Discurso de Orden con motivo del Día
del Trabajador de la Radio, pronunciado por el colega David Figueroa Díaz,
ante el Consejo Legislativo del estado Portuguesa.
En una ocasión, a propósito del
comienzo del campeonato de beisbol profesional de Venezuela, Marco Vinicio de la
Cavalerie, en una entrevista que le hizo un cronista deportivo para el diario El
Nacional, dijo que era muy difícil narrar beisbol cuando se hacía al lado del
Musiú de la Cavalerie. Se entiende perfectamente que la expresión de Marco
Vinicio fue un reconocimiento y un elogio a su padre, quien fue uno de los
grandes narradores deportivos de nuestro país. Hoy, en esta celebración
especial, debo decir con orgullo, con satisfacción, con agradecimiento y con
mucha emoción que, es difícil hablar de radio cuando se hace al lado de tantos
maestros de micrófono presentes en este acto.
Cuando muchos de los colegas con
quienes he tenido el gusto de reencontrarme, comenzaban a ejercer el oficio, yo
apenas me deleitaba oyendo la programación de Radio Rumbos, con especial interés
en su espacio noticioso, muy bien llamado “el periódico impreso en la radio”.
Sin embargo, los que de una u otra forma estamos ligados al medio radiofónico y
nos esforzamos para obtener el Certificado de Locutor, estamos en capacidad de
hablar de las viscisitudes de la profesión que nos identifica y del medio que
nos apasiona.
Debo agradecer a Dios la
oportunidad de este reencuentro, al tiempo que pondero el gesto amigable de mis
colegas Edgar Almazán Oropeza, José Martín Mora y Benjamín Parada Herrera,
quienes en representación de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio
propusieron mi nombre para leer el discurso en esta celebración tan importante,
como lo es el Día de la Radiodifusión o Día de los Trabajadores de Radio,
ocasión propicia para recalcar que, y sin ánimos de menospreciar su labor, el
término radiodifusión es más apropiado para los locutores que para los
propietarios, aunque en Portuguesa ha habido el caso de dueños-locutores, como
Ramón Ramírez, sus hijos Norton y Oswaldo, y Armando Roque López en
Acarigua-Araure; mientras que en Guanare hicieron lo propio Rafael Vicente
Camacho y Roberto del Papa Gómez, hijo de Romualdo del Papa Pozanzini, una
leyenda de la radiodifusión en nuestro estado y más allá. En resumen, tanto el
dueño de una radio como el locutor, son legítimamente radiodifusores, aunque al
primero se la han atribuido tradicionalmente.
Locución, como vocablo ha
existido mucho antes de que existiéramos los locutores. Si revisamos el Drae,
podremos darnos cuenta de que solo dos de las cuatro acepciones están referidas
al acto o al modo de hablar. El resto está vinculado con la gramática. Según el
estudioso del idioma español, el cuasipaisano Alexis Márquez Rodríguez, la
palabra aparece registrada en el siglo XVI, mucho antes de que existieran la
radio y la TV. A ese respecto acotó: “Ahora nadie quiere llamarse locutor, sino
narrador, sobre todo entre los que leen noticias como una actividad profesional
dentro del medio. Nada más absurdo. Si de narrar se trata, tocante a noticias,
no sería precisamente el locutor quien pudiera llevar el nombre de narrador,
sino en todo caso el redactor del texto que luego leerá el locutor. O el
periodista que deportivo que narra, ese sí, en vivo y directo, un partido de
beisbol, de fútbol, o cualquier otro deporte. Pero el locutor no es sino eso,
locutor o locutora, que es palabra de gran dignidad, y por si fuera poco de
vieja estirpe latina”; y de la que todos los que ejercemos y hemos ejercido el
oficio, debemos sentirnos orgullosos.
El profesional de la locución ha
sido y debe seguir siendo, por siempre, dominador por antonomasia del poder de
la expresión oral, pues el oficio mismo lo perfila como un as de la
improvisación momentánea del discurso. Pero para improvisar, un buen locutor
requiere de la base de su cultura general, de su bagaje de conocimientos, como
dijera íšslar Pietri: “El universo de cada hablante es del tamaño del universo
de su vocabulario”.
Por tanto, se requiere del manejo
regular de las reglas gramaticales, hablar y escribir correctamente nuestro
idioma, con potestad ortográfica; conocer la morfología que nos enseña el
significado de las palabras, es decir: dominar los 9 elementos que componen la
oración; además ordenar con buena sintaxis las palabras al escribir, y esto nos
otorga la facilidad en el manejo que se requiere a la hora de hablar por un
micrófono, con una prosodia óptima, acorde con nuestro idioma.
Un buen locutor requiere del
dominio de una amplia sinonimia de las palabras para evitar el vicio de la
redundancia de términos, la llamada anfibología, muy común en los malos
ejecutores en la radio de la actualidad. Así escuchamos barbaridades, hasta en
las cuñas comerciales, tales como:
-En el taller “El Paguey” le
arreglamos su tren delantero.
-En el Almacén París – Nueva
York, estamos rematando medias para damas de nylon y pantalones para caballeros
de todas las marcas.
-Restaurant “La Coleada”:
Picadillo llanero, tostones, cochino frito y carne en vara asada. En esta última
oferta el oyente puede preguntarse: ¿es la vara la que está asada o está preñada
la carne?
¿Qué cosa es de nylon, las medias
o las damas? ¿qué es lo de todas las marcas, los pantalones o los hombres?
Asimismo, los malsonantes
pleonasmos, como “subir para arriba” o repetir la frase, como la pronunciada
´por Angel
Custodio Loyola en el célebre “Pajarillo”, cuya letra se atribuyó él mismo: “El
sol le dijo a la luna, / mujer, métete pa adentro/ porque de noche no
sale / la mujer de fundamento”.
Accidentes comunicacionales como
estos continúan ocurriendo en nuestra radiodifusión debido a que ya no existe el
verdadero criterio de selección de profesionales de la locución mediante
exámenes de suficiencia, con verdaderos maestros. Ahora todo se remite al hecho
de pagar un curso supuestamente intensivo, y al final se otorga un número de
certificado, y de paso, repetido, pues se perdió el orden estricto de
certificados que antes llevaba, rigurosamente el Ministerio de Transporte y
Comunicaciones.
No es posible que un supuesto
locutor actual porte un certificado con un número cercano al de José Armando
Mora o Evelio Pérez Cruzzati, que son versados profesionales de la radio,
pioneros de este oficio en Portuguesa. O que en Guanarito una persona del sexo
masculino se identifique con el certificado 2026, lo cual implicaría que lo
obtuvo primero que Pablo Sosa Guzmán, Félix Cardona Moreno, Amador Bendayán,
Wiston Vallenilla padre y Alí Khan, iniciadores de la radio y la televisión en
Venezuela. A esto se aúna el criterio meramente mercantilista de la mayoría de
los dueños de radio que obvian la verdadera función de esta y le dan cabida a
personas sin la debida preparación.
También se está dando el caso de
la usurpación de las funciones del locutor. Casi todo el mundo cree que el
certificado de Productor Nacional Independiente es patente de corso para ejercer
la locución, por encima del Certificado de Locución. Resulta que el llamado
Productor Nacional Independiente es un registro de Conatel, en concatenación con
el Seniat para controlar la venta de publicidad en los medios de comunicación
masiva.
Es así como percibimos la pésima
calidad de la comunicación, sobre todo en las llamadas radios comunitarias, que
no significan, del todo, un mal proyecto, sino que se han tomado como un medio
para que cualquiera, con competencia comunicativa acorde o no, se meta en una
cabina a vociferar cuantas barbaridades le lleguen a la mente.
Igualmente, este fenómeno genera
una competencia desleal para las pocas ganancias económicas del locutor, puesto
que el que tiene el certificado de PNI vende publicidad; pero no es el productor
calificado de programas que cumpla los requisitos como tales.
Quienes hemos pasado por aquel
“filtro” del examen de suficiencia, donde previamente no se hacía cursos, sino
que uno se preparaba mediante lecturas de cultura general y datos que nos
pasaban quienes ya habían vivido la experiencia, sabemos de la importancia y la
seriedad que se requiere para ser un buen locutor. Siempre privó el criterio de
que, quien se posaba ante un micrófono, era un actor solitario ante un escenario
libre, de miles de oyentes, por tanto, había que actuar con criterio de un
profesional del teatro y hacerlo lo mejor posible, dando lo mejor del
talento.
El locutor debe ser el maestro,
él es quien sabe y domina lo que está haciendo. Los oyentes son la gran aula;
pero no hay que olvidar que en esa gran aula hay alumnos calificados que están
en el pleno derecho de fustigar a los malos maestros y de halagar a quienes lo
hacen bien.
Dignos ejemplos han sido en
Portuguesa, para no irnos tan lejos, profesionales como: Luís Gallardo Oberto
con su “Llano Adentro”; Evelio Pérez Cruzzati con “Alma y Voz de Venezuela”;
Jorge Eliécer Zúñiga en sus espacios “Cita con la Historia” y su espacio bohemio
“Arrabal Amargo”; Oswaldo Ramírez, Ybrahim Saavedra y posteriormente Alí
Domingo Oviedo con “El Expreso”, José Yesid Soto Díaz en “El Rincón del
Recuerdo”, Domingo Araujo Jiménez en todos los escenarios que ocupó como
locutor; José Armando Mora, Fernando González Yajure, Genaro Gómez González y
Rafael Frías Ramírez en “Radionoticias”, por Radio Acarigua; voces femeninas
excepcionales, con buen criterio de cátedra comunicacional, como Mirtha Salomón,
Yadira Alviárez en Acarigua, y Egalis Díaz en Guanare; forjadores del oficio
como Gustavo Díaz, Manuel Mejías, Miguel Antonio Sánchez Ramírez “El
Talanquerómano”; Rafael Vicente Camacho, Jesús Avella, René Parra Betancourt;
colegas de promociones un poco más nuevas que la de los pioneros mencionados:
José Figueroa, Rafael María Tapia, Carlos Emilio Barrios, Edgar J, García,
Gerardo Santana, con su “Leyenda, Copla y Pasaje, Pedro José Espino con “El
Cafecito Ranchero” ; y productores-locutores de espacios culturales, que son
pocos, como el poeta Yorman Tovar, con sus programas “Dimensión Cultural” por
Radio Onda; “De la noche venimos y hacia la noche vamos”, por Universal 101.3, y
ahora con “Venezuela habla cantando”, por Guanareña 98.3.
Por datos aportados por el poeta y colega Yorman Tovar, supe
que el verdadero nombre del productor de “Las Venezolanísimas”, espacio muy
oído en Guanare, es Restituto; pero por cuestiones de estilo y de adaptación al
medio, se arrogó el nombre de René.
La radio, para quienes nos
consideramos radiófilos, fue la mejor escuela para el aprendizaje de la vida:
desde los programas humorísticos y guasosos de Julián Pacheco y Chuchín
Marcano; “Joselo y Simón” por Radio Rumbos; desde los programas criollos, como
“Brindis a Venezuela”, por Radiodifusora Venezuela, pasando por los noticiarios
“Noti-Rumbos”, “Radio-Reloj Continente” y “Panorama Universal”, sin excluir los
bloques de radionovelas. Debo aclarar que de los espacios nombrados, solo
“Brindis a Venezuela” no lo conocí, pues los otros aún estaban vigentes cuando
comencé a sentir la atracción de la radio.
La radio, como lo pregonaba una
cuña de la Cámara de Radio, es “el poder que despierta”, es la mejor compañía;
una compañera que nos enseña buenas costumbres y nos dota de un buen bagaje
cultural. Considero que por falta de información, muchas personas que se han
atrevido a escribir sobre la historia de la radio, han incurrido en
impropiedades al dejar de mencionar aspectos fundamentales.
Narrar una supuesta historia de
la radio en Venezuela sin mencionar a Radio Acarigua, es simplemente una
historia incompleta y una falta de respeto a quienes nos formamos en esa
escuela. Otras que irrumpieron con éxito el espectro radioeléctrico fueron:
Radio Portuguesa, Radio Turén, Radio Guanare, Radio Onda y Radio Estelar.
Pero como el trabajo del locutor
no podría realizarse sin la participación de una persona que, de acuerdo con la
pauta establecida, abra y cierre el micrófono, sería un gran pecado dejar de
mencionar a los que dictaron cátedra en este oficio y que dignificaron la
profesión. De la época en que aún este servidor no era locutor, recuerdo los
nombres de Ferdinad Torres Navarro, Lucas Viera, el maracucho Alberto Quero
Matos, Efraín “Tucuso” Meléndez, Rafael “Pepe” Roldán, Julio César Martínez,
Luis Alberto Azuaje, Carlos Anselmo Serrano, Omar Ramones y Yaritza Zapata en
Acarigua-Araure. Mención especial para José Antonio Lago Barrios, considerado
por mucho como “el padre de los operadores”.
Su personalidad y su constancia
le permitieron trabajar por cincuenta años en la “escuela de la radiodifusión en
la región centro occidental”, la siempre recordada Radio Acarigua Sensacional.
De Guanare han sobresalido los nombres de Eli Caracciolo Rivas, Nerio José
Lizcano, Rafael María Tapia posteriormente locutor y ahora propietario de
radios), Antonio Uribe, Alí Mejías, Jesús Urbina, Eusturgio Pérez, Alejandro
Briceño, José Francisco Camacho, Jair Alfredo Villegas, Elvis Villegas y Lorenzo
Mendoza, entre otros.
De la zona alta de Portuguesa,
desde donde se hace buena radio, me es grato nombrar a Yesenia Artigas, Omaira
Oropeza y Danny Betancourt, que en paz descanse. Cuando se escriba la verdadera
historia de la radio, estas personas fungirán de actores principales y nadie
podrá negarles el gran legado.
Reitero algo que dije
recientemente en una entrevista que me hiciera el paisano portugueseño Grossman
Parra Pinto, a propósito del Día del Trabajador de la Radio: “Hoy día es más
fácil hacer radio; pero se ha perdido la calidad. De nosotros depende
mejorarla”.
Muchas gracias. David Figueroa Díaz
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