Todas las
moscas en la pared morirían del impacto
Michael Rowan, colaborador desde hace muchos años de VenEconomía, escribió un análisis para la edición mensual de junio sobre las polémicasreuniones de altos funcionarios de los Estados Unidos y Venezuela para normalizar las relaciones y restablecer a los embajadores en ambos países. Considera Rowan que hubiera sido interesante escuchar lo que se dijo en dichas reuniones, aunque tal vez las moscas en la pared hubiesen muerto del shock causado por lo que escucharon.
Rowan, como muchos analistas políticos se pregunta si el negociador de Obama, Tom Shannon, normalizará las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela en negociaciones con el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.
Afirma que “si las cuentas publicadas en los últimos años importan, y puede que no, las inquietudes tanto de Estados Unidos como de Venezuela están puestas sobre la mesa”.
Explica que, por un lado, se encuentran los intereses estadounidenses, los cuales orbitan alrededor de los temas de seguridad nacional, terrorismo, narcotráfico y asociaciones con terroristas, así como en torno a los valores de los EE.UU., los cuales incluyen los presos políticos, las violaciones de derechos humanos y la ausencia de elecciones transparentes en Venezuela.
En el otro lado de la mesa, indica, están los temores de Venezuela, es decir, de asegurar su perpetuación en el poder, de mantener la soberanía nacional, de impedir la designación como Estado patrocinador del terrorismo y de levantar las sanciones penales impuestas contra más de una docena de funcionarios del Gobierno.
Rowan acota que es poco probable que se hable sobre la "guerra económica", dado que ambas partes saben que eso es un ardid de relaciones públicas para consumo interno. Poner la guerra económica sobre la mesa significaría que Estados Unidos sucumbió al realismo mágico, antes de iniciar las conversaciones. A su entender Estados Unidos negocia para proteger sus intereses, los cuales versan sobre realpolitik, y a sus valores que tratan de esperanza.
Rowan afirma que la realpolitik está en primer lugar. Estados Unidos tiene bases militares o personal militar en más de la mitad de los 192 países del planeta. Participa en el negocio de todos los demás. Por lo tanto, el procedimiento operativo estándar para Estados Unidos es seguir con sus intereses –seguridad– y comprometer sus valores, como una obligación para con los derechos humanos o la democracia.
Indica Rowan que cuando EE.UU. piensa que su seguridad está amenazada, actúa, y, a menudo, se encuentra solo, actuando unilateralmente. Y opina que Venezuela sí tendría algo de qué preocuparse. Otra explicación sería que se estaría arrancando una página del guion de Fidel Castro, quien utilizó el mismo miedo de ser acosado por los EE.UU., para reprimir al pueblo cubano económica y socialmente, durante medio siglo. Chávez y Maduro ahora han hecho lo propio desde hace 17 años. Eso funciona.
De modo que ¿cuál es la verdad? ¿Es posible que EE.UU. intervenga en Venezuela o no?
Otro punto resaltante en el artículo de Rowan es la posibilidad de que EE.UU. catalogue a Venezuela como un Estado patrocinador del terrorismo. Explica que ello acabaría con Venezuela en una semana debido a que los bancos internacionales se negarían a involucrarse en transacciones con un país designado como Estado patrocinador del terrorismo, por temor a enormes multas del Departamento del Tesoro de los EE.UU.
La designación de Venezuela como Estado patrocinador del terrorismo limitaría seriamente o impediría todas las transacciones en dólares (petróleo, importaciones, todo) y secuestraría los fondos del Gobierno de Venezuela en territorio estadounidense (el cual se extiende a Europa y Asia, según la interpretación de los bancos), dando origen así a una economía venezolana congelada y dólar dependiente.
Lo que es peor aún para el régimen es que para librarse de la designación como Estado patrocinador del terrorismo, es necesario que un eventual nuevo Gobierno no tenga relación alguna con el Gobierno designado como tal. Ello elimina la posibilidad de nombrar un incondicional como Presidente que siga actuando como antes. Con la designación de Estado patrocinador del terrorismo, se le acaba la fiesta al régimen, por lo que debe evitarla a toda costa.
Editores de VenEconomía
Michael Rowan, colaborador desde hace muchos años de VenEconomía, escribió un análisis para la edición mensual de junio sobre las polémicasreuniones de altos funcionarios de los Estados Unidos y Venezuela para normalizar las relaciones y restablecer a los embajadores en ambos países. Considera Rowan que hubiera sido interesante escuchar lo que se dijo en dichas reuniones, aunque tal vez las moscas en la pared hubiesen muerto del shock causado por lo que escucharon.
Rowan, como muchos analistas políticos se pregunta si el negociador de Obama, Tom Shannon, normalizará las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela en negociaciones con el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.
Afirma que “si las cuentas publicadas en los últimos años importan, y puede que no, las inquietudes tanto de Estados Unidos como de Venezuela están puestas sobre la mesa”.
Explica que, por un lado, se encuentran los intereses estadounidenses, los cuales orbitan alrededor de los temas de seguridad nacional, terrorismo, narcotráfico y asociaciones con terroristas, así como en torno a los valores de los EE.UU., los cuales incluyen los presos políticos, las violaciones de derechos humanos y la ausencia de elecciones transparentes en Venezuela.
En el otro lado de la mesa, indica, están los temores de Venezuela, es decir, de asegurar su perpetuación en el poder, de mantener la soberanía nacional, de impedir la designación como Estado patrocinador del terrorismo y de levantar las sanciones penales impuestas contra más de una docena de funcionarios del Gobierno.
Rowan acota que es poco probable que se hable sobre la "guerra económica", dado que ambas partes saben que eso es un ardid de relaciones públicas para consumo interno. Poner la guerra económica sobre la mesa significaría que Estados Unidos sucumbió al realismo mágico, antes de iniciar las conversaciones. A su entender Estados Unidos negocia para proteger sus intereses, los cuales versan sobre realpolitik, y a sus valores que tratan de esperanza.
Rowan afirma que la realpolitik está en primer lugar. Estados Unidos tiene bases militares o personal militar en más de la mitad de los 192 países del planeta. Participa en el negocio de todos los demás. Por lo tanto, el procedimiento operativo estándar para Estados Unidos es seguir con sus intereses –seguridad– y comprometer sus valores, como una obligación para con los derechos humanos o la democracia.
Indica Rowan que cuando EE.UU. piensa que su seguridad está amenazada, actúa, y, a menudo, se encuentra solo, actuando unilateralmente. Y opina que Venezuela sí tendría algo de qué preocuparse. Otra explicación sería que se estaría arrancando una página del guion de Fidel Castro, quien utilizó el mismo miedo de ser acosado por los EE.UU., para reprimir al pueblo cubano económica y socialmente, durante medio siglo. Chávez y Maduro ahora han hecho lo propio desde hace 17 años. Eso funciona.
De modo que ¿cuál es la verdad? ¿Es posible que EE.UU. intervenga en Venezuela o no?
Otro punto resaltante en el artículo de Rowan es la posibilidad de que EE.UU. catalogue a Venezuela como un Estado patrocinador del terrorismo. Explica que ello acabaría con Venezuela en una semana debido a que los bancos internacionales se negarían a involucrarse en transacciones con un país designado como Estado patrocinador del terrorismo, por temor a enormes multas del Departamento del Tesoro de los EE.UU.
La designación de Venezuela como Estado patrocinador del terrorismo limitaría seriamente o impediría todas las transacciones en dólares (petróleo, importaciones, todo) y secuestraría los fondos del Gobierno de Venezuela en territorio estadounidense (el cual se extiende a Europa y Asia, según la interpretación de los bancos), dando origen así a una economía venezolana congelada y dólar dependiente.
Lo que es peor aún para el régimen es que para librarse de la designación como Estado patrocinador del terrorismo, es necesario que un eventual nuevo Gobierno no tenga relación alguna con el Gobierno designado como tal. Ello elimina la posibilidad de nombrar un incondicional como Presidente que siga actuando como antes. Con la designación de Estado patrocinador del terrorismo, se le acaba la fiesta al régimen, por lo que debe evitarla a toda costa.
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