2013/01/15

7845. Elvira, siempre Elvira

Elvira Ablan Bortone
Hay en una cierta zona de África una forma muy peculiar para cazar los monos que azotan las plantaciones de banano. Los agricultores locales cortan un coco por la mitad, sacan lo de adentro con una cuchara, y lo reemplazan con un cierto confite que a los micos les encanta. Luego sellan de nuevo el coco, dejando nada más una ranura parecida a la de un buzón de correo que le permite al mono introducir la mano estirada. A continuación se esconden a esperar al primer mico que sin sospechar nada venga acercándose por los árboles.
Eventualmente aparece uno, huele el dulce y grita alborotado, - ¡Una golosina para mi!- se baja del árbol, levanta el coco, mete la mano en la ranura, y agarra la golosina. Pero cuando trata de sacar el confite, el puño cerrado no cabe por la ranura. Los hombres salen de su escondite y se van acercando. Con intensidad progresiva el mico sigue halando con toda su fuerza, sin ningún éxito. Algo en su mente le advierte que los ...cazadores se acercan y que si no suelta la golosina lo van a capturar. Pero no se puede liberar del deseo de poseer el apetecido tesoro que acaba de hallar. Sus perseguidores lo agarran, lo asan y se lo comen.
Esta es una parábola de lo que es la condición humana. Hay momentos en que nosotros también nos damos cuenta de que si seguimos dándole vueltas en la cabeza a un insulto o a un cierto deseo por un minuto más, vamos a ser atrapados por una de nuestras emociones que llamamos aflictivas, que al igual que los cazadores mencionados, nos van a consumir.
No queremos ser atrapados, pero queremos saborear unos segundos más ese deseo o ese plan de venganza. Entonces nuestros perseguidores, las emociones aflictivas, nos atrapan, nos ponen al rojo vivo, y ¡nos consumen! Lo único que tenía que hacer el mono era abrir la mano y soltar la golosina para poder saltar a un árbol y regresar a su libertad. Todo lo que nosotros tenemos que hacer es abrir nuestra mente y nuestro corazón y soltar lo que tengamos que soltar.
Thomas Keating

Agradecido a Elvira, compañera caminante, siempre trae algo bueno, desde la sonrisa hasta los chistes… gracias

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