Los agentes de la policía se las vieron muy
duras para contener a la muchedumbre y cabe destacar que el jefe de la policía
en su arenga explicaba al pueblo que se quedaran tranquilos pues... la función
no había terminado y faltaban dos actores por presentarse...
Apareció en una esquina de la Plaza el piquete
de policías acompañando al Alcalde que sería ajusticiado... Los gritos de ladrón,
corrupto, sinvergüenza, acompañados de cuanta mala palabra pueda imaginarse
atronaron en la Plaza... los familiares del alcalde no podían ni levantar los
ojos del suelo pues la gente les gritaba y gesticulaba amedrentándolos... tal
como decía la Ley, estaban allí todos sus familiares en primero y segundo
grado... desde sus padres hasta sus nietos... sobre ellos se volcaba la furia
de la gente de Riasol, allí estaban todos sus amigos, sus maestros, sus
alumnos... todos...ahora les tocó a ellos recibir el escarnio del pueblo.
Nadie, absolutamente, se atrevió a decir nada diferente... todo fue improperios
y poco faltó para que les comenzaran a tirar objetos. La gente de su partido se
fue, haciendo mutis silencioso y desapareciendo por vía rápida, el pueblo
quería ir contra ellos. De nuevo el Jefe de Policía arengó buscando un poco de
calma y recordando por segunda vez que faltaba otra ejecución.
Trajeron al Tío José y la gente, si se quiere,
fue amistosa con el, aunque, de pronto, unas personas que todo el pueblo
conocía como las que mas le debían favores y dinero prestado, comenzaron a
embromarle y a dejar en el ambiente otros “guisos” donde supuestamente había
intervenido, estas bromas revolvieron la gallera y comenzaron a caer objetos
sobre quienes estaban cerca del reo. La Policía disparo al aire hasta que se
logró un poco de tranquilidad pero, para ese momento, los familiares directos
del Tío José ya habían recibido golpes y “amenazas”. En previsión de más
desafueros, la ejecución se aceleró y se vio mas como comedia que como acto
formal.
La dantesca escena del sábado de las primeras
ejecuciones parecía que no terminaría nunca, los familiares directos de los
ajusticiados parecían no aceptar que los dejasen colgados hasta el Lunes en la
mañana y eso obligó a que el piquete de Policías permaneciese montando guardia
noche y día, cuidando los cadáveres... aun así, el lunes en la madrugada
aparecieron carteles sobre los cadáveres con toda clase de groserías y de
mensajes para los grupos políticos, pidiéndoles cuenta por la vida de esos tres
primeros ajusticiados... el lugar común era el de. “...Y ahora les toca a
ustedes...” “...a cada cochino le llega su sábado...”
Los ediles, presos y condenados, escucharon
todo cuanto pasó, pues estaban a la vuelta de la esquina; supieron que los de
la capital, que tan mal se habían expresado de los “montunos”, se habían
marchado del pueblo con tal apuro que se fueron sin pagar los alojamientos y
comidas y que ya los hoteleros les estaban pasando la cuenta a los partidos
políticos de cada uno, quienes a su vez, se hacían los desentendidos...
No tuvieron visitas ni el sábado, ni el
domingo, ni el lunes, pues el Comandante de la Policía decidió que, dada la
actitud de la gente, podía esperar tumultos a la puerta de la carcelita y como
no había Alcalde ni Ediles en ejercicio, el era el mandamás del pueblo... nadie
rechistó pues nadie quiso tener que responder por lo que pudiese producirse.
Los Reos estaban en una terrible situación, nadie quería nada con ellos, ni sus
familiares que, habiendo recibido los insultos de la turba, no se atrevían a
buscar que los dejasen visitarlos.
Uno de ellos, de apellido Jilguero, comenzó a
vociferar doliéndose de su situación, gritaba que no quería que sus hijas y sus
nietos lo vieran en ese predicamento, pedía que los policías lo matasen de una
buena vez y para lograr atraer la atención se daba de golpes contra las rejas
del calabozo... a tal punto llegó, que los de guardia entraron y le ataron de
manos y pies para evitar el suicidio... la escena se fue repitiendo y a medio
día del lunes ya estaban todos los ediles encadenados a tira corta para evitar
la debacle. Dejaron de tomar agua y no aceptaban alimentos. El Párroco del
pueblo se acercó hasta la carcelita para hablarles y buscar que bajaran el
sufrimiento de sus familiares pero su ruego resultó infructuoso pues no había
argumentos para balancear la situación... estuvo con ellos, rezó en voz alta,
les dio la Bendición, lloró con ellos, poco faltó para que pidiese que lo
ejecutaran con ellos. Los reos lo despidieron con encargos de visitar a las
familias una vez que todo terminase y uno de ellos le pidió que cuando tuviese
oportunidad de hablar con los que le habían postulado y llevado a ser edil,
bien conocidos de ambos, les recordase que los estaría esperando y que el sabia
que eso no tardaría mucho porque, “lo demás”, pronto sería publico.
Comenzaron a gritar para que les escucharan desde
fuera de la carcelita, anunciaban que todos se suicidarían, de la manera que
fuese, pues no querían que sus familias pasaran por la tragedia que se había
vivido ese fin de semana pasado. Uno de ellos metió los brazos entre las rejas
y se dejó caer... logro partirse cubito y radio derechos...
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