergue, ya que se encontraba vacío y no le pondrían ningún problema para pernoctar dos días.
Cuando se levantó por la mañana, parecía que las nubes se habían evaporado, aunque el cielo presentaba un tono oscuro que no había visto anteriormente, por eso decidió salir a realizar su segunda jornada.
El firme por el que estaba caminando era bastante compacto, las bajas temperaturas habían conseguido helar la tierra y apenas había barro, por lo que fue caminando de forma cómoda esas primeras horas del día.
La jornada que tenía por delante era bastante larga, pero contaba con las suficientes horas de luz para poder cubrirla sin ninguna complicación. Estaba caminando a través de algunos bosques que aún la convertían en algo más agradable que lo que se había imaginado, por lo que iba despreocupado y sin prisa por llegar, tratando de disfrutar de cada uno de los instantes que se encontraba en aquel lugar tan especial.
Cuando llevaba caminando cuatro horas, hacia las doce, le dio la impresión que algo especial se iba a producir. El cielo comenzó a ponerse muy negro, aunque no vio llegar nubes por ningún lado, pero todo parecía que había cambiado y Lázaro comenzó a sentir algo de miedo ya que se encontraba en un paraje desconocido y no tenía ninguna referencia de algún lugar habitado en varios kilómetros a la redonda.
Repentinamente, un fuerte trueno que parecía desgarrar el cielo fue el preludio de una fuerte nevada, daba la impresión que habían quitado un tapón de las nubes que retenía toda la presión que en ellas había y ahora se desbordaba de una forma bastante incontrolada.
Lázaro se refugió junto al tronco de un robusto roble, sabía que no era una idea muy acertada, pero si se quedaba a la intemperie la nieve terminaría por cubrirle completamente, allí las ramas retenían la mayor parte de los copos, aunque estaba expuesto a que algún rayo fuera atraído por el gigante que le estaba cobijando.
Las temperaturas, en pocos minutos, comenzaron a disminuir de una forma drástica y Lázaro se dio cuenta de la situación en la que se encontraba, si se quedaba allí se moriría congelado ya que no contaba con el equipo necesario para afrontar aquel cambio tan drástico de la temperatura, pero no tenia experiencia en esas situaciones, por lo que comenzó a pensar en lo peor y por vez primera llego a pensar que no saldría con bien de aquella situación.
Cuando la nieve comenzó a remitir, decidió ponerse en marcha, seguiría avanzando, pero se encontraba completamente desorientado, no sabía por donde había venido ni tampoco el camino que debía seguir. El bosque era bastante tupido y todo le parecía igual, en la dirección que mirara, pensaba que era el lugar por el que había venido.
A la derecha del árbol en el que se encontraba, parecía que la capa de nieve era menos espesa y opto por seguir en esa dirección, aunque no había ningún sendero que le indicara que estaba caminando en la dirección correcta, pero al menos estaba avanzando y se estaba alejando de aquel lugar que ya se había imaginado que sería su tumba.
Avanzaba con mucha dificultad, en ocasiones la nieve le llegaba a la cintura y en su mente solo había un temor, que en uno de los pasos a ciegas que estaba dando se produjera alguna lesión en una de sus piernas y eso sería definitivo ya que no podría por más que lo intentara seguir avanzando.
Fue encomendándose a todo lo que de alguna manera había representado en algún momento de su vida un aliento de fe, pero tampoco era una persona muy creyente y sabía que aquello no iba a servir para nada y en su mente solo aparecían esos seres queridos a los que pensaba que ya no volvería a ver.
El cansancio que estaba padeciendo era cada vez mayor, pero sabía que no debía detenerse ya que en el momento que lo hiciera no seguiría avanzando y se quedaría esperando su último aliento.
Cuando ya lo daba todo por perdido, creyó ver a unos pocos metros de distancia que entre los árboles había una columna de humo, no se encontraba frente a el sino que estaba hacia la izquierda de la dirección que estaba siguiendo.
Como si se tratara de una visión salvadora, cambio su rumbo dirigiéndose hacia donde la columna de humo trataba de alcanzar las nubes que había sobre su cabeza, que podía perder en aquella situación tan desesperada en la que se encontraba.
Cuando los árboles le permitieron ver algo más que el bosque, en un llano vio la silueta de una casa, era una robusta casa de montaña de piedra de dos plantas. La solidez que parecía tener y las buenas condiciones en la que se encontraba, le hicieron concebir esperanzas que estaba salvado ya que allí encontraría cobijo para resguardarse de la tormenta y sobre todo podría descansar hasta que las condiciones del tiempo mejoraran.
Le llamó la atención no ver ninguna luz a través de las ventanas, pero no le cabía duda que se encontraba habitada ya que la chimenea estaba encendida como lo confirmaba la densa columna de humo que salía del interior de la casa.
Llamó con fuerza, pero no obtuvo ninguna respuesta, esperó varios minutos, pero no había señales de vida en su interior, nadie respondía a los golpes que daba a la puerta de madera y a los gritos que también había comenzado a dar con desesperación.
Rodeó la casa y vio que en la parte trasera había una puerta que se encontraba semiabierta, la empujo y esta cedió sin ninguna dificultad abriéndose completamente.
Cuando accedió al interior, busco algún interruptor para encender la luz que le permitiera ver el interior, pero no encontró ninguno a pesar de palpar toda la pared en el lugar donde se imagino que debía haber situado alguno.
Se desprendió de la mochila que dejo caer como si fuera un pesado bulto que se había quedado pegado a su espalda ya que el hielo había formado una película entre esta y su chubasquero y cuando se vio libre de ella, saco un encendedor y el haz de luz iluminó aquella estancia en la que se encontraba.
No vio en el techo ninguna bombilla, sobre una mesa, había un candelabro con tres velas y al acercar la llama del mechero fue encendiendo una a una hasta que la sala quedo completamente iluminada.
-¡Hay alguien, soy un peregrino que necesita ayuda! –Gritó con insistencia Lázaro – pero no obtuvo ninguna respuesta.
Decidió ir hacia donde percibía la luz de las llamas de la chimenea. Por todas las estancias por las que fue pasando, encontró numerosos candelabros que fue encendiendo hasta que la planta baja de la casa quedo perfectamente iluminada.
No le cabía ninguna duda que aquella casa se encontraba habitada ya que todo estaba en orden y perfectamente limpio, pero nadie daba respuesta a las llamadas que estaba haciendo.
Cuando llegó al salón en donde se encontraba la chimenea, lo primero que llamo su atención fueron las candentes brasas que había en la lumbre, varios troncos de roble ardían con intensidad crepitando según se quemaba la madera. Su vista entonces se dirigió hacia la mesa de madera que había en el salón. En uno de los extremos había una cazuela humeante y un servicio dispuesto como si estuvieran esperándole. Acercó su mano al barro de la cazuela y comprobó que había sido sacada del fuego recientemente. Se sentó en la silla que había donde estaba el servicio puesto y se sirvió varios cazos de aquella suculenta comida en el plato y la consumió con avidez ya que las fuerzas se habían ido por completo de su cuerpo.
No faltaba de nada en aquella mesa, tenía pan reciente, vino y fruta. Sin preocuparse más de su intromisión, fue saciando su apetito y ya tendría ocasión de agradecer y si era necesario de dar explicaciones al anfitrión cuando llegara o se hiciera presente.
Cuando terminó de alimentarse, se quitó toda la ropa que llevaba puesta, estaba completamente húmeda por efectos de la nieve y también del sudor que su cuerpo había expulsado como consecuencia del esfuerzo que había tenido que realizar. Buscó en su mochila ropa que estuviera más seca y se sentó en un sillón cubriéndose con una manta mientras contemplaba las llamas que iba produciendo la madera según se iba quemando.
Lázaro se quedó sumido en un profundo sueño, no recordaba cuanto tiempo había permanecido dormido, pero cuando se despertó se dio cuenta que la chimenea había sido de nuevo alimentada con más madera y sobre la mesa había una nueva cazuela con una sopa caliente. No le cabía duda que alguien además de él, había estado en aquel salón.
Volvió de nuevo a tratar de llamar la atención de su anfitrión, pero de nuevo el silencio fue la única respuesta que tuvo y aquello comenzó a inquietarle, pero estaba vivo que era lo importante y eso era lo que de alguna manera le aliviaba.
Se sirvió de nuevo dos platos de sopa y cuando termino, cogió el candelabro y fue recorriendo cada una de las estancias de la casa, pero no consiguió ver a nadie, por lo que se dirigió por las escaleras hacia la planta superior obteniendo el mismo resultado, la casa se encontraba vacía y él era la única persona que se encontraba en ella.
Lo que no podía comprender era como el fuego de la chimenea no se había consumido sino que aún era más intenso que cuando llegó y la comida recién echa que había sobre la mesa no era fruto de su imaginación.
Decidió bajar de nuevo al salón, esperaría allí a su anfitrión al abrigo del calor de la chimenea y tapado con la manta hasta que este llegara, entonces le explicaría la situación en la que se había encontrado y como al ver aquella solitaria casa, se había dirigido hacia ella ya que era su salvación.
Cuando se hizo de día, trató de organizar sus ideas, pero siguió sin encontrar una respuesta lógica a lo que le estaba pasando, pero como su situación era muy comprometida, no se atrevió a moverse de allí, con el paso de las horas iría viendo lo que debía hacer o si llegaba quien vivía en aquella casa quizá él le pudiera ayudar a salir de la situación en la que se encontraba.
Paso todo el día y nadie dio señales de vida lo que fue inquietando cada vez más a Lázaro, quien se fue alimentando con las provisiones que había perfectamente almacenadas en la despensa de la planta baja de la casa.
Tampoco la siguiente noche nadie se presentó en la casa y a pesar de encontrarse muy bien en aquel lugar donde estaba descansando y recuperando las fuerzas que había perdido, no quería pasar ningún día más allí, por lo que a la mañana siguiente, si mejoraba el tiempo se alejaría de aquel lugar que empezaba a resultarle un tanto siniestro.
Dejó una nota agradeciendo las atenciones que había recibido y los motivos por los que se había colado en la casa como si fuera un intruso, también dejó unos billetes para pagar todo lo que había consumido, lamentó no disponer de más dinero ya que al final los tres billetes que dejo le parecieron poco para quien había salvado su vida y le había reconfortado de aquella manera cuando más lo necesitaba.
Cuando los primeros rayos del sol, superaron la línea del horizonte, penetraron en el salón con una luminosidad que animó a Lázaro a partir de aquel lugar. Vio que la capa de nieve que había sobre el suelo había disminuido de forma considerable y colocándose la mochila a su espalda, cerró la puerta de la casa y se introdujo de nuevo en el bosque tomando la dirección contraria a la que había nacido el sol que ahora estaba a su espalda.
En el momento que dejo atrás el bosque, volvió a encontrar el camino y las primeras flechas amarillas que le indicaban la dirección que debía seguir. En un llano se encontró a varios hombres que al verle hicieron señales ostensibles para que Lázaro se fijara en ellos y fue en la dirección que estos se encontraban.
-Nos tenía muy preocupado -dijo uno de ellos –cuando nos advirtieron que había salido un peregrino antes de que la tormenta comenzara a caer y al ver que pasaban las horas y no daba señales de vida, organizamos un grupo de rescate, pero no pudimos hacer nada ya que la fuerte tormenta y la noche nos impidieron continuar la búsqueda. La reiniciamos ayer, pero al no tener ningún resultado positivo, habíamos perdido todas las esperanzas de verle con vida.
-Ha sido una experiencia muy difícil – dijo Lázaro –Cuando me vi acorralado por la tormenta, me cobije debajo de un árbol, pero cuando comenzó a amainar decidí continuar adelante aunque lo hice sin rumbo fijo hasta que vi la casa en la que me he cobijado y allí he permanecido dos días.
-Por aquí no hay ninguna casa – dijo uno de los integrantes del grupo de rescate.
-Si – aseguró Lázaro – es una casa de piedra que esta a media hora de aquí en aquella dirección –dijo señalando el lugar de donde venía.
-Conozco estos parajes como la palma de mi mano –insistió el integrante del grupo –y le puedo asegurar que en varios kilómetros no hay ninguna casa y en la dirección que usted indica, solo esta el bosque y no vive nadie, seguro que ha sido fruto de su imaginación o del delirio por lo que ha tenido que padecer.
Lázaro no quiso contrariarle y se calló, lo único que deseaba era llegar hasta algún lugar habitado y regresar a su casa, aquella aventura había sido desde el principio una locura y estuvo a punto de tener unas consecuencias terribles para él.
Cuando volvió a su casa, meditó mucho sobre lo que le había pasado, la afirmación que le hicieron que allí no había ninguna casa, daba cierto sentido a todo lo que en ella había percibido cuando se encontró en su interior. Tenía que haber sido fruto de un sueño, pero si era así, como podía haber sobrevivido los dos días que estuvo en el bosque con las gélidas temperaturas que hacia.
No se atrevió a hablar de este suceso con nadie ya que iban a pensar que estaba loco o cuando menos sufría alucinaciones, pero se fue obsesionando con este suceso y llegó a considerarse un privilegiado ya que si no hubiera sido por la casa misteriosa hubiera muerto. Alguien había provisto aquel refugio para que él lo encontrara y salvara en el su vida.
Aquella conclusión le hizo ver claro que su destino estaba en volver al camino, seguro que allí encontraría esas respuestas que no conseguía comprender y de paso agradecería el desenlace que su aventura había tenido.
Cuando se recuperó, volvió de nuevo a realizar ese camino que no había podido más que comenzar y el segundo día, se introdujo en el bosque tratando de encontrar la casa salvadora, pero por más que busco, no consiguió ver ni rastro de ella, aunque según iba adentrándose más en el bosque todo le parecía igual y después de varias horas, decidió volver al camino.
Le habían dicho que en el camino se encuentran respuestas a muchas cosas que son incomprensibles en la vida diaria y el esperaba poder encontrarlas, pero terminó el camino y no consiguió satisfacer todas las dudas que cada vez eran mayores y se estaba convirtiendo en una verdadera obsesión para él.
Cada año. Lázaro volvía de nuevo al camino hasta que llegó un momento que este sendero ya no tenía ningún secreto para él, iba de uno a otro de los muchos caminos que conducen a Santiago y en todos fue sintiendo esa magia especial que logran experimentar los peregrinos. También conoció muchas personas que le aportaron sobre todo unas sensaciones que hasta entonces eran desconocidas para él.
Pero por mas que lo busco, Lázaro no tuvo respuesta a todas las dudas que rondaban su cabeza, aunque llegó el momento en el que esto comenzó a dejar de importarle porque estaba convencido que lo que le ocurrió aquel día fue por algo y si tenía que conocer la respuesta a todas las dudas que tenía, esta vendría cuando menos lo esperara y no era conveniente obsesionarse con ello.
Tampoco quiso compartir con ninguno de los peregrinos todas las dudas que estaban en su cabeza, aunque en alguna ocasión se sintió tentado a ello cuando llegó a intimar de una forma especial con quienes caminaban con él.
Cuando inició su décimo camino, casi se le había olvidado la obsesión por la que había regresado al camino, aunque el suceso de la casa misteriosa era algo que no podía olvidar y siempre confiaba que algún día llegaría la respuesta a las dudas que de vez en cuando le asaltaban la mente, sobre todo en esas noches en las que se presentía una tormenta o en el exterior de donde se encontraba la climatología era especialmente mala.
En este nuevo camino coincido con varias personas con las que se encontraba muy a gusto y le aportaron unas sensaciones muy especiales que siempre le enriquecían como persona.
Cuando se encontraba en tierras gallegas, un día que caminaba solo ya que había días que no quería la compañía de otros peregrinos, al atravesar un bosque de castaños y robles, una densa niebla comenzó a hacerse presente hasta que llegó casi a posarse en el suelo.
Lázaro caminaba casi a tientas y por primera vez desde hacía mucho tiempo la visión de la casa misteriosa se hizo más presente que nunca. Era una situación parecida a aquella, aunque las condiciones del tiempo no eran tan preocupantes como en aquella ocasión.
El sendero, aunque no se veía a mas de un metro, si podía sentirlo bajo sus pies por lo que fue dando pasos firmes hasta ver si aquella niebla repentina desaparecía de la misma forma que había llegado.
Cuando había recorrido unos centenares de metros, de repente percibió entre la niebla la silueta de una casa. Según se iba acercando a ella un escalofrío recorrió todo su cuerpo, no podía creérselo, era la misma casa que vio en aquella situación tan desesperada que tuvo años antes, pero se encontraba a varios centenares de kilómetros del lugar donde la vio por vez primera.
Como si fuera un lugar habitual para él, fue directamente a la parte trasera de la casa y encontró la misma puerta por la que accedió al interior. En esta ocasión no trato de buscar la llave de la luz, directamente saco de su bolsillo el mechero y encendió el candelabro que se encontraba en la misma mesa.
En el salón, estaba la misma chimenea y la misma mesa con un cubierto recién puesto como si esperaran su llegada, también la comida que había dentro de la cazuela estaba aún caliente como si la hubieran retirado del fuego unos minutos antes.
En esta ocasión no se hizo ninguna pregunta, directamente se sentó en la silla que estaba dispuesta al lado de la mesa y fue alimentándose con lo que se había provisto para él y cuando hubo terminado se sentó en el sillón que había frente a la chimenea esperando que la niebla se disipara y pudiera retomar de nuevo el camino.
No trató de llamar la atención de su anfitrión, estaba convencido que si este deseaba manifestarse, lo haría quisiera o no Lázaro. El solo era el protagonista de una historia en la que se había introducido sin quererlo, de una forma involuntaria.
A la mañana siguiente, despojes de haber descansado, la niebla había desaparecido y retomó su camino. Ahora siempre llevaba consigo una brújula por lo que la saco del bolsillo y se dirigió hacia donde la brújula marcaba que se encontraba el oeste.
Cuando llegó al pueblo más cercano, fue a preguntar si alguien conocía a los propietarios de una casa que había hacia el noreste, pero nadie supo darle referencia de esa casa y menos con las características que Lázaro les fue describiendo ya que aquel tipo de construcciones no eran habituales de aquellas tierras.
Mientras caminaba, Lázaro fue meditando sobre lo que le había ocurrido y se dio cuenta que la respuesta que llevaba años buscando, por fin la había encontrado. La casa misteriosa no era algo real ni tampoco era fruto de su imaginación, se trataba de un lugar de acogida que solo aparecía en los momentos en los que más se la necesitaba y cuando lo hacía no todos podían llegar a verla, solo aquellos elegidos como él, eran capaces de poder distinguirla entre la nada y tenían esa acogida que tanto necesitaban en los momentos críticos.
Era un afortunado y un elegido del camino, sabía que a partir de ese momento no volvería nunca más a sentir ninguna preocupación en los momentos de mayor contrariedad ya que siempre que se encontrara en alguna de esas situaciones, volvería a aparecer ese lugar inexplicable donde tendría la acogida que necesitara.
Este es un ejemplo de lo que escriben los Peregrinos, de lo que sienten, de lo que se habla… de lo que se encuentra… gracias a José Almeida por su gran aporte.
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