anécdota histórica en la que la tenacidad y constancia se imponen a esa voz interior que denuncia el fracaso humano...
El espíritu ganador de un fracasado: Albert Einstein
Era oficial de tercera (aunque se había presentado a un ascenso, le fue denegado).
Einstein nació en Ulm, Alemania meridional, en 1879, pero se crió en Múnich. Hubo poco en la primera parte de su vida que anunciase su futura grandeza: es bien sabido que no aprendió a hablar hasta los tres años. En la década de 1890 quebró el negocio de electricidad de su padre y la familia se trasladó a Milán, pero Albert, que era por entonces un adolescente, fue a Suiza a continuar sus estudios... aunque suspendió los exámenes de acceso a los estudios superiores en un primer intento. En 1896 renunció a la nacionalidad alemana para librarse del servicio militar e ingresó en el instituto politécnico de Zúrich, para hacer un curso de cuatro años destinado a formar profesores de ciencias de secundaria.
Albert publicó un trabajo en varios artículos sobre mecánica estadística, durante 1902-1904, pero no tardó en enterarse que un científico americano J. Willard Gibbs de Connecticut había hecho también ese trabajo en 1901.
Albert se había enamorado de una compañera de estudios, una húngara llamada Mileva Maric. En 1901 tuvieron una hija sin estar casados y la entregaron discretamente en adopción. Einstein nunca llegó a ver a esa hija.Dos años después, Marie y él se casaron. Luego comenzó a trabajar en una oficina de patentes suiza, en la que continuaría trabajando los siete años siguientes.
El acontecimiento que hizo época llegó en 1905 cuando apareció en la revista de física alemana, Annalen der Physik, una serie de artículos de un joven oficinistasuizo que no tenía ninguna vinculación universitaria, ningún acceso a un laboratorio y que no disfrutaba del uso de más biblioteca que la de la Oficina Nacional de Patentes de Berna, donde trabajaba como inspector técnico de tercera clase. (Una solicitud para que le ascendieran a inspector técnico de segunda había sido rechazada recientemente). Este burócrata se llamaba Albert Einstein, y en aquel año crucial envió a Annalen der Physik cinco artículos, de los que, según C.P. Snow, tres figurarían entre los más importantes de la historia de la física". (Snow, The Physicists, p. 101) Uno de ellos analizaba el efecto fotoeléctrico por medio de la teoría cuántica de Planck, otro el comportamiento de pequeñas partículas en suspensión (lo que se conoce como movimiento browniano) y el otro esbozaba la Teoría Especial de la Relatividad.
El primero proporcionaría al autor un premio Nobel y explicaba la naturaleza de la luz -y ayudó a hacer posible la televisión, entre otras cosas-. El segundo proporcionó pruebas de que los átomos existían realmente... un hecho que había sido objeto de cierta polémica, aunque parezca sorprendente. El tercero, sencillamente, cambió el mundo.
En cuanto e Einstein, después de haber resuelto algunos de los misterios más profundos del universo, solicitó un puesto como profesor universitario y fue rechazado, y luego otro como profesore de secundaria y le rechazaron también. Así que volvió a su puesto de inspector de tercera clase... pero siguió pensando, por supuesto. Aun no se había ni aproximado siquiera al final.
Extraído del libro Una breve historia de casi todo de Bill Bryson (ganador del premio Aventis para libros de ciencia 2004), RBA Libros, Barcelona 2005.
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