El dilema de Hilda se iniciaba en su costumbre
de pretender que su marido apareciese como líder de cuanto se propusiese hacer.
Siempre le había exigido y, en muchas oportunidades, hasta se había burlado cuando
por razones de realidad de vida, el liderazgo en los negocios o en la actividad
familiar o entre las amistades, cambiaba de personajes y Tomás aceptaba que otros
fuesen los lideres en eso que estuviesen haciendo. Esa condición había privado
en este negocio, ella sabía que el dueño de la empresa, dueño también del
dinero, era el Tío José... sabía también que el Tío quería a Tomás como a un
hijo, sabía que veía por los ojos de Tomás y que nunca haría aparecer a Tomás
como instigador de nada sucio. Por eso, encendió en Tomás el deseo de que
acudiera a su Tío y lo convenciera de ese negocio. Pero también conocía a su marido y sabía de
antemano las vueltas que daría su cerebro, antes, durante y después de lo que
ocurriese, fuese bueno, o malo, o peor. La
tormenta apenas comenzaba.
Por otra parte, el pueblo había sentido la
emergente bonanza producida por la mar de gente que se había apersonado ese
último fin de semana para presenciar el macabro espectáculo, lo que no solo se
había notado en los comercios Hoteleros y de alimentación sino que,
además, había dado lugar a que se buscasen
empleados para limpiar las calles y se contratasen enfermeros para el puesto de
salud; la estación de gasolina había vendido TODA su reserva, el mercadito se
había quedado sin víveres, los muchachitos hicieron su Agosto cuidando carros,
la floristería agotó su existencia;
hasta el servicio eléctrico se vio tocado porque el pueblo parecía estar de
fiesta nacional y todas las luces estaban encendidas, lo que dio como resultado
que se notase la disminución del fluido eléctrico y que algunos equipos no
pudiesen funcionar. Pareció que la energía producida por la presa se había
quedado corta. El “Bar Consentido”, con muy buen sentido práctico, se había
apertrechado la semana anterior y pudo dar abasto a cuantos le visitaron y, con
las chicas contratadas que le llegaron el viernes, mantuvo a la gente bailando
hasta el domingo en la noche. El Medico atendió unas cuantas emergencias
tontas, el Farmaceuta no cerró su local, los tres taxistas estuvieron
moviéndose todo el tiempo, la Panadería, flor del comercio, se vio atiborrada
de parroquianos y, milagro, cerraron tres hornadas en el fin de semana. El Cura
del pueblo tuvo que hacer horas extras porque con la muerte asomando la cara,
todo el mundo quería confesarse.
Pensando en el “¿que dirán del pueblo?” se
contrató un tractor con pala para adecuar eso que llamaban la “FOSA PUBLICA” y
poner presentable el Cementerio.
Las Señoras de Riasol, hábiles fabricantes de
dulces criollos, prepararon todos los tipos que pudieron y todos los
vendieron... no fueron a mas porque no lo previeron... pero... para la próxima
semana, cuando la cosa sería aun mas seria, ya estaban esperando el cargamento
de ingredientes que por teléfono ya habían solicitado.
Lo que para las familias de los ejecutados era
la mayor tragedia de su existencia, se convertía en un acto benéfico para los
demás. El pueblo, que venía languideciendo, de pronto se encontró en el vórtice
de un movimiento extraordinario que lo ponía en el Mapa a nivel nacional e
internacional. Periodistas extranjeros que cubrieron la ejecución enviaron sus
cuartillas y sus fotos y videos a los cuatro puntos cardinales... las caras de
las muchachas del pueblo estuvieron en la Televisión mundial... los paisajes
tradicionales de pronto tuvieron un resalte de esplendor al cobijar esa
“solución” nunca antes vista en lugar alguno del mundo. Así la denominaron: “La
Solución Riasol”. No había pasado una semana y ya se notaba en las televisoras
el anuncio para ver o escuchar a fulano y a zutano, disertando sobre lo bueno o
malo de lo que estaba sucediendo.
Para el Gobierno, lo que tenían ahora era una
papa caliente, hirviendo, en la boca.
El próximo sábado les tocaba retreta a los
ediles que habían aprobado en primerísima instancia el negocio, ya habían sido
juzgados y sentenciados, era “su” sábado. Esta cortamente larga semana de 168
horas, extremadamente cortas como vida, eran extremadamente largas como
antesala de lo ya inevitable para los Ediles y, habiendo sido testigos de la
primera ejecución, tenían perfectamente clara en su mente la dantesca visión de
lo que les sucedería a ellos y a sus familias...
Además, en el pueblo de Riasol estaban por
pasar hechos extraordinarios que nadie sabía como terminarían... acostumbrados
como estaban a su bucólica vida, ni imaginaban la que se les podía armar si sus
lenguas no se tranquilizaban y si persistían en querer aparecer en los medios
como “fuentes fidedignas”... el mejor ejemplo lo tuvieron en La Pedrera, en esa
fuente de trabajo que por años había sido el hogar de la mayoría de los obreros
del pueblo, allí se estaba armando la gorda y el primer botón que saltó fue muy
fuerte... resulta que los camioneros que les hacían los traslados del material
desde los sitios de búsqueda y hasta las obras que se ejecutaban y hasta los
sitios de destino final de los deshechos, vivían prácticamente, de los contratos
con la empresa y, generalmente, no había problemas con los camiones y los
transportes de personal. Mas como esta obra del puente requería de dineros que
sobrepasaban las posibilidades de la Alcaldía y las de la Región, por lo que se
utilizarían dineros de la Nación y, además, “alguien” quería pescar en ese mar,
hubo la proposición de que se revisaran con toda crudeza las condiciones de
operación de esos transportes y, en caso de aparecer problemas, contratar con
una firma de “alguien” de la capital emparentado con “alguien” del gobierno.
Finalmente, otro “alguien”, decidió que fuese la oficina de supervisión de
“algo” quien enviase unos funcionarios para que ejecutasen la inspección “in
situ” y otorgase los permisos de trabajo para “esa obra”... Haciendo el cuento
corto, los funcionarios enviados por esa oficina aparecieron en Riasol,
tuvieron una reunión con todos los dueños de los transportes y decidieron que:
como la obra estaba requerida de urgencia de sus vehículos, se llevarían a la
capital los papeles de propiedad de cada uno de ellos y al cabo de un tiempo,
que dedicarían al “estudio concienzudo” de ellos, se los retornarían con el
permiso respectivo. Fuera de la reunión, los dueños recibieron “de viva voz” la
información de que debían pagar una cierta cantidad para asegurar que sus vehículos
fuesen “efectivamente” aprobados. El número de vehículos pasaba de los 700 y,
por cada uno, el dueño debía de pagar una módica suma de denarios que no bajaba
de las siete cifras. Las lenguas no callaron ni por un instante y los
periodistas que pululaban por las calles del pueblo estrella, vieron su manjar
servido y listo... tenían los nombres de los dueños de los vehículos, de los
funcionarios, de la compañía que recibiría el contrato, de quienes habían sido
los contactos de cada uno, de la razón de dependencia de los funcionarios que
fueron a Riasol, de la lista de los vehículos, de cuanto se había pagado por
cada uno en esta tramoya, de lo que se había pagado en efectivo, de las
transferencias, de los pagos en especie en lugar de dinero... total, !Tenían el
premio gordo! “NOTITIA CRIMINIS”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por su tiempo. Por favor, deje su email y le contestare en privado. Gracias