17 de abril 2013 -
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Escribo lunes en la mañana. Una mezcla de indignación, tristeza y rabia
dificulta poner en el papel nuestros sentimientos. Me refiero a ellos porque
confirman una realidad que habíamos previsto y anunciado en repetidas
oportunidades. En Venezuela no hay democracia. Desapareció hace tiempo. No me
extenderé en este punto porque la realidad está sobre diagnosticada. El país está
ansioso con relación al futuro. Líneas de acción, caminos inmediatos para
transitarlos hasta salir del régimen actual. Reclama un liderazgo capaz de
conducirlo sin debilidades ni dobleces, con prudencia que no se confunda con
debilidad y con la firmeza y el coraje que las circunstancias reclaman.
Lo vivido el domingo pasado ha sido el fraude más escandaloso de la historia
contemporánea. Supera el de la dictadura en 1952 y la fantochada del plebiscito
electoral de diciembre de 1957, que aceleró la caía de la tiranía un mes
después. El problema de Venezuela no es electoral. No se trata de más o menos
votos, trasciende el simple juego de mayorías artificiosas y minorías que dudan,
razonablemente de esa condición. La naturaleza de la crisis es existencial, de
principios y valores que desaparecen en nombre de una revolución socialista a la
cubana. La mayoría de los venezolanos la rechaza. No somos ni seremos
comunistas. No continuaremos aceptando el desconocimiento a la Constitución, al
orden jurídico establecido, ni los abusos de poder, ni la incompetencia máxima
del gobierno ni mucho menos los grados de corrupción alcanzados.
Desde esta tribuna respaldamos plenamente la reacción de Henrique Capriles.
Es imposible reconocer esta farsa fraudulenta, como muy bien lo dijo en sus
palabras. Solicitó el recuento manual de todos los votos emitidos, lo cual es
perfectamente posible. Hasta ahora el Consejo Nacional Electoral no se ha
pronunciado. Pudiera ser un poco tarde. El llamado ilegalmente “comando
cívico-militar de la revolución” está secuestrando y destruyendo las evidencias
que han estado a su alcance, antes de proceder al reconteo, a la verificación
ciudadana integral. Son los mismos que dieron la orden al CNE de proclamar a
Maduro.
El propósito debe ser la re legitimación de los poderes públicos, empezando
por el Ejecutivo encabezado por alguien que no goza de legalidad de origen, ni
legitimidad de ejercicio, ni de competencia ni respeto ni de autonomía por ser
un cuadro del castro-comunismo. Se trata de evitar la pérdida definitiva de la
República y defender la soberanía resquebrajada. Insólito el ondear de banderas
cubanas frente al Palacio de Miraflores.
Capriles ratificó su voluntad de luchar por una Venezuela mejor. Cerraremos
filas a su lado, firmes en la defensa de nuestras convicciones. Los débiles, los
cobardones, los negociadores de oficio, por favor, si no quieren ayudar, no
molesten.
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