Capítulo 1
El Sueño.
Sentados en la rivera del apacible río, marido
y mujer hablaban, Hilda y Tomás comentaban las noticias que la radio difundía,
que no eran precisamente buenas... los reos que serían ajusticiados el fin de
semana, al borde de la locura, trataban de suicidarse para evitar la dantesca
escena a sus familiares.
La Ley que el país había adoptado para salir de
la crisis económica y política era, sin duda, atroz, e implicaba que los reos
fuesen inmisericordemente ajusticiados en la plaza central del poblado, con la
presencia en primera fila de todos sus familiares en primer y segundo grado de consanguinidad, sin importar
su edad o sexo.
Reconocían que la “Ley Final”, como se le
llamaba, estaba trayendo mejoras en el tratamiento de la cosa pública y ya no
se escuchaban discursos llenos de mentiras y ofrecimientos vanos... Habiendo
sido penado con esta ley el Peculado en cualquiera de sus formas, las calles y
avenidas ya no tenían el aspecto de carnaval de épocas pasadas y muy bien se
cuidaban los funcionarios de que sus nombres o rostros no apareciesen en nada
que no fuese obligatoriamente preciso.
El costo había sido muy grande... no solo por
la hambruna producto de los robos y del peculado que obligó a tomar la
decisión, la Ley en si misma era Draconiana y no permitía que se escapasen de
ella ni a las grandes figuras ni a los acólitos de turno.
En Riosal casi todas las familias ya habían
asistido a la plaza central a cumplir con acompañar a por lo menos uno de sus
integrantes. Ellos ya lo habían hecho. Acompañaron al Tío José, el tío rico de
la familia, que había hecho sus negocios con la pedrera cuando se estaba
construyendo el puente y se había en compinchado con los ediles de turno y
pusieron un sobreprecio al material que producían. Tanto el Alcalde como los
ediles, como el Tío José, como los administradores de la Alcaldía, y los de la
pedrera, todos ellos asistieron un sábado de mucho viento, a que les colgaran y
les dejaran allí hasta el lunes en la mañana cuando se procedió a bajarlos y
enterrarlos en el cementerio, en la fosa publica del pueblo.
La situación no se presentaba fácil ni mucho
menos... antes, siempre había quien se prestara para atestiguar a favor o en
contra de alguien pero, ahora, con la fulana Ley Final, los abogados y las
personas naturales, mucho se cuidaban de esta practica pues, de acuerdo a la
Ley, se convertían en reos de lo que se juzgara, en el caso de aparecer como
entorpecedores del proceso, o de falsear su testimonio, y esto también
involucraba a los profesionales del derecho, desde los magistrados hasta los
escribanos. Ya se hacía difícil encontrar quien se prestara a ser Juez...
No eran una pareja de jóvenes, los nietos ya se
soñaban en la Iglesia y pensaban en los viajes que antes hacían los recién
casados a tierras extrañas, a playas paradisíacas, a ciudades llenas de otras
historias, a otros sitios del mundo...
pero, eso era antes... por eso, y de allí, venían los pensamientos de la
pareja en este momento, cavilar en cuanto a que
hacer para que la familia volviese a la calma, a enmendar los sueños de
progreso y esperanza, manteniendo la iniciativa y la proactividad, a pesar de
la debacle a que se había llegado.
¿Que hacer? Mas de 60 años de estudio y trabajo
se les resumían en una casa en una montaña, tres lochas devaluadas, una pensión
escasa y ganas de vivir, de conocer, de estar presente cuando la humanidad
aviste nuevas fronteras... parecía lejano el momento cuando la situación
volviese a “una” normalidad... no era gratis la aplicación de la nueva Ley...
los reos y sus familias, a pesar de saberse culpables y aceptar la situación de
la aplicación de la Ley, en otros, no aceptaban el conocimiento publico mundial
de las ejecuciones, ya aplaudido por la mayoría absoluta de los países. Quienes
escapaban a otras tierras se encontraban conque allá también eran conocidos y,
de ser reconocidos, eran execrados y no podían utilizar los dineros
fraudulentos pues de hacerlo, el dinero era repatriado y ellos presos, allá,
por fraude al pretender utilizar dinero mal habido. La caída de los posibles
reos y su ejecución hacía que sus familiares, todos, llevaran el estigma que
les imponía la Ley.
Lo del Tío José había sido el más terrible
evento en la vida de la familia. Con las finanzas publicas en el punto mas bajo
de la historia, con el desbalance en el
proceso de producción de los insumos alimenticios, con la falta de trabajo de
cualquier tipo en todo lo que no sea gobierno, con la espada de Damocles de que
al ser funcionario se es virtual reo de la Ley Final, se hace difícil, como
cosa de tiempo, obtener un medio de vida que permita producir y consumir en
paz.
La nueva Ley, la Ley Final, aportaba respuestas
a preguntas que antes algunos se formulaban sobre a quien culpar cuando se
producía un deceso por falta de medicinas o material medico de cualquier
tipo... la Ley Final aclara que son reos, en ese caso, TODOS los funcionarios
que tienen que ver con la carencia, en orden jerárquico. Desde el Ministro Jefe
del Consejo de Ministros hasta el expendedor. La Ley Final aclara la pregunta
sobre ¿quien es responsable cuando el mono mata al niño con un revolver?... ¿Es
el mono? Es el que le dio acceso al revolver? ¿Es el dueño del revolver? ¿Es el
que vendió el revolver? ¿Es el que le firmó el permiso para tener el revolver?
¿Es el que autorizó para que se vendan revólveres? ¿Es el que lo fabricó? ¿Son
quienes establecieron las Leyes que autorizan ese revolver? Y de allí siguen
las preguntas... Es la misma situación con las medicinas... ¿Quienes son, en
cadena jerárquica los responsables? ¿Hasta donde se puede hablar de Homicidio
Culposo? La Ley Final trata de acabar con la Patente de Corso en las
Profesiones, que permite que se acabe con la población a la luz de que “Otros
son los responsables”. Por esta razón el mundo acepta la Ley y los humanos
tratan de apartarse no siendo sujetos de esa Ley, no aceptando postulaciones
para ejercer autoridad estatal. Ahora nadie quiere ser gobernador, ni alcalde,
ni siquiera jefe civil, mucho menos diputado y claro, ahora nadie quiere ser
presidente de nada. Y si hablamos de Abogados Litigantes, Administradores y
Contables... ¿Quien quiere ahora serlo? Nadie en su sano juicio, hasta que no
se alcance un nivel educativo global donde no exista el dolo.
El pueblo, Riosal, no era muy grande, todo el mundo se conocía
y, desde que entró en vigencia La Ley, el sufrimiento era grupal. Muchos habían
trabajado en La Pedrera; para otros la empresa había sido la fuente de su
educación, su equipo de Football, el origen de los recursos para levantar sus casas, La Pedrera
había sido la empresa propulsora del Liceo y por eso habían traído Profesores y
equipos, tenían la Biblioteca mas grande de todo el Estado, ayudaban a todo el
mundo con lo que tenían a mano, eran buena gente. De pronto, un día, se
apareció alguien que venía de la capital y les propuso, en el club de bolas
criollas, que apoyaran la idea de levantar un puente para mejorar la carretera.
Y, El Diablo, apareció!!!
-. Me propusieron un negocio.- Díjole Tomas a Hilda
-. Y de donde vamos a sacar dinero? Le vas a
pedir al Alcalde?
-. No, vale... La Alcaldía no tiene dinero y estamos hablando de plata...plata, no
lochas...
-. Y entonces? Aquí no hay entierros... ¿de
donde vamos a sacar? Ahhhh... pídele a Tío José... a lo mejor el tiene, es
quien “tiene dinero”... y es mucho?
-. Si, es bastante... nadie aquí tiene lo que
se puede necesitar... Hay que buscar ayuda
de la Capital...
-. Y entonces? Más vale que se olviden... y
Tú... no vayas a estar inventando...
-. Voy a hablar con el Tío José, el sabe como
hacer negocios con esta gente de la capital y quien quita que hasta nos ganemos
algo que valga la pena en la apuesta...
Así había comenzado el tinglado... una vez que
se pusieron a discutir el asunto, el Tío José, veterano en esas lides, se buscó
a sus compinches de la Alcaldía y con calma fueron armando un plan para que de
la operación les quedara a cada uno una buena tajada y, aunque eran muchas
personas, el negocito prometía darle a cada quien una buena ración,
aparentemente sin riesgos, todo clarito y con la aprobación de “los de arriba”.
La empresa que aparecería como ejecutante sería
la del Tío y los planificadores serían los de la capital y algunos de los
“conocedores” del pueblo, entre ellos claro, Tomás.
Todo les fue saliendo como lo tenían previsto y
el dinero comenzó a fluir como río en día lluvioso en una vega tranquila...
Pero, en la Capital, por razones de política,
se prendió una discusión entre quienes recibían parte de las tajadas, lo
que ocasionó que apareciese una información en los periódicos denunciando lo
que estaba pasando...
Como las bombas no explotan en la Capital,
cayeron en Riosal y con mucho aspaviento los diarios de la zona dieron cuenta
de lo que el Alcalde, el Tío José y los demás “lugareños” habían estado
haciendo... ardió Troya y comenzaron a salir los cuentos de otras francachelas
que se habían rumoreado, por años, en el pueblo...
La averiguación inicial puso en claro que la
parranda había sido grande... para la aprobación del Proyecto se requería la
firma de la mayoría de los Concejales quienes, tal vez porque el balón era muy
atractivo, firmaron... absolutamente todos...
La Procuraduría había estado revisando el
proyecto y no presentó oposición ni durante la planificación ni en el tiempo
que llevaban ejecutándolo.
Como tal, el Proyecto se veía muy bonito, muy
útil, y muy a propósito a los fines electorales.
Pasó todas las instancias de aprobación
regional y de igual manera las de aprobación nacional... Con el beneplácito de
todos los niveles iniciaron la ejecución.
Todo el mundo feliz!!!
De pronto, alguien preguntó: ¿Existe un programa de control de Calidad
para esa Obra?
La respuesta dejó anonadada a la población
nacional. !NO!
Después del primer no, las tejas fueron cayendo
una tras otra y se evidenció que la obra no presentaba las prestaciones que se
requerían para un puente en esa zona y con esas características, que las
especificaciones que se habían aprobado eran algo menos que ridículas dada la
tecnología del momento y, lo que realmente le importó a la gente, el sobreprecio
de la obra era de casi siete veces lo que se suponía era el costo real. La
maraña de la permisología rayaba en la
locura y, a los aspectos legales, dado el número de complotados, se calculaba
que transcurrirían años antes de poder llevar ante los tribunales a “todos los
gatos del encierro”.
La Ley Final estaba ya vigente.
Los tres primeros gatos que llegaron a su
sábado fueron: quien vino de la Capital, el Alcalde y el Tío José
Capitulo 2
Los
Intérpretes.-
Los tres
primeros reos condenados, en el País, a ser ajusticiados conforme a la Ley
Final, fueron: el intermediario que vino de la Capital, el alcalde de Riosal y
el Tío José.
El intermediario, un “eminente” ciudadano, muy
conocido, había sido candidato a muchos cargos en los últimos gobiernos y había
ejercido varios de ellos, se sabía de sus “negocios” con grandes personajes de
su partido y de los otros partidos... nunca se le había podido condenar a lo
mas mínimo pues siempre sus padrinos, o sus ahijados, habían actuado, soterradamente claro, para
evitar que a ellos también les salpicara la mugre. Era todo un poema, estaba
entrelazado con medios de comunicación, con vendedores de baratijas, con
vendedores de “proyectos” de cualquier cosa, se le veía rebosante de favores y
dueño de una prosa amplia y cargada de los lugares comunes de cada tendencia;
había sido estrella y actor central de varias farsas ampliamente conocidas por
el gran publico pero pasadas bajo la manga de las Leyes por los otros actores
de los respectivos sainetes. Para todos los grupos era el momento perfecto para
salir de el y no quisieron desperdiciarlo.
El Alcalde de Riosal, por su parte, venía
trepando paso a paso, se le conocía por su entramado a nivel regional, por su
labia violenta, por sus chistes despóticos, por sus cambios y virajes en todo
cuanto le tocaba dirimir, siempre que hubiese algo de beneficio para el o para
sus allegados. Si se requería de alguien para hacer que la Cámara decidiese a
favor o en contra de algo, solo había que buscarle y proponerle, a cambio,
claro, de “algo”. Los grupos no movieron un dedo por el. Algunos quisieron,
pero “nadie” se atrevió.
El Tío José, por su parte, era uno de los
empresarios del pueblo, conocido por todos, amigo de todos, padrino de muchos
barrigones, negociante, gallero, bailarín, prestamista; su empresa, “La
Pedrera”, producía y suministraba insumos para las construcciones dentro y
fuera del pueblo, cincuentón, coplero, era un buen escucha y la gente le
buscaba como consejero... unía su bonachona forma de ser con un respeto casi
heroico por la palabra dada. No era un cuentero mas. Sus labios se sellaban con
lapida de mil llaves.
Ellos fueron lo tres primeros reos, culpables
directos, según lo que se escuchó en el Tribunal. A diferencia de otros casos
anteriores, sonados o no, previos a la Ley Final, en quince días a partir que
de la Capital, llegó la orden, fueron aprehendidos, juzgados y, para beneplácito de “los de
arriba” y con el silencio de la sumisión de “los de abajo”, los ejecutaron el
primer sábado después del juicio.
Fue un acto apoteósico... asistió todo el
pueblo de Riosal, cuyas calles se vieron rebozadas por el caudal de vehículos
que llegaron esa mañana provenientes de la Capital y de todos los pueblos a la
redonda de Riosal... la fiesta no terminó con la ejecución de los reos sino que
continuó hasta tarde en la noche sabatina, lo que fue muy bueno para los
Hoteles, Posadas y Restaurantes que se vieron colmados por los fuereños y por
los familiares y amigos de los tres, por ahora, actores principales de ese
capítulo.
Los Diarios, la Televisión, la Radio, no
dejaban escapar esa gallina de huevos de oro y los comentaristas se daban
banquete mostrando los innumerables aspectos a los que se les podía sacar el
filo.
A nivel Nacional, se presentaba como una
demostración de lo que debía haberse hecho desde hacía mucho tiempo... se
comadreaba sobre los pasos siguientes pues todos estaban contestes en que era
apenas la punta del iceberg; lo que
estaba sucediendo en la Cárcel no tenía parangón, nunca antes “todos” los
ediles de una Alcaldía habían sido condenados a algo y mucho menos a muerte por
ser cómplices de un hecho contra la cosa pública. En todo el Territorio
Nacional se discutía, se comentaba, se aprendía y nadie, NADIE, sabía o
barruntaba cual sería la actitud que se asumiría para controlar a los reos y
evitar el suicidio masivo. La monstruosidad de esa posibilidad tapaba, en
parte, la discusión sobre el alcance real de la ley.
Las acusaciones que el Intermediario efectuó en
sus alegatos buscando defensa, en las que ponía en evidencia las múltiples
causas que se podían abrir contra muchísimos de los actuales personeros y de
los que conformaron los últimos cinco regímenes, no habían caído en sacos rotos
y, aunque se dudaba de la celeridad de los nuevos juicios, estaba quedando
claro que había un consenso para que se llegara hasta las últimas
consecuencias. Nadie sabía o quería opinar acerca de esas “ultimas
consecuencias”
Ardía Troya también, porque los Administradores
de la Cámara Edilicia y de las Compañías, habían sentido la presión del dogal
en sus cuellos pues, aunque no habían sido los planificadores o ejecutores, si
habían sido los amanuenses del complot y por ello habían recibido el regalo de
los dioses.
En la Capital, las firmas que se dedicaban al
análisis de las operaciones, ponían su cuello en remojo por cuanto no existió
un alerta sobre lo que había sucedido y los connacionales estaban más que
claros que ellos, los analistas, lo sabían.
Las entidades bancarias hacían oídos sordos y
ponían los ojos en blanco pero, no podían negar su conocimiento de esas
actividades fuera de la Ley. Aducían que eso era una práctica común desde
SIEMPRE y este hecho hacia que la gente los empezara a ver como reos, “a
futuro”.
“Crimen y Castigo” era un libreto tonto ante
las cavilaciones de Hilda y Tomás, El estaba convencido de que, de no haber
sido por su actuación aconsejando al Tío José, este no hubiera intervenido en
el complot o, en ultimo caso, lo hubiese hecho como un proveedor y no como
instigador y, a pesar de que la nueva Ley no establecía diferencias a sus ojos,
Tomás sabía que el Tío había actuado porque él, Tomás, lo bañó en halagos y lo
indujo a mostrarse como uno de los centros del problema. Además, Tío José, fiel
a su acendrada costumbre de vivir de “su palabra” había entregado su vida sin
hacer mención de su sobrino. Y de allí se derivaba el problema crucial de
Tomás. El no estaba dentro de la lista
de acusados, no se le había mencionado para nada.
Era el perfecto inocente!!! Pero... El estaba consiente de su
actuación!!!
El dilema de Hilda se iniciaba en su costumbre
de pretender que su marido apareciese como líder de cuanto se propusiese hacer.
Siempre le había exigido y, en muchas oportunidades, hasta se había burlado
cuando por razones de realidad de vida, el liderazgo en los negocios o en la
actividad familiar o entre las amistades, cambiaba de personajes y Tomás
aceptaba que otros fuesen los lideres de eso que estuviesen haciendo. Esa
condición había privado en este negocio, ella sabía que el dueño de la empresa,
dueño también del dinero, era el Tío José... sabía también que el Tío quería a
Tomás como a un hijo, sabía que veía por los ojos de Tomás y que nunca haría
aparecer a Tomás como instigador de nada sucio. Por eso, encendió en Tomás el
deseo de que acudiera a su Tío y lo impulsara hacia ese negocio. Pero también conocía a su marido y sabía de
antemano las vueltas que daría su cerebro antes, durante y después de lo que
ocurriese, fuese bueno, o malo, o peor.
La tormenta apenas comenzaba.
Por otra parte, el pueblo había sentido la
emergente bonanza producida por el mar de gente que se había apersonado ese
último fin de semana para presenciar el macabro espectáculo, lo que no solo se
había notado en los comercios Hoteleros y de alimentación sino que,
además, había dado lugar a que se
buscaran empleados para limpiar las calles y se contrataran enfermeros para el
puesto de salud; la sola puesta en escena del tinglado para la ejecución
conllevó a la contratación “pública” de los carpinteros, electricistas,
proveedores, técnicos y obreros que se utilizaron... como era la primera vez
que en el país se hacía, no había gente con experiencia y eso llevó a construir
unos artilugios muy “de Riosal” que, por lo que se leía en los periódicos, ofrecía
posibilidades de trabajo en las próximas ciudades o pueblos donde tuviesen
ejecuciones. La estación de gasolina había vendido TODA su reserva, el
mercadito se había quedado sin víveres, los muchachitos hicieron su Agosto
cuidando carros, la floristería agotó su
existencia; hasta el servicio eléctrico se vio tocado porque el pueblo parecía
estar de fiesta nacional y todas las luces estaban encendidas, lo que dio como
resultado que se notase la disminución del fluido y que algunos equipos no
pudiesen funcionar. El Bar Consentido, con muy buen sentido práctico, se había
apertrechado la semana anterior y pudo dar abasto a cuantos le visitaron y, con
las chicas contratadas que le llegaron el viernes, mantuvo a la gente bailando
hasta el domingo en la noche. El Medico atendió unas cuantas emergencias
tontas, el Farmaceuta no cerró su local, los tres taxistas estuvieron
moviéndose todo el tiempo, la Panadería, flor del comercio, se vio atiborrada
de parroquianos y, milagro, cerraron tres hornadas en el fin de semana. El Cura
del pueblo tuvo que hacer horas extras porque con la muerte asomando la cara,
todo el mundo quería confesarse.
Pensando en el “¿que dirán del pueblo?” se
contrató un tractor con pala para adecuar eso que llamaban la “FOSA PUBLICA” y
poner presentable el Cementerio.
Las Señoras de Riosal, hábiles fabricantes de
dulces criollos, prepararon todos los tipos que pudieron y todos los
vendieron... no fueron a mas porque no lo previeron... pero... para la próxima
semana, cuando la cosa sería aun mas seria, ya estaban esperando el cargamento
de ingredientes que por teléfono ya habían pedido.
Lo que para las familias de los ejecutados era
la mayor tragedia de su existencia, se convertía en un acto benéfico para los
demás. El pueblo, que venía languideciendo, de pronto se encontró en el vórtice
de un movimiento extraordinario que lo ponía en el Mapa a nivel nacional e
internacional. Periodistas extranjeros que cubrieron la ejecución enviaron sus
cuartillas y sus fotos a los cuatro puntos cardinales... las caras de las
muchachas del pueblo estuvieron en la Televisión mundial... los paisajes
tradicionales de pronto tuvieron un resalte de esplendor al cobijar esa
“solución” nunca antes vista en lugar alguno del mundo. Así la denominaron: “La
Solución Riosal”. No había pasado una semana y ya se notaba en las televisoras
el anuncio para ver o escuchar a fulano y a zutano, disertando “sabiamente” sobre
lo bueno o malo de lo que estaba sucediendo.
Para el Gobierno, lo que tenían ahora era una
papa caliente, hirviendo, en la boca. Al mismo tiempo, esa Papa caliente que
tanto le costaba mantener en la boca le estaba dando puesto en los noticieros y
le ayudaba a mantener los ojos de los mirones en otros problemas distintos a
los que, día a día, le presentaban sus “enemigos”. El contrasentido era que la
mayoría de los muy posibles candidatos a ser reos por la aplicación de la Ley,
los funcionarios en la cadena, eran sus propios seguidores y, una vez puesta en
marcha la maquinaria para esa Ley, sabía que sus opositores, y también su
propia gente, le estarían exigiendo el cumplimiento a raja tabla de lo en ella
especificado.
El próximo sábado les tocaba retreta a los
ediles que habían aprobado en primerísima instancia el negocio; ya habían sido
juzgados y sentenciados, era “su” sábado. Esta cortamente larga semana de 168
horas, extremadamente corta como vida, eran horas extremadamente largas como
antesala de lo ya inevitable y, habiendo sido testigos de la primera ejecución,
tenían perfectamente clara en su mente la dantesca visión de lo que les
sucedería a ellos y a sus familias...
En el pueblo de Riasol estaban pasando, y por
pasar, hechos extraordinarios que nadie sabía como terminarían... acostumbrados
como estaban a su bucólica vida, ni imaginaban la que se podía armar si sus
lenguas no se tranquilizaban y si persistían en querer aparecer en los medios
como “fuentes fidedignas”... por ejemplo, en La Pedrera, en esa fuente de
trabajo que por años había sido el hogar de la mayoría de los obreros del
pueblo se estaba armando la gorda... resulta que los camioneros que les hacían
los traslados del material desde los sitios de búsqueda y hasta las obras que
se ejecutaban y hasta los sitios de destino final de los deshechos, vivían prácticamente de los contratos con la
empresa y generalmente no había problemas con los camiones y los transportes de
personal, eran los de siempre y, claro, eran los mas cercanos al lugar del
trabajo, los lógicos para hacerlo, pero, como esta obra del puente requería de
dineros que sobrepasaban las posibilidades de la Alcaldía y las de la Región,
es decir, como se utilizarían dineros de la Nación y, además, alguien de fuera
quería pescar en ese mar, hubo la proposición formal y aprobada desde la Capital,
para que se revisaran con toda crudeza las condiciones de operación de esos
transportes y, en caso de aparecer problemas, contratar con una firma de
“alguien” de la capital emparentado con “alguien” del gobierno. Finalmente,
otro alguien, decidió que fuese la oficina de supervisión de “algo” quien
enviase unos funcionarios para que ejecutasen la inspección “in situ” y se
otorgasen los permisos de trabajo, habilitaciones, para “esa obra”... Haciendo el cuento corto,
los funcionarios enviados por esa oficina aparecieron en Riosal, tuvieron una
reunión con todos los dueños de los transportes y “decidieron” que: como la
obra estaba requerida de urgencia de sus vehículos, se llevarían a la capital
los papeles de propiedad de cada uno de ellos y al cabo de un tiempo, que
dedicarían al estudio concienzudo de ellos, se los retornarían con el permiso
respectivo. Fuera de la reunión, los dueños recibieron de viva voz la
información de que debían pagar una cierta cantidad para asegurar que sus
vehículos estarían efectivamente aprobados. El número de vehículos pasaba de
los 700 y, por cada uno, el dueño debía de pagar una módica suma de denarios
que no bajaba de las siete cifras. Les dijeron que de no hacerlo, podían contar
conque les llegaría el veto para trabajos hacia la comunidad.
Las lenguas no callaron ni por un instante y
los periodistas que pululaban por las calles del pueblo estrella, vieron su
manjar servido y listo... tenían los nombres de los dueños, de los
funcionarios, de la compañía que recibiría el contrato, de quienes habían sido
los contactos de cada uno, de la razón de dependencia de los funcionarios que
fueron a Riosal, de la lista de los vehículos, de cuanto se había pagado por
cada uno en esta tramoya, de lo que se había pagado en efectivo, de las
transferencias, de los pagos en especie en lugar de dinero... total, !Tenían el
premio gordo! ¡Notitia Criminis!
Mal de muchos, consuelo de tontos, dice el
dicho vernáculo. La gente comenzó a buscarle salidas cuando se inició la
investigación donde, a todas luces, los protagonistas (léase, los reos por la
Ley Final) parecían ser los de la Capital... pero, de inmediato aparecieron los
doctos, por las radio emisoras, contándoles a los oyentes que cuando hay casos
de extorsión, son tan culpables los que extorsionan como los que pagan la
extorsión, o sea que cobres o pagues, eres culpable del mismo hecho delictivo.
Etcétera, etcétera... Como Troya parecía que ya no estaba tan encendida... se
prendió de nuevo cuando apareció alguien que preguntaba si entonces debíamos
dejar que mataran a nuestras familias si es que, como suele suceder en algunos
países con tanta frecuencia, los raptaban y pedían dinero por ellos...
El caso de los camiones se fue a los medios
deportivos y a las agencias de apuestas... se veía a Riosal como el equipo
pequeñito, ínfimo, luchando con los peces grandes del acuario... hasta
publicaron humoradas donde se veían peces grandísimos, armados hasta los
dientes y con las tablas de la Ley en las aletas, burlándose de los montunos
que solo tenias tras ellos las sogas de las horcas. El problema de la
aplicación de la Ley Final tuvo su primer barrunto de hacerse FUEGO SACRO.
Y, a fuerza de fuego sacro, los sacrosantos héroes de mil batallas
legales vieron aparecer el ángel vengador volando sobre el territorio
nacional... “La Ley Final pena con la misma condena a los reos y a quienes les
representan en los juicios que se les sigan, a menos que sean nombrados como
abogados de turno u oficio”.
A todas estas, la comidilla del pueblo era si
ellos, nativos y moradores de Riosal, lo estaban haciendo mal o bien... ya
veían venir la borrasca tras el sarao... las cosas pasarían y el pueblo se
sumergiría, una vez más, en la indolencia de propios y extraños... como bien
claro entendían, cada vez que los políticos habían levantado una polvareda, lo
único que le había quedado al pueblo eran viudas, huérfanos, sangre,
desolación, emigración y políticos con mas tierras que antes y mas ínfulas de
canallada.
Los próximos en la lista eran los ediles y
estos ya estaban en la carcelita del pueblo, desde ya olvidados y negados por
las “Elites” que les habían prometido villas y castillos y que, por arriba o
por debajo de la mesa, también habían recibido su parte y, en el más cruel
silencio, se desentendían de ellos. La mayor desgracia era que, siendo tan
pocas personas en el pueblo, todos estaban unidos por vínculos familiares y,
los muy pocos extraños que había, eran amigos a muerte de todos los demás.
La primera ejecución supuso la mayor
tragicomedia común hasta esa fecha. El primer ejecutado fue el intermediario y
para El vinieron de la Capital grandes apellidos en lujosos vehículos.
Familiares, amigos y compinches, vinieron a mostrar su asombro porque la Ley
hubiese tocado a ESE extraordinario ciudadano, les era absolutamente imposible
creer que estuviese sucediendo y no entendían como los jerarcas de los partidos
y de los gobiernos pasados y del actual régimen dejaran ante el escarnio
público a tal hombre, que tanto les había dado a cada uno, en su momento. Como
suele suceder ante hechos similares se fueron cargando de furia contra quienes
veían como culpables de ser los cómplices por haber aceptado meterse en el
“negocio”. Para ellos, los “montunos”, eran los únicos culpables, de no estar
tan hambreados, ellos se hubiesen opuesto al guiso y su “héroe” no se hubiese
enfangado... Ante el hecho definitivo de
la ejecución, escupían epítetos contra la gente de Riosal y, cada uno en su rol
político, contra los dirigentes de los otros partidos. La gente del pueblo comenzó a carcajearse de
ellos y llegó un momento, justo antes de abrirse la tanquilla, cuando la
familia no pudo resistir mas y clamaban pidiendo misericordia, que ellos, los
testigos para ese señor, mostraron sus
caras de alivio pues ya no estaría “el” para señalarlos como posibles
reos de lo mismo.
Tan pronto como los pies del ajusticiado
dejaron de moverse se escucharon los motores de los vehículos y con desenfreno
se inició la marcha de la huida pues el pueblo manifestaba en contra de los
extraños y quería tomarse la justicia por su mano y hacer que “esos señorones”
acompañasen al difunto en su correría final.
Los agentes de la policía se las vieron muy
duras para contener a la muchedumbre y cabe destacar que el jefe de la policía,
en su arenga, explicaba al pueblo que se quedaran tranquilos pues... “la
función no había terminado y faltaban dos actores por presentarse”...
Apareció en una esquina de la Plaza el piquete
de policías acompañando al Alcalde que sería ajusticiado... Los gritos de
ladrón, corrupto, sinvergüenza, acompañados de cuanta mala palabra pueda
imaginarse, atronaron en la Plaza... los familiares del alcalde no podían ni
levantar los ojos del suelo pues la gente les gritaba y gesticulaba
amedrentándolos... tal como decía la Ley, estaban allí todos sus familiares en
primero y segundo grado... desde sus padres hasta sus nietos... sobre ellos se
volcaba la furia de la gente de Riosal, allí estaban todos sus amigos, sus
maestros, sus alumnos... todos...ahora les tocó a ellos recibir el escarnio del
pueblo. Nadie, absolutamente, se atrevió a decir nada diferente... todo fue
improperios y poco faltó para que les comenzaran a tirar objetos. La gente de
su partido se fue, haciendo mutis silencioso y desapareciendo por vía rápida,
el pueblo quería ir contra ellos. De nuevo el Jefe de Policía arengó buscando
un poco de calma y recordando, por segunda vez, que faltaba otra ejecución.
Trajeron al Tío José y la gente, si se quiere,
fue amistosa con el, aunque, de pronto, unas personas que todo el pueblo
conocía como las que mas favores le debían y mas dinero le adeudaban,
comenzaron a embromarle y a dejar en el ambiente otros “guisos” donde
supuestamente había intervenido, estas bromas revolvieron la gallera y
comenzaron a caer objetos sobre quienes estaban cerca del reo. La Policía
disparo al aire hasta que se logró un poco de tranquilidad pero, para ese
momento, los familiares directos del Tío José ya habían recibido golpes y
“amenazas”. En previsión de más desafueros, la ejecución se aceleró y se vio mas
como comedia que como acto formal.
La dantesca escena del sábado de las primeras
ejecuciones parecía que no terminaría nunca, los familiares directos de los
ajusticiados parecían no aceptar que los dejasen colgados hasta el Lunes en la
mañana y eso obligó a que el piquete de Policías permaneciese montando guardia
noche y día, cuidando los cadáveres... aun así, el lunes en la madrugada
aparecieron carteles sobre los ajusticiados con toda clase de groserías y de
mensajes para los grupos políticos, pidiéndoles cuenta por la vida de esos tres
primeros ajusticiados... el lugar común era el de: “...Y ahora les toca a
ustedes...” “...a cada cochino le llega su sábado...”
Los ediles, presos y condenados, escucharon
todo cuanto pasó, pues estaban a la vuelta de la esquina; supieron que los de
la capital, que tan mal se habían expresado de los “montunos”, se habían
marchado del pueblo con tal apuro que se fueron sin pagar los alojamientos y
comidas y ya los hoteleros les estaban pasando la cuenta a los partidos políticos
de cada uno, quienes, a su vez, se hacían los desentendidos...
No tuvieron visitas ni el sábado, ni el
domingo, ni el lunes, pues el Comandante de la Policía decidió que dadas las
actitudes de la gente, podía esperar tumultos a la puerta de la carcelita y
como no había Alcalde ni Ediles en ejercicio, el era el mandamás del pueblo...
nadie rechistó pues nadie quiso tener que responder por lo que pudiese
producirse. Los Reos estaban en una terrible situación, nadie quería nada con
ellos, hasta sus familiares, que habían recibido los insultos de la turba, no
se atrevían a buscar que los dejasen visitarlos.
Uno de los ediles, de apellido Jilguero,
comenzó a vociferar doliéndose de su situación, gritaba que no quería que sus
hijas y sus nietos lo vieran en ese predicamento, pedía que los policías lo
matasen de una buena vez y, para lograr atraer la atención, se daba de golpes
contra las rejas del calabozo... a tal punto llegó, que los de guardia entraron
y le ataron de manos y pies para evitar el suicidio... la escena se fue
repitiendo y a medio día del lunes ya estaban todos los ediles encadenados a
tira corta para evitar la debacle. Dejaron de tomar agua y no aceptaban
alimentos. El Párroco del pueblo se acercó hasta la carcelita para hablarles y
buscar que bajaran el sufrimiento de sus familiares pero su ruego resultó
infructuoso pues no había argumentos para balancear la situación... estuvo con
ellos, rezó en voz alta, les dio la Bendición, lloró con ellos, poco faltó para
que pidiese que lo ejecutaran con ellos. Los reos lo despidieron con encargos
de visitar a las familias una vez que todo terminase y uno de ellos le pidió
que cuando tuviese oportunidad de hablar con los que le habían postulado y
llevado a ser edil, bien conocidos de ambos, les recordase que los estaría
esperando y que el sabia que eso no tardaría mucho porque, “lo demás”, pronto
sería publico.
Comenzaron a gritar para que les escucharan
desde fuera de la carcelita, anunciaban que todos se suicidarían, de la manera
que fuese, pues no querían que sus familias pasaran por la tragedia que se
había vivido ese fin de semana pasado. Uno de ellos metió los brazos entre las
rejas y se dejó caer... logro partirse cubito y radio derechos...
Todos en el pueblo estaban perturbados y Riosal
aparecía en todos los periódicos del mundo. La interminable discusión a nivel
mundial por los alcances nacionales e internacionales de la Ley Final ocupaba
todos los espacios de opinión y de sucesos. Todo el mundo opinaba y poco a poco
se notaba que, con los hechos a la vista, la tendencia era POSITIVA... cada
analista desglosaba las bondades de su aplicación, no en el momento inicial
sino, una vez que ya fuese parte de la rutina de los pueblos. Una de las
mayores ventajas que se destacaba era la de la aceptación de la responsabilidad
absoluta por las personas que dependían de cada quien, en todo cuanto
dependían.
Cada quien era responsable de TODO cuanto
decía, no podía escudarse en superiores,
ni en conceptos doctrinarios o religiosos, no podía justificarse cuando
sus subalternos trasgredían la Ley...
En las empresas con directivas de trabajo,
líneas de procesos administrativos, líneas de mando y de responsabilidad,
resultaba muy fácil de seguir la cadena de responsabilidades, por lo general
terminaba en el Vicepresidente ejecutivo o quien hiciese sus veces. En las
empresas pequeñas, cuasi familiares, la cadena de responsabilidad se llevaba
por delante a casi todo el mundo y esto pasaba en los cientos de pequeñas
empresas de muy poco personal, donde casi toda la planta estaba en conocimiento
de todo. A nivel Gubernamental, la Ley imponía que la escala jerárquica de la
situación se tomase en cuenta y era casi imposible que un Ministro no se viese
en algún juicio por acciones de un subalterno que laboraba a miles de
kilómetros; el Ministro y la cadena de mando de ese empleado.
Esta nueva caminería jurídica desmembraba la
irresponsabilidad y la adjudicaba a cada uno de los mandos intermedios, hasta
llegar al máximo nivel. El quid de la cuestión era que el superior tenia la
responsabilidad de lo que hicieran, o no, sus subalternos inmediatos y para eso
tenía, como siempre había tenido, herramientas de control a su disposición...
En el caso de Riosal, la proposición fue: Hacer
un puente para “mejorar la carretera”... La proposición no nació en el
pueblo... No fue la Alcaldía quien propuso la obra... No fue la Cámara quien
discutió la necesidad... No hubo un trabajo previo en la comunidad de Riosal
sobre la necesidad...
La Ley Final no pretende adueñarse de los
conocimientos que “en cualquier orden” puedan tener los ciudadanos, no pretende
tampoco aislar a los pueblos y obligarlos a no aceptar ideas de progreso que
vengan de otras partes, nacionales o internacionales. La Ley lo que pretende es
proteger a los ciudadanos, como grupo, de la acción de ciudadanos que intenten
apoderarse de lo que ES de la
ciudadanía. En el centro de gravedad de La Ley está la “honradez”.
Estaba claro que, en el presente caso, el
crimen se había planificado fuera de Riosal y tenía todos los visos de
premeditación, alevosía e impunidad... se le añadía el estarse cometiendo
en/con agavillamiento... estaba claro
que existían visos de extorsión a nivel del planteamiento y extorsión clara y
directa a nivel de los camioneros y transportistas.
La aparición de la cadena de los “alguien”
elevaba el problema a otras instancias convirtiéndolo en Gubernamental. Las
dependencias funcionales que contemplaba la Ley hacían que hubiese reos en
todos los estamentos de los Ministerios e Institutos involucrados.
Así que la aplicación de la Ley hacía
obligatorio que cada quien se ocupase de lo suyo, que cada uno mantuviese los
ojos abiertos y estuviese pendiente de los malos manejos que pudiesen ocurrir
en su área de responsabilidad pues, de otra manera, se hacía cómplice de esos
malos manejos y por ende, reo a los ojos de la Ley Final
Así que con toda la colectividad de la Nación
en ascuas, sin saber que hacer, en medio de una diatriba jamás vista o
recordada, las familias comenzaron a “pensar en familia”... Eran muchos años de
malos manejos, de actuaciones solapadas, de encubrimiento en aras de la...
“amistad”. Eran muchos los cuentos y muchos mas los actores...
El denominador común era que nadie sabía
quienes habían sido los propulsores de esa pieza legal. Como todas las Leyes,
había pasado por diversos filtros y la Asamblea Nacional la había aprobado. Se
suponía que la fueron armando algunos de los representantes del pueblo que allí
hacían vida laboral y que, como el elefante y la hormiguita, armados de la paciencia
de Job, la fueron pasando. Tuvieron tal éxito que la ley se había Promulgado y
ahora nadie sabía, ni quería, al menos por ahora, aparecer como padre de la
criatura.
.- Te veo llorando, compungida, desalentada...
.-Y que esperas, Tomás? Con lo que está pasando
ahora, el pueblo se acabará... ¿De donde sacaremos dinero en Riosal? ¿En quien
vamos a confiar...? Tendremos que irnos de aquí... Con lo que dijeron del Tío y
de nosotros, ¿en quien vamos a confiar?, ¿Quien va a confiar en nosotros?
Tienes que hacer algo para que la gente no nos eche la culpa, fíjate lo que
dijeron los capitalinos esos...
.- Y tu pretendes que ahora salga yo a confesar
que influí en el Tío José para que se prestase a ese juego? ¿Que le diga al
país que soy el único ciudadano con honradez suficiente como para echarme el
muerto al hombro? ¿Quien soy yo para montarme en esa cruz? Si te digo lo que
escribirían en los periódicos... Yo mismo me echaría a reír, a mandíbula
batiente!!!
.- Quien sea el que asuma la autoría de esto
tendrá sobre sus espaldas la muerte de medio país, quizás hasta más de la
mitad... Esta es la verdadera debacle y al mismo tiempo la solución del país...
ya nadie quiere ser jefe de nada... se acabaron los “funcionarios”... se le
acabó la cuerda a los políticos y ya no tienen conque captar incautos... y por
otro lado, acostumbrados a la regalía de
los tiempos “de antes”, ahora que la gente tiene que trabajar, que tienen que
justificar su producción diaria de ocho horas para poder cobrar su sueldo, que
tienen que justificar el dinero conque compraron cualquier cosa para poder
venderla, se nos ha puesto pequeñito el futuro pues: o producimos o nos morimos
de hambre.
Hilda, al lado del molinillo del café le daba
vueltas y molía y remolía... miraba a su marido con desespero pues no habían
respuestas agradables en el ambiente... su ultima pregunta aun tenía ecos en
las viejas paredes...
.- Y tu crees que nos tocará a nosotros estar
en otro juicio? No juegue, me miraban como si yo me hubiese robado quien sabe
que, y eso que no éramos nosotros los acusados...
Preparar el café parecía una empresa grandiosa,
tal era la concentración que tenían en ese momento... Tomás buscaba respuestas
en el aire... no le era fácil contestarle a Hilda:
.- Claro que, si la cosa sigue girando, tienen
que buscar por arriba, en los Ministerios, en la gente de Planificación y,
claro, en la gente que maneja los reales y que saca las cuentas... pero esa
gente no es de Riosal y entonces, pase lo que pase, “nuestra” solución está
aquí y no en otra parte... menos mal que la veguita del río está sembrada y la
podemos cosechar entre los muchachos y Yo... los tiempos van a ser muy
difíciles y la mortandad va a ser grande... fíjate lo de los concejales,
dijeron que se van a levantar otros guisos y que va a caer mas gente... Escuché
que esto de ahorita no es nada comparado con lo del edificio del Consejo
Municipal y que si eso revienta se llevarán en los cachos a, por lo menos, tres
Consejos... y eso es un gentío... Entonces... dejémonos de llantos porque largo
será el invierno... prepare su ropita negra porque serán muchos los velorios y,
roguémosle a Dios porque no seamos nosotros los acostados.
Acostados estaban los ediles, en el calabozo
común de la carcelita
Atados de
manos y pies pues no les permitían ningún movimiento, en previsión a lo que
estaban anunciando...
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