MARCO ANTONIO
Domando Dragones...
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¿Hacer el Camino de Santiago sola? ¿Yo que me pierdo hasta para ir a comprar el pan? ¿Yo que si no llevase la cabeza pegada la perdería?
En este post te responderé desde mi propia experiencia a las dos preguntas más frecuentes en torno a este tema. ¿Es peligroso hacer el Camino de Santiago sola? ¿Es aburrido hacer el Camino de Santiago sola? Y un bonus track sobre por qué si renuncias a esa idea para no preocupar o disgustar a tus seres queridos, nadie gana. Quiero hacer el Camino de Santiago sola: ¡Estupendo! Es una experiencia maravillosa e inolvidable. Pero hay un problema, ¿verdad? La gente te dice que es una locura, que es peligroso. Tendrás miedo porque has sido educada para tenerlo y porque sabes que a las mujeres que se aventuran solas les pasan cosas malas.Temerás aburrirte o no tener a nadie con quien compartir todo lo que ocurra. Nadie con quién hablar, con quien reír o con quién llorar si hace falta. Quizá no te sientes autosuficiente y te bloqueas poniéndote en el peor de los casos. ¿Y si te hacen algo malo? ¿Y si necesitas ayuda? ¿Y si te pierdes? Estarás completamente sola.
Hay tantas cosas que te impiden hacerlo… Pero te equivocas. En todo.
No sé cómo será en otras rutas, pero El Camino de Santiago, en mi experiencia y en el de todas las mujeres “solas” que he conocido recorriéndolo, no entraña ninguno de esos peligros. No hubo ni un solo momento en el que me sintiese amenazada, temerosa o insegura.
Pero, ¿hubo algún momento en que me sintiese sola? Y si lo hubo, ¿qué significó para mí?
Te contaré un poco de la historia:
Mi última incursión en el Camino de Santiago tuvo un poco de todo. Durante los 10 primeros días viajé acompañada por una amiga, de esas que puedes tener a tu lado 24 horas seguidas y echarla de menos al minuto siguiente de ver cómo se marcha. Y durante los 10 días siguientes seguí en solitario.
Una vez que ella se marchase, mi intención era continuar 3 o 4 días más, lo suficiente para llegar a Finisterre y quitarme la espinita. Pero no era el momento de volver a casa: mi casa era El Camino, cada día un lugar distinto y me las arreglé para conseguir una semana más.
Aún tenía que vivir, sentir y pensar muchas cosas; reencontrarme con más personas que había dejado atrás e incluso volver sobre mis pasos. Pero todo aquello aún estaba por llegar.
Por lo que aprendí a través de mi propia experiencia y la de las otras mujeres maravillosas que me encontré a lo largo y ancho del camino, pude por fin dar respuesta a las preguntas que otras veces me había planteado.
¿Es peligroso hacer el Camino de Santiago sola?
No, definitivamente no lo es. Lo comprobé en mi primer contacto con el Camino, en 2011, y por eso en esta segunda oportunidad no dudé ni un momento cuando se me planteó la opción de continuar en solitario.
En circunstancias normales te has acostumbrado a mantenerte alejada de situaciones potencialmente peligrosas: esquivarás a un grupo de chicos que se ríen sonoramente a la puerta de un bar, tratarás de dar esquinazo a un hombre que camine detrás de ti si la calle está demasiado solitaria, procurarás ir siempre por las zonas más concurridas e iluminadas, cambiarás de acera si crees que pueden decirte algo cuando pases…
Sí, nuestro mundo es machista, no es ningún secreto. Tampoco que deberían educarles a ellos para darse cuenta de que muchos de sus comportamientos, socialmente normalizados, están MAL (sin peros ni grados, mal y punto). Pero nos educan a nosotras para tener cuidado y guardarnos. Y como consecuencia (una de tantas), nos vemos de privadas de tener grandes experiencias como esta únicamente por miedo.
Yo también tomo esas precauciones y hago esas cosas, yo también creía que podía ser peligroso antes de conocerlo. Pero el camino es diferente a todo cuanto he conocido, incluso en esto, por algo prácticamente mágico y fuera de lo común: la igualdad y respeto absolutos entre peregrin@s.
Allí no eres el sexo débil ni un trozo de carne ni una víctima fácil: eres peregrina. Sin connotaciones sexistas. Joanna, Marie, Sabela, María, Vereena, Jessy, yo misma y muchas, muchas más, podemos corroborarlo.
Y hasta tal punto es seguro que puedes hacer cosas que no harías en ningún otro sitio como, por ejemplo, dejar tus pertenencias tranquilamente junto a tu cama, irte sin miedo a dar un paseo, y saber que estarán allí cuando vuelvas.
Pero cuidado: en las zonas donde se da una mayor afluencia de peregrinos, he conocido casos de personas que se visten como si lo fueran y entran a robar. Eso le ocurrió a Rod, un australiano con el que compartí gran parte del camino y que fue víctima de un robo en Finisterre, con el albergue municipal tan lleno de gente que era imposible saber quiénes eran realmente peregrin@s. Le robaron su cartera, su cámara de fotos, su diario de viaje, su pasaporte…
Bueno, a mí me robaron un tanga del tendal, pero quiero pensar que eso fue un error porque el resto de hipótesis son demasiado… ejem… ya sabes.
Recuerda que en las ciudades/pueblos con mayores concentraciones de peregrin@s, hay quien puede ver una oportunidad de robar fácilmente en los albergues las cosas que dejamos allí cuando nos vamos a dar un paseo. Te darás cuenta de que en los albergues más pequeños o de las zonas menos concurridas esto resulta imposible, porque no hay tal cantidad de gente entrando y saliendo constantemente sin llevar cierto control.
¿Es aburrido hacer el Camino de Santiago sola?
Uy, qué va, ¡todo lo contrario! ¿Sabes cuánto tardarás en encontrar a gente afín con la que probablemente tengas más cosas en común que con la mayoría de la gente de tu entorno habitual? Ya te lo digo yo… ¡una etapa!
A no ser que hagas uno de los caminos menos transitados en una de las épocas más duras, ya sea durante la jornada o en los albergues, coincidirás con personas de actitud totalmente abierta y amistosa. Hasta el punto de que es natural comenzar a charlar tranquilamente con personas desconocidas o, incluso, formar en un solo día un grupo que puede mantenerse unido muchos más.
Si quieres estar acompañada podrás estarlo, pero no sólo eso. Harás amistades que, te aseguro, se mantendrán toda la vida si tienes algún interés en cuidarlas. La concentración de personas interesantes por metro cuadrado es alucinante y no tardarás en descubirles.
Conocer las motivaciones de cada cual, sus experiencias, lo que han ido aprendiendo, sus descubrimientos… No hay nada más lejano al aburrimiento: si te gusta la gente, claro está. Y aunque normalmente no te guste, encontrarás personas tan especiales y con tanto magnetismo, que desprenden tanta buena energía, que acabarás reconciliándote con el género humano.
Y si quieres estar sola, también tendrás muchas oportunidades para estarlo. Fueron muchos días los que caminé sin compañía durante los kilómetros que exigiera la etapa y después, al llegar a destino, me reencontraba con mis amig@s y siempre con alguien nuevo.
Tendemos a huir de la soledad pero, una vez que hemos descubierto que no es peligrosa, debemos comprender que es necesaria. Que encontrarnos cara a cara con nosotras mismas, sin intermediarios, es algo que nos hace falta. Lejos del ruido y de quiénes somos cuando estamos con otras personas.
Si has decidió hacer el camino de esta forma, aunque te encuentres con personas increíbles, no dejes de regalarte algunas etapas yendo sola de verdad. Deja que la fatiga y las horas en silencio, pensando, hagan cosas inesperadas contigo. Aprende a domesticar tus miedos, a convivir con ellos y a ponerlos en el lugar que deben ocupar, muy por detrás de ti.
Pronto comprenderás que la soledad, como muchas otras cosas, solo puede resultar dañina si no sabes utilizarla en tu beneficio. Si no la aceptas. Y eso es algo que todas deberíamos aprender para poder crecer siempre en la dirección de la independencia y la autosuficiencia.
¿Ya estás convencida pero no quieres preocupar a nadie?
Y lo entiendo. Es muy probable que la gente de tu entorno se preocupe e intente disuadirte. Tememos prácticamente a todo aquello que no conocemos, pero no puedes dejar de hacer algo que deseas mucho sólo por no disgustar a alguien que intenta protegerte. En esa situación no ganaría nadie.
Si cedes y renuncias a hacerlo, te sentirás frustrada y seguirás constantemente pensando en ello. Estarás cediendo tu libertad y tu capacidad de decisión y, aunque las intenciones de tus seres queridos son muy nobles, tampoco les estarás haciendo ningún favor.
¿Por qué? En primer lugar porque estarás premiando sus miedos y, por tanto, reforzándolos. En vez de demostrarles que no es algo peligroso, que puedes valerte por ti misma,estarás fomentando que traten de echar abajo todas tus iniciativas que les parezcan arriesgadas. Entonces pueden pasar dos cosas:
Que siempre les hagas caso y renuncies a un montón de cosas que te harían feliz.
Que un día te plantes. En ese caso y para que la situación se prolongue el menor tiempo necesario, cuanto antes mejor. Su miedo a que te pase algo no se va a esfumar por arte de magia y el tuyo a decepcionarles tampoco. Cuanto antes los enfrentes, mejor.
Trata en la medida de lo posible que entiendan lo importante que es para ti, sé empática e intenta dejarles tan tranquilos como sea posible. Pero vive tu vida, no sus miedos.
Además, si dejases de hacer lo que deseas por ellos, ¿cuánto tardarías en echárselo en cara? ¿Cuánto tardaría en convertirse en un arma arrojadiza? Y dime, ¿crees que esa es una opción mejor?
Si llevas mucho o poco tiempo fantaseando con tener esta experiencia, o incluso aunque nunca te lo hayas planteado en serio, deja de ser lo único que te separa de vivirla. Olvídate de las excusas y los reparos, de esperar el momento perfecto…
No te limites.
No te condiciones.
No te pongas obstáculos.
No te empeñes.
No te sugestiones.
¡Fluye! ¡La vida no espera!
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