El niño eterno
El Dr. Machado veía en cada niño una semilla de creaciones nacidas desde y hacia la libertad
ROSARIO ANZOLA | EL UNIVERSAL jueves 3 de marzo de 2016 12:00 AM
Le debo a Luis Alberto Machado unas líneas, así como le debo haberme iniciado en el camino de la educación creativa. Desde la primera vez que escuché hablar de sus controversiales teorías acerca del desarrollo de la inteligencia me quedé enganchada en su gran aventura de vida. Seguí y perseguí cada uno de sus pasos e iniciativas. Y el asombro ante su coraje y convicciones no hizo más que crecer. Su entusiasmo era contagioso. Todo le interesaba: política, religión, poesía, educación, salud, alimentación y futuro. Era inmune a las pugnas sin fundamento de sus adversarios donde más que ataques resultaban francas incomprensiones hacia su obra y mezquindad frente a su trascendencia.
Para el Dr. Machado todos los seres humanos poseemos las mismas habilidades cognitivas, el asunto -para él- es aprender a potenciarlas y aplicarlas en todos los ámbitos. Una de sus máximas era "Hay que perseverar, practicar, perseverar y practicar", es decir que cualquier estrategia debía ser experimentada y ejercitada continuamente para mantener en forma los engranajes del pensamiento. Si usted escribe -solía decirme- pues tiene que hacerlo todos los días.
Diseñó herramientas para aplicar en el aula, cientos de docentes se formaron en sus metodologías y muchos de ellos siguen utilizándolas. Es una verdadera lástima que nuestro sistema educativo haya desechado un eje fundamental como es "aprender a pensar". Por ejemplo, una técnica tan elemental como analizar cualquier hecho o acción con un simple esquema: encontrarle lo positivo, lo negativo y lo interesante. Tres aproximaciones que constituyen un enorme salto para deslindarse del esclerosado análisis lineal de la enseñanza convencional.
En sus conversaciones, el Dr. Machado reflejaba una constante curiosidad por todo lo que lo rodeaba y una inagotable devoción por observar los grandes y pequeños detalles, muchas veces imperceptibles para los demás. Jamás se amilanó ante los retos que se impuso, aún sabiendo que, como experimentos, muchos de ellos no se llegaban a concretar. Pero seguía adelante, convencido de que cada acción pensada y vivida en función de contribuir a la dignidad del ser humano no es más que la continuidad de la creación de Dios.
Una de sus creencias más arraigadas era también que la escuela convencional centra la formación en el llamado hemisferio izquierdo, asiento de la lógica. De esta manera el estudiante se convierte en títere de obligaciones absurdas y de aprendizajes sin sentido que dan al traste con la imaginación y las posibilidades creativas, opacando las maravillas del hemisferio derecho, cuna de la fantasía, de los inventos, de las soluciones inusitadas y del arte.
El Dr. Machado veía en cada niño una semilla de creaciones nacidas desde y hacia la libertad. En un artículo anterior me referí a "pensar al revés" que no es otra cosa que colocarse en perspectivas diferentes frente a una realidad. Eso también me lo enseñó el gran sabio del conocimiento. Jugaba, de veras, jugaba con las preguntas apropiadas e insólitas. ¿Y si... tal o cual cosa fuera de otra manera? ¿Supongamos que... en vez de suceder tal cosa sucediera esto otro? Las preguntas detonantes para generar producciones literarias en mis talleres van siempre en esa línea verificando que a menos edad de los alumnos, más valiosas y originales son las respuestas. Es como si en el camino a la adultez se van perdiendo las facultades de soñar despierto, de coquetear con las innovaciones, de juntar ideas para que nazcan y renazcan nuevos mundos. Al respecto comentamos las palabras de Ray Bradbury, prolífico autor de ciencia-ficción quien confesó lo siguiente: "Cuando yo era niño, me metía en la sección de libros para adultos de la biblioteca. Ahora para asegurarme de que estoy bien informado, voy muchas veces a la sección de niños".
En una oportunidad le regalé mi entonces titulado libro Temario para una maestra, compendio de frases dichas por los niños con quienes trabajé, de cuyas palabras me hice intérprete para mostrar a los padres y maestros cómo quieren los niños ser tratados. No pasaron ni dos días cuando recibí su llamada.
-Leí su libro y le quiero decir algo... Tiene que cambiarle el título, porque ese libro encierra el niño interior que todos llevamos dentro. Ese niño eterno que nos permite abrazar la existencia con amor infinito. Le sugiero que lo denomine El niño que soy.
La sola llamada del Dr. Machado me dio una gran alegría y acaté su recomendación de inmediato. El libro se reeditó con el título que le otorgó Luis Alberto Machado. Cuando salió publicado le entregué el primer ejemplar que salió de la imprenta y no puedo olvidar su cara de satisfacción. Abrazó el libro como un niño abraza un juguete nuevo. Y vaticinó que el libro recorrería muchos caminos y muchos idiomas, como realmente ha sido.
Hoy el niño eterno que fue el Dr. Machado vive la eternidad gloriosa de la infancia.
raconvivarte@gmail.com
Para el Dr. Machado todos los seres humanos poseemos las mismas habilidades cognitivas, el asunto -para él- es aprender a potenciarlas y aplicarlas en todos los ámbitos. Una de sus máximas era "Hay que perseverar, practicar, perseverar y practicar", es decir que cualquier estrategia debía ser experimentada y ejercitada continuamente para mantener en forma los engranajes del pensamiento. Si usted escribe -solía decirme- pues tiene que hacerlo todos los días.
Diseñó herramientas para aplicar en el aula, cientos de docentes se formaron en sus metodologías y muchos de ellos siguen utilizándolas. Es una verdadera lástima que nuestro sistema educativo haya desechado un eje fundamental como es "aprender a pensar". Por ejemplo, una técnica tan elemental como analizar cualquier hecho o acción con un simple esquema: encontrarle lo positivo, lo negativo y lo interesante. Tres aproximaciones que constituyen un enorme salto para deslindarse del esclerosado análisis lineal de la enseñanza convencional.
En sus conversaciones, el Dr. Machado reflejaba una constante curiosidad por todo lo que lo rodeaba y una inagotable devoción por observar los grandes y pequeños detalles, muchas veces imperceptibles para los demás. Jamás se amilanó ante los retos que se impuso, aún sabiendo que, como experimentos, muchos de ellos no se llegaban a concretar. Pero seguía adelante, convencido de que cada acción pensada y vivida en función de contribuir a la dignidad del ser humano no es más que la continuidad de la creación de Dios.
Una de sus creencias más arraigadas era también que la escuela convencional centra la formación en el llamado hemisferio izquierdo, asiento de la lógica. De esta manera el estudiante se convierte en títere de obligaciones absurdas y de aprendizajes sin sentido que dan al traste con la imaginación y las posibilidades creativas, opacando las maravillas del hemisferio derecho, cuna de la fantasía, de los inventos, de las soluciones inusitadas y del arte.
El Dr. Machado veía en cada niño una semilla de creaciones nacidas desde y hacia la libertad. En un artículo anterior me referí a "pensar al revés" que no es otra cosa que colocarse en perspectivas diferentes frente a una realidad. Eso también me lo enseñó el gran sabio del conocimiento. Jugaba, de veras, jugaba con las preguntas apropiadas e insólitas. ¿Y si... tal o cual cosa fuera de otra manera? ¿Supongamos que... en vez de suceder tal cosa sucediera esto otro? Las preguntas detonantes para generar producciones literarias en mis talleres van siempre en esa línea verificando que a menos edad de los alumnos, más valiosas y originales son las respuestas. Es como si en el camino a la adultez se van perdiendo las facultades de soñar despierto, de coquetear con las innovaciones, de juntar ideas para que nazcan y renazcan nuevos mundos. Al respecto comentamos las palabras de Ray Bradbury, prolífico autor de ciencia-ficción quien confesó lo siguiente: "Cuando yo era niño, me metía en la sección de libros para adultos de la biblioteca. Ahora para asegurarme de que estoy bien informado, voy muchas veces a la sección de niños".
En una oportunidad le regalé mi entonces titulado libro Temario para una maestra, compendio de frases dichas por los niños con quienes trabajé, de cuyas palabras me hice intérprete para mostrar a los padres y maestros cómo quieren los niños ser tratados. No pasaron ni dos días cuando recibí su llamada.
-Leí su libro y le quiero decir algo... Tiene que cambiarle el título, porque ese libro encierra el niño interior que todos llevamos dentro. Ese niño eterno que nos permite abrazar la existencia con amor infinito. Le sugiero que lo denomine El niño que soy.
La sola llamada del Dr. Machado me dio una gran alegría y acaté su recomendación de inmediato. El libro se reeditó con el título que le otorgó Luis Alberto Machado. Cuando salió publicado le entregué el primer ejemplar que salió de la imprenta y no puedo olvidar su cara de satisfacción. Abrazó el libro como un niño abraza un juguete nuevo. Y vaticinó que el libro recorrería muchos caminos y muchos idiomas, como realmente ha sido.
Hoy el niño eterno que fue el Dr. Machado vive la eternidad gloriosa de la infancia.
raconvivarte@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por su tiempo. Por favor, deje su email y le contestare en privado. Gracias