263474.- Ir a Santiago
El siguiente relato está inspirado en un hecho real. Me lo presta Gregorio Pradas Martín. Gregorio es un viejo amigo virtual de los tiempos en que no existían las redes sociales. Los peregrinos dialogábamos entonces en las listas o foros jacobeos, que tenían menos opciones gráficas pero había mucho más intercambio y diálogo, a veces en forma de debate. Lo digo con nostalgia. Firmando sus mensajes como “gregoriodezaragoza”, a la vez que nos relata un precioso cuento nos propone un interesante debate: IR o LLEGAR a Compostela, dejando en definitiva sus opiniones peregrinas en este magnífico relato, que termina con una moraleja que en este caso anticipo: “Como podeis ver me paraece que lo importante es IR, lo de llegar ya se verá“.
El título orioginal es el de IR A SANTIAGO, pero me he permitido subtitularlo como “Morir en el Camino”. Gracias amigo Gregorio por tu rico préstamo y por aquellos tiempos.
Ir a Santiago (Morir en el Camino)
Vaya contrariedad estar varado en este claro en la floresta como un salmón entre las piedras de un río. Si señor, aquí estoy boqueando, casi sin aliento… ¡A ver si se pasa!. Y eso que esta etapa, Ribadiso de Baixo/ Arca, a pesar de resultar algo larga, estaba siendo una de las más bonitas y variada del Camino de Santiago.
¡Que preciosidad de bosques y de rincones umbríos y verdes!. ¿Y las aldeas?, ¿qué me dices de las aldeas?. Este tramo parece sembrado de antiguas, casi arcaicas, pequeñas y apacibles aldeas con nombres tan sonoros como Tabernavella , Boavista, Xen o Ras por nombrar alguna de las más sugestivas a los oídos de los que por aquí pasamos sin ser del país.
¡Ay amigo! ¿y las fuentes?. Por todos los lados ves, cruzas, salvas o bordeas fuentes, arroyos, regatos, riachuelos… ¿hay acaso más formas de clasificar las aguas vivas, dulces y frescas de Galizia?. Y de ellas, se me ha quedado en la memoria el nombre del “Regato Ladrón”, curioso nombre para un pequeño curso de agua que da vida.
¿Qué será lo que roba?.
Tengo que reconocer que ha sido una de las etapas más amable y sugestiva de mi largo Camino, que comencé en unas altas montañas, con intención de llegar a Santiago y después… descansar y pasar el resto de mis días en apacible retiro.
Estoy jubilado definitivamente, incluso se me ha olvidado la manía de llamar a mis antiguos compañeros, ni siquiera madrugo para no hacer tarde.
¡Ju – bi – la – do! (ahora ya me lo creo).
Me lo tengo que creer porque este achuchón, desde luego que no me hubiese dado hace cuarenta años, ni siquiera hace treinta… Espera que me tumbe y levante las piernas, a ver si así me encuentro mejor… Buff… ¡no!…, estoy mucho mejor algo incorporado.
¡Pa qué contra he cargado más de setecientos kilómetros un móvil y su cargador, si resulta que cuando lo necesito no va!. ¡No hay cobertura, no hay cobertura!, ¡que no quiero cubrir nada ni a nadie!, ¡que sólo quiero llamar!.
Bueno, como decía antes, estoy aquí, varado desde hace más de una hora, cuando un dolor punzante y preocupante en el centro del pecho, ha hecho que me parase en este claro e intentara controlarlo presionándome con fuerza las costillas. Sí, algo de alivio he notado, pero parece que no tengo muchos ánimos para seguir andando, al menos de momento.
Ha debido de ser el calor del mediodía y la tarde o a lo mejor la falta de líquidos o quién sabe si la fatiga acumulada… ¡Qué sé yo!.
¿Ves?, esos dos peregrinos que van por la senda han sabido aprovechar el fresco del final de la tarde. ¿Y si los llamo?. ¡Eh!, ¡Peregrinos!, ¡Eh!… Me saludan, agitan la mano pero no se detienen. Piensan que los saludo yo también. Pues menos mal que no los necesito con urgencia que si no, ¡menuda ayuda tendría con ellos!.
Desde luego que si hubieran sido del grupo de mis amigos peregrinos, con los que coincido casi cada etapa, se hubiesen acercado para charlar un rato y no sólo conmigo, con cualquiera. Pero éstos parecían de esos atletas del Camino que tienen medidos los ritmos y las distancias y no se apean de la competición ni a fuerza de pulpo y vino.
¡Si es que hay peregrinos para todos los gustos!. Por ejemplo, Ester y Sergio, parando en todas las iglesias y capillas del Camino para rezar alguna oración y luego, en la cena, se “purifican” con una dieta totalmente vegetariana. Yo pensaba que no iban a acabar, bien por falta de oraciones nuevas o bien de fuerzas físicas debido a tanta dieta.
También tenemos a Maurizio. Este brasileño ha hecho escuela en el Camino. Resulta que le tiene miedo a los perros y que leyó un libro en el que se cuenta que en mitad del Camino sale un perro satánico, o algo así, con el que se tiene que luchar para poder seguir y él, cada vez que ve a un perro, aunque sea en postal, se pone a cantarle una canción que dice que es la que usan los perros para hacer amigos. ¡Tiene miga el asunto!.
Para miga y pan entero tenemos a Ramiro, creo que lleva en el camino dos meses y salió del mismo lugar que yo, lo que ocurre es que él se para más veces, en concreto en cada bar, taberna, chiringuito o local con vino. Claro a ese ritmo las etapas son cortas y el vino mucho.
¿Y Edmond?. Culo que ve, culo que quiere tocar. Ha recibido insultos, desaires y hasta algún empujón por parte de casi todas las mujeres con las que ha coincidido en alguna etapa. Sobre todo va tras las brasileñas; no sé de donde se ha sacado que son presa fácil en asuntos sexuales y su insistencia puede llegar al acoso. Recuerdo a Virginia airada y diciéndole ¡GO!, ¡GO!, ¡Stiupid! (o como se diga).
¡Buuuuuuf…!, esto no se pasa. Ya empiezo a estar preocupado. Aquí, en medio del bosque, haciéndose de noche. Esto no va nada bien. Sería distinto si estuviese en el albergue. Sí, en los albergues las cosas son distintas. Normalmente reina la hospitalidad, palabra ésta que se sale de los circuitos de nuestra sociedad actual, egoísta y competitiva.
Al frente de los albergues suelen estar voluntarios que se entregan (curiosa actitud la de “entregarse” como algo físico y personal, próximo al vasallaje voluntario) y obtienen su mejor recompensa si son útiles a los peregrinos, si consiguen ayudarles en algo. Recuerdo a tantos… pero como seguro que me olvido de alguno prefiero mantenerlos a todos en el anonimato y recordarlos en inmejorable grupo. Seguro que cualquiera de ellos me atendería, buscaría un lugar para mí, llamaría al médico si hiciera falta o me acompañaría en estos momentos tan dolorosos que estoy pasando. Estoy seguro que cualquier hospitalero haría eso por mí, pero estoy solo, dolorido y angustiado. Estoy lejos del albergue, en donde los cuidados y el descanso los tendría asegurados y tan sólo por el hecho de ser peregrino a Santiago de Compostela, fin de mi Camino y comienzo de mi nueva vida.
La hospitalidad del siglo XII trasladada al siglo XXI.
Si al menos pudiera descansar aquí un poco, dormir un ratito para ver si se pasa esta angustia que siento en el pecho y la garganta… intentaré reposar apoyándome en el tronco… así, algo incorporado, con la cabeza ladeada sobre el hombro…
He debido de dormir mucho, ¡qué bien!, ya se han pasado el dolor y la angustia… ¡je!, y hasta el miedo se ha pasado, pero ha sido un mal rato.
Ahora se trata de seguir viaje, despacito, sin prisas. Primero porque es de noche, y por cierto que bien adelantada la noche, parece que se acerca la mañana y ya se nota en el cielo el resplandor del alba, ¿o acaso es el Camino del cielo?, ¿la Vía Láctea?. No puedo precisarlo porque en este claro del bosque no puedo ver más que un pequeño trozo del cielo y sólo puedo apreciar que está brillante. Las hojas de los árboles se recortan con nitidez en el fondo azul y los troncos erectos y sólidos se distinguen claramente uno de otro, incluso se aprecia la senda, el Camino que los recorre y que me llevará por fin a Santiago. Yo creí que no llegaba.
Así que voy despacio porque, aunque haya claridad, es de noche y porque a pesar del susto pasado, igual intento llegar al Monte del Gozo o incluso a Santiago, aprovechando el buen descanso y lo fresquito de la madrugada.
¡Lo que hace un descanso!, anoche paralizado y hoy con mas moral que donde la fabrican.
No llevo linterna pero que más da, se nota, se intuye el camino.
¡Vamos!.
Llevo como tres horas andando por este bosque; habré sobrepasado Arca e incluso me da la impresión de que ya estoy por Lavacolla, por detrás del aeropuerto. ¡Pues sí que me ha cundido!. Lo único que se me hace raro es que no he visto luces de pueblos o aldeas y cuando vine hace unos años quiero recordar que las había. Bueno, también se me hace raro tanto bosque, ¿habrán repoblado? ¡Lo que no consiga Don Manuel…!.
¡Mira!… sí, un poco más adelante se ven luces… ¡Sí!, son luces como de linternas, se ven varias en línea recta por el Camino. No soy el único madrugador, hay personal para todos los gustos, ayer vi a esa pareja que andaba a última hora de la tarde y ahora me encuentro con este grupo que anda a primera hora de la madrugada. Mejor me junto con ellos… ¡Eh, peregrinos!… No se paran, me van ha hacer correr y no me atrevo, … ¡Eh, esperadme un poco!… Parece que lo consigo, algo que han aminorado ellos y algo que he acelerado yo… (Por cierto que muy bien, no he notado el corazón para nada.)
Buenooo… he debido de ir a parar con algún grupo de monjes raros o de peregrinos a la antigua usanza. El último de la fila va vestido a la manera tradicional, túnica, esclavina, bordón y calabaza y sandalias, ¡qué humor! en estos tiempos y con sandalias.
– Buenas noches, o buenos días, como prefiráis, gracias por esperarme.
– Buenas, buenas, no tiene importancia ya que antes o después nos hubieras alcanzado.
– ¡Qué! ¿vais a Santiago?
– Sí, hacia Santiago y luego hacia el Finisterre y luego… ¡Luego Dios dirá!.
–
– ¿Me dejáis que os acompañe hasta Santiago?
– Tú verás, eres bienvenido a nuestro grupo hasta donde quieras, ya te lo dijimos el año pasado. ¡Ah! y que conste que yo tampoco llegué en vida a Santiago y no pasa nada, luego lo he estado visitando durante ochocientos años que llevo en la Compañía.
– Pero… ¿qué me dices?, ¿me dices que os conozco del año pasado?, ¿como puede ser si es la primera vez que voy a Santiago?, además yo pienso llegar a Santiago… ¡Mira!, ¡Mira ahí abajo!, ¿las ves? ¡son las torres de la Catedral! y la Plaza del Obradoiro y la de las Praterías, y los bosques otra vez… y ¿ eso?, ¿eso no es el faro de Fisterra?. Pero ¡qué es esto!, ¡qué está pasando!
– Tranquilo peregrino, tranquilízate que no pasa nada. Ya te he dicho que yo, como tú, tampoco llegué vivo a Santiago de Compostela cuando inicié mí peregrinaje, allá por el año del Señor de mil doscientos dos. Pero ya ves, ¡los designios del Señor!, desde entonces no me falta compañía, vamos recorriendo las distintas peregrinaciones que en el mundo se hacen y vamos recogiendo a los compañeros peregrinos que se van quedando por el Camino, como te ha pasado a ti. Ya te acostumbraras. Ven con nosotros, ven a la Compañía, ven a la Santa Compaña.
LA VOZ DEL MUNDO, DIARIO DE LA MAÑANA.
Sucesos.- Ayer día… de Julio de 2002, en un claro del bosque cercano al monte de Santa Irene, se encontró el cuerpo sin vida de G.P.M. que sufrió un infarto mientras hacía el Camino de Santiago.
G.P.M. de sesenta y ocho años de edad, que había comenzado el Camino hace un mes, debió de encontrarse mal cuando caminaba en solitario, después de haber despedido a sus compañeros de etapa y haber saludado a otros peregrinos que pasaron cerca de él y que posteriormente dieron la alarma:
“Creímos que estaba descansando y no quisimos molestarle”
Nos dice la pareja acongojada por el suceso – y se repiten el uno al otro:
“De haberlo sabido, de haberlo sabido… “
Se le encontró de madrugada, sentado con la espalda apoyada en un tronco y con el semblante sereno. Al parecer le llegó la muerte mientras dormía.
Descanse en paz, peregrino.
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