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El siguiente relato está inspirado en un hecho real. Me lo presta Gregorio Pradas Martín. Gregorio es un viejo amigo virtual de los tiempos en que no existían las redes sociales. Los peregrinos dialogábamos entonces en las listas o foros jacobeos, que tenían menos opciones gráficas pero había mucho más intercambio y diálogo, a veces en forma de debate. Lo digo con nostalgia. Firmando sus mensajes como “gregoriodezaragoza”, a la vez que nos relata un precioso cuento nos propone un interesante debate: IR o LLEGAR a Compostela, dejando en definitiva sus opiniones peregrinas en este magnífico relato, que termina con una moraleja que en este caso anticipo: “Como podeis ver me paraece que lo importante es IR, lo de llegar ya se verá“.
Vaya contrariedad estar varado en este claro en la floresta como un salmón entre las piedras de un río. Si señor, aquí estoy boqueando, casi sin aliento… ¡A ver si se pasa!. Y eso que esta etapa, Ribadiso de Baixo/ Arca, a pesar de resultar algo larga, estaba siendo una de las más bonitas y variada del Camino de Santiago.
¡Que preciosidad de bosques y de rincones umbríos y verdes!. ¿Y las aldeas?, ¿qué me dices de las aldeas?. Este tramo parece sembrado de antiguas, casi arcaicas, pequeñas y apacibles aldeas con nombres tan sonoros como Tabernavella , Boavista, Xen o Ras por nombrar alguna de las más sugestivas a los oídos de los que por aquí pasamos sin ser del país.
lados ves, cruzas, salvas o bordeas fuentes, arroyos, regatos, riachuelos… ¿hay acaso más formas de clasificar las aguas vivas, dulces y frescas de Galizia?. Y de ellas, se me ha quedado en la memoria el nombre del “Regato Ladrón”, curioso nombre para un pequeño curso de agua que da vida.
Me lo tengo que creer porque este achuchón, desde luego que no me hubiese dado hace cuarenta años, ni siquiera hace treinta… Espera que me tumbe y levante las piernas, a ver si así me encuentro mejor… Buff… ¡no!…, estoy mucho mejor algo incorporado.
¿Ves?, esos dos peregrinos que van por la senda han sabido aprovechar el fresco del final de la tarde. ¿Y si los llamo?. ¡Eh!, ¡Peregrinos!, ¡Eh!… Me saludan, agitan la mano pero no se detienen. Piensan que los saludo yo también. Pues menos mal que no los necesito con urgencia que si no, ¡menuda ayuda tendría con ellos!.
¡Buuuuuuf…!, esto no se pasa. Ya empiezo a estar preocupado. Aquí, en medio del bosque, haciéndose de noche. Esto no va nada bien. Sería distinto si estuviese en el albergue. Sí, en los albergues las cosas son distintas. Normalmente reina la hospitalidad, palabra ésta que se sale de los circuitos de nuestra sociedad actual, egoísta y competitiva.
Al frente de los albergues suelen estar voluntarios que se entregan (curiosa actitud la de “entregarse” como algo físico y personal, próximo al vasallaje voluntario) y obtienen su mejor recompensa si son útiles a los peregrinos, si consiguen ayudarles en algo. Recuerdo a tantos… pero como seguro que me olvido de alguno prefiero mantenerlos a todos en el anonimato y recordarlos en inmejorable grupo. Seguro que cualquiera de ellos me atendería, buscaría un lugar para mí, llamaría al médico si hiciera falta o me acompañaría en estos momentos tan dolorosos que estoy pasando. Estoy seguro que cualquier hospitalero haría eso por mí, pero estoy solo, dolorido y angustiado. Estoy lejos del albergue, en donde los cuidados y el descanso los tendría asegurados y tan sólo por el hecho de ser peregrino a Santiago de Compostela, fin de mi Camino y comienzo de mi nueva vida.
Si al menos pudiera descansar aquí un poco, dormir un ratito para ver si se pasa esta angustia que siento en el pecho y la garganta… intentaré reposar apoyándome en el tronco… así, algo incorporado, con la cabeza ladeada sobre el hombro…
Ahora se trata de seguir viaje, despacito, sin prisas. Primero porque es de noche, y por cierto que bien adelantada la noche, parece que se acerca la mañana y ya se nota en el cielo el resplandor del alba, ¿o acaso es el Camino del cielo?, ¿la Vía Láctea?. No puedo precisarlo porque en este claro del bosque no puedo ver más que un pequeño trozo del cielo y sólo puedo apreciar que está brillante. Las hojas de los árboles se recortan con nitidez en el fondo azul y los troncos erectos y sólidos se distinguen claramente uno de otro, incluso se aprecia la senda, el Camino que los recorre y que me llevará por fin a Santiago. Yo creí que no llegaba.
Llevo como tres horas andando por este bosque; habré sobrepasado Arca e incluso me da la impresión de que ya estoy por Lavacolla, por detrás del aeropuerto. ¡Pues sí que me ha cundido!. Lo único que se me hace raro es que no he visto luces de pueblos o aldeas y cuando vine hace unos años quiero recordar que las había. Bueno, también se me hace raro tanto bosque, ¿habrán repoblado? ¡Lo que no consiga Don Manuel…!.
¡Mira!… sí, un poco más adelante se ven luces… ¡Sí!, son luces como de linternas, se ven varias en línea recta por el Camino. No soy el único madrugador, hay personal para todos los gustos, ayer vi a esa pareja que andaba a última hora de la tarde y ahora me encuentro con este grupo que anda a primera hora de la madrugada. Mejor me junto con ellos… ¡Eh, peregrinos!… No se paran, me van ha hacer correr y no me atrevo, … ¡Eh, esperadme un poco!… Parece que lo consigo, algo que han aminorado ellos y algo que he acelerado yo… (Por cierto que muy bien, no he notado el corazón para nada.)
Buenooo… he debido de ir a parar con algún grupo de monjes raros o de peregrinos a la antigua usanza. El último de la fila va vestido a la manera tradicional, túnica, esclavina, bordón y calabaza y sandalias, ¡qué humor! en estos tiempos y con sandalias.
– Pero… ¿qué me dices?, ¿me dices que os conozco del año pasado?, ¿como puede ser si es la primera vez que voy a Santiago?, además yo pienso llegar a Santiago… ¡Mira!, ¡Mira ahí abajo!, ¿las ves? ¡son las torres de la Catedral! y la Plaza del Obradoiro y la de las Praterías, y los bosques otra vez… y ¿ eso?, ¿eso no es el faro de Fisterra?. Pero ¡qué es esto!, ¡qué está pasando!
pasa nada. Ya te he dicho que yo, como tú, tampoco llegué vivo a Santiago de Compostela cuando inicié mí peregrinaje, allá por el año del Señor de mil doscientos dos. Pero ya ves, ¡los designios del Señor!, desde entonces no me falta compañía, vamos recorriendo las distintas peregrinaciones que en el mundo se hacen y vamos recogiendo a los compañeros peregrinos que se van quedando por el Camino, como te ha pasado a ti. Ya te acostumbraras. Ven con nosotros, ven a la Compañía, ven a la Santa Compaña.
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