2015/05/01

263255.- Día del Trabajador de la Radio

Discurso de Orden con motivo del Día del Trabajador de la Radio, pronunciado por el colega  David Figueroa Díaz, ante el Consejo Legislativo del estado Portuguesa.  
En una ocasión, a propósito del comienzo del campeonato de beisbol profesional de Venezuela, Marco Vinicio de la Cavalerie, en una entrevista que le hizo un cronista deportivo para el diario El Nacional, dijo que era muy difí­cil narrar beisbol cuando se hací­a al lado del Musiú de la Cavalerie. Se entiende perfectamente que la expresión de Marco Vinicio fue un reconocimiento y un elogio a su padre, quien fue uno de los grandes narradores deportivos de nuestro paí­s. Hoy, en esta celebración especial, debo decir con orgullo, con satisfacción, con agradecimiento y con mucha emoción que, es difí­cil hablar de radio cuando se hace al lado de tantos maestros de micrófono presentes en este acto.
Cuando muchos de los colegas con quienes he tenido el gusto de reencontrarme, comenzaban a ejercer el oficio, yo apenas me deleitaba oyendo la programación de Radio Rumbos, con especial interés en su espacio noticioso, muy bien llamado “el periódico impreso en la radio”. Sin embargo, los que de una u otra forma estamos ligados al medio radiofónico y nos esforzamos para obtener el Certificado de Locutor, estamos en capacidad de hablar de las viscisitudes de la profesión que nos identifica y del medio que nos apasiona.
Debo agradecer a Dios la oportunidad de este reencuentro, al tiempo que pondero el gesto amigable de mis colegas Edgar Almazán Oropeza, José Martí­n Mora y Benjamí­n Parada Herrera, quienes en representación de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio propusieron mi nombre para leer el discurso en esta celebración tan importante, como lo es el Dí­a de la Radiodifusión o Dí­a de los Trabajadores de Radio, ocasión propicia para recalcar que, y sin ánimos de menospreciar su labor, el término radiodifusión es más apropiado para los locutores que para los propietarios, aunque en Portuguesa ha habido el caso de dueños-locutores, como Ramón Ramí­rez, sus hijos Norton y Oswaldo, y Armando Roque López en Acarigua-Araure; mientras que en Guanare hicieron lo propio Rafael Vicente Camacho y Roberto del Papa Gómez, hijo de Romualdo del Papa Pozanzini, una leyenda de la radiodifusión en nuestro estado y más allá. En resumen, tanto el dueño de una radio como el locutor, son legí­timamente radiodifusores, aunque al primero se la han atribuido tradicionalmente.
Locución, como vocablo ha existido mucho antes de que existiéramos los locutores. Si revisamos el Drae, podremos darnos cuenta de que solo dos de las cuatro acepciones están referidas al acto o al modo de hablar. El resto está vinculado con la gramática. Según el estudioso del idioma español, el cuasipaisano Alexis Márquez Rodrí­guez, la palabra aparece registrada en el siglo XVI, mucho antes de que existieran la radio y la TV. A ese respecto acotó: “Ahora nadie quiere llamarse locutor, sino narrador, sobre todo entre los que leen noticias como una actividad profesional dentro del medio. Nada más absurdo. Si de narrar se trata, tocante a noticias, no serí­a precisamente el locutor quien pudiera llevar el nombre de narrador, sino en todo caso el redactor del texto que luego leerá el locutor. O el periodista que deportivo que narra, ese sí­, en vivo y directo, un partido de beisbol, de fútbol, o cualquier otro deporte. Pero el locutor no es sino eso, locutor o locutora, que es palabra de gran dignidad, y por si fuera poco de vieja estirpe latina”; y de la que todos los que ejercemos y hemos ejercido el oficio, debemos sentirnos orgullosos.
El profesional de la locución ha sido y debe seguir siendo, por siempre, dominador por antonomasia del poder de la expresión oral, pues el oficio mismo lo perfila como un as de la improvisación momentánea del discurso. Pero para improvisar, un buen locutor requiere de la base de su cultura general, de su bagaje de conocimientos, como dijera íšslar Pietri: “El universo de cada hablante es del tamaño del universo de su vocabulario”.
Por tanto, se requiere del manejo regular de las reglas gramaticales, hablar y escribir correctamente nuestro idioma, con potestad ortográfica; conocer la morfologí­a que nos enseña el significado de las palabras, es decir: dominar los 9 elementos que componen la oración; además ordenar con buena sintaxis las palabras al escribir, y esto nos otorga la facilidad en el manejo que se requiere a la hora de hablar por un micrófono, con una prosodia óptima, acorde con nuestro idioma.
Un buen locutor requiere del dominio de una amplia sinonimia de las palabras para evitar el vicio de la redundancia de términos, la llamada anfibologí­a, muy común en los malos ejecutores en la radio de la actualidad. Así­ escuchamos barbaridades, hasta en las cuñas comerciales, tales como:
-En el taller “El Paguey” le arreglamos su tren delantero.
-En el Almacén París – Nueva York, estamos rematando medias para damas de nylon y pantalones para caballeros de todas las marcas.
-Restaurant “La Coleada”: Picadillo llanero, tostones, cochino frito y carne en vara asada. En esta última oferta el oyente puede preguntarse: ¿es la vara la que está asada o está preñada la carne?
¿Qué cosa es de nylon, las medias o las damas? ¿qué es lo de todas las marcas, los pantalones o los hombres?
Asimismo, los malsonantes pleonasmos, como “subir para arriba” o repetir la frase, como la pronunciada ´por Angel Custodio Loyola en el célebre “Pajarillo”, cuya letra se atribuyó él mismo: “El sol le dijo a la luna, / mujer, métete pa adentro/ porque de noche no sale / la mujer de fundamento”.
Accidentes comunicacionales como estos continúan ocurriendo en nuestra radiodifusión debido a que ya no existe el verdadero criterio de selección de profesionales de la locución mediante exámenes de suficiencia, con verdaderos maestros. Ahora todo se remite al hecho de pagar un curso supuestamente intensivo, y al final se otorga un número de certificado, y de paso, repetido, pues se perdió el orden estricto de certificados que antes llevaba, rigurosamente el Ministerio de Transporte y Comunicaciones.

No es posible que un supuesto locutor actual porte un certificado con un número cercano al de José Armando Mora o Evelio Pérez Cruzzati, que son versados profesionales de la radio, pioneros de este oficio en Portuguesa. O que en Guanarito una persona del sexo masculino se identifique con el certificado 2026, lo cual implicaría que lo obtuvo primero que Pablo Sosa Guzmán, Félix Cardona Moreno, Amador Bendayán, Wiston Vallenilla padre y Alí­ Khan, iniciadores de la radio y la televisión en Venezuela. A esto se aúna el criterio meramente mercantilista de la mayorí­a de los dueños de radio que obvian la verdadera función de esta y le dan cabida a personas sin la debida preparación.
También se está dando el caso de la usurpación de las funciones del locutor. Casi todo el mundo cree que el certificado de Productor Nacional Independiente es patente de corso para ejercer la locución, por encima del Certificado de Locución. Resulta que el llamado Productor Nacional Independiente es un registro de Conatel, en concatenación con el Seniat para controlar la venta de publicidad en los medios de comunicación masiva.
Es así­ como percibimos la pésima calidad de la comunicación, sobre todo en las llamadas radios comunitarias, que no significan, del todo, un mal proyecto, sino que se han tomado como un medio para que cualquiera, con competencia comunicativa acorde o no, se meta en una cabina a vociferar cuantas barbaridades le lleguen a la mente.
Igualmente, este fenómeno genera una competencia desleal para las pocas ganancias económicas del locutor, puesto que el que tiene el certificado de PNI vende publicidad; pero no es el productor calificado de programas que cumpla los requisitos como tales.
Quienes hemos pasado por aquel “filtro” del examen de suficiencia, donde previamente no se hacía cursos, sino que uno se preparaba mediante lecturas de cultura general y datos que nos pasaban quienes ya habí­an vivido la experiencia, sabemos de la importancia y la seriedad que se requiere para ser un buen locutor. Siempre privó el criterio de que, quien se posaba ante un micrófono, era un actor solitario ante un escenario libre, de miles de oyentes, por tanto, habí­a que actuar con criterio de un profesional del teatro y hacerlo lo mejor posible, dando lo mejor del talento.
El locutor debe ser el maestro, él es quien sabe y domina lo que está haciendo. Los oyentes son la gran aula; pero no hay que olvidar que en esa gran aula hay alumnos calificados que están en el pleno derecho de fustigar a los malos maestros y de halagar a quienes lo hacen bien.
Dignos ejemplos han sido en Portuguesa, para no irnos tan lejos, profesionales como: Luí­s Gallardo Oberto con su “Llano Adentro”; Evelio Pérez Cruzzati con “Alma y Voz de Venezuela”; Jorge Eliécer Zúñiga en sus espacios “Cita con la Historia” y su espacio bohemio “Arrabal Amargo”; Oswaldo Ramí­rez, Ybrahim Saavedra y posteriormente Alí­ Domingo Oviedo con “El Expreso”, José Yesid Soto Dí­az en “El Rincón del Recuerdo”, Domingo Araujo Jiménez en todos los escenarios que ocupó como locutor; José Armando Mora, Fernando González Yajure, Genaro Gómez González y Rafael Frí­as Ramí­rez en “Radionoticias”, por Radio Acarigua; voces femeninas excepcionales, con buen criterio de cátedra comunicacional, como Mirtha Salomón, Yadira Alviárez en Acarigua, y Egalis Dí­az en Guanare; forjadores del oficio como Gustavo Dí­az, Manuel Mejí­as, Miguel Antonio Sánchez Ramírez “El Talanquerómano”; Rafael Vicente Camacho, Jesús Avella, René Parra Betancourt; colegas de promociones un poco más nuevas que la de los pioneros mencionados: José Figueroa, Rafael Marí­a Tapia, Carlos Emilio Barrios, Edgar J, Garcí­a, Gerardo Santana, con su “Leyenda, Copla y Pasaje, Pedro José Espino con “El Cafecito Ranchero” ; y productores-locutores de espacios culturales, que son pocos, como el poeta Yorman Tovar, con sus programas “Dimensión Cultural” por Radio Onda; “De la noche venimos y hacia la noche vamos”, por Universal 101.3, y ahora con “Venezuela habla cantando”, por Guanareña 98.3.
Por datos aportados por el poeta y colega Yorman Tovar, supe que el verdadero nombre del productor de “Las Venezolaní­simas”, espacio muy oí­do en Guanare, es Restituto; pero por cuestiones de estilo y de adaptación al medio, se arrogó el nombre de René.
La radio, para quienes nos consideramos radiófilos, fue la mejor escuela para el aprendizaje de la vida: desde los programas humorí­sticos y guasosos de Julián Pacheco y Chuchín Marcano; “Joselo y Simón” por Radio Rumbos; desde los programas criollos, como “Brindis a Venezuela”, por Radiodifusora Venezuela, pasando por los noticiarios “Noti-Rumbos”, “Radio-Reloj Continente” y “Panorama Universal”, sin excluir los bloques de radionovelas. Debo aclarar que de los espacios nombrados, solo “Brindis a Venezuela” no lo conocí, pues los otros aún estaban vigentes cuando comencé a sentir la atracción de la radio.
La radio, como lo pregonaba una cuña de la Cámara de Radio, es “el poder que despierta”, es la mejor compañía; una compañera que nos enseña buenas costumbres y nos dota de un buen bagaje cultural. Considero que por falta de información, muchas personas que se han atrevido a escribir sobre la historia de la radio, han incurrido en impropiedades al dejar de mencionar aspectos fundamentales.
Narrar una supuesta historia de la radio en Venezuela sin mencionar a Radio Acarigua, es simplemente una historia incompleta y una falta de respeto a quienes nos formamos en esa escuela. Otras que irrumpieron con éxito el espectro radioeléctrico fueron: Radio Portuguesa, Radio Turén, Radio Guanare, Radio Onda y Radio Estelar.
Pero como el trabajo del locutor no podría realizarse sin la participación de una persona que, de acuerdo con la pauta establecida, abra y cierre el micrófono, sería un gran pecado dejar de mencionar a los que dictaron cátedra en este oficio y que dignificaron la profesión. De la época en que aún este servidor no era locutor, recuerdo los nombres de Ferdinad Torres Navarro, Lucas Viera, el maracucho Alberto Quero Matos, Efraín “Tucuso” Meléndez, Rafael “Pepe” Roldán, Julio César Martínez, Luis Alberto Azuaje, Carlos Anselmo Serrano, Omar Ramones y Yaritza Zapata en Acarigua-Araure. Mención especial para José Antonio Lago Barrios, considerado por mucho como “el padre de los operadores”.

Su personalidad y su constancia le permitieron trabajar por cincuenta años en la “escuela de la radiodifusión en la región centro occidental”, la siempre recordada Radio Acarigua Sensacional. De Guanare han sobresalido los nombres de Eli Caracciolo Rivas, Nerio José Lizcano, Rafael María Tapia posteriormente locutor y ahora propietario de radios), Antonio Uribe, Alí­ Mejí­as, Jesús Urbina, Eusturgio Pérez, Alejandro Briceño, José Francisco Camacho, Jair Alfredo Villegas, Elvis Villegas y Lorenzo Mendoza, entre otros.
De la zona alta de Portuguesa, desde donde se hace buena radio, me es grato nombrar a Yesenia Artigas, Omaira Oropeza y Danny Betancourt, que en paz descanse. Cuando se escriba la verdadera historia de la radio, estas personas fungirán de actores principales y nadie podrá negarles el gran legado.
Reitero algo que dije recientemente en una entrevista que me hiciera el paisano portugueseño Grossman Parra Pinto, a propósito del Dí­a del Trabajador de la Radio: “Hoy dí­a es más fácil hacer radio; pero se ha perdido la calidad. De nosotros depende mejorarla”.
Muchas gracias.  David Figueroa Díaz

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