Olegario me ayudó a darle aire al escrito anterior, "FUENTEOVEJUNA", y me indujo a pensar en la motivación de las personas para proceder de esta manera. Me recordó del fin común de ese grupo de aldeanos, me obligó a preguntarme una y mil veces ¿Cual es nuestro fin común?.
Ayer fui con mi esposa a la Plaza de las Heroínas Merideñas, asistí incitado por la invitación que "alguien" hiciera en las emisoras de la ciudad para que, la tarde del viernes 5 de diciembre, en ese lugar aledaño a las instalaciones centrales del Sistema Teleférico de Mérida, manifestáramos públicamente nuestro desagrado, molestia y repudio por la absurda decisión tomada por las autoridades del sector turismo del país en el orden de detener el funcionamiento publico del mencionado sistema.
En la Plaza no estaban ni el Gobernador saliente ni el entrante, no estaba el alcalde saliente, no estaban los legisladores merideños actuales, no estaban los dueños o testaferros de los Hoteles y restaurantes de la ciudad, no estaban los estudiantes, ni los profesores. No estaban los miembros de la curia, no estaban los bomberos ni los grupos de rescate, no estaban los grupos ecologistas. Solo vi al alcalde recien electo y unos cuantos de su sequito, a uno de los candidatos que no quedó, a dos locutores de quienes me honro con su amistad. Vi personas de a pie, unas cuantas...
Y cuando presentaron a unos supuestos "Indios de Mérida" mi orgullo andigena casi me llevó hasta el infarto.
Dos cabinas del sistema bien hubiesen bastado para albergarnos a todos.
¿A quien le duele lo que nos pasa?
Y por eso, Olegario, me pregunto ¿Cual es nuestro fin común?
Alguien en la plaza comentaba que la gente habia pensado que era un acto político y que, por eso, no asistía.
Entonces, si aceptamos esta frase como realidad palpable, podríamos pensar que en el futuro inmediato caeremos en la debacle total del caos y la barbarie a que nos están induciendo, derivándose esta conclusión de los siguientes considerandos:
1º.- Hemos dejado, hasta ahora, que un grupo minoritario se imponga, sin hacerle la menor oposición real.
2º.- Hemos dejado que el centralismo se entrometa en nuestra vida cotidiana y hemos considerado preferible buscar la forma de disfrutarlo antes que buscar la forma de detenerlo.
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