La Universidad
Siempre
Germán
Briceño
A 15 años de
su partida
Carlos
Guillermo Cárdenas D.
Recordar la
personalidad excelsa de don Germán Briceño Ferrigni, su talento indiscutible, su
prestancia imponente frente a la tribuna pública, su liderazgo incuestionable
que ejerció con decencia y con transparencia, al cumplirse quince
años de su partida (19 de marzo 1999), reivindica
una de las figuras más descollantes de la política merideña del
siglo XX. Su sagacidad en la política hizo de él un hombre público prominente.
La cultura basta, que cultivó con dedicación cuando se retiró de la vida
política activa, lo convirtió en un escritor de pluma fina y elegante.
Si como
escritor dejo una impronta positiva en la vida intelectual merideña, como orador
tuvo el don de la palabra y la fogosidad de la oratoria. Tuve el privilegio de
escucharle en distintas épocas y escenarios. Su verbo contagiante le permitió
una oratoria cargada de emoción y erudición. Podía levantar esa
emoción casi mágica tanto en el campesino de la aldea remota de la geografía
merideña como en el profesor y en el académico más selecto y
conspicuo.
Fue un hombre
dotado de muchas virtudes y cualidades. Generoso con el hombre y la mujer
humilde, severo ante la injusticia y el desorden. El populismo, práctica
política que ha recuperado espacios en la vida de estos pueblos, no tuvo cabida
en él.
En el
ejercicio de la función pública, fue un gobernante probo. Atendió con esmero y
preocupación las necesidades tanto de las comunidades más remotas como de
nuestra siempre ciudad emeritense. Dejó obra grande e imperecedera. Su arraigo a
esta tierra no le permitió la tentación de hacer vida nacional ostentosa. Los
principios socialcristianos que los llevó en lo más profundo de su ser,
fueron una constante en su vida
pública.
Germán
Briceño, hombre sin dobleces, fue siempre vertical en los principios y en la
acción. Así se mantuvo en la vida pública. Con motivo de la presentación de la
revista de la Universidad de Los Andes unos meses antes de su viaje a la
eternidad, su verbo imponente hizo vibrar las paredes del Salón Frai Juan Ramos
de Lora del rectorado.
Cuando la
fortaleza espiritual y corporal de aquel hombre combatía la
enfermedad que lo diezmaba, lo visité para expresarle lo que fue siempre mi
admiración y mi reconocimiento al conductor político probo, al profesor
universitario emérito y al escritor insigne. Al recordarlo en el décimo quinto
aniversario, vayan mis sentimientos de solidaridad y afecto a doña Marina
Colmenares y a sus hijos.
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