Buda enseñó hace miles de años cuál es la causa del sufrimiento. Dijo que el apego a las cosas y a las personas es lo que hace sufrir. Intentar poseer las cosas o las personas para siempre es una frustración constante pues todo cambia, envejece y muere. La vida es cambio y movimiento constante.
Lo que hoy es, mañana no lo será.
Muchas personas viven obsesionadas por poseer objetos a los cuales deben dedicarles mucho tiempo y dinero, primero para adquirirlos y luego para evitar que se los hurten. Hay personas que compran valiosas obras de arte sólo para poseerlas y no para disfrutarlas. Incluso, los demás no pueden verlas pues las guardan en bóvedas para evitar que se las roben.
Pretender que una persona haga y piense como uno quiera conduce al sufrimiento, pues cada ser es diferente. Se podrá tener prisionero el cuerpo de un individuo, pero su mente seguirá libre.
Una puesta de sol, un bosque, una caída de agua, una playa, en cambio, siempre se disfrutan, pues la persona tiene clara conciencia que no las puede poseer. No causa sufrimiento, pues sabe que otro día podrá volver a verlas, aunque nunca jamás se repetirá la misma escena, seguirá siendo bello.
El agua es el ejemplo más simple de los cambios y de lo que estos producen en nosotros. Desde su agrupación en nubes, su transito por los ríos y hasta en su final en mares y lagos es una constante demostración de cambio pues nunca estamos viendo ni la misma nube, ni el mismo río, ni el mismo mar.
Lo que hoy es, mañana no lo será.
Al momento del gran viaje nada de lo que hemos atesorado nos acompañará, las cosas aquí se quedarán, esperando que otras manos cuiden, vendan, regalen, guarden, con criterios que seguramente no serán los nuestros. Y el mundo seguirá girando mostrando esos tesoros a otros ojos.
Porque lo que hoy es… mañana no lo será.
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