Mecanismos
regionales perversos
VENECONOMIA HOY 26ago2013
Cuando hace nueve años el binomio Chávez-Fidel sacó de su manga al ALBA (la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), para contraponerse al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas que impulsaba los Estados Unidos) encerró a sus países miembros en una visión política y económica retrógrada. En ese entonces el argumento de los promotores de la iniciativa era que unidos los gobiernos de Suramérica emprenderían una supuesta lucha contra la pobreza, la exclusión y el imperialismo. Lamentablemente para las poblaciones de una decena de países que se sumaron al ALBA, el enfoque y las estrategias erradas sólo han logrado condenarlos al atraso y la miseria.
Para Venezuela, la cabecilla del ALBA, las secuelas han sido particularmente nefastas. Esto así porque ha servido para el desagüe de los recursos provenientes del petróleo venezolano, vía dádivas y reparto proselitista para extender el proyecto castrochavista por el Continente, por un lado. Y por otro, porque ha traído consigo un nuevo flagelo: una nueva vía para la corrupción y otro agujero negro por donde se van las escasísimas divisas, que tanto requiere el sector productivo para seguir en pie.
Resulta que con el ALBA, vino también un nuevo mecanismo de pago virtual: El SUCRE (el Sistema Único de Compensación Regional). Se supone que ésta es una moneda regional para ser utilizada en los intercambios comerciales entre los miembros del bloque del ALBA, y cuyo fin último es sustituir al dólar de EE.UU. como moneda de cambio, rompiendo así la “influencia del imperialismo del Tío Sam” en las economías de América Latina, “facilitando” el comercio entre los países miembros del ALBA y ofreciendo a los exportadores e importadores una moneda de “más fácil acceso”.
Lamentablemente, en la práctica el SUCRE se ha trastocado en otro foco de corrupción y en un mecanismo adicional para facilitar el acceso a divisas para la pandilla de boliburgueses que conviven con el castrocomunismo.
El modus operandi para el uso irregular del SUCRE es el siguiente:
Una empresa X de cualquier país miembro del ALBA (por ejemplo Nicaragua) le “vende” bienes a una empresa Y de Venezuela, para lo cual la empresa X de Nicaragua proporciona a la Y venezolana un certificado de origen de las mercancías, una licencia de exportación y el resto de las autorizaciones expedidas por autoridades de Nicaragua. La empresa Y venezolana, por su parte, obtiene de Cadivi los respectivos AAD y ALD y le deposita a través de su banco, el contravalor en bolívares de la importación valorizada en sucres. El BCV, por su parte, le acredita los sucres al Banco Central de Nicaragua, el cual, a su vez, le paga al exportador X de dicho país.
Así es como debe funcionar el SUCRE. Así es como funciona el euro.
Pero, tal como informa el analista Alek Boyd (www.infodio.com), citando el diario El Comercio de Ecuador, el mecanismo del SUCRE se ha convertido en una nueva fuente de corrupción mediante el cual docenas de empresas importadoras fantasmas han obtenido importantes sumas de dólares a la tasa oficial.
Cabe recordar que la “moneda legal” de Ecuador es el dólar, por lo cual el “exportador” ecuatoriano recibe dólares de su Banco Central, los cuales, sugieren Boyd y El Comercio, han sido fuente de numerosos casos de corrupción. Según informa el periódico, una vez iniciado el mecanismo de pago SUCRE, las exportaciones de Ecuador a Venezuela aumentaron de $7 millones en 2010 a $ 910 millones en 2012, a lo cual se agrega que las autoridades tributarias ecuatorianas han identificado 200 empresas que podrían estar involucradas en las exportaciones "ficticias" a Venezuela. Pero, según parece, las autoridades tributarias venezolanas no han identificado ninguno de estos.
¿Será que no hay intercambio de información entre los dos países?
Cuando hace nueve años el binomio Chávez-Fidel sacó de su manga al ALBA (la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), para contraponerse al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas que impulsaba los Estados Unidos) encerró a sus países miembros en una visión política y económica retrógrada. En ese entonces el argumento de los promotores de la iniciativa era que unidos los gobiernos de Suramérica emprenderían una supuesta lucha contra la pobreza, la exclusión y el imperialismo. Lamentablemente para las poblaciones de una decena de países que se sumaron al ALBA, el enfoque y las estrategias erradas sólo han logrado condenarlos al atraso y la miseria.
Para Venezuela, la cabecilla del ALBA, las secuelas han sido particularmente nefastas. Esto así porque ha servido para el desagüe de los recursos provenientes del petróleo venezolano, vía dádivas y reparto proselitista para extender el proyecto castrochavista por el Continente, por un lado. Y por otro, porque ha traído consigo un nuevo flagelo: una nueva vía para la corrupción y otro agujero negro por donde se van las escasísimas divisas, que tanto requiere el sector productivo para seguir en pie.
Resulta que con el ALBA, vino también un nuevo mecanismo de pago virtual: El SUCRE (el Sistema Único de Compensación Regional). Se supone que ésta es una moneda regional para ser utilizada en los intercambios comerciales entre los miembros del bloque del ALBA, y cuyo fin último es sustituir al dólar de EE.UU. como moneda de cambio, rompiendo así la “influencia del imperialismo del Tío Sam” en las economías de América Latina, “facilitando” el comercio entre los países miembros del ALBA y ofreciendo a los exportadores e importadores una moneda de “más fácil acceso”.
Lamentablemente, en la práctica el SUCRE se ha trastocado en otro foco de corrupción y en un mecanismo adicional para facilitar el acceso a divisas para la pandilla de boliburgueses que conviven con el castrocomunismo.
El modus operandi para el uso irregular del SUCRE es el siguiente:
Una empresa X de cualquier país miembro del ALBA (por ejemplo Nicaragua) le “vende” bienes a una empresa Y de Venezuela, para lo cual la empresa X de Nicaragua proporciona a la Y venezolana un certificado de origen de las mercancías, una licencia de exportación y el resto de las autorizaciones expedidas por autoridades de Nicaragua. La empresa Y venezolana, por su parte, obtiene de Cadivi los respectivos AAD y ALD y le deposita a través de su banco, el contravalor en bolívares de la importación valorizada en sucres. El BCV, por su parte, le acredita los sucres al Banco Central de Nicaragua, el cual, a su vez, le paga al exportador X de dicho país.
Así es como debe funcionar el SUCRE. Así es como funciona el euro.
Pero, tal como informa el analista Alek Boyd (www.infodio.com), citando el diario El Comercio de Ecuador, el mecanismo del SUCRE se ha convertido en una nueva fuente de corrupción mediante el cual docenas de empresas importadoras fantasmas han obtenido importantes sumas de dólares a la tasa oficial.
Cabe recordar que la “moneda legal” de Ecuador es el dólar, por lo cual el “exportador” ecuatoriano recibe dólares de su Banco Central, los cuales, sugieren Boyd y El Comercio, han sido fuente de numerosos casos de corrupción. Según informa el periódico, una vez iniciado el mecanismo de pago SUCRE, las exportaciones de Ecuador a Venezuela aumentaron de $7 millones en 2010 a $ 910 millones en 2012, a lo cual se agrega que las autoridades tributarias ecuatorianas han identificado 200 empresas que podrían estar involucradas en las exportaciones "ficticias" a Venezuela. Pero, según parece, las autoridades tributarias venezolanas no han identificado ninguno de estos.
¿Será que no hay intercambio de información entre los dos países?
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