La enmienda ORLANDO VIERA-BLANCO | EL UNIVERSAL
martes 9 de febrero de 2016 12:00 AM
La AN acelera el paso. A pocas semanas de su instalación se aprecian los alcances de la nueva dinámica parlamentaria. Comisiones permanentes que conocen de casos de corrupción, amnistías, reformas de ley como la del BCV, revisión de designación de magistrados del TSJ, proyecto de repatriación forzosa de capitales sucios, acatamiento de resoluciones de DDHH de órganos internacionales (ONU, OEA, parlamentos foráneos), proyectos de ley para la producción nacional, todo en el marco de la implementación de un plan de apertura a medios de comunicación y ciudadanos, que está produciendo una restitución institucional de peso, para ejecutar futuras acciones legislativas de mayor envergadura.
El país está entrando en una fase inevitable de redefinición política. El gobierno asfixiado en un modelo económico que nos condujo al colapso de los sectores productivos y a la quiebra de nuestra economía, se empeña en mantener una política de control, conucos urbanos y rentismo feudal, propio del siglo XIX, haciendo imposible -técnica y racionalmente- crear la confianza para paliar la crisis. Pero la historia republicana venezolana no cedió a los quiebres políticos provocados por el desentonamiento de sus protagonistas, que no se ajustaban a las exigencias de los nuevos tiempos. La llegada de Chávez no fue la excepción. Los de la IV fueron saboteados por antipolítica y por su chalequeo ciudadano. Y llega el nuevo gendarme disfrazado de revolución, e instala el nuevo régimen. Pero su tiempo también ha caducado, y la historia demanda rotación... Desde López Contreras no habíamos experimentado un proceso de transformación social y político que haya durado más de un lustro. La transición hacia la democracia con López se vistió de civilidad y profesionalización de nuestras FFAA a la vez. López no toleró partidos ni sindicatos, pero su gobierno tenía muy presente la alternabilidad como elemento indispensable de evolución política. Y apretando la mandíbula, pero con determinación institucional, supo pasarle el testigo al Gral. Isaías Medina Angarita, primer soldado de la democracia.
Isaías permitió el registro de partidos políticos, con lo cual nace AD en 1941. Pero no pudo divorciarse de su positivismo sablero mismo que avivaba un generalato vetusto, que la oficialidad llamaba "chopo e' piedra", por ser obstáculo de los ascensos militares. Medina tampoco accedió a la consagración de la elección universal, directa y secreta. Y es derrocado en 1945, dándole paso al trienio adeco presidido por Rómulo Betancourt (1945 y 1948). Con la reforma de la CN de 1947, se convocan elecciones y otro líder de AD llega al poder, don Rómulo Gallegos. Pero 8 meses más tarde es removido y lo sustituye el Cnel. Carlos Delgado Chalbaud, quien ilegaliza a AD y obliga a Betancourt a irse al exilio a NY, restituyendo la centralización del poder en las FFAA. En 1950 asume la presidencia transitoria, Gustavo Suárez Flamerich, y en el 53 se instala el Gral. Marcos Pérez Jiménez después de elecciones fraudulentas que desconocen la victoria del partido URD y su líder Jóvito Villalba. En 1958 Pérez Jiménez es obligado a salir del poder y un año más tarde asume por vía electoral, Rómulo Betancourt (1959-1964), dando inicio a la democracia alternativa y de quinquenios que conocimos hasta 1998. Historias que lucen cortas, pero tienen una gran complejidad y prolijidad de madurez política, pasando en menos de un cuarto de siglo, del caudillismo pretor, de montoneras y conjuras rurales, a la democracia representativa, urbana bipartidista, educadora y pactada. En 1998 llega el taita Chávez, y retrocedemos a un militarismo sin disciplina de Estado, de corte personalista y separado de la ley.
Si algo debemos aprender de la era posgomecista es aquel sabio pensamiento de Bolívar que expresaba, "no es bueno que los gobernantes estén mucho tiempo en el poder, ni que el pueblo lo resista, porque aquellos se acostumbran a mandar y los ciudadanos a obedecer". Una enmienda constitucional que reduzca el periodo de gobierno y prohíba la reelección, es fundamental para conducir un rescate democrático realmente evolutivo y moderno. Basta una enmienda aprobada por mayoría simple, y en 30 días ir a referéndum. No es sólo recortar el periodo a Maduro, sino la readopción de la alternancia como ideal democrático. Una impronta de vanguardia liberal impostergable para dar paso a otra historia, fresca, plural y progresista.
Como decía Pocaterra, no son sólo los generalotes los que se embuten en el poder, sino todo un enjambre dizque intelectual, cientista o gerencial, cortesano y encapotado de humanismo y de quimera colectivista, matizado de cristiandad y santerismo, que bajo lo mítico y la propaganda, se aseguran latifundios en Barinas, condominios en NY o castilletes Saint-Germain-des-Pré. Y se acostumbran a mandar y atiborrar, mientras el pueblo a sufrir y mendigar. Pero la gente ya les reconoce y pide que se marchen. Como se fueron otros, y como llegarán los que tienen que llegar. Pero por 4 años. ¡Ni un día más!
@ovierablanco
martes 9 de febrero de 2016 12:00 AM
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