La Renuncia de
Maduro y la Juventud Militar
“Jóvenes, haced política, porque si no la hacéis,se hará igual y posiblemente en vuestra contra”José Ortega y Gasset
“A última hora, siempre ha sido un pelotón de soldados el que ha salvado a la civilización”
Oswald Spengler
Ya está clara la necesidad de sacar a Maduro, su gabinete y demás cómplices, de los cargos de decisión pública. Es lo que se ha denominado sintéticamente: La Renuncia. Y hay muchas razones a la vista de todos para impulsar esa salida; esa, “La Salida”, que propiciaron oportunamente los jóvenes, estudiantes y trabajadores, en los primeros meses de 2014. La que acompañaron decididamente, con todos los riesgos y castigos sufridos, María Corina Machado, Antonio Ledezma y Leopoldo López, entre otros pocos, mientras algunos personeros de la MUD se abstenían de acompañar a esos jóvenes y se inclinaron, ante la confrontación, por propiciar un imposible diálogo aplacador con un chavismo petulante y pendenciero.
Pues de esas protestas, devenidas en rebelión abierta contra la satrapía de Maduro, que acompañó la población anónima en las principales ciudades del país, a pesar de la grotesca y cruel represión que las atacó, con saldo de más de 40 asesinados, y 70 y tantos secuestrados, germinó y nació el triunfo democrático del 6-D. Desconocer o minimizar esto es mezquino y tonto, tanto así que quien lo intentó cavó otros metros más de la tumba donde yace por inconsecuente y timorato. Entonces, como anotamos al principio, ya es consenso la convicción que la única solución a la tragedia que sufre Venezuela es La Salida; la salida del mando a quienes lo han usurpado y mancillado en perjuicio del pueblo venezolano.
Así que, a problema resuelto, problema nacido; a la concreción de la solución arriba enunciada, La Salida, ha seguido la discusión de la forma práctica y eficiente de alcanzarla.
Claro que todavía hay algunos de buena fe, y otros de mala, los que calculan sus ambiciones e intereses, que plantean ahora la “Rectificación” de Maduro y su banda, en políticas económicas y sociales; la toma de conciencia del chavismo de los errores cometidos desde la época del tirano agónico Chávez y su consecuente persistencia en la gestión de Nicolás Maduro.
¿Por qué esta aspiración es ilusa e inconveniente? ¿Por qué Maduro no puede rectificar, como piden con ansia inocente algunos? Pues porque no puede ni quiere, y no puede porque no quiere; veamos este acertijo:
Nicolás Maduro Moros, el que despacha fraudulentamente desde la sede del ejecutivo venezolano, el Palacio de Miraflores, es de nacionalidad desconocida, o al menos ambigua ante las exigencias constitucionales. No se sabe, a ciencia cierta si es venezolano; si lo es por nacimiento y si no tiene otra nacionalidad. No sabemos quién es Nicolás Maduro, no sabemos dónde nació, de quién es hijo, a los efectos del ius sanguinis como principio de nacionalidad y no de clase o casta, que no nos importa ni interesa. Tampoco sabemos oficialmente de qué murió el presidente anterior, Hugo Chávez, ni cuándo murió; si se cumplieron los lapsos constitucionales o las salvedades que se establecen en ese pobre texto. Algunos sí sabemos que Chávez murió el 28 de diciembre de 2012, a las 10:45 am (el capitán Leamsy Salazar, su custodia, afirma que falleció el día siguiente, 29 de diciembre de 2012) lo cual desmiente toda la versión jurídica avalada por esa celestina que es el TSJ para consagrar una aberración jurídica y constitucional y armar una sucesión casi monárquica en estos tiempos de republicanismo, a favor de Cuba y en contra de Venezuela.
Maduro fue anunciado por el agónico y debilitado mentalmente Chávez por inducción de uno de los mejores manipuladores de hombres que ha conocido la historia política reciente, sólo comparable al genio de Hitler, Mussolini, Stalin o Mao: Fidel Castro Ruz. Nicolás Maduro es un invento de Fidel Castro que la mermada voluntad agónica de Hugo Chávez consintió en dejar a cargo de lo que ya era una colonia del castro comunismo cubano. Hugo Chávez nos entregó, antes de su muerte, a un imperio de caña alumbrado por la personalidad del padre que no tuvo, y nunca nos lo dijo. Luego, por órdenes de Fidel, nos dejó en manos del nuevo Emparan, que servía a la tiranía cubana: Nicolás Maduro Moros.
Pero ¿qué relevancia tiene esta sucesión de traiciones e inconsecuencias con Venezuela, aparte de la violación de nuestra constitución? Pues una muy bastarda y aterrorizante: Maduro fue designado por Fidel, a través del agónico, para que mantuviera la ayuda inmoral e injustificada al régimen cubano para su subsistencia. Fidel se tenía que asegurar la expoliación que empezó con Chávez y que ha permitido a los hermanitos Castro mantener su régimen de terror en la Cuba de Martí.
Cuba, la de los Castro, ha recibido por 17 años la desvergonzada ayuda de 100.000 barriles diarios de petróleo venezolano, de los cuales consume en su mercado interno sólo una parte y la otra, cual bachaquera exporta, a precios divinos, lo que le sobra. Una vergüenza y burla a los venezolanos que hoy sufren de escasez. Esa es la única misión de Nicolás Maduro: mantener ese flujo de chulería a los hermanos Castro. A Maduro no le interesa Venezuela sino seguir con la “solidaridad revolucionaria” a sus jefes, los cubanos de Fidel, y esto hay que entenderlo y asimilarlo.
Maduro no tiene interés en los problemas que sufre el venezolano; esos son temas que lo fastidian y distraen en su trabajo: seguir manteniendo la tiranía castrista así sea a costa de los pobres venezolanos. El que no lo quiera entender, en el mundo civil o militar, es un idiota o un traidor.
El tema actual es que Maduro, a quien no le interesa Venezuela, repito, tiene que dar la imagen que mantiene una política radical, estatista y comunista para excusar que está construyendo un “socialismo” que ya hemos constatado que fracasó, como todos, para mantener entusiasmo en sus fanáticos seguidores. Tiene que seguir rechazando a la Empresa Privada, como socio natural del desarrollo, como lo han entendido en China y Vietnam, atacando la Propiedad Privada, negando la Libertad de Expresión y otros derechos esenciales de la convivencia social para seguir implementando acciones que acaban con cualquier economía y sociedad, como estamos sufriendo hoy; esa actitud irresponsable, fácil para quien no es venezolano, sirve para cohesionar a sus fanáticos y mantener el poder irracional e inconstitucional para seguir expoliando a Venezuela en beneficio antinatural de otra potencia, la más vieja y terrible dictadura de América Latina.
Por todo lo anterior, hay que descartar de nuestros juicios la ilusión de la “rectificación” en el chavismo.
No queda entonces que forzar la renuncia de Maduro y los jerarcas chavistas que lo acompañan, para alcanzar la normalidad de vida y la liberación de Venezuela. Sin embargo, responsables de la MUD responden que tal exigencia es de imposible alcance porque “la renuncia es voluntaria”. Buen intento conciliador con el poder, pero no suficiente como argumento serio, y así antes lo escribimos, y así lo ha declarado diáfanamente María Corina Machado: ninguna renuncia es voluntaria, todas son inducidas para evitar mayor pena o castigo. Quizás la única renuncia voluntaria, porque debo creer en la santa palabra, fue la de Benedicto XVI, y ahí sigue. Hombres más poderosos que Maduro han renunciado a pesar de su voluntad, por nobleza, como los Generales Isaias Medina Angarita y Marcos Pérez Jiménez -“No mato cadetes”, alegaron cada uno en su momento de ocaso-, por vergüenza y temor a la justicia, como Richard Nixon. Claro que cito a hombres con sentido de Patria y honor, lo que no tiene un fanático apátrida, de turbia nacionalidad y fidelidad, comunista cubano y agente de los hermanos Castro, como Nicolás Maduro Moros.
Bien ¿cómo podemos forzar la renuncia de Maduro y su banda? Pues hay dos instrumentos no excluyentes sino concurrentes y necesarios: revivir la rebelión civil, juvenil y popular de 2014 e incorporar a ella a la juventud militar y popular; invitar a una nueva gesta libertaria que nos arranque las ergástulas del castrismo cubano y saque del poder y Venezuela a los Emparan de hoy.
Algunas voces de renombre, seglares y religiosos, se han pronunciado contra la intervención militar para lograr el rescate de nuestra soberanía. Son voces respetables pero erradas; erradas por prejuicios nacidos, unos de sus experiencias en otra tierra e historias y otros de traumas sectarios por reacciones de imprudentes compañías; son prejuicios que nublan la razón y, peor, la voluntad.
No debemos acatar esas consejas contaminadas por el complejo y el resentimiento; y de la misma manera que el pueblo de Caracas se pronunció contra la satrapía al servicio de Napoleón Bonaparte en la España de 1810, ese 19 de abril, a los civiles caraqueños los acompañó aquel Capitán de Milicias Luis Ponte quien desconoció al representante del usurpador, Vicente Emparan, y contrarió su orden de cargar contra el pueblo, asegurando el respeto de la voluntad popular rebelada. Así debemos hoy entusiasmar, invitar y señalar el camino libertario a nuestros oficiales superiores y subalternos a desconocer al sátrapa Maduro y acompañarnos a liberar a Venezuela del yugo castro comunista cubano.
El mismo deber y derecho que tienen nuestros jóvenes civiles de luchar contra la tirana satrapía de Maduro, lo tiene nuestra juventud militar; el derecho a emular a quienes, en la madrugada del 23 de enero de 1958, dieron el golpe bueno y se sumaron a la rebelión que habían iniciado con clarinada los estudiantes, como ellos, en las calles el 21 de noviembre de 1957.
No seamos torpes ni excluyentes. Venezuela nos necesita a todos los de buena voluntad, los patriotas. Vienen tiempos difíciles y necesitamos a todos los jóvenes, civiles y militares. La patria es una ¡Ya basta!
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